Quiquiriquí
canta el gallo y clo, clo clo canta la gallina, luego no cantan igual.
Y
no cantan igual, sencillamente porque no son iguales afortunadamente para
todos, y cuan anormal resultaría que una gallina se comportara como un gallo o
un gallo como una gallina.
Admito
todo tipo de críticas al respecto y admito y celebro que no todos pensemos
igual, pienso que los demás tienen derecho a no pensar como yo y a no estar de
acuerdo conmigo, y pienso que también tenemos derecho de cambiar de opinión
cuando consideremos haber estado en un error. Por eso tal vez no quiero darle
demasiada importancia a mi opinión, pero aunque sea de forma simple, siento la
necesidad de manifestarme respecto al tan delicado tema, a saber:
“La
supuesta igualdad de la mujer”.
Y
siento esta necesidad, porque siento lástima de ver como nuestra sociedad de
hoy en día minusvalora e incluso desprecia las cualidades innatas propias del
sexo femenino, cualidades que el hombre anhela profundamente pero que le
resultan cada vez, más difíciles de encontrar en el corazón de una dama.
Hoy
en día en nuestro mundo occidental, solo se valoran las cualidades propias del
sexo masculino, es decir, la competitividad, el espíritu emprendedor y
aventurero, interés por la técnica, deportes de cierto esfuerzo físico,
autoridad, o lucha por logros como el dinero o el sexo, por poner algunos
ejemplos.
Sin
embargo los valores femeninos que nuestras abuelas intentaron inculcar a sus
hijas, tales como la dulzura, la entrega, la modestia, la delicadeza en el
cuidado de los demás y la moderación en las maneras, por ejemplo, son poco
menos que abandonados por no decir despreciados.
Entonces,
al ser menospreciados estos valores, las mujeres, con razón, tratan de adquirir
cualidades más valoradas en nuestra sociedad, y por tanto más valoradas también
por el propio sexo femenino, y así cada vez vemos que las mujeres se esfuerzan
más que los hombres en adquirir cualidades propias del sexo masculino y por
supuesto que muchas veces lo consiguen. Sin embargo, muchos hombres luego se
molestan cuando una mujer escala puestos de relevancia por demostrar sus
aptitudes para el mando o gobierno de una empresa, demostrando una competencia
y efectividad mayor que la de ellos.
Y
es así como ocurre que en muchos hombres, generalmente poco preparados, se
despiertan rivalidades hacia las mujeres por no decir sentimientos misóginos.
El
problema surge cuando ves una chica modelo en un anuncio, que a pesar de sus
rasgos dulces, se muestra con cara de agresividad, como si fuera a insultarte o
a darte un puñetazo por menos de nada. Como si acabara de librar un combate de
boxeo, o merendarse un hombre crudo, eso si, con una falda muy corta, o sin
falda. Es decir muestra una supuesta cualidad masculina intentando llamar la
atención por medio del sexo. Y se supone que los hombres debemos sentirnos
atraídos por esa imagen, pero a mí, como a otros hombres sencillamente nos
produce cierta pena, pues nos da la sensación de que algo no está en su sitio.
Y
yo que trabajo en una gran compañía y me relaciono con ejecutivos y ejecutivas,
veo como algunas de estas últimas, terminan solas, anoréxicas, y feas,
sencillamente por haber negado su naturaleza intentando mostrar solamente
cualidades que en el fondo no quieren, pero no les queda más remedio que asumir
si quieren ser finalmente valoradas en el mundo de los negocios.
Generalizar
siempre es un abuso, pues hay hombres y mujeres con todo tipo de cualidades y
sensibilidades, pero se puede generalizar sin ofender a nadie, y es cierto que
hay más hombres que mujeres interesados en los motores de turbo inyección y más
mujeres que hombres interesadas en la ropa de los niños. Y lo uno no es mejor
que lo otro.
Como
cristiano que me declaro, cuando miro a la Virgen María, y la miro como modelo
de mujer, os aseguro que no pienso en ella como una ejecutiva agresiva, sino
como una mujer valiente e inteligente, donde se personifican todas las
cualidades femeninas, modelo de dulzura y modelo de entrega, capaz de rendir su
voluntad a la de Dios y con eso enamorar su corazón y el de cualquier hombre.
Invito
desde estas letras a hacer un acto de reflexión a todos y en especial a las
mujeres para que además de cultivar los valores que esta sociedad tiene más en
consideración, no abandonen otras características propias de su naturaleza,
pues los hombres las necesitamos con todas sus cualidades femeninas de dulzura
y entrega como necesitamos comer o respirar, para que podamos seguir siendo
hombres, pues si no hay damas, no puede haber caballeros, y el mundo se vuelve
mucho más difícil para todos nosotros.
J. J.
Prieto Bonilla.
Qué cierto es lo que se dice en este artículo . Ójala la sociedad tenga que valorar más las virtudes de la mujer...
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