Meditando en la Hora Intermedia
sobre el Salmo 79, encontré unos versículos que me llenaron de asombro,
aunque ya los conocía; pero la Escritura es tan rica en diversas catequesis,
que lo que hoy te inspira una cosa, mañana ese mismo verso te dice otra. Y es
que la Palabra de Dios cada día nos da
el Pan fresco para comer.
Dice el salmo:”…Sacaste
una vid de Egypto, expulsaste a los gentiles y la trasplantaste; le preparaste el terreno, y echó raíces hasta
llenar el país. Su sombra cubría las montañas, y sus pámpanos los cedros
altísimos; extendió sus sarmientos hasta el mar y sus brotes hasta el Gran Río.
¿Por qué has
derribado su cerca para que la saqueen los viandantes, la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?
Dios de los
ejércitos ¡vuélvete! ¡Mira desde el cielo, ¡fíjate! Ven a visitar tu viña, la
cepa que tu diestra plantó y que tú hiciste vigorosa.
La han
talado y le han prendido fuego; con un bramido hazlos perecer. Que tu mano
proteja a tu Escogido, al Hombre que tú fortaleciste…” (Sal 79)
Y pensé en el
Evangelio de la Vid y los sarmientos. Jesús dice ser la vid y nosotros los
sarmientos. Todo sarmiento que en Mï no da fruto lo corta, y todo el que da
fruto lo limpia, para que de más fruto.
Y añade: “Vosotros
estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado…” (Jn 15, 1 y ss)
Es decir que
la Palabra de Dios, que es el mismo Jesucristo, nos limpia; nos limpia de toda
la idolatría que hay en el corazón del hombre; ya sea de impureza, de amor al
dinero,…, de ir detrás de otros ídolos.
Continuando
con el Salmo, aquí el Salmista profetiza sobre algo que mucho tiempo después ha
de suceder. Está viva la imagen de Jesucristo: Él es la Vid, nos dice en el
Evangelio, que Yahvé ha enviado a Egypto para salvarlo de la muerte a la que le
había condenado Herodes; pero llegado el tiempo, como sabemos, un ángel (el
anunciador de la Palabra de Dios),
indica a José que pueden retirarse de Egypto para volver a su tierra; en
palabras del salmista, trasplanta la Vid desde Egypto. Además,
prepara el terreno – imagen de Juan el Bautista-y anuncia el Evangelio
por todo el país.
Dice
textualmente: “Su sombra cubría las montañas”. Es la viva imagen del
anuncio a María de Nazaret, y con las mismas palabras: “La fuerza del
Altísimo te cubrirá con su sombra”
Anuncia,
incluso, la muerte, con las imágenes del saqueo de los jabalíes, el pisotear de
los viandantes… es la Pasión de Nuestro Señor.
En parecidos
términos se pronuncia Isaías en (Is 5, 1 y ss)
Una viña
tenía mi amigo en un fértil otero. La cavó y la despedregó, y la plantó de cepa
exquisita. Edificó una torre en medio de ella y cavó un lagar. Y esperó que
diese uvas, pero dio agraces
¿Qué mas pude hacer ya a mi
viña que no se lo haya hecho yo?
En este caso, la Palabra de Dios-Jesucristo-,
ya había sido proclamada en la tierra y la había dejado llena de fertilidad.
Pero el hombre desoyó sus mandatos (palabras), y en vez de dar fruto dio uvas
agraces. ¡Cuánto entendemos de esto! ¿Verdad? Tantas veces no hemos dado frutos
de Vida eterna, tantas veces hemos desoído su Palabra, tantas veces nuestros
frutos fueron amargos…
Isaías se pregunta si se podía
haber hecho más. Es una pregunta como de reproche de Dios a nosotros. Ha dado
tanto Él por nosotros, y nosotros ¿cómo hemos respondido?
En la Iglesia en Madrid de los
P.P. Claretianos de la calle Ferraz hay una imagen de Cristo crucificado y una
inscripción que nos recuerda la profecía de Isaías: Hijo mío, ¿Qué más pude
hacer por ti?
Por último Marcos nos narra en el
Evangelio (Mc 21,13-42) la Parábola de Los Viñadores homicidas.
Es asombroso ver cómo el “puzle”
de la Escritura, si se me permite la expresión, cuenta con extraordinaria
similitud con Isaías el poder del mal en el hombre llevado por su ambición de
dinero y de poder. En esencia refiere así:
“Un propietario plantó una
viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la
arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos,
envió sus siervos para recibirlos. Pero los labradores agarraron a los siervos
y a uno le golpearon, a otro le mataron
y a otro le apedrearon. De la misma manera envió nuevos siervos pero los
mataron de igual manera. Por último envió a su Hijo diciendo: a mi Hijo le
respetarán. Pero los labradores se dijeron: Matémosle y nos quedamos con la
herencia. Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron”
Esta profecía de Jesús, similar a
los otros textos anteriores, no necesita gran explicación: Dios envía al mundo
a los profetas, anunciadores de su palabra, y, todos, uno tras otro son
asesinados. Envía a su Hijo, Jesucristo, a quien no escucharon, le sacaron
fuera de la ciudad,- fuera de la viña- y, como bandido y blasfemo, le
asesinan.
Los textos indicados nos acercan
por una parte a la Escritura, Palabra de Dios revelada, con Salmos, profecías y
Evangelios, y nos impulsan a mirarnos para dentro, a meter como Moisés nuestra
mano en el pecho para sacarla llena de lepra, y volverla a meter por indicación
de Dios, ya perdonada y limpia por su Palabra. (EX 4, 6-7).
Alabado sea Jesucristo
Tomás Cremades
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