martes, 9 de diciembre de 2014

Llega la Navidad



Niño Dios que naciste en Belén , ¡qué poquito queda para celebrar un año más la Navidad!. En realidad,  estamos llamados a vivir en el espíritu de la Navidad todos los días del año y a ser nosotros mismos Navidad, encarnando a Jesús en nuestras vidas.

 "Sucedió que mientras estaban en Belén, le llegó a María el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre porque no había sitio para ellos en la posada”.
Niño Jesús, te ofrecemos nuestro corazón como morada. Nos gustaría esta Navidad, poder  dejar a los pies de tu cuna, obras de amor, las que tu Espíritu va realizando a través de nosotros. Niño Dios, tu  viniste al mundo  para divinizarnos, ya que eres amor y deseas que nos amemos los unos a los otros como tú nos has amado.  Deseamos Niño Jesús que sonrías al vernos a todos unidos en un solo corazón.

" Y sucedió que cuando los ángeles se marcharon al cielo, los pastores se decían unos a otros  : vayamos pues a Belén y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado. Fueron corriendo y encontraron a María y a José y al Niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquél Niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María conservaba estas cosas meditándolas en su corazón".

Nace el Niño Dios  y los ángeles comunican su nacimiento a unos pastores, gente sencilla que tras recibir la noticia, salen corriendo a comprobar lo que han escuchado. Tras experimentar por ellos mismos la veracidad de los acontecimientos, llenos de alegría lo anuncian a todos cuantos encuentran por el camino. 

Te pedimos María que nos enseñes a guardar como tú, en nuestro corazón  este admirable Misterio de la Navidad y que siguiendo el ejemplo de los pastores seamos anunciadores de la Buena noticia del Evangelio que hemos experimentado.

"Un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise porque Herodes va a buscar al niño para matarlo".
" Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo".

 Así como tu Luz  brilló en medio de las tinieblas  que rodearon a tu nacimiento  te pedimos que tu Luz brille también en nuestras vidas , penetre en todos los corazones  , disipe todas nuestras tinieblas  y nos mantenga en la Paz de Dios en nuestras adversidades y tribulaciones.

 En estos días de Navidad que muy pronto vamos a celebrar, lo esencial eres tú.  Que tengamos los ojos fijos en tí . Niño Jesús eres el Centro de nuestras vidas. Eres nuestro Salvador. ¡Señor Jesús, que no nos desviemos de ti ! . Los magos de Oriente no se desviaron de la estrella.  Se pusieron de camino y fueron siguiendo la estrella que les llevó hasta donde estaba el Niño y lo adoraron.

"Se pusieron de camino y de pronto  la estrella que habían visto salir  comenzó a guiarlos hasta que vino a posarse donde estaba el Niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al Niño con María y cayendo de rodillas lo adoraron. Después abriendo sus cofres ofrecieron regalos  oro, incienso y mirra.”

Los cristianos emprendemos como los magos un camino de Fe  guiados por la Luz de su Palabra   que es nuestra estrella y adoramos al Señor haciendo en nosotros  vida, su Palabra. Dice Jesús:” Mis Palabras son Espíritu y son Vida”.    Los cristianos adoramos  pues a Dios en espíritu y en verdad.

  El Dios que nace quiere reunirnos en torno a su cuna y gozarse con nuestra alegría, cánticos y sobre todo con nuestro amor y oración.

¡Ya huele a Navidad! empieza a decir la gente cuando aparecen los primeros adornos navideños por las calles y en la tele nos bombardean con el consumismo. Sin embargo, ¡qué hermoso sería decir cada día cómo huele a Navidad!.  ¡ Qué bello sería que todos desprendiéramos el buen olor de Jesucristo.!

 María,  tu que diste a Luz a Jesús, haz que nosotros tus hijos demos también a luz a tu Hijo en nuestras vidas y extendamos su fragancia allá donde nos encontremos.

Que la alegría de la Navidad llegue a todas las personas y también  de una manera especial a los que sufren,  están solos, a los enfermos,  a los pobres. Que la alegría del nacimiento de Cristo  nos colme de gozo y experimentemos el amor inmenso que  Dios tiene por cada uno de sus hijos.
Gracias Jesús por venir a vivir entre nosotros, mostrarnos tu inmenso amor y salvarnos de nuestros pecados. ¡Jesús eres nuestro Dios¡ ¡ estás con nosotros!

“GLORIA A DIOS EN EL CIELO Y EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES QUE AMA EL SEÑOR. ¡”

                          
 -A LA VIRGEN,  UN COLLAR,
Y AL NIÑO DIOS UN ANILLO.
-PLATERILLO,
NO TE LOS PODRÉ PAGAR.
-¡SI YO NO QUIERO DINERO!
-¿Y ENTONCES QUÉ?, DI.
-BESAR AL NIÑO ES LO QUE YO QUIERO.
-BESA,  SÍ.


Con este hermoso poema de Rafael Alberti , me despido deseándoos a todos una muy¡¡¡ FELIZ NAVIDAD!!!!.. 

Paloma Sebastián

viernes, 5 de diciembre de 2014

La fórmula de la felicidad

Entrevista con el P. Jorge Naranjo, misionero comboniano en Jartum desde el año 2008.

