viernes, 17 de agosto de 2012


DEL QUIRÓFANO A LA CLAUSURA








Testimonio de una cirujano que hoy entra en el Carmelo de Zarauz, publicado hoy en el Diario Vasco en la pag. 7
Si hace tres años alguien le hubiera dicho a a Akiko Tamura que iba a dejar su carrera de cirujana por convertirse en monja de clausura le hubiera contestado que si estaba «loco». Después de hacer prácticas en un laboratorio en la Universidad de Harvard, estudiar Medicina en la Universidad de Navarra y acumular éxitos en la Clínica Universitaria de Navarra como cirujana torácica, ha sentido «la llamada de Dios» e ingresa hoy en el monasterio de las hermanas carmelitas de Zarautz. Deja atrás a su familia, amigos, compañeros de trabajo y pacientes y cambia las intervenciones con cirugía robótica por los rezos en el convento de las Carmelitas Descalzas. Confiesa que a ella no se le hubiera ocurrido esto pero que «es el plan de Dios».Para esta cirujana católica de 37 años, de madre navarra y padre japonés, «Dios se manifiesta a veces de las maneras más extraordinarias». En el caso de Akiko fue cuando era residente en el Hospital Universitario Princesa de Madrid en 2003. Coincidió con la visita del papa Juan Pablo II y se emocionó con las palabras del santo padre de 'Si sientes la llamada, sígueme'. A lo que Akiko contestó: «Ni de broma Dios me pidas que sea una carmelita descalza». Hasta ese momento, la joven cirujana no había visto nunca una carmelita descalza. La doctora no vio del todo claro el mensaje de Dios y continuó con su vida repartida entre el quirófano y las actividades de las que más disfruta: viajar, salir con los amigos, ver carreras de Fórmula 1... Pero seguía sintiendo ese 'run run' en su conciencia de un mensaje que no llegaba claro a su corazón.


Creía que esa vida de clausura no iba con ella: «Soy una persona muy activa, he hecho esquí con parapente, he viajado, era feliz con mi trabajo. No era precisamente el prototipo de persona cuyo futuro fuera a estar en un convento». Pero pese a las dudas de que su futuro fuera a estar en un monasterio seguía preguntándose si Dios tendría ese «plan» para ella. «No se me iba del corazón lo que había sentido y consulté con mi sacerdote y mi director espiritual y me decían que cuando Dios quisiera me lo haría ver claro. Me dijeron que siguiera siendo una cristiana coherente».



Y así lo hizo hasta el pasado jueves santo. «En ese día que dicen que la llamada no existe, lo vi. nítidamente en mi conciencia. Sabía que Dios me pedía que ingresara en un convento de clausura y que iba a estar conmigo cuando fuera carmelita descalza», recuerda. Después de tener claro que, efectivamente, su destino estaba en el monasterio zarauztarra, Akiko caminaba de otra manera: «Me sentía como si fuera un pez fuera del agua y me tuviera que ir. Y que Dios iba a estar conmigo. Noté una paz que si se me metía en la cabeza hacer otra cosa se iría».
Apoyo familiar «doloroso»



Con la decisión tomada llegó el momento de anunciar la noticia a su familia, amigos, compañeros de trabajo y pacientes. La primera reacción en sus amigos fue quedarse con la boca abierta, aunque los que más la conocen se lo esperaban. Su familia le apoya pero «con dolor». Al comienzo fue difícil para ellos encajar la noticia: «Me decían si lo había pensado, me preguntaban: «¿Qué vas a hacer allí? ¿Perder todos tus talentos?». Una pregunta que le ha tocado responder a Akiko en más de una ocasión. Pero tras ese escepticismo inicial sus más queridos comprueban «la paz y armonía que sentía».



Al comunicar su ingreso en el monasterio también se sorprendió de la espiritualidad de la gente, especialmente de sus pacientes, algunos de los cuales se emocionaron al conocer el nuevo rumbo de su doctora.



Akiko admite que no se enfrentará sola a esta nueva aventura «ni de broma». Pero la doctora tiene compañía: «Cojo las fuerzas del Espíritu Santo. Esto es idea de Dios y yo no sé como se hace, pero voy a fiarme y obedecer». Lejos quedarán sus largas operaciones en el convento de Zarautz, donde piensa rezar mucho, formarse, aprender las reglas de las carmelitas y hacer «lo que Dios quiera».








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