sábado, 2 de junio de 2018

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo





La eucaristía, sacramento de la nueva alianza y la solidaridad

Las lecturas de este ciclo B invitan a presentar la Eucaristía como fiesta de la nueva alianza y la solidaridad: Jesús instituyó la Eucaristía como sacramento de la nueva alianza y por ello, al consagrar el vino, hizo alusión a su sangre como la sangre que crea la nueva alianza (Evangelio). Para explicar el alcance de esta afirmación la primera lectura recuerda cómo la primera alianza se ratificó con un sacrificio a base de sangre de animales  y la segunda cómo la nueva alianza se hizo también con un  sacrificio, pero esta vez no con sangre de animales sino con el sacrificio existencial de Cristo a base de su propia sangre.

El hombre no puede vivir solo ni humana ni religiosamente. Humanamente necesitamos de nuestros padres, de nuestra familia, de la sociedad. Religiosamente necesitamos de Dios y de la comunidad cristiana. Para llenar esta necesidad nace la alianza, institución antigua que pretende unir fuerzas entre personas o naciones para conseguir determinados fines. Los miembros de una alianza se consideran solidarios en la obtención de esos fines. La alianza de Dios con Israel fue especial, pues fue un pacto entre desiguales en que realmente el beneficiado era el pueblo israelita: Dios le ofrece ser su Dios, acompañarlos, ayudarlos a realizarse como pueblo y defenderlos a cambio de que sólo adoren y sirvan a él. La primera lectura recuerda cómo, al pie del Sinaí, se leyeron las cláusulas de la alianza, se levantaron un altar y doce estelas representando a Dios y a las doce tribus, se  mataron animales en sacrificio y  su sangre –signo de la vida- se derramó sobre el altar y sobre las estelas, diciendo: Ésta es la sangre de la alianza que Dios contrae con vosotros. Todos –Dios y pueblo representados en el altar y las estelas- han recibido la misma sangre, ¡comparten la misma sangre y son un solo pueblo! Todo esto en forma simbólica.

En Jesús todo es real. Ha creado una nueva alianza con toda su existencia, desde la encarnación a su muerte y resurrección. Se encarnó, se solidarizó con nosotros y se convirtió en nuestro representante. Todo lo que haga vale para él y para nosotros. La segunda lectura recuerda cómo fue su sacrificio comparándolo con el del sumo sacerdote judío en la fiesta de la expiación: éste, pasando por el santo o vestíbulo, entraba en el santo de los santos, lugar de la presencia de Dios, con sangre de animales, y realmente no conseguía nada. Cristo, en cambio, muriendo y resucitando, llegó a la presencia de Dios y consiguió para todos el perdón de los pecados y con ello la nueva alianza que nos une a Dios. Desde entonces todos somos un solo pueblo, Dios y todos los unidos a Cristo, un pueblo abierto a todos, con vocación universal.

En la institución de la Eucaristía, que recuerda el Evangelio, se insiste en esta realidad. La Eucaristía es presencia real de Jesucristo, creador de la nueva alianza en la que se unen Dios y la humanidad. Jesús es cabeza de un cuerpo en el que Dios se une con nosotros. La Eucaristía es sacramento que celebra, hace presenta y alimenta para vivir solidariamente unidos como miembros de la nueva alianza, cuya ley fundamental es el amor. La liturgia invita a hacer un breve acto de fe inmediatamente antes de comulgar: “El Cuerpo de Cristo” dice el sacerdote, y se responde  “Amén”, aceptando esta realidad en la que Cuerpo se refiere a la cabeza y los miembros. El que comulga ha de ser consciente de que se une a la cabeza y al cuerpo a la vez y que no puede comulgar con la cabeza si no lo hace con los miembros. Por eso la comunión afianza nuestra unión en el cuerpo de Cristo. No podemos unirnos a Cristo-cabeza sin estar unidos a Cristo-cuerpo. Una Eucaristía que no se traduce en solidaridad  y preocupación por los hermanos no es verdadera.

Con toda razón hoy  invita la Iglesia a recordar la institución Caritas, que no es una ONG más, sino el brazo de la Iglesia que celebra la Eucaristía y es  consciente de su obligación de sentirse solidaria con todos los necesitados. La “verdad” de una celebración solemne de la Eucaristía se comprueba en la “verdad” de una Caritas eficiente y de unos cristianos realmente comprometidos en los problemas sociales.

Dr. Antonio Rodríguez Carmona


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