martes, 12 de junio de 2018

No llevéis nada para el camino.




De la lectura de este fragmento evangélico (Lc 9, 1-6), como también se podría decir de cualquier otro capítulo o versículos, se pueden sacar infinidad de consecuencias, siempre nos invita a sacar formas de actuar en la vida.

Primero vemos que Jesús nos convoca, da poder para actuar y envía al mundo a proclamar su reino. Pero en los minutos de meditación que he hecho a la luz de esta lectura, me ha llamado la atención, me he fijado o he sacado otras conclusiones distintas a las de ser enviados importantísima la llamada. Las resumiría en pocas palabras: confianza, generosidad, agradecimiento y desprendimiento.

“No llevéis nada para el camino”. Debemos de tener una fe ciega en Dios nuestro Señor, aquello de Dios proveerá. No es que el Señor quiera quitarnos el sentido del deber de preever o prevenir, no quiere despojarnos de la responsabilidad y preocupación por el futuro, no quiere  que dejemos de velar por los intereses de nuestro hogar y familia. Yo lo que pienso es que quiere hacer brotar en nosotros la confianza en Él, que sepamos que ahí está Él como primera provisión. En otra ocasión y de otra forma también nos los dijo (Mt 6, 25-34): “No os angustiéis por vuestra vida […] Mirad las aves del cielo: no siembran […] vuestro Padre celestial las alimenta”. O sea, con otras palabras, que tenemos que buscar las prioridades y darle a cada cosa el valor que tiene y el primer puesto en esas prioridades es la confianza en el Señor y no en las cosas materiales; tampoco se trata de elegir entre Dios y las cosas necesarias para la vida material, sino simplemente poner más confianza en Dios y situarlo en primer lugar.

De rebote también nos dice que confiemos en los demás, nos empuja e incita a que creamos más en los otros y, claro, hacernos nosotros acreedores de esa confianza‒. Si antes he visto claro que tenía que tener confianza en Dios, después la reflexión me ha llevado hacia la generosidad y agradecimiento. Debemos ser generosos y agradecidos con aquellos que voluntariamente se preocupan por nosotros, sea en el orden que sea. Muy importante el agradecimiento y el manifestarlo a aquellas personas que han tenido un detalle, aunque pequeño y sin valor, con nosotros. Que no vayamos por la vida como unos creídos y vanidosos y pensando que nos lo merecemos todo.

Igualmente la reflexión evangélica me ha hablado del desapego, a que no ponga excesivo interés en las cosas materiales, en lo fungible y pasajero, que nos conformemos con las cosas que son verdaderamente necesarias y no nos creemos  esas necesidades que no son tales, sino que vamos en pos de ellas por esnobismo, porque los grandes reclamos publicitarios nos llevan a su compra. No se trata de que vayamos por la vida como unos desarrapados, sino que pongamos menos interés en el poseer por poseer y fijemos cuáles son las verdaderas e imprescindibles necesidades, solo se trata de que el lujo no nos posea a nosotros.

Ahora bien, estas virtudes, si es que las podemos tratar como tales, confianza, generosidad, agradecimiento y desprendimiento tenemos que tener muy en cuenta y muy claro que son dones del Señor, nunca valores nuestros. Por tanto pedirle ayuda para llevarlas a nuestra vida diaria y agradecerle todo lo que tenemos.

Pedro José Martínez Caparrós

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