De
la lectura de este fragmento evangélico (Lc 9, 1-6), como también se podría
decir de cualquier otro capítulo o versículos, se pueden sacar infinidad de
consecuencias, siempre nos invita a sacar formas de actuar en la vida.
Primero
vemos que Jesús nos convoca, da poder para actuar y envía al mundo a proclamar
su reino. Pero en los minutos de meditación que he hecho a la luz de esta
lectura, me ha llamado la atención, me he fijado o he sacado otras conclusiones
distintas a las de ser enviados ‒importantísima
la llamada‒. Las resumiría
en pocas palabras: confianza, generosidad, agradecimiento y desprendimiento.
“No llevéis nada para
el camino”. Debemos
de tener una fe ciega en Dios nuestro Señor, aquello de Dios proveerá. No es que el Señor quiera quitarnos el sentido del
deber de preever o prevenir, no quiere despojarnos de la responsabilidad y
preocupación por el futuro, no quiere
que dejemos de velar por los intereses de nuestro hogar y familia. Yo lo
que pienso es que quiere hacer brotar en nosotros la confianza en Él, que
sepamos que ahí está Él como primera provisión. En otra ocasión y de otra forma
también nos los dijo (Mt 6, 25-34): “No
os angustiéis por vuestra vida […] Mirad las aves del cielo: no siembran […]
vuestro Padre celestial las alimenta”. O sea, con otras palabras, que
tenemos que buscar las prioridades y darle a cada cosa el valor que tiene y el
primer puesto en esas prioridades es la confianza en el Señor y no en las cosas
materiales; tampoco se trata de elegir entre Dios y las cosas necesarias para
la vida material,
sino simplemente poner más confianza en Dios y situarlo en primer lugar.
De
rebote también nos dice que confiemos en los demás, nos empuja e incita a que
creamos más en los otros ‒y,
claro, hacernos nosotros acreedores de esa confianza‒. Si
antes he visto claro que tenía que tener confianza en Dios, después la
reflexión me ha llevado hacia la generosidad y agradecimiento. Debemos ser
generosos y agradecidos con aquellos que voluntariamente se preocupan por
nosotros, sea en el orden que sea. Muy importante el agradecimiento y el
manifestarlo a aquellas personas que han tenido un detalle, aunque pequeño y
sin valor, con nosotros. Que no vayamos por la vida como unos creídos y
vanidosos y pensando que nos lo merecemos todo.
Igualmente la reflexión evangélica me ha hablado
del desapego, a que no ponga excesivo interés en las cosas materiales, en lo
fungible y pasajero, que nos conformemos con las cosas que son verdaderamente
necesarias y no nos creemos esas necesidades
que no son tales, sino que vamos en pos de ellas por esnobismo, porque los
grandes reclamos publicitarios nos llevan a su compra. No se trata de que
vayamos por la vida como unos desarrapados, sino que pongamos menos interés en
el poseer por poseer y fijemos cuáles son las verdaderas e imprescindibles
necesidades, solo se trata de que el lujo no nos posea a nosotros.
Ahora
bien, estas virtudes, si es que las podemos tratar como tales, confianza,
generosidad, agradecimiento y desprendimiento tenemos que tener muy en cuenta y
muy claro que son dones del Señor, nunca valores nuestros. Por tanto pedirle
ayuda para llevarlas a nuestra vida diaria y agradecerle todo lo que tenemos.
Pedro
José Martínez Caparrós
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