Los discípulos de Jesús, como Él, cargamos con El odio del mundo:
desprecios, persecuciones e incluso la condena a muerte ignominiosa. (Jn
15,18...) Sucede así porque como dijo el mismo Jesús, los hombres aman más las
tinieblas que la Luz (Jn 3,19b).
En este contexto, oímos el grito desgarrador de Jesús: ¡Dios mío! ¿Por qué
me has abandonado? Con este "Gemido Santo" en el Calvario, Jesús
quiso identificarse con todos los hombres del mundo, que de una forma u otra
nos vemos agobiados por la desesperación, sean cuales sean causas.
Desesperación que se adhiere a nuestra alma como una lapa, seamos o no
creyentes en Dios.
La diferencia abismal entre unos y
otros es que la desesperación del no creyente se cierra sobre él, que no tiene
más apoyo, que el abismo de la increencia, mientras que la del creyente, se
asienta sobre Jesús, su Roca (Mt 7,24...).
Por eso puede gritar con El y como Él: Padre, en tus manos encomiendo
mi Espíritu al final de sus días...y también antes de este final, puede clamar
así a Dios: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu; mi alma herida. (Lc
23,46).
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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