A lo largo de nuestro
existir, nuestras obras: buenas, mediocres e incluso las detestables se van
imprimiendo en nuestro currículum vital. En este documento quedan impresas
manchas indelebles tan corrosivas que nos avergüenzan.
Así es hasta que nos
encontramos con Jesucristo cara a cara, es decir, con sus Palabras frente a las
nuestras, las mismas con las que Adán y Eva prescindieron de Dios (Gn 3,6), en
realidad, prescindieron de la Vida con Él.
Cuando acogemos a Jesús
y nos abrazamos a su Evangelio, Él coge nuestro vergonzante currículum, lo hace
pedazos y en su lugar nos ofrece el Libro de la Vida (Ap 20, 12) En él quedan
impresos todos los pasos que vamos dando desde que empezamos a ser sus
Discípulos hasta que dejamos este mundo al son de su última llamada:
"Venid benditos de mi Padre...." (Mt 25,34).
Las obras de los
Discípulos de Jesús nacen de su Evangelio… es decir de su Fuerza.
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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