Según la RAE, es un cuerpo sólido
que sostiene una columna o estatua.
También lo define como fundamento
en que se asegura o afirma algo, o la que sirve de medio para alcanzarla.
Por último: Lo que se tiene en
muy buena opinión o estima, por ejemplo: Le colocó en un pedestal.
Pero a nosotros estas
definiciones nos interpelan así:
¿Te has dado cuenta de que tienes
un pedestal sobre el que te has encumbrado en tu vida, y que es urgente
derribar?
Para curarse de una enfermedad
primero hemos de saber que se está enfermo. Luego, en buena lógica, buscaremos
los remedios y los modos para curarnos.
Pues sí: todos tenemos un
pedestal, o lo hemos tenido. Solamente, a lo largo de la historia del mundo,
hay dos Personas que nunca tuvieron pedestal, siendo los Únicos que podían
tenerlo: Jesucristo y nuestra Madre la Virgen María.
El cual, a pesar de su
condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se
despojó de su rango y tomó la condición de esclavo pasando por uno de tantos. Y
así, actuando como un hombre cualquiera se rebajó hasta someterse a la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios
lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre, de modo que al
Nombre de Jesús, toda rodilla se doble, en el Cielo, en la tierra, en los
abismos, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre
(Fp,2)
Le sigue en humildad la
Virgen María; ella a imitación perfecta del Padre, proclamó ese bellísimo canto
que denominamos “El Magnificat”:”... Se alegra mi espíritu en Dios mi
Salvador porque ha mirado la humillación de su esclava…” Y continúa más
adelante:”…Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes…”.(
El trono= el pedestal).
Ella fue la morada eterna del
Humilde.
Ahí quería llegar: la virtud de la
humildad, lo contrario a la soberbia. Fue la soberbia la que llevó a Satanás al
infierno, al querer ser como Dios.
El Salmo 8 nos recuerda algo de
esto:”… ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle
poder? Le hiciste inferior a los ángeles, le coronaste de gloria y dignidad, le
diste el mando sobre las obras de tus Manos, todo lo sometiste bajo sus pies…”
Al hombre le pareció poco todo
esto que Dios le dio. Si no perdonó a los ángeles, sí perdonó a Adán y Eva,-imagen
de toda la humanidad- sacrificando a su propio Hijo por nosotros. Por eso
exclama Juan: ¡Qué amor más grande nos ha tenido el Padre al considerarnos Hijo
de Dios! ¡PUES LO SOMOS!
Por eso, examinemos nuestra vida,
derribemos nuestro pedestal donde nos encumbró el demonio, sigamos el ejemplo
del Humilde por excelencia, de su Morada, nuestra Madre y de todos los Santos y
Santas del Cielo, que a imitación de Jesús y María, nos impulsan a Dios.
Alabado sea Jesucristo.
Tomás Cremades
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