En la enfermedad, es
necesaria la oración. Imaginemos a Jesús “enfermo” a punto de Morir y a María a
sus pies orando, aceptando la injusta tragedia. Éste hecho de humildad deberíamos aplicarlo en nuestra vida.
Hoy la madre de mi
amiga con medio pulmón y 72 años, enferma gravísima de Covid, ha mejorado casi
de repente. Los Rosarios por ella y la Fe hacen milagros. Dios dijo: “Pedid
y se os dará”.
El nieto de 8 años,
lloraba y lloraba por infectar a su abuelita… No era culpable pero no tenía
consuelo. “Mañana”, cuando Claudia deje el hospital, la alegría inundará el
hogar, ese niñito dormirá feliz y la familia vivirá en la paz de Cristo.
A veces los
milagros suceden por algo más grande.
Cuando Dios es el centro de nuestra vida, acoge nuestras penas y las resuelve de la mejor manera, aunque no siempre como
quisiéramos -la Virgen también habría deseado que su Hijo viviera, pero Jesús se fue por NOSOTROS-.
Desde México a
Granada pasando por Madrid, pido por los amigos enfermos y Dios hará el milagro,
bien por el enfermo, bien por los demás como
sucedió Aquél día…
Pero han pasado
semanas y les has dejado aquí, supliendo la pena incomprendida por la alegría
deseada y Te doy las gracias, Señor.
Emma Díez Lobo
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