¿Cómo sentiste el deseo de hacerte misionero?
El descubrimiento de una vocación es posible después de un proceso de búsqueda. Y así ha sido también en mi caso. Me confirmé con 17 años, el día 19 de mayo de 1991 en la parroquia de Santa María (Majadahonda). Pero antes de la confirmación ya sentía el gusanillo, la llamada, de ser catequista. Jesús era alguien importante en mi vida y quería transmitir mi pequeña experiencia en la catequesis. Así fue como comencé con los niños de Primera Comunión. Además, este peso de Jesús en mi vida y el deseo de compartir y profundizar en mi fe para seguir creciendo como persona, me impulsaron a seguir como catecúmeno en los Grupos de Fe.
Y eso lo haces compatible con tu vida, con tus estudios, con tus amigos...
Con dieciocho años comencé la carrera de Físicas. Tenía mi vida dividida en compartimentos: los estudios, la catequesis, los amigos, el grupo de Fe y la oración. Desde que era un adolescente siempre he intentado ser constante en la oración, unas veces con más éxito, otras con menos, aunque también con períodos de dejadez y abandono.
Vecinos con P. Jorge
¿Hay algún momento que sea un punto de inflexión en este camino?
En una de las convivencias que tuvimos en la Casa de Betania (Torrelodones) estuvo con nosotros la Hna. Rosa, de la Compañía Misionera del Sagrado Corazón. Ella había estado 32 años en India trabajando en una leprosería. Su experiencia, vivida en aquella situación de extrema pobreza, nos impresionó a todos. Sin embargo, la huella que ella dejó en mí no fue tanto por mover mi inquietud por las misiones como por el descubrimiento del silencio.
Rosa nos daba unas pequeñas charlas de no más de media hora sobre un tema determinado, y unas hojas con unas cuestiones para la reflexión personal con algún fragmento de la Biblia. Tras su charla, teníamos un prolongado espacio para la meditación en silencio. La mayoría se iba fuera de la casa, con el sol, los árboles, los pájaros... A mí me gustaba quedarme solo en la fría capilla de aquella casa.
En aquel lugar, sin nada que me distrajera, conseguía hurgar en mí mismo, hacer silencio, escuchar lo que salía de mi ser más profundo o lo que Dios quería comunicarme. Intentaba transformar mi monólogo en un diálogo. Allí me buscaba a mí mismo y trataba de presentarme al Padre tal como era, sin máscaras, desnudo, e intentaba descubrir qué era lo que Dios quería de mí.
¿Se abre entonces un período de reflexión interior?
Durante cuatro años, entre 1992 y 1995, mi vida transcurre de esta manera. En la carrera iba sacando los cursos con mucho esfuerzo, lo cual no era poco en Físicas, pero a la vez iba creciendo con mi grupo de catequesis de niños, a la par que ellos también lo hacían. Todo ello sin olvidarme de los amigos de siempre. He tenido mucha suerte con los catequistas, pues de cada uno de ellos iba aprendiendo cosas diferentes y, sobre todo, porque me han ayudado a ser cada vez más consecuente en mi seguimiento de Jesús. Por otro lado, en la oración, al dejarme hacer, iba descubriendo cómo Dios iba situándose en el centro de mi vida, inundándolo todo. Recuerdo que muchas noches yo repetía la frase “Señor mío y Dios mío”.
En este proceso también te ayudó un curso bíblico.
En octubre de 1995 comenzamos a hacer un recorrido bíblico por la historia de la salvación del Pueblo de Israel. Veíamos que su historia era muy parecida a la nuestra personal y que, igual que Dios les acompañaba a donde iban, también podíamos descubrir su presencia en nuestras vidas. A finales de año, o quizás ya a principios del 96, nos encontramos con Abraham. Veíamos como en Jarán, una ciudad próspera como podía ser Majadahonda, estando acomodado y en buena posición social y económica, un día Dios le dijo: “Sal de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre y vete al país que yo te indicaré”. A mí estas palabras me hicieron descubrir que Dios quería que saliera físicamente de mi tierra. Había recibido una buena educación en cuanto a estudios y también en la fe, el cariño de unos padres... Tenía, en definitiva, muchas cosas que compartir, mientras que había un montón de gente que carecía de tantísimas cosas. 
En claseFue así como decidí dar los pasos para poner mis vacaciones de verano a disposición de aquellos que lo necesitasen, en la misión que fuera. El P. Paco Puértolas me puso en contacto con las Hermanas Josefinas de la Santísima Trinidad, que tenían una misión en Santa Rosa (Perú).
¿Sentías ya una incipiente vocación misionera?
Cuando fui a Perú no me planteaba una vocación misionera. La verdad es que ni se me pasaba por la cabeza. No sabía muy bien el porqué de esta invitación, como tampoco Abraham conocía el motivo de su salida de Jarán, de la comodidad, de la seguridad... Pero sí creía que era lo que Dios, en aquel momento, quería de mí. Esta confianza me daba alegría, tranquilidad y seguridad a pesar de ir a lo desconocido.
¿Cómo fue la experiencia peruana?
Fue preciosa, exigente en cuanto al ritmo de trabajo, dolorosa en algunos momentos, profunda a pesar de su breve duración y comprometedora. Cuando volví, comencé, ya sí, a plantearme mi futuro de forma diferente. Consideraba la posibilidad de terminar aquí Físicas y luego irme a Lima para montar allí mi vida. Quería fundar una familia, con muchos hijos por cierto, trabajando en alguna universidad, a la vez que colaboraría con parroquias y misiones durante los veranos o en mi tiempo libre. Quería ser útil en esos países. Pero la verdad es que la cosa no me terminaba de llenar del todo, aunque me viera en el futuro como un cristiano comprometido.
Creo recordar que en ese tiempo, e incluso antes, empecé a plantearme la posibilidad de ser misionero, pero como algo lejano. Enseguida encontraba alguna excusa para echar esa idea fuera de mi cabeza. Me veía llamado a formar una familia. ¿Cómo iba yo a servir para misionero con lo duro que es eso? Además yo podía ser más útil siendo un cristiano comprometido que siendo misionero. Pero en mi oración personal, desde hacía ya tiempo, me venía siempre la pregunta “¿Señor qué quieres de mí?” Sentía como, poco a poco, me iba poniendo de verdad a disposición de Dios.
En la escuelaLa experiencia de Perú, a pesar de todo, te cambió.
Desde la vuelta de Perú comencé a leer las revistas misioneras que llegaban a mi casa y a ver en la tele todo lo relacionado con lo misionero, ya fuera en África o Latinoamérica.
Un día en el número de noviembre de 1996 de Mundo Negro anunciaban un encuentro para jóvenes que quisieran conocer cosas sobre la pobreza y el compromiso de Jesús con los más necesitados... Estaba organizado por los Misioneros Combonianos y se llamaba “Solidaridad y Misión”. Era para el puente de la Inmaculada. Me pareció muy interesante, pero no podía permitirme emplear cuatro días teniendo tanto que estudiar. Cuando otro día, caminando por los pasillos de la Facultad, me encontré con un póster anunciando lo mismo, me quedé asombrado pero tampoco hice caso. Pero ahí no quedó la cosa.
Otro día, nuestro párroco, Santiago, pensando que yo pertenecía al grupo misionero de la parroquia —aunque entonces no era así—, me dio un panfletillo misionero que yo relacioné con lo mismo y que me desconcertó aún más. Eran muchas coincidencias juntas.
El 25 de noviembre del 96, hacia las 7 de la tarde, estaba yo solo en mi cuarto, en silencio, resolviendo problemas de Mecánica Cuántica cuando, de repente, sin saber ni cómo ni por qué, comprendí que tenía que ser misionero. Sentía una fuerza y una alegría tremendas, y lo percibía como una evidencia. Era algo clarísimo que sin saber cómo, me hacía sentir lleno.

¿Cuál fue tu respuesta a aquel convencimiento?

