Hoy mientras dormía
tuve un sueño triste.
En una habitación
blanca con sillas pegadas a la pared se encontraban personas en fila esperando
algo que no pude saber. En la penúltima silla estaba mi hija menor y en la
última, el Presidente… El hombre comenzó a hablarle de lo que amaba a España, de
su intachable gestión en la pandemia, de su gran equipo de gobierno a los que tanto
debíamos agradecer.
El semblante de
este señor era de pura satisfacción pero no se reía en absoluto. Yo me
encontraba frente a los dos, de pie, escuchando el monólogo… La cara de mi hija
se desfiguraba por momentos y me miró… Pero le dije, no digas nada y observa cómo
lentamente empequeñece, su palidez, sus ojeras azules… El tamaño de su cuerpo llegó
a ser el de un niño de 8 años… Hija, ¿no te da pena?
Me daba tanta
lástima que le advertí:
“Es lo que sucede cuando se miente, cuando se adora el
poder, cuando “matas” y no sufres por nadie, cuando no se tiene a Dios.
¡Apártate! para que sus palabras no te hieran y “escupas”. Pero algo sí puedes
hacer, reza por él y perdónale no sea que arranque de ti el odio y entonces, si
la muerte te sorprende, serán dos almas menos en el cielo”.
Me desperté rezando
por una madre más que se moría en un hospital de Madrid…
Invierno 2021
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