jueves, 11 de septiembre de 2014

¡ Y que difícil es este camino !





El ser humano es un ser en camino  y en una marcha continua que impregna por completo la vida humana y que vive orientado hacia el futuro más que ligado al presente. Por el presente se  limita a transitar.  Lo que define al caminante es su proyección hacia una meta, es su esperanza del futuro.

Para mí la esperanza en Dios prolonga mi esperanza terrenal, que es un trayecto más bien corto. La verdad que existe una categoría especial de personas, dignas de ser admiradas por la seriedad del esfuerzo, por la virtud de la fortaleza y por la humilde paciencia. Hay otras que sistemáticamente se dirigen a Dios por el camino más largo, más difícil, más tortuoso, el camino más indirecto, el más laborioso y el más inadecuado.

Una labor difícil, sin duda, pero lo que unifica a unos y a otros, lo que les iguala es el amor de Dios.

Caminar, caminar y caminar hacia la relación humana con Dios.

Hay otros que se deciden ir por el camino de Jesucristo “ Yo soy el Camino, y la Verdad y la Vida, dice el Señor, nadie va al Padre, sino por mí. (Jn 14,6).

Ese camino tan enrevesado que las personas acostumbramos a recorrer hasta  llegar a Dios, es un camino jalonado de dificultades y espejismos, camino del que arrancan innumerables desvíos, senderos que nos llevan al consumismo, al derroche, al poder, a acumular muchas cosas para poder ser ricos y hay que ser ricos para poder adquirir más cosas, abandonar el tú y llenarnos del yo.

Miguel de Unamuno mientras estaba contemplando el escaparate de unos grandes almacenes manifestó:“ Hay que ver cuántas cosas no necesito”.

Cuando el viajero ya no puede seguir adelante porque todas sus rutas han quedado bloqueadas, es necesario cambiar de nivel y seguir caminando. Caminar no es permanecer a la espera, exige ponerse de pie y empezar a caminar y seguir caminando sin desmayo. A menudo supone  enfrentarse al vendaval, nadar contra corriente y vencer la tendencia a la pasividad.

Escribía San Buenaventura: “Para que este paso sea perfecto, hay que abandonar toda especulación de orden intelectual y concentrar en Dios la totalidad de nuestras aspiraciones. Esto es algo misterioso y secretísimo, que sólo puede conocer aquel que lo recibe, y nadie lo recibe sino el que lo desea, y no lo desea sino aquel a quien inflama en lo más íntimo el fuego del Espíritu Santo, que Cristo envió a la tierra. Por esto, dice el Apóstol que esta sabiduría misteriosa es revelada por el Espíritu Santo.

Querida Comunidad, queridos hermanos, queridos lectores, queridas ovejas y queridos pastores: buen camino y que estemos en todo momento orientados hacia Dios, y que el amor fraterno sea la brújula que nos lleve a Él.
                                                                Por todo y por todos ¡gracias Señor!

Miguel

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