viernes, 13 de marzo de 2015

Las alas de Dios





Muchas veces en los Salmos aparece esta expresión, de “las alas de Dios”. 

Estamos acostumbrados a las imágenes pictóricas donde se representan las alas de los ángeles, como si realmente fueran seres incorpóreos, pero con alas. La realidad es que los ángeles, son seres que no tiene cuerpo y son anunciadores de la Palabra de Dios; y para comunicar con imágenes la “celeridad”, la “rapidez” con que se comunican con el hombre en Nombre de Dios, el artista los dibuja con alas.

Cuando en la baja Edad Media se perdió todo vestigio de cristianismo, tan sólo los monjes conservaron los escritos que aún perduran en los monasterios, y los artistas y arquitectos de la época construyeron las catedrales con representaciones bíblicas que nos recuerdan multitud de episodios narrados en la Escritura, pero que el pueblo llano, muchas veces ignorante, o incluso sin saber leer, era incapaz de entender la Palabra de Dios.

Pero las “alas de Dios” no se han representado nunca. El Salmo 35, contrapone la maldad del pecador a la bondad de Dios, y dice:

El pecado es un oráculo para el impío
Que le habla en el fondo de su corazón
No tiene temor de Dios
Ni aun estando en su presencia

Continúa varios versículos, y al final, comenta la acción protectora de Dios en estos términos:

Tú proteges a hombres y animales
¡Qué admirable es tu Amor, oh Dios!
Por eso los seres humanos
Se cobijan a la sombra de tus alas

El Salmo 90, que leemos en la oración de Completas, que algunos autores denominan: A la sombra del Omnipotente”, y que otros lo llaman “Bajo las alas divinas”, según la Biblia de Jerusalén, dice:

Pues él te librará de la red del cazador
De la peste funesta
Con sus plumas de protege
Bajo sus alas hallas refugio

El mismo Jesucristo se lamenta: “¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus pollos bajo las alas, y no habéis querido!” (Mt23, 37)

En su amor infinito al hombre, a pesar de sus idolatrías y traiciones, Cristo abrió sus Manos en la Cruz, cual alas de águila, y abrazando a todo el género humano entregó su Alma al Padre, clavando nuestros pecados en ella.

 “Canceló la nota de cargo que había contra nosotros, la de las prescripciones con sus cláusulas desfavorables, y la quitó de en medio clavándola en la Cruz. (Col 2,14)”

Alabado sea Jesucristo.

Tomas Cremades 


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