Entremos en la Cuaresma
a la luz de esta Promesa de Dios: "Arrancaré de vuestra carne el corazón
de piedra y os daré un corazón de carne" (Ez 36,26) El simbolismo de
Ezequiel es de una riqueza y belleza indescriptibles. Un corazón de piedra es
incapaz de detectar las semillas divinas propias de su Palabra; como mucho la
analiza semánticamente, como un forense reconoce uno a uno los órganos de un
cadáver.
Otros sacan
"moralina" de la Palabra reduciéndola a consejitos... Hasta ahí lo
que da de sí un corazón de piedra. Un corazón de carne tiene sus propios
sentidos, como dice la Escritura y corroboran los Padres de la Iglesia; me
limito a citar a San Agustín... recordando antes que en la Biblia corazón y
alma son sinónimos: "Si el cuerpo tiene sus propios sentidos... ¿No los va
a tener el alma?"
Vamos a algún
testimonio de las Escrituras acerca de los sentidos del alma...
"Correremos al olor de tus perfumes" dice la esposa del Cantar de los
Cantares (Ct 1,3). "Qué dulce al paladar tu Palabra, más que la miel en la
boca" (Sal 119,103). Por su parte Pablo nos habla de los ojos del corazón
(Ef 1, 17-18) Ahora bien, el testimonio por antonomasia es el del Señor Jesús
que llama Bienaventurados a sus discípulos de todos los tiempos porque sus ojos
ven y sus oídos oyen lo que ni siquiera los profetas llegaron a ver y a oír (Lc
10,23-24).
Todos ellos ven
cumplido el deseo del salmista de encontrarse con... "El Dios Vivo"
(Sal 42,3).
P. Antonio Pavía,
Misionero Comboniano
comunidadmariamadreapostoles.com
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