miércoles, 29 de abril de 2015

Nepal bajo los escombros



                                                         
 ¡Dios de mi vida, pobre gente!

Sé que el llanto de Dios es más grande que el nuestro, pero la naturaleza en su libertad hace lo que debe. Es la tierra la que de esa manera se construye sin miramientos, es la vida y a veces la muerte del hombre. Es su manera de existir en el universo.  

… Hoy Katmandú en las zonas más altas de la tierra.  Nadie tiene la culpa.  Sus dioses, miles, no les ha protegido porque son de “madera”… Pero no, no es por eso; la evolución de la tierra nada tiene que ver con sus dioses, sino exclusivamente con la física del planeta creada por Dios.

Dios clama desde la profundidad de los escombros a los hombres de buena voluntad. Sois parte de Él y de su cielo: “Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos”. Pobreza, humildad y sufrimiento son el Curriculum  Vitae de la eternidad prometida por Jesús.

¡Dios mío, cuántas almas en unos segundos!, ¡cuántas lágrimas de Dios!  Yo también estoy con Él y lo paso fatal… Pero me iluminan su misericordia y sus promesas, aunque me aterre pensar en los que no han sabido entender el Amor…   

Yo deseo que ni uno de mis hermanos nepalíes haya quedado sin cielo. Que ni uno de ellos haya rezado a la diosa Laksmi… Dios no es riqueza terrenal ni suerte. Dios es apoyo, consuelo y fuerza ante el dolor humano.

¡Dios, llévate a todos por favor! Y explícales que solo había un Dios y que no eres de madera sino hecho de Amor, con una Madre que elegiste para el mundo y un Hijo en tu esencia: Jesús.

Miles de besos a los que habéis partido hacia la Casa de Dios.

Rezad por mí. 
       

     
  Emma Díez Lobo

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