Después de aquella llamada me quedé desconcertado. Durante toda esa semana fui a clase y seguía con los problemas de Cuántica, pero mi cabeza no hacía más que pensar en lo que me acababa de ocurrir. Sopesaba los pros y los contras de lo que suponía la vida de un sacerdote misionero. Pero era tan fuerte la llamada, tan fuerte la presencia de Dios, tan cercano su amor, que la balanza se inclinaba de un lado con demasiada claridad. El impulso que sentía era dejarlo todo e irme.
Solo después de unos días se lo comuniqué a la gente de mi grupo, a los que pedí que lo mantuvieran en secreto. También decidí ir a aquel encuentro de “Solidaridad y Misión”, pues veía que Dios no solo me había dado el campanazo, sino que me había puesto la pista de aterrizaje.
Charlando con feligreses
¿Cómo descubriste que Dios te quería como Misionero Comboniano?
En este encuentro entré en contacto con los Misioneros Combonianos y comencé con ellos mi camino de discernimiento vocacional.
Conocí durante aquel año a otros jóvenes que también creían sentir la llamada a la misión, unos como sacerdotes y otros como hermanos. En su caso la llamada no había sido tan clara como yo la había sentido, pero poco a poco iban discerniendo si realmente Dios los llamaba, o no, a esa vocación misionera, ya que la vocación no es solo un gusto, ni una inclinación. Nadie tiene vocación. Es Dios quien nos invita, nos va afinando el oído y abriendo los ojos hasta descubrir que alguien ha de repartir el amor de Cristo a los más necesitados, y que ese puedes ser tú.
¿Cuándo crees que se produce esa llamada de Dios?
No hay que esperar una llamada telefónica de Dios, ni se nace con una señal especial en la frente. Él llama cuando da ojos para ver “las mieses granadas que se pierden por falta de brazos”. En mi caso, yo había visto que en Santa Rosa, y en muchos otros sitios, abundaban las injusticias, las carencias materiales, que en 15.000 kilómetros cuadrados no había ni un solo sacerdote, que la sanidad apenas existía, la educación era muy precaria...
En este contexto, ¿podrías definirnos qué es la vocación?
La vocación es como un itinerario con señales de por dónde va la pista. Cada señal lleva a la siguiente, sin saber cómo acabará. Es la historia de una amistad con Jesús. Así es cómo lo veía y cómo lo veo cuando “leo” la historia de mi vida. Jesús se ha ido abriendo paso, desplazando a la ciencia, las aspiraciones económicas, amigos, deportes, aficiones, familia.
En la Pascua de aquel año yo escribí: “La vocación me secuestró un día y es ella la que llena mi ser, guía mis pasos, me hace no caber en mí de gozo, me hace mirar las cosas y la gente con nuevos ojos, me grita al oído ‘¡Sal!’”. La vocación, cuando uno se deja hacer, te dirige. El problema es dejar el timón de nuestro barco en las manos de Dios. Muchas veces, ante las dificultades de la vida, nos lanzamos a por el timón para girarlo, aunque solo sea un poquito.
Eucaristía en Sudán
¿Cuándo llegó el momento de reconocer que tu vocación concreta era la de sacerdote misionero?
Con el tiempo, según iba avanzando en el proceso de discernimiento, me identifiqué cada vez más con la figura del sacerdote. Al adentrarme en el conocimiento de la Palabra de Dios, me sentía llamado a anunciar el Evangelio a aquellos que no lo conocen, con la boca y con la vida, y así animar o formar comunidades, a dar a conocer a Jesús, a ser signo de su presencia dando vida...
Por otro lado, me sentía llamado a una entrega para toda la vida, a tiempo completo y viviendo en comunidad entre los más pobres, junto a otras personas que compartieran mi vocación. De ahí mi opción por la vida religiosa.
Y comenzaste con la formación.
Fui a Granada para comenzar los estudios de Filosofía y Teología y, en 1999, comencé el noviciado en Santarém (Portugal). En 2001 continué los estudios de Teología en Roma, donde también hice un máster con diversas materias sobre Espiritualidad y Psicología.
En septiembre de 2005 fui ordenado sacerdote y partí hacia Londres  para estudiar inglés. Unos meses más tarde llegué a El Cairo, donde trabajé con inmigrantes sudaneses  e hice estudios de Islam y árabe. En septiembre de 2008 llegué a Sudán, donde trabajo y donde doy gracias a Dios de poderle seguir como misionero comboniano.
Así fue como salí de la casa de mi padre para iniciar mi vida misionera. Ahora estoy muy feliz en Jartum, pero el Señor me sigue invitando a salir de mí mismo para encontrarme con Él en cada persona.
http://www.combonianos.es/node/291

martes, 2 de diciembre de 2014

Los talentos




La Iglesia, hace unas semanas, ponía a nuestra consideración dos pasajes evangélicos en dos días próximos  ‒domingo y miércoles‒: parábola de los talentos y la del noble que marchó a un país lejano para conseguir el título de rey. En ambas parábolas, Señor, quieres darnos un mismo mensaje, quieres que extraigamos una enseñanza.

Entiendo que nos pides a los cristianos que seamos un poco más atrevidos, más arriesgados, que tengamos un poco de más inventiva, que no seamos tan conservadores. No podemos guardar tus enseñanzas escondidas, debemos airearlas, aunque corramos el riesgo de ser señalados o ninguneados –en el mejor de los casos‒ o que nos partan la cara por esta causa –en el peor, desde el prisma humano‒. Creo que nos quieres decir que el mayor tesoro que tenemos no lo podemos ocultar bajo tierra, que está bien que lo guardemos y custodiemos, pero solo lo imprescindible para no perderlo. Que tenemos la obligación de exponerlo, compartirlo y repartirlo con todos.

Nos estás invitando a diligenciar los grandes valores donados con criterios comerciales a fin de obtener los máximos intereses en nuestra gestión. Que como el mejor de los comerciantes demos productividad y multipliquemos este gran tesoro que nos has entregado.

Señor, temo y me da miedo que al presentar mi balance tengas que decirme “Eres un empleado negligente y holgazán […] a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas”. Esta sería una sentencia terrible para este siervo tuyo que pretende llegar a tu derecha, que desea escuchar, por el contrario, aquellas otras palabras dirigidas al siervo fiel “…pasa al banquete de tu Señor”. Por tanto, Señor, perdona mis infidelidades, perdona que no te haya defendido con la fuerza necesaria en las ocasiones en que me has puesto a prueba. Perdona mi tibieza, falta de elegancia y entusiasmo al exhibir los talentos proporcionados.

Gracias, Señor, por tantos talentos que has puesto a mi disposición a lo largo de mi vida: nacer en una buena familia cristiana, la formación en una gran institución religiosa, los profesores que me instruyeron, los ejemplares párrocos y amigos que me han arropado. Todos ellos han engrosado una cuenta corriente que me ha proporcionado unos abundantes intereses espirituales. Gracias por este providencial guía que sabia, humilde y ejemplarmente nos  conduce en este tiempo tan difícil, el papa Francisco. Hombre que con su llaneza, a veces hasta con sus ocurrencias, ha sabido ganarse el respeto de todos y a  todos nos da ejemplo de vida. Él sí que ha comprendido este pasaje evangélico y explota con su decir y hacer los talentos.

Sobre todo, gracias por haberte prestado a ser mi gran maestro, por redimir mis pecados a un coste insuperable: tu sangre.

Por último te pido, Señor, que ilumines a todos tus siervos cristianos o no para que sepamos aprovechar los talentos que nos has regalado y tengamos el suficiente ingenio y la suficiencia agudeza para aprovecharlos y sacarles el máximo fruto y rendimiento.


