Las profecías que anuncian toda clase de vejaciones, desprecios, injuria...etc. sobre Jesús, culminaron con su ignominiosa crucifixión. Jesús que, recordemos, se encarnó como Hijo de Dios y también como hombre, vive en su Pasión unos sufrimientos físicos y morales inimaginables. Sabe perfectamente lo que le espera, de ahí su gemido doloroso en el pasaje de hoy: " Ahora mi alma está turbada..." (Jn 12,27a) No es que rechace su Pasión ya próxima, pero en cuanto hombre, tiembla.
Sabemos que, en el Huerto de los
Olivos, sintió tal tristeza y angustia que llegó a decir: " Padre, si es
posible, que pase de mi este cáliz..." (Mt 26,39).
Nuestro Señor, está librando un
combate entre el dolor, la infamia que le abate y su Espíritu que le impulsa a
hacer la voluntad del Padre: a cumplir la Misión que le ha encomendado y que
vamos a recordar: "Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo para que
todo el que crea en El...tenga Vida Eterna " (Jn 3,16). Jesús libra el
combate, y apoyado en su Padre, sale vencedor. Nosotros, apoyados en El,
nuestro Buen Pastor, salimos vencedores, eso sí, hemos de tener siempre en
nuestra alma su exhortación: " Velad y orad, para que no caigáis en
tentación porque el espíritu está pronto, pero la carne es débil " (Mt
26,41)
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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