Durante mucho tiempo hubo en mí una inquietud de la
que no me podía librar.
El Shemá nos dice “…amarás
a tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas, con
toda tu mente…” Y sin embargo esto producía en mí un choque tremendo.
Me explicaré: hay determinadas profesiones, tales
como médico, abogado, periodista, ingeniero… que son diríamos, puramente
vocacionales. No se ejercen porque sí, sino que, al menos en mi caso, había
desde niño una determinada pasión incontrolada por ella.
Y, al ejercerla, al entregarme a ella con vocación
y amor, latía en mi interior la inquietud: yo no dedico todo mi tiempo al
Señor. No estoy cumpliendo el mandato, no me entrego con todo el corazón.
Durante mucho tiempo consulté y sólo conseguí buenas palabras de aliento que no
me dejaban satisfecho. Y, a pesar de dedicar mis ratos de oración, no estaba mi
corazón todo entero para Dios. Quizá fuera “el aguijón de Pablo” que me
mortificaba y me impedía servir a un solo Señor. Y el problema es que yo mismo
me revelaba contra esta situación, sintiéndome sin posibilidad de conciliación
para “no servir a dos señores” como dice Jesús en el Evangelio.
La Escritura siempre resuelve las dudas. Es verdad
que no cuando uno quiere, con la celeridad que uno quiere.
“Pedid y se
os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá…”palabras de Jesús que no pueden fallar. Y yo
preguntaba, como decía antes, y las respuestas eran de lo que ahora se llama
“buenismo”. No había algo rotundo y contundente a lo que agarrarme.
Hoy encontré la respuesta al fin. Fue leyendo una
revista católica, que, en principio no pensaba leer. Dice el libro del Génesis: “…El Señor Dios fue creando todos los
árboles y animales según sus especies, y daban fruto según sus especies…” “…Y además vio Dios que era bueno…”
Ahí está la clave, tan sencilla, tan clara, y, a la
vez, tan oculta: dar fruto según la especie. Efectivamente el anacoreta,
apartado del mundo, rezando en la soledad, da fruto según su especie. No se le
pide que salga a evangelizar; la monja de clausura entrega su vida a Dios desde
cuatro paredes de un convento desde nunca sale. Da fruto según su especie. Santa
Teresa de Lisieux, desde su convento desde donde nunca salió, fue proclamada
“Patrona de las Misiones”. El obispo sale a visitar a su grey, y, aunque tenga
sus momentos de oración y silencios con Dios, Él le revela en esas horas los
pasos a seguir en el camino de la evangelización. Da fruto según su especie.
El médico, el ama de casa, el conductor de tren,
que realiza un servicio a la sociedad, si ofrece su trabajo a Dios, está dando
fruto según su especie.
Yo, desde el ejercicio de mi profesión, enamorado
de ella, también puedo y debo dar fruto según mi especie, según mi actividad,
según mi trabajo. Todo encaja; san Josemaría Escrivá lo entendió muy bien
cuando hablaba de la “santificación en el trabajo”. Gracias Señor, por tu
respuesta, al fin.
Tomás Cremades Moreno
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