Pedro José Martínez Caparrós

domingo, 23 de noviembre de 2014

El combate espiritual (Ef. 6, 10-20





La vida de todo hombre desde que nace hasta que muere es un combate. Es un combate contra sí mismo, y contra todo lo que le rodea. No vamos a hablar de las guerras horribles que degradan a toda la humanidad hoy en día y durante toda la historia pasada.
Es algo mucho más sutil, es la competitividad actual desde que nacemos. Desde que el niño tiene conocimiento, orientamos a nuestros hijos a elegir una profesión en la que se gane mucho dinero y tenga prestigio social. Y no es que eso en esencia esté mal; lo que está mal es que sea el dinero y el afán del mismo lo que marque y oriente nuestra vida, de tal forma, que, como todo es relativo, todo es válido mientras no te pillen. Y así nos encontramos en la situación actual que vivimos en el mundo donde las virtudes cristianas brillan por su ausencia. Hemos apartado a Dios de nuestra vida, hemos quitado los crucifijos de los colegios y ya no se enseña la asignatura de Religión; nuestros jóvenes, y no tan jóvenes desconocen la historia de Abrahán o de Moisés, y si la conocen es descafeinada por las películas de “romanos”, si es que aún se conservan.
Y así, es válido el aborto, las relaciones prematrimoniales, la eutanasia, la mujer es dueña de su propio cuerpo y libre de abortar, la Iglesia no debe opinar en política, sino sólo en el ámbito de su fe, pero de puertas para adentro y sin molestar.
El ateísmo reina a sus anchas por doquier, y se pregona como un valor democrático, en vez de una vergüenza mundial. Es la hora de las tinieblas. Reina el Príncipe de la Mentira: el diablo.
Hemos dado la espalda a Dios. Hay que convertirse. Palabra extraña esta, de gran riqueza etimológica; convertirse viene de cum vertere, es decir, volverse hacia. Otro valor de los tiempos actuales: ya no preocupa la cultura; la cultura del conocimiento real de las palabras, de nuestra ascendencia del latín, incluso del desinterés de saber de dónde viene las palabras y su significado real.
Y ya que el hombre es incapaz de volverse a Dios, es Él el que tiene que volverse a nosotros para convertirnos.
Dice Jeremías: “Echémonos en nuestra vergüenza y que nuestra confusión nos cubra, ya que contra Yahvé, nuestro Dios, hemos pecado, nosotros como nuestros padres, desde nuestra mocedad hasta hoy, y no escuchamos la Voz de Yahvé, nuestro Dios. ¿Si volvieras Israel! ¡Si a mí volvieras! ¡Si quitaras tus Monstruos abominables y de Mí no huyeras!” (Jr 3.25, 4.1) Y pone Monstruos con mayúscula, por denominar a Satanás.
Y dice el Salmo 6: “Y Tú, Yahvé, ¿hasta cuándo? ¡Vuélvete Yahvé, restablece mi vida! (Sal 6, 4-5).
Como siempre la Palabra de Dios revelada en la Escritura viene en nuestro auxilio. Ya lo dice el Salmo 121, que denominamos “El Guardián de Israel”: “Levanto mis ojos a los montes; ¿De dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el Cielo y la tierra.
Los montes, en la espiritualidad bíblica, es donde habitan los dioses, nuestros dioses. Y el salmista se pregunta quién le ha de auxiliar, porque los dioses que él tiene, cuando levanta la vista hacia ellos, no le satisfacen. Solo el auxilio lo encuentra en Dios.
Estos dioses son hechura de manos humanas: “…el oro y la plata; tienen boca y no hablan, tiene ojos y no ven, tiene oídos y no oyen, tiene boca y no respiran…”(Sal 135,15-18)
San Pablo, en la epístola a los Efesios, nos relata lo que él llama El combate espiritual. Dice: “…Tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día funesto, y manteneos firmes después de haber vencido todo. Poneos en pie, ceñida vuestra cintura con la verdad y revestidos de la justicia como coraza, calzados los pies con el celo por el Evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo de la fe, para que podáis con él todos los encendidos dardos del maligno. Tomad el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios, siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia…”
Bellísimo texto que deberíamos saber de memoria, para resistir nuestro particular combate; texto absolutamente aclaratorio, en el que, con la alegoría del guerrero que lucha en la fe, se arma, como él dice, con las armas de Dios.
Si siguiéramos los consejos del Señor Jesús, revelados en su Evangelio, no habría guerras, ni hambre, ni dolor el mundo. Seríamos todos hermanos con un único Padre: Dios.
Pero no seamos inocentes: en el mundo dominan las fuerzas del mal, y los deseos anunciados los tendremos en la Casa del Padre: “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó lo que Dios tiene preparado para los que le aman” (1Cor.2,9)
Alabado sea Jesucristo.

Tomás Cremades


martes, 18 de noviembre de 2014

La medida del poder







Aunque parezca un juego de palabras, no es por eso menos cierto que tener el poder de la medida es en realidad la medida del poder.
Pues tener la medida de uso del mundo es lo que confiere al hombre verdadero poder sobre este.
De hecho, cuando uno se siente impuro o pecador o como se le quiera llamar, no es sino porque uno reconoce una falta de medida, bien en sus actos, omisiones pensamientos o palabras y es en esta falta de medida donde está el punto débil o el pecado del individuo que eventualmente podría degenerar en enfermedad e incluso matar a la persona.
Esto es fácilmente demostrable en el mundo físico, si una célula pierde su medida y se reproduce alocadamente se convertirá en un cáncer, y si no se reproduce convenientemente, también causará una deficiencia que en ambos casos enfermará el cuerpo de la criatura.
También una mente desmedida y obsesionada en una idea o grupo de ellas puede enfermar, al igual que una emoción desbocada puede tener consecuencias trágicas.
Todo tiene una medida en el universo el cual se rige por leyes que aunque aparentemente puedan parecer caóticas en realidad obedecen a principios muy precisos. Y creo que el hombre puede afirmar sin lugar a dudas que esta es la verdadera voluntad del Creador, de Dios.
Podría no encontrar argumentos convincentes como para afirmar que rezar el rosario sea más voluntad de Dios que cumplir los preceptos del ramadán, lo que sí puedo afirmar es que la voluntad del Creador es que si te tiras de un quinto piso, bajaras con una velocidad de (2xgxh)1/2, y que si tu estructura ósea no es capaz de soportar el impacto debido a la velocidad, sufrirás las consecuencias.
Esto es una ley física y como tantas otras descubiertas y sin descubrir, son voluntad del Creador y no de los científicos, y conocer la medida de los parámetros de esta ley, te dará poder para saber hasta donde puedes establecer los límites para dar un salto o saber en qué medida puedes aplicar otras leyes para contrarrestar los efectos de la primera.
Si el universo desobedeciera estas leyes y por ejemplo el agua no se dilatara a 0ºC, se congelarían los mares y no sería posible la vida, si no se atrajeran las masas o las cargas positiva y negativa, si el aire no absorbiera humedad o perdiera su punto de rocío, si se agotara la capa de ozono tampoco y así cientos de miles de ejemplos, que obedecen a una medida muy precisa. La voluntad del Creador.
Está contado hasta el último cabello de nuestra cabeza.
Pero moviéndonos en un campo más prosaico, si quieres hacer una tortilla de patatas o una paella, conviene que conozcas las medidas y proporciones de los ingredientes, si no, te podría salir otra cosa, y aunque parezca una bobada, también esto es voluntad del Creador.
Hoy en día aparecen anuncios donde hay quien asegura conocer la medida exacta de las grasas que debes tomar, las calorías que necesitas e incluso te venden productos con los que aseguran conseguirás tener la medida adecuada de estos parámetros sin esfuerzo.
Pero nadie o casi nadie habla de la medida de utilización del mundo, y me atrevo a asegurar que el hombre que conoce esta medida es un hombre realmente poderoso; sabe lo que debe comer, beber, dormir, fumar, hablar, callar, escuchar, mirar etc., y este conocimiento le convierte en un hombre libre, pues lo que normalmente llamamos fuerza de voluntad, no es sino administrar medida al uso del mundo.
Todos los hombres que aspiran a la santidad, eventualmente, se retiran a orar o a meditar, de alguna manera dejan de utilizar el mundo, como actores que necesitan descansar entre los actos de un drama.
Cuándo nos retiramos a orar, sentimos que de alguna forma somos solo los actores en un drama, y que es la unión con Dios lo realmente importante, entonces podemos regresar al mundo de nuevo a interpretar nuestros papeles con cierta distancia.
Después de la oración, somos capaces de tomar la acción necesaria en el momento como la situación lo demanda y después la soltamos. De esta manera regulamos el uso del mundo y podemos interpretar nuestros papeles sin el sentimiento de ser un hacedor independiente y separado, sino más bien como parte de un todo, respondiendo a un drama que se representa. Esta actitud trae consigo un sentir de gran liberación y libertad
Solo Dios es la Verdad, el Conocimiento y la Bienaventuranza.
La creación es el Paraíso que Dios hizo para el hombre, para su Bienaventuranza, y sus leyes tienen el mismo propósito. Los seres humanos son hijos de Dios y son por si mismos veraces, conscientes y felices.
Pero el hombre no quiere reconocerse hijo de Dios sino Dios mismo y prefiere gozar como hacedor no como testigo y crea su propio mundo imaginado dentro de la creación, donde él es el máximo protagonista y todo se convierte en “querer” y “obtener” para sí mismo y así pierde la medida de uso del mundo y la libertad.
Todo esto ata al hombre en límites pequeños y le proporciona sólo una pequeña bienaventuranza.
Pero resulta que el Alma, del hombre es infinita a imagen de Dios, y como no hay medida que la colme sino Dios mismo, no podría quedar satisfecha con esa pequeña bienaventuranza, y de ahí que haya un movimiento y búsqueda constante que finalmente solo pretende más bienaventuranza, más verdad y más conocimiento. Este movimiento hace a los hombres correr furiosamente tras sus deseos, lo que es seguido por problemas, ansiedades, conflictos entre ellos y más falta de medida.
El propósito verdadero de la vida en el Paraíso se pierde completamente.
Sólo si los hombres se abandonaran en los brazos de Dios y dijeran un “SI” a su voluntad, verían que no tienen nada que hacer, nada que reclamar, nada que lograr en esta creación, que ya es completa y feliz, ellos también comenzarían a disfrutar con su papel en este drama y sabrían con exactitud cuál es la medida de uso del mundo.




