¡No te imaginas amigo, la suerte que tengo! Cada vez que necesito, cada vez que quiero, cada vez que estoy en silencio, camino por algún lugar solitario, cada vez que... Me pongo a rezar y llega la magia.
Me acompaña, me acorta el
camino, me ayuda, me ofrece, me
da para los demás, hablo, no estoy sola en mi dolor, me calma... Es
genial.
Ah, ah, y cuando alguien “se
va”, o recuerdo a los que ya no están por cualquier causa terrible o natural, rezo
por ellos y les digo ¡Verás cómo te ayuda! La satisfacción es enorme.
Sé que una oración es como
ir sacando espinas del alma que se fue o apagando el fuego que les atormenta. Lo
malo es que no tengo años para rezar por cada una, es tan imposible... Porque decir
una oración por “todos” no funciona igual, es como si tuviera menos fuerza que
si la dedicaras a una persona con nombre o a esa otra que ves en TV abatido a
tiros con pantalón marrón... Y aunque una sola vocal de la plegaría fuera
dirigida a “cada uno” de todos los ausentes, no llegaría a demasiados. Menos
mal que somos muchos haciendo lo mismo.
¡Madre mía, qué suerte rezar
para agradecer o pedir un “milagrillo” para alguien!, y cuando necesito estar libre
de pecado, voy al Sacerdote -Alter Chistus, Ipse Christus (Otro Cristo, como Cristo)- me
redime, rezo y ya estoy en forma otra vez.
¡Gracias Dios por ser católica
y enseñarme a rezar!
Emma
Díez Lobo
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