sábado, 9 de junio de 2018

X Domingo del Tiempo Ordinario






Jesús es el Más Fuerte

Jesús realizó curaciones y exorcismos en público, el pueblo sencillo reaccionó positivamente viendo en ellos signos de la llegada del reino de Dios y a Jesús como enviado divino, en cambio unos escribas venidos de Jerusalén (algo que en los oídos antiguos sonaría como a nosotros “teólogos venidos de Roma”) atribuían este poder a Satanás.  Jesús rechaza esta atribución, que había llegado incluso a oídos de su familia. Ésta, alarmada por lo que se decía, decide ir en busca suya para quitarlo de en medio y llevárselo a Nazaret, de acuerdo con las normas del AT que manda que si una persona actúa de esta forma, su familia debe impedírselo. Jesús rechaza esta acusación como absurda, pues Satanás no puede luchar contra sí mismo, y da el sentido positivo: significa que ha llegado el Más Fuerte que Satanás con poder para quitarle su poder. Termina calificando la postura de los escribas como pecado contra el Espíritu Santo. Cuando llegan sus familiares para llevárselo, Jesús los rechaza, pues su verdadera familia son los que hacen la voluntad de Dios. (San Marcos en su relato no tiene preocupación sobre la postura de María, que estaría totalmente en desacuerdo con la acción de su familia. Es que, como dice Jn 7,4, su familia no creía en él).

Jesús ha vencido a Satanás y todo tipo de mal, por eso la humanidad está libre de todo tipo de fatalismo que la condene irremediablemente al mal. Con Jesús todo hombre puede vencer todo tipo de mal. La liturgia presenta esta victoria de Jesús como cumplimiento del “protoevangelio” (1ª lectura), la promesa hecha a Adán y Eva de que uno de sus descendientes vencería a la serpiente, símbolo de Satanás y del mundo del mal, que está activo luchando contra los planes de Dios.

Por su parte, san Pablo en la 2ª lectura, nos recuerda que apoyados en la fe en Cristo muerto y resucitado, podemos y debemos afrontar la misión y la lucha contra todo tipo de mal, tarea importante de los cristianos, pues desgraciadamente son muchos los males en personas e instituciones que impiden al hombre de hoy vivir como Dios quiere en un mundo justo y fraternal. Esto llevará consigo sufrimientos, pero el que cree en la muerte y resurrección de Jesús los afronta sabiendo que todo se traducirá en gloria compartiendo la resurrección de Jesús. 

El hecho recordado recuerda igualmente la maldad del pecado contra el Espíritu Santo. Dios nos ha creado como personas racionales y libres y actúa con nosotros de acuerdo con esta realidad. Por ello nos ofrece signos de su salvación invitándonos a aceptarla libremente, signos capaces de hacer ver su ofrenda como agradable y ventajosa ante toda persona de buena voluntad, sencilla y sincera. El pecado contra el Espíritu Santo consiste en rechazar el dinamismo natural del signo y darle un sentido contrario. Es un pecado que no se perdona por su misma naturaleza, pues el perdón exige reconocer la verdad de que soy pecador y en este caso la persona se niega a hacerlo, destruyendo el dinamismo de la verdad.  Este pecado contra el Espíritu se suma a otras posturas que impidieron –y siguen impidiendo- reconocer a Jesús y que Marcos ha ido exponiendo en los relatos anteriores: el dogmatismo del que controla los planes de Dios, el puritanismo del que no reconoce su condición pecadora, el aburguesado en prácticas religiosas que no le complican la vida, el legalista que nos busca hacer la voluntad de Dios sino quedarse tranquilo.

En cada Eucaristía se cumple la promesa del protoevangelio: Jesús muerto y resucitado supera y vence a Satanás y nos capacita para continuar la lucha contra todo tipo de mal que aún actúa en nuestro mundo. El cristiano tiene que vivir en contexto positivo.

Dr. Antonio Rodríguez Carmona

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