Conoces nuestra masa.
Sabes que somos de barro.
El pecado nos angustia.
No podemos librarnos de Él.
Tú nos aceptas de barro.
Sientes ternura hacia nosotros.
Podemos empezar de cero cada día.
No abandones la obra de tus manos.
Sabes que somos de barro.
El pecado nos angustia.
No podemos librarnos de Él.
Tú nos aceptas de barro.
Sientes ternura hacia nosotros.
Podemos empezar de cero cada día.
No abandones la obra de tus manos.
Patxi Loidi
El alimento que Jesús nos da es el pan vivo
que es Él mismo, y nos hace felices.
EEJ2015 Homilía del Cardenal Blázquez en el Encuentro Europeo de Jóvenes
Ávila 2015.
Homilía del Cardenal
Blázquez en el Encuentro Europeo de Jóvenes Ávila 2015
Ávila, 9 de agosto de
2015
Desde este lugar,
cargado de recuerdos, saludo cordialmente a todos los presentes, también a
quienes a través de la TV y radio participan en la Eucaristía. Lo dicho en un
rincón del mundo hoy resuena y puede ser escuchado al mismo tiempo en el mundo
entero. En esta pendiente, junto al lienzo norte de la muralla de Ávila
presidió el Papa San Juan Pablo II la Eucaristía el día 1 de noviembre de 1982,
con ocasión del IV Centenario de la muerte de Santa Teresa. Frente a nosotros
está el convento de la Encarnación, en que vivió muchos años Teresa de Jesús, y
desde donde contemplaría las murallas rematadas con la espadaña de la iglesia
en que vivió San Juan de la Cruz varios años. Precisamente a este lugar,
mientras esperábamos la llegada del Papa para la Eucaristía nos llegaba el
ruido del jolgorio de varios miles de religiosas de clausura que escuchaban
entusiasmadas al Papa; en la huerta del convento tuvo lugar aquel encuentro
orante y alegre. Nos unimos desde aquí al Papa Francisco, cuyo mensaje hemos
acogido con gratitud.
“Yo soy el pan de la
vida” (Jn 6,48). El pan es síntesis del alimento corporal y es también símbolo
de otro alimento en el que Jesús va introduciendo a sus oyentes, entre el
estupor y el escándalo. Jesús multiplicó los panes para que en el descampado
pudiera alimentarse una multitud incontable. Los cinco panes del muchacho
bastaron y sobraron para nutrir a miles de hombres. Lo insuficiente se hizo don
abundante a través de Jesús. ¿Qué es esto para tantos? Santa Teresa, consciente
de su pequeñez, “mujer, ruin e imposibilitada”, ofreció a Dios lo poquito que
estaba en ella (cf. Camino, 1,2) para responder a las ingentes necesidades de
aquellos “tiempos recios”. Dios no desprecia lo pequeño; lo recibe y convierte
en respuesta magnífica. No digamos a Dios: Yo no sé, yo no puedo, yo no valgo,
¿a dónde voy a ir yo En manos del Señor nos reparte como don para los demás.
El verdadero pan del
cielo, el pan para la vida del mundo, no era el maná llovido providencialmente
del cielo, que comieron los padres en el desierto camino de la tierra de
promisión. El pan prometido por Jesús tiene la capacidad de sostener la vida
del hombre para siempre. ¿Qué buscamos en la vida? ¿Anhelamos y pedimos a Dios,
más allá y en medio de nuestras necesidades, el pan que sacia el corazón del
hombre?
Este pan es Jesús, que
con su Palabra y con su Cuerpo y Sangre en el sacramento de la Eucaristía viene
a nuestro encuentro. “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de
vida eterna” (Jn 6,68). Jesús se hace Palabra que acogemos con fe, y se hace
alimento en la Eucaristía para fortalecernos. El sentido del pan es
alimentarnos y sostener la vida; comemos para vivir; pues bien, solo la
Eucaristía realiza plenamente lo que significa el pan ya que, en ella,
recibimos la vida eterna.
Elías, cansado y
agotado, fue sostenido en el desierto con un pan y un jarro de agua ofrecidos
por el ángel del Señor, “porque el camino era superior a sus fuerzas” (1Re
19,7). Santa Teresa, al morir, nos dijo: “Es tiempo de caminar”. La Eucaristía
es el Pan de los caminantes, el pan para la vida del mundo, medicina de
inmortalidad. No digas, no puedo más. Acércate a la mesa del Señor, con tus
agobios y desánimos, y el Cuerpo del Señor, recibido con fe, se convierte en tu
interior en fuente de vida. “Jesús es ayuda y da esfuerzo, nunca falta; es
amigo verdadero (Vida, 22,6).