J.J. Prieto Bonilla.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Jesús ¡qué grande es tu amor¡






Jesús  ¡qué grande es tu amor¡ ¡Nos sentimos tan amados por ti! Voluntariamente quisiste ofrecer tu Vida por nosotros  ¡Cuánto amor!. Nadie te quitaba la vida, tú la ofreciste voluntariamente por nuestra salvación. Nos amaste hasta el extremo.  
Ahora estamos de rodillas ante ti Jesús, Misericordia infinita.  Te adoramos Jesús,   que estás vivo en este trocito de pan. Estás vivo y realmente presente en cuerpo, alma y divinidad. ¡Qué grande es tu amor! , no quisiste dejarnos solos y decidiste quedarte en cada Hostia Consagrada. Bendito seas Señor en el Santísimo Sacramento del Altar ¡Bendito y alabado seas Señor Dios Vivo y Verdadero que haces maravillas.
Enciende en nosotros  el fuego de tu amor y que tu Presencia inunde por completo nuestro ser para poder amar como Tú amabas. Gracias Jesús por tanto amor, por perdonar nuestros pecados en el sacramento de la reconciliación. Tú nos perdonas por medio de tus sacerdotes. Gracias Jesús.
Queremos amar como tú dándonos a los demás y para ello, tenemos que morir a nosotros mismos. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto”. Éste morir para darnos sólo lo podemos hacer contigo Jesús porque sólo tú Jesús puedes establecer una revolución en las leyes del corazón colocando acogida donde había resistencia, perdón donde había venganza, dulzura donde había repugnancia y suavidad donde había violencia. Por ejemplo, para darnos en forma de perdón, hemos de morir al instinto de  venganza.  Sin ti Jesús no podemos hacer nada.
Concédenos Señor amarte con locura. Haz que nunca nos apartemos de ti. Pon tu mano sobre cada uno de nosotros para que te seamos siempre fieles. Derrama tu Espíritu  con todos sus dones y frutos sobre  el mundo entero. Haz que seamos dóciles a la acción del Espíritu Santo.  Concédenos la gracia de una conversión permanente, así como la gracia de permanecer firmes en la Fe y perseverantes en la oración hasta el fin de nuestros días. Enséñanos Jesús a guardar y a cumplir tu Voluntad de todo corazón.
Danos tu Sabiduría para saber lo que es grato a tus ojos, Fortaleza para hacer frente a las adversidades de la vida y a las tentaciones del demonio Llénanos de tu Paz siempre y en todo momento, especialmente en los momentos de cruz. Jesús, manso y humilde de corazón haz mi corazón semejante al tuyo. Que nada pueda perturbar mi paz y asustarme.
Aumenta nuestra Fe y concédenos la gracia del abandono y confianza en Ti.  Jesús, unidos a ti y sostenidos por ti podremos seguirte con nuestra cruz de cada día y podremos dar frutos para tu Gloria tanto en la prosperidad como en la adversidad. Danos también tu Sabiduría y Fortaleza para asumir el fracaso como parte integrante de la Fe. Haz que seamos ante el mundo testigos de tu amor con nuestra forma de vivir y también con nuestras palabras. Queremos alabarte con nuestra boca, pero sobre todo con el corazón y con nuestra vida. Haz Señor que nuestra vida sea un canto de alabanza y de acción de gracias por siempre.
Jesús, tenemos hambre de ti. Tú eres el Pan Vivo. Pan que nos alimentas en la Palabra y en la Eucaristía. Cuán reconfortante es tu Alimento. Sin él, no podríamos vivir. Desfalleceríamos, moriríamos.

Cuánto deseamos que todo el mundo te conozca y te ame. Hoy de rodillas ante ti te pedimos por los que no tienen Fe, no creen en ti, no te aman y por todos los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, para que se conviertan a ti. Te presentamos  Señor a todos los que sufren y a todos los enfermos del mundo entero y sus familias. Concédeles paz, fortaleza y consuelo en sus sufrimientos y si es tu Voluntad ¡sánalos Señor!. Te presentamos a todos los cristianos perseguidos a causa de la Fe en Ti. Que tu Espíritu Santo les sostenga y fortalezca.

Jesús, te pedimos por la paz en el mundo, en cada familia y en cada corazón y también por todas las necesidades de la Iglesia y por sus frutos.  Jesús,  que todos seamos santos porque tú eres santo y crezcamos en la unión contigo.

Gracias Jesús por habernos regalado a María por Madre. Que como ella sepamos decir siempre HÁGASE. María, madre nuestra, queremos consagrarnos a ti y que nos enseñes a adorar a Jesús como tú lo adoras. Ruega por nosotros pecadores y enséñanos a amar a Dios como tú lo amas. Madre,  ayúdanos a guardar de todo corazón la Palabra de tu Hijo.

Bendito y alabado seas Jesús. Nada ni nadie podrá separarnos de tu amor.

Paloma Sebastián  

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Ejemplo de buen Pastor




El Señor es mi Pastor nada me falta (Sal 23). Conocíamos el salmo, pero ahora conocemos al Pastor. En cuanto descubrimos  a Dios comprendimos que no podíamos hacer otra cosa más que vivir para Él, pero es muy difícil, debido a nuestra debilidad, conservar bien las gracias recibidas de Dios. Llevamos el tesoro, más valioso que el cielo y la tierra, en vasijas de barro, en un cuerpo corruptible, con un alma débil e inconstante que por nada se turba y se abate.

