Mucha
gente nos hemos sentido heridos por palabras o sentencias que nos han ofendido
y sufrimos por ello.
También
ciertos actos realizados por otras personas con relación hacia nosotros nos
causan o nos causaron sufrimiento.
Y
digo sufrimiento y no digo dolor, porque pretendo diferenciar el aspecto físico
del aspecto mental y emocional, es decir:
Las
terminaciones nerviosas del cuerpo, cuando son dañadas, nos producen dolor,
pero no es obligatorio que ese dolor tenga que transformarse en sufrimiento; de
hecho, yo puedo pellizcarme a mí mismo y causarme dolor durante mucho tiempo,
pero esto no implica que me haga sufrir necesariamente, pues el sufrimiento
siempre implica una actitud mental.
Algunas
técnicas utilizadas en oriente intentan diferenciar bien este hecho como
técnica de crecimiento personal, así ocurre con los famosos faquires capaces de
caminar sobre brasas o dormir sobre clavos soportando el dolor sin sufrimiento
mental, transcendiendo con ello el aspecto físico de su ser.
Y
es que el problema no es que alguien te llame idiota el problema es lo que tú te dices a ti mismo cuando alguien te
llama idiota.
El
cuerpo puede experimentar o no experimentar dolor pero el sufrimiento siempre
está en el mundo mental o emocional y generalmente causado por lo que nosotros
mismos nos decimos a causa de los acontecimientos que hemos experimentado.
Deberíamos
ver los acontecimientos como neutros, ya que la cuestión no está en lo que nos
ocurre sino en cómo vivimos en nuestra
mente y corazón lo que nos ocurre, y la realidad es que todo acontecimiento
por muy doloroso que parezca es un regalo para descubrir nuestro verdadero ser.
Necesitamos
abandonarnos a la voluntad de Dios para dejar de sufrir.
El
médico y escritor Americano, Andrew Weil, sugirió que mientras las personas
paranoicas perciben el mundo como una conspiración contra ellos, los místicos
ven el mundo como una conspiración arreglada en su beneficio. Así que cada
acontecimiento que ocurre se ve como proveniente de lo Universal para ayudarnos
a descubrir el obsequio más grande de todos: nuestra naturaleza verdadera como
hijos de Dios.
Otro
efecto de este punto de vista es una disminución de los sentimientos de culpa,
tanto propios como de los otros. Cuando nosotros distribuimos las culpas,
malinterpretamos la experiencia y el drama de la vida.
Así
que considerar cada acontecimiento como un obsequio del Cielo, es una manera de
aprender a cambiar el punto de vista que tenemos de los fenómenos desde una
perspectiva limitada del ego a otra correspondiente a nuestro ser verdadero.
Desde
pequeños en la escuela deberían de enseñar a los niños a dejar esa actitud tan
común de “me lo deben y no me lo pagan”
ya que encontramos muchas personas que se quejan mucho en nuestros días por las
cosas que les ocurren.
Y
es que hemos caído en el vicio de pensar que las cosas deben ser mejores de lo
que son para nosotros,… … “por nuestros méritos y facultades”. Y todo por
contarnos a nosotros mismos ideas de lo que es mejor y de lo que es ideal, como
si fuéramos nuestros propios creadores.
Sin
darnos cuenta que “todo acontece para el
bien de aquellos que aman a Dios”.
Albert
Einstein una vez dijo que la pregunta más importante que nosotros podemos
hacernos es: “¿Es el universo un lugar
amistoso?”. Es esta creencia fundamental lo que determina cómo respondemos
ante la vida.
Y
responderemos bien si vemos la mano de Dios detrás de los acontecimientos. El “Sí”, el “Hágase en mi Tu voluntad” de la Virgen María no viene sino a
enseñarnos esto de una forma sencilla preciosa y misteriosa.
Y
con este “Sí” en nuestros labios,
veremos que Dios no es un objetivo lejano, al que uno solamente puede conocer
después de muchos años de grandes y penosos esfuerzos. No es algo que solamente
conoceremos cuando estamos en un estado más propicio o cuando la vida se nos
arregle como nosotros queremos. No es algo en lo que tengas o no que creer, y
lo sepas o no lo sepas, Dios es algo imposible de evitar, presente siempre en
cada aspecto de la vida que vives.
Esto
no es un cuento o una historia agradable. Simplemente es cierto nos guste o no.
Y si nos abandonamos a Dios en la vida diaria, dejaremos de sufrir a pesar de
todo y algunas veces sin duda Lo veremos.
J.J.
Prieto Bonilla.
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