Recordemos la promesa que hizo Dios a Jeremías: "Yo estoy contigo" Veremos ahora su cumplimiento a la luz de su testimonio (Jr 20,7-11).
Empieza Jeremías desahogándose con
Dios:
"Me sedujiste Señor y me dejé seducir...". Es un lamento,
porque profetiza al pueblo que irá cautivo a Babilonia, por haber dado las
espaldas a Dios y a nadie le cae bien su predicación. Le hacen la vida
imposible hasta que no pudiendo más dice protestando: La Palabra de Yahvé, es
decir mis profecías, han sido para mí, motivo de burlas continuas, así que
dije: ¡Basta, ya no hablo más en su Nombre! Dios que ama a Jeremías y por
extensión a todos los Discípulos de su Hijo porque anuncian entre mil
dificultades su Evangelio, se le manifiesta como Fuego en sus entrañas, y
Jeremías... ¡Se rinde ante tanto amor! Le oímos: "...pero había en mi
corazón un Fuego ardiente y aunque trabajaba por apagarlo, no podía. Dios en su
misericordia le hizo ver que sí expulsaba ese Fuego de sus entrañas, le estaba
expulsando a Él. Si a Él, el único que podía dar sentido a su vida. Supo entonces,
que las llamaradas de su Fuego eran Dios mismo compartiendo con él su
divinidad.
De esto nos hablan siglos después los Santos Padres de la Iglesia, como San
Ignacio de Antioquia que escribe lleno de júbilo: !!He llegado a ser Palabra de
Dios!! Claro que sí, a eso se refiere Jesús al decir que sus Discípulos somos
"Luz del mundo" (Mt 5,14).
Entrañable nos parece Jeremías
"discutiendo con Dios". Los hombres y mujeres que, primero discuten
con Dios y después terminan rindiéndose ante Él..." Son su ojito derecho"
Ya son aptos y dignos para evangelizar en su Nombre.
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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