Si alguien quiere venir en pos de mí, dice el Señor, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Mt 16,24). Necesitamos descubrir todo lo que el Señor  quiere de nosotros. Nunca debemos quedarnos en meras emociones, sentimientos o reacciones. Hay que sonreír, vivir y agradecer siempre, a veces no resulta nada fácil, pero el Señor nos dice:” Yo estoy contigo, ven y sígueme”, a pesar de los altibajos, sombras y luces, susurros y cercanía. Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades (Mt 8,17)

Todo lo puedo en aquel que me conforta (Fil 4,13). Si alguno tiene sed, venga a mí y beba (Jn 19,23) y también prometió hacer manar, para aquellos que tengan fe, fuentes de agua viva. Dialogo paciente, generoso, apasionante. Este es el camino, el único camino. Dios se conmueve con nosotros. “Te he amado con un amor eterno y he tenido piedad de tu nada” (Jr, 31,3). Ahora nos toca gozar y sobre todo construir. He ahí nuestra responsabilidad.

Tú eres Señor Jesús, la piedra firme, la piedra inmovible, el Dios fiel ( 2 Tes 3,3). Solo en ti confiamos. No os inquietéis pensando que comeréis, que beberéis o con que os vestiréis (Mat 6,31), Cristo nos ha dotado con las armas de la Luz (Rom 13,12), Cristo fuente de la que surge la vida eterna (Jn 4,14). “He aquí que hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5)
Todo está en manos de Dios y confiamos en Él. Una promesa que no defrauda. Dios nos abrió paso a la vida y aceptamos con benevolencia sus circunstancias.
Benedicto XVI, nos dijo: “En el mundo hoy hay una sola tristeza: la de no estar cerca de Dios”.
“Si lo que yo anhelo es pertenecer a Dios, no me entreguéis al mundo ni me seduzcáis con las cosas materiales; dejad que pueda contemplar la luz pura; entonces seré hombre en pleno sentido. Permitid que imite la pasión de mi Dios. El que tenga a Dios en sí entenderá lo que quiero decir y se compadecerá de mí, sabiendo cuál es el deseo que me apremia”. (Ignacio de Antioquía).

Orad sin interrupción (1Tes 5,17) y permaneced cimentados en la fe (Col 1,23). No seas de los que extienden la mano para recibir y la encogen para dar. Amarás como la niña de tus ojos (Dt 32,10) a todo el que te hable del Señor. Mis hermanos son los que hacen la voluntad de mi Padre (Cfr Mat 12,50),(Lc 8,21), Mc 3,25), seamos, pues, imitadores de su paciencia y, si por causa de su nombre tenemos que sufrir, glorifiquémosle.

“¡Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!” (Sal 8, 2). Este es el esplendor de la esperanza y lo que cuenta realmente en la vida, algo fascinante que nos mueve a estar sumamente agradecidos porque Cristo se hace presente en nuestra vida.

El Espíritu del Señor está sobre mí, pues  Él me ha consagrado con su unción y me ha enviado a evangelizar  a los pobres (Is 61,2).

Dios escribe recto en nuestros renglones torcidos.

¡Que Dios en su misericordia nos bendiga!.


Miguel Iborra

viernes, 31 de octubre de 2014

Cuando nos equivocamos de Pastor


Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.
Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa( Jn 10, 11-12)



Los hombres tendemos a equivocarnos de pastor. Confundimos la sombra bajo la que queremos vivir, deslumbrados por una visión corta e infantil de la vida.

Nuestra mente y nuestro corazón, incapaces tantas veces de elegir, apuestan por el ajuste inmediato a lo que sacia nuestros deseos y nuestro ser más primario.

Una de las primeras cosas que nos enseñas es a disfrutar de la verdadera libertad de caminar tras tus pasos. Cuando tu luz nos muestra ese camino, invisible para los ciegos de corazón, descubrimos una vida que nada tiene que ver con la colección de bagatelas que , previamente llenaba nuestro alma.

A partir de ese momento, buscamos con insistencia sentir de nuevo ese aire que penetra hasta lo profundo del corazón y oxigena nuestra alma

Tú, Pastor bueno, capturas nuestro ser para liberarnos, nos ofreces tanto, a cambio de nada, a pesar, incluso de saber, que somos incapaces, tras esta experiencia incomparable, de renunciar a la vida que teníamos y que no nos daba nada.

El otro, el Pastor asalariado, vive en nosotros a diario, puebla muchas de nuestras acciones, de nuestras palabras, de nuestros sentimientos.
Nos regala el oído y trata de convencernos.

Nos ofrece un mundo que se desvanece ante nosotros en segundos, entregándonos a la soledad y a la amargura más absoluta, pero lo hace atrayendo nuestra naturaleza, apegada al instante.

Nos esclaviza y seca nuestro corazón, nos engaña y nos cobra su tributo, nos entrega la satisfacción del momento, y, a cambio captura nuestra alma y la sume en la desesperación
Por eso, concédeme, Señor, caminar a tu lado cada día.Súbeme a tus hombros y arranca mi alma, mi alma tantas veces cansada y maltratada, de los lugares donde se oye su voz. Graba el brillo de tu transparencia en mi alma, para que esté atenta  y no confunda tu camino con el suyo, tu luz con su engaño.
El Señor es mi pastor, nada me falta
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre

(Salmo 22, 1)

Olga Alonso

domingo, 26 de octubre de 2014

El Pedestal





Según la RAE, es un cuerpo sólido que sostiene una columna o estatua.
También lo define como fundamento en que se asegura o afirma algo, o la que sirve de medio para alcanzarla.
Por último: Lo que se tiene en muy buena opinión o estima, por ejemplo: Le colocó en un pedestal.

Pero a nosotros estas definiciones nos interpelan así:

¿Te has dado cuenta de que tienes un pedestal sobre el que te has encumbrado en tu vida, y que es urgente derribar?

Para curarse de una enfermedad primero hemos de saber que se está enfermo. Luego, en buena lógica, buscaremos los remedios y los modos para curarnos.

Pues sí: todos tenemos un pedestal, o lo hemos tenido. Solamente, a lo largo de la historia del mundo, hay dos Personas que nunca tuvieron pedestal, siendo los Únicos que podían tenerlo: Jesucristo y nuestra Madre la Virgen María.

El cual, a pesar de su condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera se rebajó hasta someterse  a la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre, de modo que al Nombre de Jesús, toda rodilla se doble, en el Cielo, en la tierra, en los abismos, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre (Fp,2)

Le sigue en humildad la Virgen María; ella a imitación perfecta del Padre, proclamó ese bellísimo canto que denominamos “El Magnificat”:”... Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador porque ha mirado la humillación de su esclava…” Y continúa más adelante:”…Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes…”.( El trono= el pedestal).
Ella fue la morada eterna del Humilde.

Ahí quería llegar: la virtud de la humildad, lo contrario a la soberbia. Fue la soberbia la que llevó a Satanás al infierno, al querer ser como Dios.

El Salmo 8 nos recuerda algo de esto:”… ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder? Le hiciste inferior a los ángeles, le coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus Manos, todo lo sometiste bajo sus pies…”

Al hombre le pareció poco todo esto que Dios le dio. Si no perdonó a los ángeles, sí perdonó a Adán y Eva,-imagen de toda la humanidad- sacrificando a su propio Hijo por nosotros. Por eso exclama Juan: ¡Qué amor más grande nos ha tenido el Padre al considerarnos Hijo de Dios! ¡PUES LO SOMOS!

