Es un hecho que la
desigualdad en el mundo va en aumento. Para el año que viene, el 1% de la
población más rica podría acaparar tanta riqueza como el resto de la población
mundial. Es decir, 70 millones de personas frente a 7.000 millones.
Intermón Oxfam, en su último
informe “Riqueza: tenerlo todo y querer más” afirma lo siguiente: “en un mundo en el que una de cada nueve
personas carece de alimentos suficientes para comer y más de mil millones de
personas aún viven con menos de 1,25
dólares al día, la desigualdad ya no es un tema que perjudique solo a
los más pobres, sino que está dañando el crecimiento económico de toda la
sociedad”.
El VII informe sobre
exclusión y desarrollo oficial en España, realizado conjuntamente por la
Fundación Foessa y Cáritas pone de manifiesto como la población española
considerada “en situación de integridad social plena es ya una estricta minoría
y en la actualidad representa tan solo
el 34,3 %, mientras que en 2007 superaba el 50%. Esto significa que la
población excluida en España asciende ya al 25% y afecta a más de 11.746.000
personas. De ellas, 5 millones se encuentran en exclusión severa”.
¿Por qué está sucediendo
esto?
Porque el consenso social
que hacia posible la estructura del bienestar se ha roto y hoy ya no hay un
concepto compartido de lo que es el bien común.
“Fundamentalmente- dice el
informe-, ha sido debido a lo que se puede denominar la “secesión moral de los
ricos”, bajo el supuesto de que no deben nada a la sociedad, que cada uno tiene
lo que cada uno se ha ganado; y esto está polarizando la sociedad a limites
cada vez más extremos”.
¡Qué contraste entre esta
realidad y la utopía cristiana del Reino”. El Papa Francisco lo expresa con
palabras claras y contundentes: “Así como el mandamiento de “no matar” pone un
límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que
decir “no a una economía de la exclusión
y la inequidad”. Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere
de frío un anciano en situación de calle y
que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No
se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso
es inequidad.
Hemos dado inicio a la
cultura del “descarte” que, además, se
promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la
opresión, sino de algo nuevo; con la exclusión queda afectada en su misma raíz
la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella
abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera”
Javier García
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