Quizá nosotros de vez en cuando también
estamos “sentados al borde del camino” pidiendo, si no limosna, sí un poco de
compasión. Si estamos al borde del camino quiere decir que no estamos
plenamente en el centro del camino. A veces, ojalá solo sea por poco tiempo,
nos despistamos y nos salimos del mismo casi con toda probabilidad tras un
tropezón, pero otras, es nuestra ceguera la que nos ha echado fuera.
Lo anterior está referido de forma
metafórica, claro, a nuestra vida espiritual. Andamos en los límites del camino
que nos lleva a Dios, pero, si no actuamos para salir de los límites o del
borde, con toda seguridad acabemos “sentados” en esa situación. Lo malo es que
con suma frecuencia ese asiento se convierte en un estado de comodidad, nos
amoldamos a la rutina de estar pidiendo, la ceguera la convertimos en un modo
de vida porque es más cómodo que continuar caminando con el cansancio que nos
proporcionan los avatares del itinerario.
Menos mal que tenemos la gran suerte
de que pasa Jesús; él pasa siempre y a todas horas, su misión es ir recogiendo
los extraviados del camino y no se cansa de su cometido. Por tanto es cuestión
de estar atentos y cuando oigamos que pasa Jesús, como el ciego Bartimeo, con
todas nuestras ansias y fuerzas le gritemos “ten compasión de mí”. Y si las
circunstancias, el ambiente e incluso los reproches de las propias personas nos
instan a que nos callemos, no nos dejemos intimidar, sino que hemos de gritarle
con más fuerza e insistencia hasta que Jesús se detenga y nos llame. Siempre
habrá alguien que nos diga: “Ánimo,
levántate, que te llama”. Entonces es cuando nosotros debemos estar prestos a
soltar el “manto” de las ataduras que nos tienen postrados en el borde del
camino y daremos un salto y nos acercaremos a Jesús. Él, que es muy respetuoso
con nuestra libertad y no quiere invadirnos ni forzarnos, nos preguntará: “¿Qué
quieres que te haga?” Ahí, en ese momento, desde nuestra ceguera tenemos que
pedirle la vista, esa vista que necesitamos para mantenernos dentro de los
límites del camino correcto. Solo entonces, ante nuestra súplica, Jesús nos
restablecerá la vista, esto es, nos devolverá al buen camino y nos salvará.
Y como de sabios es ser agradecidos,
ya solo nos resta seguirlo por el camino el resto de nuestra vida.
Pedro José Martínez Caparrós
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