Igual que el corazón, también el alma tiene sus propios latidos que, aunque los queramos ignorar, no es fácil acallarlos. La Buena Noticia es que, a pesar de nuestros desplantes, Dios viene al encuentro de nuestros latidos, por medio de su Encarnación, como lo profetizó Isaías:" Me he hecho el encontradizo de quienes no preguntaban por mí...diciéndoles:
¡Aquí estoy, aquí estoy...! (Is 65, 1...).
La Encarnación de Jesús es el
cumplimiento del "aquí estoy de Dios " anunciado por Isaías. Es
como si Dios dijera: Los quiebros de vuestra alma me han traído hasta vosotros.
A la luz de la Encarnación de Jesús y la experiencia de sus primeros
discípulos, podemos intuir la Luz interior que invadió el alma de San Juan y
que le indujo a glorificar así a Dios - Palabra: "En el principio existía
la Palabra, la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios... En ella estaba
la Vida y la Vida era la Luz de los hombres... Luz que domina toda
tiniebla..."(Jn 1,1...).
Está fue y sigue siendo la respuesta de Dios a nuestros latidos interiores.
Bienaventurados aquellos que "haciendo valer su alma" deciden buscar
a Dios, hasta que lo encuentran. Si, le encuentran pues el mismo Dios le sale
al paso, como dijimos al principio, diciéndoles: ¡Aquí estoy...!
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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