Una pregunta y una
invitación nos hace el Señor esta mañana, en este lugar en que resuenan los
ecos de admirables testigos: “Oíd, sedientos todos, acudid por agua; venid,
también los que no tenéis dinero… ¿Por qué gastar dinero en lo que no alimenta
y el salario en lo que no sacia? Venid a mí, escuchadme y viviréis” (Is
55,1ss). Si el alimento es pobre, arrastramos la vida como famélicos. Todos
tenemos experiencia de lo que alimenta realmente y pacífica, de lo que saca del
egoísmo y conduce a la fraternidad; también sabemos lo que no resiste la prueba
del tiempo, lo que después de un momento de exultación paga con resaca, vacío y
tristeza. Estas experiencias tuvo también Santa Teresa; y una vez convertida al
Señor brilló la luz en medio de su cruz. Lo insoportable se le volvió ligero y
gozoso. “Por qué ha de ir la devoción de la mano con la tristeza?” “Un santo
triste, es un triste santo”. Queridos jóvenes, caminad con decisión, esfuerzo,
esperanza y paciencia. Abrázate a Jesucristo que es Luz, Fuente, Camino, Pan,
Amigo que nunca falla. Los amigos fuertes de Dios son oyentes asiduos de su
Palabra, en silencio oran, trabajan, cargan con la cruz siguiendo los pasos de
Jesús, abren su vida a los indigentes, acompañan a los desamparados. En la
oscuridad no pierden la esperanza. Sabemos, queridos amigos, que los tiempos
actuales tiene para vosotros la reciedumbre particular del desempleo, amplio y
duradero. Os debe la sociedad mayor solidaridad; no os quedéis en el desánimo
ni en la indignación.
San Pablo nos ha dicho
en su carta: “Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos
y toda maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os
perdonó en Cristo” (Ef 4,31-32). Si una persona está interiormente en
tinieblas, verá todo el mundo oscuro; si la amargura envenena su espíritu, nada
posee para él el gusto de la vida. Santa Teresa es maestra del espíritu
evangélico y por ello es maestra en la difícil asignatura de aprender a vivir.
Una monja contemplativa del siglo XVI merece ser escuchada, también por
jóvenes, al comienzo del siglo XXI. ¡Qué el cultivo de la amistad con Dios
derrame en nosotros serenidad, amor y alegría!
De unos mártires del
siglo IV, escuchamos en el momento culminante de su testimonio: “Sin la
Eucaristía no podemos vivir”. Estas palabras, pronunciadas por unos testigos
“amigos fuertes de Dios”, que rubricaron la fe y el amor a Jesucristo con su
sangre, fueron atinadas desde el principio y su vigencia pervive de generación
en generación. En la Eucaristía se forjan los amigos fuertes de Dios. Jesús
resucitado nos invita a su Mesa el domingo. La Eucaristía, por ser encuentro
con Jesús crucificado y vencedor del pecado y de la muerte, es manantial de
amor fraterno y de solidaridad con los pobres, cercanos y distantes. La
Eucaristía que es el centro de la Iglesia nos envía a todas las “periferias”.
En la celebración eucarística, según el testimonio de la primera comunidad
cristiana (cf. Act 2, 46), “partían el pan” con alegría y sencillez de corazón.
La Misa del domingo es una fiesta de la fe. Es oportunidad estupenda para
encontrar a los hermanos, para compartir la vida, para fomentar la amistad. En
nuestro mundo, en que más allá de muchos ruidos, la soledad campa a sus anchas,
¡qué importante es el encuentro dominical con el Señor y con los hermanos!
Queridos jóvenes,
colaborad con vuestra presencia y vuestro ánimo a que la Eucaristía sea
comunicación fraterna, alegría festiva y surtidor de alegría porque
participamos del Pan de la vida eterna. En la Eucaristía se regenera la amistad
con el Señor, se fortalece nuestra valentía y nos convierte en fermento de
esperanza para el mundo. ¡Es un don de Dios que la Eucaristía sea celebrada en
todos los rincones del mundo!
Queridos amigos, este
Encuentro Europeo de Jóvenes, en Ávila, donde el eco de Santa Teresa se escucha
por todas partes, es una ocasión preciosa para aprender las grandes lecciones
de la vida. En un momento decisivo, siendo adolescente, al morir su madre Dña.
Beatriz, el año 1528, acude a la imagen de Ntra. Señora de la Caridad,
conservada ahora en la Catedral. La Virgen María es madre de Teresa huérfana.
Nos acogemos hoy a la intercesión de nuestra Señora del Monte Carmelo, en cuyo
trasfondo aparece la historia impresionante del profeta Elías, defensor
vibrante de la fe en Dios, perseguido y sostenido providencialmente en el
camino de fidelidad. En tiempos recios fue amigo fuerte de Dios
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