1.- Cinco panes y dos peces, cuando hay fe y buena disposición para compartir, son suficientes para colmar, calmar las aspiraciones y las carencias de aquellos/as que llaman a nuestra puerta. Lo más fácil escurrir el bulto. Lo más necesario y efectivo: hacer frente a tantas situaciones que son las nuevas caras y los nuevos rostros de Cristo que caminan a nuestro lado.
¡Dinos Señor!
Dónde ir y a quien alimentar con nuestras presencias y palabras,
con gestos y compromiso.
Los nombres y las calles donde multiplicar y hacer presente el pan
y los peces de nuestra misericordia y delicadeza.
Los corazones solitarios necesitados de la masa, de la harina que
es el pan de nuestra compañía.
¡Dinos cómo!
Permanecer atentos al sufrimiento humano sin necesidad de huir
despavoridos en dirección contraria o de cerrar los ojos para no sentir pena
alguna.
Compartir parte de nuestra riqueza sin, a continuación, mirar el
vacío que dejó en nuestros bolsillos.
Salir de nosotros mismos sin pensar que, es de necios, poner en la
mesa de la fraternidad el pan fresco de cada mañana o las horas gratuitamente
gastadas.
Cómo hacer posible ante los ojos del mundo la justicia cuando,
cada día que pasa, parece utópico y poco menos que un imposible.
¡Dinos Señor!
Una palabra ante la situación de la violencia para poder llevar el
pan de la Paz.
Una palabra ante el drama del egoísmo para que podamos ofrecer los
peces de la hermandad.
Una palabra ante la enfermedad para que compartamos el pan de la
salud.
¡Dinos cómo!
Dar de comer a quien no busca precisamente tu pan sino aquel otro
que endurece, perece y que en esta vida caduca
Presentar el mensaje de tu vida cuando hay tanta hartura de
golosinas que embaucan, endulzan y malogran el paladar de la humanidad.
Trabajar, y no caer en ese empeño, para que la fuerza del hombre
no esté en lo que aparentemente se multiplica sino en aquello que, por dentro,
de verdad le enriquece y que en el mundo escasea.
¡Dinos Tú Señor!! ¡Dinos cómo Señor!!
¡Cómo con tan poco pudiste Tú hacer tanto! cuando, nosotros con tanto, llegamos
a tan poco.
2.- Es cuestión, ahora (allá donde nos encontremos) pongamos sobre
la mesa, los cinco panes y los dos peces que todos tenemos en propiedad. Que no
pensemos que con ello, será insuficiente.
Lo importante es, en la medida de nuestras posibilidades, poner
todo lo que somos y parte de lo que tenemos en beneficio de alguien necesitado.
Dios, hará el milagro.
Los cinco y panes, y los dos peces, son las pocas o las muchas
capacidades que podemos tener, el consejo oportuno, la palabra de aliento, la
ayuda oportuna, la compañía a quien se siente solo, el silencio solidario con
el que sufre.
3.- Todos, ¡todos!, tenemos nuestros “personales cinco panes y dos
peces” con los que contribuir a mejorar muchas situaciones enquistadas o
delicadas.
Desde luego, quien nunca tiene, es aquel que nunca se mueve ni
hace nada por los demás.
Javier Leoz
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