lunes, 7 de abril de 2025

Partiendo la Palabra Si el grano de trigo no muere (III)

 



 Si el grano de trigo no muere, su vitalidad queda amputada, su existir, esterilizado; la soledad que escogió es el clamor de su fracaso.

  Es la soledad de no dar a Dios un espacio en su corazón. Por el contrario, el grano de trigo que acepta ser arrojado en tierra y en ella morir, jamás conocerá la soledad. Sólo y desvalido dejaron a Jesús en el Calvario. Junto a Él, apenas cuatro personas: su Madre, Juan, María Magdalena y María de Cleofás y a una cierta distancia, como dictaba la ley romana. Aun así, el poder del Mal, no consiguió, que Jesús alzase sus ojos para hablar con su Padre. Así atestiguó lo que había dicho a sus Discípulos: "Yo estoy con el Padre y el Padre está conmigo" (Jn 14,11 ).

 Es así como los Discípulos de Jesús dejamos este mundo, porque el Discipulado es, sobre todo, vivir con Dios. Aunque nos condenaran a vivir en una isla despierta, como aconteció a algún Discípulo de Jesús de la Iglesia Primitiva- como por ejemplo San Juan que fue desterrado a la isla de Patmos - no nos alcanzará el estigma de la soledad, espectro que sí alcanza a otros que dejan este mundo con personas junto él, pero no Dios, por las razones que sean.

 Los Discípulos de Jesús, no somos mejores que ellos pero ya vencimos nuestra soledad, el día que igual que San Pablo dijimos: "Ya no soy yo quien vive, es Jesús quien vive en mi" (Gal 2,20 ).

 Atentos, no hace falta ser perfectos para experimentar esto de San Pablo; el hecho, de desearlo, es ya señal de que Jesús ya vive en ti.

 

P. Antonio Pavía 

comunidadmariamadreapostoles.com

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