Aunque
parezca un juego de palabras, no es por eso menos cierto que tener el poder de
la medida es en realidad la medida del poder.
Pues
tener la medida de uso del mundo es lo que confiere al hombre verdadero poder
sobre este.
De
hecho, cuando uno se siente impuro o pecador o como se le quiera llamar, no es
sino porque uno reconoce una falta de medida, bien en sus actos, omisiones
pensamientos o palabras y es en esta falta de medida donde está el punto débil
o el pecado del individuo que eventualmente podría degenerar en enfermedad e
incluso matar a la persona.
Esto
es fácilmente demostrable en el mundo físico, si una célula pierde su medida y
se reproduce alocadamente se convertirá en un cáncer, y si no se reproduce
convenientemente, también causará una deficiencia que en ambos casos enfermará
el cuerpo de la criatura.
También
una mente desmedida y obsesionada en una idea o grupo de ellas puede enfermar,
al igual que una emoción desbocada puede tener consecuencias trágicas.
Todo
tiene una medida en el universo el cual se rige por leyes que aunque
aparentemente puedan parecer caóticas en realidad obedecen a principios muy
precisos. Y creo que el hombre puede afirmar sin lugar a dudas que esta es la
verdadera voluntad del Creador, de Dios.
Podría
no encontrar argumentos convincentes como para afirmar que rezar el rosario sea
más voluntad de Dios que cumplir los preceptos del ramadán, lo que sí puedo
afirmar es que la voluntad del Creador es que si te tiras de un quinto piso,
bajaras con una velocidad de (2xgxh)1/2, y que si tu
estructura ósea no es capaz de soportar el impacto debido a la velocidad,
sufrirás las consecuencias.
Esto
es una ley física y como tantas otras descubiertas y sin descubrir, son
voluntad del Creador y no de los científicos, y conocer la medida de los
parámetros de esta ley, te dará poder para saber hasta donde puedes establecer
los límites para dar un salto o saber en qué medida puedes aplicar otras leyes
para contrarrestar los efectos de la primera.
Si
el universo desobedeciera estas leyes y por ejemplo el agua no se dilatara a
0ºC, se congelarían los mares y no sería posible la vida, si no se atrajeran
las masas o las cargas positiva y negativa, si el aire no absorbiera humedad o
perdiera su punto de rocío, si se agotara la capa de ozono tampoco y así
cientos de miles de ejemplos, que obedecen a una medida muy precisa. La
voluntad del Creador.
Está
contado hasta el último cabello de nuestra cabeza.
Pero
moviéndonos en un campo más prosaico, si quieres hacer una tortilla de patatas
o una paella, conviene que conozcas las medidas y proporciones de los
ingredientes, si no, te podría salir otra cosa, y aunque parezca una bobada,
también esto es voluntad del Creador.
Hoy
en día aparecen anuncios donde hay quien asegura conocer la medida exacta de
las grasas que debes tomar, las calorías que necesitas e incluso te venden
productos con los que aseguran conseguirás tener la medida adecuada de estos
parámetros sin esfuerzo.
Pero
nadie o casi nadie habla de la medida de utilización del mundo, y me atrevo a
asegurar que el hombre que conoce esta medida es un hombre realmente poderoso;
sabe lo que debe comer, beber, dormir, fumar, hablar, callar, escuchar, mirar
etc., y este conocimiento le convierte en un hombre libre, pues lo que
normalmente llamamos fuerza de voluntad, no es sino administrar medida al uso
del mundo.
Todos
los hombres que aspiran a la santidad, eventualmente, se retiran a orar o a
meditar, de alguna manera dejan de utilizar el mundo, como actores que necesitan
descansar entre los actos de un drama.
Cuándo
nos retiramos a orar, sentimos que de alguna forma somos solo los actores en un
drama, y que es la unión con Dios lo realmente importante, entonces podemos regresar
al mundo de nuevo a interpretar nuestros papeles con cierta distancia.
Después
de la oración, somos capaces de tomar la acción necesaria en el momento como la
situación lo demanda y después la soltamos. De esta manera regulamos el uso del
mundo y podemos interpretar nuestros papeles sin el sentimiento de ser un
hacedor independiente y separado, sino más bien como parte de un todo,
respondiendo a un drama que se representa. Esta actitud trae consigo un sentir
de gran liberación y libertad
Solo
Dios es la Verdad, el Conocimiento y la Bienaventuranza.
La
creación es el Paraíso que Dios hizo para el hombre, para su Bienaventuranza, y
sus leyes tienen el mismo propósito. Los seres humanos son hijos de Dios y son
por si mismos veraces, conscientes y felices.
Pero
el hombre no quiere reconocerse hijo de Dios sino Dios mismo y prefiere gozar
como hacedor no como testigo y crea su propio mundo imaginado dentro de la
creación, donde él es el máximo protagonista y todo se convierte en “querer” y
“obtener” para sí mismo y así pierde la medida de uso del mundo y la libertad.
Todo
esto ata al hombre en límites pequeños y le proporciona sólo una pequeña
bienaventuranza.
Pero
resulta que el Alma, del hombre es infinita a imagen de Dios, y como no hay
medida que la colme sino Dios mismo, no podría quedar satisfecha con esa
pequeña bienaventuranza, y de ahí que haya un movimiento y búsqueda constante que
finalmente solo pretende más bienaventuranza, más verdad y más conocimiento. Este
movimiento hace a los hombres correr furiosamente tras sus deseos, lo que es
seguido por problemas, ansiedades, conflictos entre ellos y más falta de medida.
El
propósito verdadero de la vida en el Paraíso se pierde completamente.
Sólo
si los hombres se abandonaran en los brazos de Dios y dijeran un “SI” a su
voluntad, verían que no tienen nada que hacer, nada que reclamar, nada que
lograr en esta creación, que ya es completa y feliz, ellos también comenzarían
a disfrutar con su papel en este drama y sabrían con exactitud cuál es la
medida de uso del mundo.
J.J. Prieto Bonilla.
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