Por eso, examinemos nuestra vida, derribemos nuestro pedestal donde nos encumbró el demonio, sigamos el ejemplo del Humilde por excelencia, de su Morada, nuestra Madre y de todos los Santos y Santas del Cielo, que a imitación de Jesús y María, nos impulsan a Dios.


Alabado sea Jesucristo.

Tomás Cremades

viernes, 17 de octubre de 2014

Estos son mis predilectos





La opinión que tenemos de santo Tomás de Aquino es probablemente la de un gran teólogo envuelto en una montaña de pergaminos, documentos, libros, etc., lo que popularmente llamamos un ratón de biblioteca. Sin embargo, tenemos datos y motivos para apreciar en él a un gran pastor, un discípulo del Señor Jesús que supo encontrar el manantial de vida eterna que mana de las Escrituras.

Célebre es, por poner sólo un ejemplo, la exhortación que dirigió a sus hermanos dominicos dedicados en cuerpo y alma a la predicación del Evangelio, y que sirve para todos los pastores enviados por el Señor Jesús al mundo entero. Les dijo: “Anunciad lo que habéis contemplado”. El Tomás profesor, el académico, el investigador minucioso de las Escrituras, da el salto que sella la identidad de todo predicador del Evangelio. He aquí el salto: La Palabra va mucho más allá de una comprensión intelectual; la Palabra se contempla y, desde lo que nuestros ojos del alma han podido presenciar, se anuncia. Tenemos motivos fundados para creer que Tomás no habría hecho esta exhortación, tan real como profunda, si él mismo no hubiese experimentado esta contemplación.

Damos las gracias, desde la comunión de los santos que nos une, a Tomás, y nos metemos de lleno en una nueva dimensión del rostro de los pastores según el corazón de Dios. Son pastores que han cogido entre sus manos posesivas y acariciadoras la vida que habita en la Palabra, “en ella estaba la Vida” (Jn 1,4a). Una vez que la Palabra ha posado sus alas en sus manos, estos pastores son llamados a hacer una experiencia tan trascendente que podemos llamarla extramundana.

En sus manos el Evangelio se hace ver, oír, es como si Dios se dejara palpar. Ser testigo de esto es ser testigo de lo que es Dios: Todo. A partir de entonces y movidos por un impulso irresistible, también irrenunciable, la Palabra es anunciada; es tal la pasión que mueve al pastor que no tiene dónde reclinar la cabeza, dónde asentarse (Lc 9,58). Arrastrado por esta pasión, anuncia el Evangelio “a tiempo y a destiempo” (2Tm 4,2) y, parafraseando con cierta libertad a Pablo, podemos decir de él que “ya no es él quien vive, sino el Anuncio y la Fuerza del Evangelio quien vive en él” (Gá 2,20). Esta clase de pastores son continuamente vivificados, y tanto más, cuanta más vida mana de su boca (Lc 4,22).

Nos acercamos ahora al apóstol y evangelista Juan quien, con una belleza deslumbrante, -adivinamos el Manantial que corre por sus entrañas- nos habla de la Palabra desde los más diversos prismas: Vida, Comunión, Encarnación, Manifestación de Dios, Ojos que ven y contemplan, Manos que palpan, Oídos que oyen… (1Jn 1,1-3).


En unos pocos versículos, Juan –también él habla desde su experiencia y la de la Comunidad apostólica- describe las líneas maestras del crecimiento de la fe y de la comunión entre los discípulos del Señor Jesús; por supuesto, también de la misión que Él les ha confiado al llamarles con su Palabra creadora, Palabra que moldea sus corazones a imagen y semejanza del suyo.




sábado, 11 de octubre de 2014

El Señor es mi pastor





El Señor es mi pastor, nada me falta.

En verdes praderas me apacienta, me conduce hacia fuentes de descanso y repara mis fuerzas.

Conoce mis proyectos e ilusiones, me guía por caminos de justicia, me enseña los tesoros de la vida y silba canciones de alegría, por el amor de su nombre.

Aunque pase por cañadas oscuras no tengo miedo a nada, pues Él está junto a mí protegiéndome de trampas y enemigos. Su vara y su cayado me dan seguridad.

Aunque mis trabajos sean duros y urgentes no me agobia ni pierdo la paz, pues su compañía procura serenidad a mi obrar, planifica mis anhelos y mi ser, y hace inútil todo febril activismo.

Cada día, con gracia renovada, pronuncia mi nombre con ternura y me llama junto a Él.

Cada mañana me unge con perfume; y me permite brindar, cada anochecer, con la copa rebosante de paz.

El Señor es mi pastor.

Él busca a las que están perdidas, sana a las enfermas, enseña a las erradas, cura a las heridas, carga con las cansadas, alimenta a las hambrientas, mima a las preñadas y da vida a todas.

¡El Señor es el único líder que no avasalla! Él hace honor a su nombre dando a nuestras vidas dignidad y talla. Nada temo a los profetas de calamidades, ni a la tiranía de los poderosos,
ni al susurro de los mediocres, ¡porque Tú vas conmigo!

Has preparado un banquete de amor fraterno para celebrar mi caminar por el mundo.
En él me revelas quiénes son tus preferidos y cuáles han de ser mis sendas del futuro.


¡Gracias al Señor que me crea, sostiene y guía con su presencia cargada de vida!

sábado, 27 de septiembre de 2014

Dios toca tu corazón




Hay un episodio en el Libro de los Reyes, concretamente en el capítulo 19 que profetiza lo que después en diversos episodios evangélicos podríamos llamar como “el paso de Yahvé”.

Sucede que el profeta Elías ha matado a los cuatrocientos cincuenta Baales y es perseguido por el ejército de la reina Jezabel para matarlo. Él ha dado testimonio público de que el verdadero Dios es Yahvé, y se ha ganado el odio y la persecución de todo un pueblo. Elías sale huyendo y se refugia en  Berseba de Judá, como nos narra el versículo 3: “…anduvo por el desierto una jornada de camino hasta llegar y sentarse bajo una retama…”. Se recostó y quedó dormido, pero un ángel le tocó y le dijo:”…Levántate y come…”Miró a su cabecera y vio una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió y bebió y se volvió a acostar. El ángel de Yahvé volvió por segunda vez, le tocó y dijo: “…Levántate y come pues el camino ante ti es muy largo…”. Se levantó, comió y bebió y con la fuerza de aquella comida caminó durante cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, el Horeb.

Elías se sienta bajo una retama; es la imagen del que está vencido, derrotado, no tiene fuerzas para continuar. Son tan graves los acontecimientos que le esperan que se desea la muerte y no puede seguir. La imagen de “sentarse” ya nos indica que es un perdedor, se identifica con la muerte que intuye le espera, y está como el ciego de Jericó, al borde del camino, aceptando su mala suerte y el abandono de Yahvé.

Quizá a veces nos encontremos en esos momentos  ante una determinada situación de nuestra vida. Probablemente en los tiempos actuales nadie nos persigue para matarnos, pero los problemas del día a día se nos hacen tan pesados y la solución, si existe, es tan lejana, que  deseamos “apartar de nosotros ese cáliz amargo”. Nos recuerda algo ¿verdad? Hasta el mismo Jesucristo tuvo que pasar por este trance para redimirnos.

