LA ENFERMEDAD Y
EL ESCRUTE DE LA PALABRA
Como último
apartado de estas reflexiones sobre la Palabra de Dios en la vida del enfermo,
atenderé al escrute de la Palabra, como ayuda extraordinaria para el hombre, y
en particular, para el enfermo, en el diálogo, a veces complicado, con Dios.
¿Qué es
escrutar las escrituras? No es sino una forma de oración en la que la Palabra
de Dios, la Biblia, se convierte en protagonista, en herramienta indispensable
en este diálogo con Dios, de llamada al Señor y de respuesta de lo alto.
Puesto que lo
que tiene lugar es una “charla” con el Padre, conviene que el escrute se
realice en soledad, sin la compañía de otras personas, en silencio y sin
prisas. Al menos, debemos disponer de dos horas para esta oración. Esto es
importante porque habitualmente estamos sujetos a tal velocidad y a semejante
bombardeo de imágenes y sonidos, que resulta complicado descubrir a Dios en tal
escenario. Busquemos por tanto, la soledad y el silencio; como
acostumbraba el mismo Jesucristo cuando dejaba a los apóstoles y se retiraba a
orar.
Asimismo, es
necesaria una disposición interior adecuada en el momento de iniciar el escrute
de la Palabra. Es aconsejable antes de abrir la Escritura, ofrecer una oración
con humildad a Dios, sin pretensiones en cuanto a los resultados. Es
decir, se trata de pedir ayuda al Señor, de rogar su consolación y de someterse
finalmente a Él, aceptando incluso su silencio. Lo primordial es estar
con el Señor, no el resultado en forma de consuelo que podamos obtener por
estar unas horas con Él.
Una vez
dispuesta adecuadamente la estancia y preparado nuestro interior, se toma la
escritura a partir de un versículo previamente escogido por alguna razón, ya sea
porque se encuentra en el evangelio de ese día, ya sea porque alguien se ha
referido a ese pasaje en alguna conversación reciente, ya sea cualquier otro
motivo que nos empuje a decidir escrutar ese versículo en concreto.
Es necesario, por las razones que explicaremos más adelante, que la Biblia con
la que vayamos a escrutar recoja los paralelos a los versículos así como las
notas a pie de página.
Imaginemos que
escrutamos 2 Cor. 12, 10: “Por eso me complazco en mis flaquezas, en las
injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por
Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte”.
Una vez leído
este versículo, lo meditaremos, lo interiorizaremos, anotaremos en un papel lo
que entendemos que el Señor nos quieres comunicar y lo volveremos a leer si
fuera necesario hasta que el Espíritu nos impulse a dar un paso más. Buscaremos entonces los paralelos o notas a pie de página a las que se
refiere el versículo. Por ejemplo, en este texto se muestra un paralelo que es
Col. 1,29. Asimismo, repetiríamos idéntico método con el versículo de
Colosenses y con el resto de paralelos que aparecen a partir de la cita
inicial. A su vez, Colosenses u otros paralelos pueden tener, igualmente, sus
propias citas paralelas o notas a pie de página que podríamos ir repasando.
Puede ocurrir
que yendo de cita en cita, el tiempo vaya transcurriendo y caigamos en la
desesperanza porque no logramos descubrir la voz de Dios a través de la
Escritura o porque nos rebelamos ante la posibilidad de que el Señor guarde
silencio siendo que nosotros le rogamos que nos hable. En este caso, conviene recurrir de nuevo a la oración antes de continuar
escrutando y así recuperar la disposición interior adecuada, según explicábamos
al principio.
En conclusión,
el escrute de la palabra constituye una ayuda apreciable que facilitará el
diálogo del enfermo con el Señor; se trata de, como si en un árbol
estuviéramos, ir saltando de rama e rama buscando, a través de los textos
sagrados, encontrar lo que Dios quiere comunicarnos en ese momento determinado
de nuestra propia historia.
Raúl Gavín | Iglesia en
Aragón /
AGRADECIMIENTO
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