No nos equivoquemos, el matrimonio no está pensado para la felicidad tal como usualmente la entendemos y las relaciones de pareja son muy difíciles, porque en realidad no es una relación de dos, Tú y Yo. Más bien es una relación de seis o más, a saber:
La
que Tú eres, (A) la que Yo creo que Tú eres, (B) la que Tú crees que eres, (C)
con el que Yo soy, (D) El que Yo creo que soy, (E) El que Tú crees que soy, (F)
sin tener en cuenta que las creencias y forma de pensar de cada uno varían con
el tiempo, lo cual serían combinaciones de muchos elementos en grupos de dos, o
sea, un auténtico enredo. ¿Cómo es posible entenderse en este maremágnum?
Por
ejemplo, desde mi punto de vista, cuando el que Yo creo que soy (E), se
relaciona con la que Yo creo que Tú eres, (B), tú piensas que el que Tú crees
que yo soy (F) se relaciona con la que tú crees que tú eres(C).
Donde
yo veo una relación de E con B, tú ves una relación de F con C, es decir cada
uno vive en su mundo particular, y al final ambos mundos son mentira, pues son
basados en los egos que cada uno inventa para sí mismo y para los otros.
El
matrimonio hace muy patente esta mentira que cada uno vive de forma particular,
lo cual siempre resulta doloroso sobre todo si ambos miembros no están
comprometidos con un camino de crecimiento personal, religioso o del tipo que
sea, donde estén dispuestos a intentar rendir su ego.
Pues
al final día a día mientras no seamos santos, se vive una relación de egos que
luchan por tener el mando del televisor, y eso no le hace feliz a nadie, en el
sentido más simple de entender la felicidad.
Y
por eso cuando el sacerdote une en matrimonio a una pareja, no dice “Y seréis
felices a partir de ahora”, nada de eso, pues te tocará rendir el ego, y eso
siempre es doloroso, sobre todo cuando no se quiere rendir.
Los
egos son variables, porque no fueron creados por Dios, y la interacción, mental
o física entre egos, produce cambio en estos, y esto es porque el ego es solo
una idea, una mentira y no es un hecho cierto.
Tu
matrimonio será feliz en la medida que sepas valorar como ayudará a ver y a
rendir tu ego, tu propia mentira, algo así como un despertador, que siempre es incómodo,
pero, necesario para levantarse por la mañana.
Mucha
gente se declara “buscador de la verdad”, pero yo prefiero declararme “buscador
de la mentira”, pues sin encontrar primero la mentira que forja cada día
nuestro ego, nuestros mundos personales y nuestras percepciones erróneas, nunca
será posible percibir la realidad, la verdad.
Una
vez pregunté a una persona que consideraba de gran discernimiento, ¿Qué es la
verdad?, y él me contesto, “la verdad
es, lo que es”.
A
mí personalmente me pareció una respuesta muy acertada, sobre todo porque
cuando Dios se apareció a Moisés en la zarza ardiente y dijo su nombre, dijo, “Yo soy el que soy”. Deduzco entonces
que lo que es, es verdad y lo que no es
verdad, es que no es.
Lo
que es lo mismo que decir que solo existe la verdad.
Nosotros
la mayor parte del tiempo solo vemos la mentira y la confundimos con la verdad,
nuestro mundo limitado de ideas y pensamientos inventado, con nuestro ego como
protagonista absoluto, el cual puesto en funcionamiento, usurpa las
atribuciones del verdadero Ser y toma el mando, de modo que nos comportamos
como si ese conjunto limitado de ideas y pensamientos que se han hecho con el
poder fuera nuestra propia naturaleza.
Todas
las enseñanzas que llamamos espirituales, no son para el espíritu, son para el
ego, es el ego el que necesita paciencia, humildad, templanza etc., y
finalmente rendición total, por tanto el ego percibirá las enseñanzas
espirituales como algo aterrador, la misma muerte.
Pero
por suerte, si el ego muere solo moriría la mentira.
Afortunadamente
nuestra valía no la establecemos nosotros ni va en función de nuestro ego, la
estableció Dios cuando nos creó y nos hizo hijos suyos y nos dio un Espíritu
puro y además, nos brindó su perdón y su amor incondicional por si nos quedaran
dudas.
J.J. Prieto Bonilla.
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