Aparece en la escena el ángel de Yahvé, que le toca. Lo dice dos veces. Y le pide levantarse y comer. Por decirlo de otra forma, le exige “ponerse en pie”. Es decir, tomar la postura del Resucitado, el estar en pie. Y le ordena comer para coger fuerzas. No un alimento cualquiera, le presenta una torta-suponemos de pan- y un jarro de agua.
Con este alimento se alimentaban tradicionalmente los presos a quienes se les mantenía a pan y agua para que no muriesen en la cárcel. “A pan y agua”.

En este texto hay algo mucho más fuerte: Este pan y esta agua son los alimentos que el Señor Jesús nos da como alimento cuando nos dice YO SOY EL PAN VIVO, YO SOY EL AGUA VIVA.

Es pues una imagen preciosa que ya profetiza lo que ha de ser para nosotros el alimento para el camino de nuestra vida, camino muy largo, como nos indica el texto.
En la Escritura vemos que no sobra ni falta ni una sola palabra. Ya decía Jesús: “…mientras duren el cielo y la tierra no dejará de estar vigente ni una i ni una tilde de la Ley…”(Mt 5,18).
 Y el ángel de Yahvé- que no es sino el mismo Dios-le toca.

Entrando en una ciudad, se presentó un leproso que, al ver a Jesús, se echó en tierra, y le rogó diciendo: “…si quieres puedes limpiarme…”Él extendió la mano, le tocó, y dijo: “Quiero, queda limpio”(Lc 5,12-26) Y al instante quedó curado.
Veamos ahora la curación de dos ciegos que narra Mateo en (Mt 9, 20-29):
“…Cuando Jesús se iba de allí, le siguieron dos ciegos gritando :¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David! Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: ¿creéis que puedo hacer eso? Dícenle: Sí, Señor. Entonces les tocó los ojos diciendo: Hágase en vosotros según vuestra fe. Y se abrieron los ojos.

Son  impresionantes las palabras de Jesús. Aunque el interés de esta catequesis es reflexionar cómo Dios toca al hombre en el paso de Dios por su vida, no puedo por menos de detenerme en el cuadro que nos pinta el Señor.
Los ciegos le piden a Jesús su curación, y da la impresión de que Él no les hace caso, puesto que le siguen hasta casa. No les cura inmediatamente. Nosotros, dentro de este “cuadro” también estaríamos solicitando urgentemente el milagro. ¡Cuántas veces pedimos sin saber!

Dios sabe lo que nos hace falta, y nos lo da por añadidura cuando pedimos lo que Él quiere darnos. (Mt 6, 25-34): “Buscad el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura”. Y esta justicia no es tanto la justicia distributiva como la entendemos nosotros, de dar a cada uno la recompensa que corresponde, sino la forma de “ajustarnos” a Dios, como una mano se entrelaza o ajusta a la otra. Así hemos de ajustarnos a Él buscando su justicia.

El Señor les pide fe; sólo eso, que crean en Él. Igual te pide a ti y a mí. Tener fe, que nos fiemos de Él; sabemos que todo lo puede, nos fiamos de su Bondad y Misericordia en grado tal, que sabemos que nos dará lo que pedimos si lo hacemos con fe y con la seguridad de que ya lo hemos conseguido. “…Cualquier cosa que pidáis al Padre en mi Nombre Yo lo haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo…” (Jn, 14,13)
Al ver la fe de los dos ciegos, les tocó los ojos diciendo, como hemos visto: Hágase en vosotros según vuestra fe

Entre los innumerables textos del Evangelio en que Jesús toca a la gente, me detengo en el conocido de la curación de la hemorroisa, según relata Marcos en  (Mc 5, 21-43). Y dice así: “…Una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó el manto diciendo: si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré…”La sangre, en el contexto del pueblo de Israel, representa la vida; esta mujer perdía su vida sin poderla contener. Y llevaba doce años padeciendo este problema. Y nos podemos preguntar: ¿importa tanto que sean doce, o diez o siete? Los números, en la espiritualidad del pueblo de Israel, tiene significado. El número doce es el número de la plenitud: Las doce tribus de Israel, los doce Apóstoles, los doce años de padecimientos de la hemorroísa perdiendo su vida…

En este caso es el ser humano representado en la hemorroisa la que se acerca a Jesús para tocar su manto. El manto, en la espiritualidad bíblica representa el espíritu o la personalidad del que lo lleva. Recordemos las palabras del profeta Eliseo cuando le pide su manto a Elías antes de ser éste arrebatado a los cielos. (2R 2, 1-18) Y observad sobre todo el versículo 13, en el que el manto de Elías se parte en dos, quedándose Eliseo con una parte.

Jesús, entre las apreturas del momento, se siente “tocado “de una manera especial; tanto que pregunta a su alrededor: ¿quién me ha tocado? La hemorroisa confiesa su acercamiento y Jesús, al ver su fe, le dice: “Hija tu fe te ha salvado, vete en paz”. Y quedó curada la hemorroisa.

¿Cuántas veces nos toca Jesucristo? No nos damos cuenta. Él tiene infinita paciencia, nos espera hasta el fin. Nos toca o nos llama a la conversión, sigue enviando profetas a la tierra; profetas-anunciadores de su Palabra. Ahí estamos nosotros, los que le buscamos, los que queremos ser sus discípulos. Somos por el Bautismo un reino de SACERDOTES, PROFETAS Y REYES, y esa gracia que Dios nos ha concedido gratuitamente, no la podemos enterrar como el siervo perezoso que enterró sus talentos. Hemos de hacerla producir, a la manera de Dios, contando a los demás sus maravillas, las que hace en cada uno de nosotros cada día. La hemos de contar con palabras y con hechos, con lágrimas y con sonrisas, llorando con los que lloran y riendo con los que ríen (Rom 12,15). Llevando la cruz de cada día al hombro, no arrastrándola.

Mi yugo (la Cruz) es suave y mi carga ligera (Mt 11,30).El yugo lo llevan los animales enlazados entre dos; así unen sus fuerzas y, avanzando, les cuesta menos.

Jesús toma este ejemplo para indicarnos que en nuestra vida, con nuestro yugo, (nuestra cruz, pero la llama yugo), al otro lado, Él nos acompaña y tira con nosotros. ¿Te imaginas a Jesús a tu lado acompañándote en todos tus problemas? Si lo pensamos así, como nos lo ha prometido, ¡qué liviana se nos convierte nuestra carga!

Si un día, cuando te levantes por la mañana para los quehaceres de cada día, recibes una llamada que te dice: ¡no te preocupes por el pago de tu hipoteca! O te llama el Banco para decirte. ¡Tu deuda la han pagado, no me debes nada! Primero no te lo creerías, y después saltarías de gozo.

El Señor Jesús pagó con su sangre y su muerte la deuda que teníamos contraída clavándola en la Cruz. Él pagó por nosotros. ¿Hay AMOR más grande? Tanto amó Dios al mundo que entregó a su único Hijo (Jn 3,16).

¿Alguien te amó así alguna vez? Este es Jesús de Nazaret, nuestro Dios, Jesucristo el Hijo único del Padre.

Que sea Él quien en este día haya tocado tu corazón, como tocó el mío, cuando, en mi pobreza, me inspiró estas reflexiones.

Alabado sea Jesucristo

Tomás Cremades