jueves, 7 de agosto de 2014

La alegría del Evangelio (2)



Tú y yo, tenemos que ver en nuestra vida, dónde nos encontramos:
 Por casualidad estás huyendo de los egipcios,  DE TUS EGIPCIOS. ¿Quiénes son tus egipcios? A lo mejor son tus pasiones que te aplastan y de las que no sabes cómo huir. O tienes pequeños dioses que se te han hecho grandes señores de tu alma…

¿Has pasado ya el Mar Rojo?, TU MAR ROJO  Quizá estés en el desierto, dando vueltas durante años y años a tu vida, siempre  haciendo lo mismo, sin resolver los problemas que te acucian o te machacan…que te hastían…

¿Cómo está tu becerro de oro?. Reluciente. El pueblo de Israel adoró al becerro, se olvidó de los beneficios del Señor, de sus milagros, de su salida de Egipto, igual que nosotros. ¿Creemos en lo que ven nuestros ojos y tocan nuestras manos?.

¿Viste la Tierra Prometida? Cuando Josué envió emisarios a ver cómo podría ser la tierra de Canaán, éstos llegaron atemorizados: lo relata el libro de los Números (13-25) y también (Dt 1,22 y s)

Habían visto una tierra de gigantes, con siete torres: podríamos ponerles nombres: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Siete pecados capitales. Los gigantes que no podemos vencer.

¿Qué ocurrió? Que al tocar la trompeta Josué, las murallas cayeron. La trompeta simboliza la Palabra. Al sonido de la Palabra, cuando la Palabra resuene en tu corazón, todas nuestras murallas se caerán.

¿Es hermosa la Escritura verdad? Al hilo de esto,  las imágenes se intercambian con las palabras, nos viene muy bien recordar el Salmo que dice “levanto mis ojos a los montes, de dónde me vendrá el auxilio. El auxilio me viene  del Señor, que hizo el Cielo y la tierra…”

Y en otro Lugar, decimos que la fe mueve montañas…si meditamos ambos, podemos pensar: los montes-en el Evangelio- es donde habitan los dioses, los dioses que tú y yo hemos creado y alimentado dentro de nuestro corazón, nuestro particular becerro de oro. Pues bien, con la fe, derribaremos esos montes, esas montañas, y podremos levantar los ojos a ellos para preguntarles de donde vendrá el auxilio a nuestra vida, a ver si nos responden… Solo el auxilio nos viene del Señor que hizo el Cielo y la tierra.
Para decir cómo en la sabiduría del Señor, con imágenes, nos va desvelando las Escrituras y nos parte el pan.  Decían los de Emaús: no ardía nuestro corazón cuando nos abría las escrituras  y partía con nosotros el pan.

Pero nuestra alma también tiene sentidos: tiene vista, y oído y tacto y gusto… sólo que no están educados. Aprende a usarlos. ¡¡ Reza!!

Un gran milagro, un enorme milagro de Dios para contigo. ¡Mírate!   Mira lo que Dios ha hecho contigo, y lo que hace cada día. No mires lo que te falta, mira lo que tienes. Cuando vayas a la oración, no pidas milagros a Dios. Mira lo que ha hecho en ti y lo que quiere hacer en ti, no lo que tú quieres hacer por Él.

El verbo hacer es el verbo crear. En el libro del Génesis, recordad que dice Dios: Hagamos los peces, los árboles, hagamos al hombre…hacer es crear.

Hemos de tener en cuenta que la Biblia y las Escrituras, son libros no necesariamente históricos, sino Palabra revelada al hombre, pero de mentalidad oriental, no romana o griega como la nuestra, de forma que las imágenes sirven también para expresar las ideas.

¿Y de oración cómo andamos? Un amigo me comentaba, admirado: los musulmanes rezan cinco veces al día. 
Yo le dije: los cristianos, también debemos hacerlo, pero ¡Ay! Quizá ni sepamos cómo. Me refiero a la oración de la Iglesia; Maitines, Laudes, Intermedia, Vísperas y Completas. Sabes rezar con el Diurnal. Ahora es aún más fácil, te lo puedes descargar en el móvil.

En la oración que hacemos, lo que pedimos, a veces se cumple y Dios nos lo concede y otras veces no. Y te quedas un poco así… Dios quiere hacer un camino de amor contigo y conmigo. Basta que nosotros le dejemos caminar juntos. Él nos ama como no podemos imaginar y como no nos creemos, nuestra fe es débil y pedimos milagros…Otras veces, como decían los profetas: ¿ es que el Señor se ocupa de mis problemas?.

Si, hermanos, el Señor se ocupa de nuestros problemas. ¿ Y por qué no me concede lo que le pido: salud, dinero, trabajo, que se acaben las guerras, el hambre?

Pensad que para Dios somos importantes: antes de que tú nacieras, Él pensó en ti.  Eres UN PENSAMIENTO DE DIOS Y UN LATIDO DE SU CORAZÓN. Él te prepara un camino por donde seguro no vas a fallar, y nosotros, muchas veces no vemos más allá de donde nos permite nuestra inteligencia.

Si recordamos el Salmo 23 del Buen Pastor: “…Aunque camine por cañadas oscuras nada temo porque tú vas conmigo…”.Dejémonos guiar por Él, pues como dice el salmista: “… no pretendo grandezas que superan mi capacidad, sino que acallo y modero mis deseos como un niño en brazos de su madre…”(Sal 131).

Tenemos que retomar el lenguaje de los Salmos. Es la oración que rezaba Jesucristo. Él  se pasaba noches enteras rezando, adorando en espíritu y en verdad.

Y tenemos que aprender a escuchar. ¡¡¡ESCUCHAR!! Es el mandamiento de Dios en la Transfiguración: Este es mi hijo, el amado ¡¡¡ ESCUHADLE!!! Es el Shemá Israel de los judíos piadosos, escrito en el libro del Deuteronomio.

El que escucha a Dios le obedece. Al hilo de esto me viene a la cabeza la similitud entre dos palabras distintas en nuestro idioma español. SON ESCUCHAR Y OBEDECER. Aparentemente no tiene nada que ver ¿verdad?
Si nos vamos al texto griego original ESCUCHAR SE DICE ACOUEO. OBEDECER, es algo así como COGER Y RECOGER.

El que a vosotros escucha a Mí me escucha, dice el Señor. Aprendamos pues a escuchar al Señor, y pedirle que nos abra el oído. Israel-nosotros- es y somos el pueblo de la escucha.

Doy gracias al Señor que me ha permitido partir su Pan con nosotros. No tengamos miedo a defender nuestra fe. Demos testimonio “a tiempo y a destiempo” como dice san Pablo, con nuestras palabras y con nuestras  acciones, que haya coherencia en nuestro decir y nuestro actuar y pongámonos en las manos bondadosas de Dios, con la confianza puesta en Él, y que cuando no le entendamos, o no comprendamos su palabra, guardémosla en nuestro corazón como María de Nazaret, nuestra Madre, las guardaba en su corazón  HACIENDOLAS SUYAS.

Termino con otra oración:

Dios Padre de Misericordia y todo consuelo, ilumina con tu Luz los ojos de nuestro corazón, para que podamos abarcar y hacer nuestros los sufrimientos y las cargas agotadoras que agobian a la humanidad, oprimida por tantos falsos libertadores. Amén

Alabado sea Jesucristo.

Tomas Cremades


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