Jesús ahora es rey, pero como Dios oculto
Termina el año litúrgico
con la celebración de Cristo como rey. Es una invitación al optimismo, pero un
optimismo realista, sabiendo que Cristo es rey y que tiene las riendas de la
historia en sus manos, pero ahora lo ejerce como Dios oculto. Esto explica que ahora aparentemente no se note y dé
la impresión de que la historia esté en
manos del mal. Las lecturas que se proclaman manifiestan este contraste. Por
una parte, Daniel habla de un dominio eterno que no pasará y el Apocalipsis del
príncipe de los reyes de la tierra, por otra, en el evangelio Jesús
proclama su realeza en contexto de
humillación y fracaso ante Pilatos.
Solamente hay un reino,
el reino de Dios. Jesús es rey al servicio del reino del Padre. Toda su vida
gira en torno a esta finalidad. Este
reino consiste en transformar la humanidad. Si reinar es ejercer un dominio
sobre alguien, Dios-amor reina cuando ejerce su amor transformador sobre una
persona y sociedad y las transforma. Dios ha creado al hombre libre y éste ha
optado por el odio, el egoísmo, que se traduce en la propia destrucción de la
humanidad. Ante esta realidad Dios quiere reinar, invitando al hombre a aceptar
su amor transformador. Ahora lo invita a transformar su corazón y a capacitarse
para que trabaje por un mundo mejor, después lo resucitará y le hará compartir
plenamente su gloria.
Hay dos modos de cambiar
una situación, desde fuera y desde dentro. Desde fuera es el modo normal de
actuación de los poderes humanos, que dictan normas y las imponen con la
persuasión y especialmente con la amenaza de la violencia para lo que crean un
sistema judicial y represivo. No es éste
el modo de obrar de Dios, pues anula la libertad del hombre y en el fondo nunca
consigue una sociedad justa y feliz. Puesto que la historia está en mano de los
hombres, el modo de actuar de Dios es actuar sobre el corazón de los hombres y
transformarlo, de forma que el hombre transformado transforme el mundo que está
en sus manos: familia, trabajo, comercio, relaciones sociales... Por esto se
nota que Dios reina en una persona y en un grupo cuando con un corazón nuevo se trabaja por un mundo
mejor. Lo expresa muy bien el salmo 145,7-10, que describe el reinar actual de
Dios en liberar: “Dios hace justicia a
los oprimidos, da el pan a los hambrientos, Dios libera a los encadenados. El
Señor abre los ojos a los ciegos, el Señor endereza a los encorvados. Ama Dios
a los justos, protege al forastero, a la
viuda y al huérfano sostiene, mas el camino de los impíos tuerce; Dios reina para siempre”.
Toda la predicación de Jesús habla de esta realidad,
especialmente en las parábolas, que hablan de reino de Dios como una realidad
que ahora es pequeña, pero que en esta pequeñez esta oculta la grandeza del
futuro (parábola del grano de mostaza), como un campo en que hay ahora trigo y
cizaña, pero después habrá siega y solo quedará trigo (parábola de la cizaña),
como un sembrador que siembra sabiendo,
que a pesar de aparentes pérdidas, al final habrá cosecha (parábola del sembrador)…
Todo ello invita al optimismo, pero a un optimismo realista, sabiendo que
Cristo es rey y que tiene las riendas de la historia en sus manos, pero todo
esto como Dios oculto en un campo en
que sus seguidores son un pequeño grupo, sociológicamente poco relevante, en
medio de cizañas y resistencias
poderosas. El reinado de Dios es un proceso creciente, ahora actúa en la debilidad, invitando a los
hombres a aceptar el perdón de los pecados y con él la transformación del
corazón, después se manifestará plenamente todo su poder salvador sobre una
humanidad nueva y glorificada.
Jesús en su ministerio
terreno actuó al servicio del reino, primero como heraldo, pregonero, que anunciaba el plan de Dios con sus palabras
y acciones. Anunció el comienzo del reinado y realizó milagros que, como
signos, tenían la finalidad de manifestar de forma concreta qué significa que
Dios comienza a reinar: cura para hacer ver que el reino de Dios es un no al
dolor y que enjugará toda lágrima, resucita muertos para hacer que el reino de
Dios es un no a la muerte y que resucitaremos, perdona los pecados para hacer
ver que el reino de Dios es la transformación del corazón, se rodea de
discípulos para hacer ver que el reino de Dios es creación de una nueva familia
de hijos de Dios y hermanos entre ellos... Al resucitar de entre los muertos
Jesús, en cuanto hombre, es la primera persona en que Dios reina plenamente, en cuanto que su humanidad está plenamente bajo
el dominio de Dios-amor, sin dolor ni muerte, glorificado. Por eso Jesús se
convierte en personificación del reino de
Dios. Esto explica que nosotros
aceptamos el reino de Dios, aceptando a Jesús, uniéndonos a él y viviendo como
él vivió. Nos ha transformado el corazón y nos ha hecho un pueblo de
sacerdotes, reyes y profetas. Sacerdotes porque unidos a él hacemos de nuestra
vida un sacrifico existencial, reyes porque somos señores de toda nuestra
persona y del mundo que nos rodea, y profetas porque anunciamos la palabra del
reino. Ahora Jesús resucitado reina en nosotros como Dios oculto, en medio de
dificultades y debilidades, después reinará de forma plena y manifiesta.
La fiesta de hoy invita a tomar conciencia de nuestra
situación como individuos y como comunidad, que ha recibido la tarea de
transformar su ambiente; invita a dar gracias a Dios porque reina sobre
nosotros y por los ambientes que hemos podido transformar, por la meta que nos
ofrece y los medios que nos proporciona, y por otra parte, invita pedir perdón
por todas las facetas en que no dejamos que Dios reine en nuestra vida y en
nuestro ambiente.
En la Eucaristía se actualiza el presente y futuro
del reino de Dios y como pueblo sacerdotal ofrecemos al Padre a Jesús y nuestra
vida unida él, damos gracias por el reino y pedimos que seamos reyes de nuestro
mundo y que el reino llegue a su plenitud: Venga
tu reino.
Dr. Antonio Rodríguez Carmona
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