Yo era uno de la multitud que
escuchaba a Jesús, con otra faz y otros vestidos, pero al fin y al cabo como uno
de ellos y ¿Sabes por qué? Porque sus Palabras hicieron mella en mí.
Yo era una de los 5000 en la
pradera de Tabgha y ¿Sabes por qué? Porque hizo milagros en mí que me saciaron,
al fin y al cabo, comí pan y pescado como ellos.
Yo estaba en Getsemaní y ¿Sabes por qué? Porque me dormí ante el
sufrimiento ajeno, estaba cansada y no acompañé a mi hermano…
Yo estaba en la Vía Dolorosa y
¿Sabes por qué? Porque he sentido un atisbo del dolor de sus caídas, más con su
fuerza y la cruz a mi medida, me he levantado.
Yo estaba en aquella colina de
nombre Gólgota y ¿Sabes por qué? Porque cuando Él murió por mí en aquél monte y
Santo día, me dije: Dame la grandeza de
tu amor para morir por Ti: Mandamiento y privilegio de Santos…
Yo estaba con Él caminando
hacia Emaús y ¿Sabes por qué? Porque en el sendero de mi vida he sentido su
presencia, he saboreado su comprensión y he oído su voz.
Gracias por darme ahora un
hueco cerca de Ti y mañana, una morada en el cielo.
¿Qué más podría pedir?
Sí, que el misterio del
Purgatorio sea “blandito”, pues conozco la ansiedad del amor terrenal y es tal angustia...
Que me imagino quererte tanto como tan grande es el universo que ya me estoy
muriendo de no poder acercarme a Ti, hasta que brille más que la luz del sol.
¡Pues no me queda nada, Madre
de Dios!!!
Muchas gracias por hacerme sentir que quizás yo también estaba allí.
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