lunes, 30 de diciembre de 2013

Feliz Año Nuevo





Los autores de este blog Antonio y Miguel, al terminar este año queremos  daros las gracias por todo aquello que recibimos de vosotros, que fue mucho y bueno. También por vuestra oración, por cuanto fue posible y por lo que no pudo ser.

 
Gratitud a Aurora y Ángel, Manuel, Angelo,Juanjo, Maria Dolores,Olga, Mariajosefina, Emma, otros colaboradores, amigos blogueros, Comunidad Bíblica María Madre de los Apóstoles, amigos, seguidores y  a los autores de fotografías utilizadas, por todos los que a través de estos medios evangelizan y por  aquella o aquellas personas que se han podido omitir. Dios sabe de su quehacer y  está en nuestro corazón agradecido.

 
Hoy te pedimos Señor  para todos ellos y los nuestros la paz y la alegría, la fuerza y la prudencia, la claridad y la sabiduría.

Danos un año feliz y enséñanos a repartir felicidad.



viernes, 27 de diciembre de 2013

Un Niño genial



 

- ¿Sabes? Ha nacido un Niño especial…

-¿Quéeeeee?

-¡Que ha nacido un Niño espectacular!

-¡Aaaaaah! Pero… Y, ¿dónde ha sido eso?

-Pues… ¿Has mirado en tu casa?

-Oye… Que en mi casa somos tres…

-Ya, tres… Y un Niño espectacular que desea le atiendas…

-¡Venga ya! que no soy ciego…

-No, si ciego no serás, pero no te enteras… Le tienes tan cerca que no eres capaz de verle, es más real que tú ¡Haz el favor, te está mirando!!!

-Pues si te digo la verdad… No, no le veo ¿Es que tú le ves en mi casa? Pero si vives en la otra punta…

-Sí, le veo en tu casa y también en la mía… Es genial, un bebé internacional, pequeñín y grandioso a la vez, no habla y lo hace en todos los idiomas, no anda y se recorre el mundo, le das algo y te devuelve su ser, le sonríes y se parte de risa…

-¡Qué me aspen! Pero… Si ese Niño ya nació hace 2014 años…

-¡Que no chico! ¿Tú que te creías, que nació hace una pila de años y ya está?, pues no, es que te olvidas de que cada año, cada día, Jesús nace en el pesebre de tu alma y va creciendo como entonces y te hablará como entonces y… Piensa, porque según tú, por esa regla de tres sólo se podría Comulgar una vez, pues ¿Cómo te vas a “comer” el Cuerpo de Cristo miles de veces hoy ayer y mañana?, siempre es como la primera vez... Por eso la Nochebuena es el mejor día del año para el mundo y no te digo el día que se fue…

- ¡Jo! Qué Niño más original… Espera que le busque por mis territorios…

- ¡Pero que no le andes buscando como algo que se te ha perdido!

-¿Entonces como?

- Pues hijo es muy fácil, sólo tienes que mirar dentro de ti, al cielo, a los árboles, al agua… Todo te lo dio para que vivieras y le conocieras, te dio un alma para verle y oírle…

¡Menuda Navidad, amiga! Es lo mejor que me ha pasado este año, ni loterías, ni males, ni dolores, ni… ¡Dios en mi “pesebre”, en mi casa, conmigo, en mi eternidad!

-Te lo diiiiiiiiiije, es el Niño vivo “que has puesto en tu belén, ese de barro que te bendice”.
 
Emma Díez Lobo
 

viernes, 20 de diciembre de 2013

Pastores que reflejan el Misterio


     El discípulo de Jesús es al mismo tiempo el hombre más rico y pobre de la tierra. El más rico porque su Señor pone en su boca palabras de vida eterna; y el más pobre por no tenerlas garantizadas el día siguiente. Es esta precariedad aceptada mañana tras mañana, lo que hace que Dios le ame “cada día”; le sostenga “cada día; le acompañe “cada día”; y, por supuesto, que cada día le dé sus palabras que son espíritu y vida (Jn 6,63b). Esta es la sublime precariedad que enamora a Dios.



 

Son hombres de Dios para el mundo, hombres para los demás, que han plantado su tienda al pie de la Cruz de su Señor y beben de la herida de su costado abierto, herida de la que mana su riqueza insondable. Saben del Misterio y el Misterio anuncian. No necesitan explicarse con palabras altisonantes, ya que el mismo Dios se explica a sí mismo, por medio de ellos, con las palabras que pone en sus labios. Cada vez que predican y anuncian el Evangelio, no se fían en absoluto de sí mismos sino del Pastor que les llamó, y a Él recurren. Son tan conscientes de su pobreza que incluso piden a sus ovejas que intercedan por ellos ante Dios a fin de que les haga aptos para transmitir el Misterio del Evangelio.

A este respecto, recurrimos a nuestro querido amigo Pablo, quien nos brinda un fiel testimonio de esta precariedad que a él mismo le acompaña: “… Siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos, y también por mí, para que me sea dada la Palabra al abrir mi boca y pueda dar a conocer con franca audacia el Misterio del Evangelio, del que soy embajador entre cadenas” (Ef 6,18-20).

Son hombres de Dios, Él los hizo plantación suya. Con especial mimo y cuidado los sembró en las márgenes del Manantial de Vida que fluyó, como dije antes, del seno del Crucificado, manantial de Vida que ya había sido profetizado por Ezequiel: “Me llevó a la entrada del Templo, y he aquí que debajo del umbral del Templo salía agua, en dirección a oriente… A orillas del torrente, a una y otra margen, crecerán toda clase de árboles frutales… Producirán todos los meses frutos nuevos, porque esta agua fluye del Templo. Sus frutos servirán de alimento, y sus hojas de medicina” (Ez 47,1 y 12).

Acabamos de escuchar la profecía. Estos árboles, cuyos frutos y hojas son medicinales, están al servicio del mundo, aunque éste, en un alarde de autosuficiencia, proclame su superfluidad, e incluso puede llegar a hacerles objeto de todo tipo de ensañamiento. No se trata de ser masoquista y afirmar que esto no importe a los pastores; mas sí tienen asumido con gozo que han sido enviados al mundo, quien les aborrece en la misma medida en que su Señor fue aborrecido (Jn 15,20).

Repito, porque es importante insistir, que estos pastores no son masoquistas ni tienen ninguna pretensión de dar lecciones de nada a nadie. Son conscientes de que todo lo que son y hacen tiene un nombre y una fuente: el Amor de Dios hacia ellos. Saben que su              llamada-ministerio es una gracia; sí, sobre todo gracia. Ellos han sido los primeros en ser rescatados, y se estremecen ante el precio, exorbitantemente elevado, pagado por su rescate: la sangre del Hijo de Dios (1P 1,18). Puesto que saben esto, su anuncio está revestido de la más excelsa de todas las libertades: la de no pedir cuentas a nadie. Saben que Dios lleva a término su obra en todos aquellos que le buscan con sincero corazón: “…Pensad rectamente del Señor y con sencillez de corazón buscadle. Porque se deja encontrar por los que no le tientan, se manifiesta a los que no desconfían de él…” (Sb 1,1-2).

¡Bendito el que viene en nombre del Señor!, gritaron los niños hebreos cuando Jesús hizo su entrada mesiánica en Jerusalén a lomos de un asno, tal y como Zacarías había profetizado (Za 9,9). ¡Bendito!, gritaban jubilosamente, sin percatarse de que Aquel a quien aclamaban ciertamente venía en Nombre de su Padre…, lo que quiere decir: con su Fuerza, con su Salvación, con la Vida Eterna para todos.

Cambiamos de aclamadores. Ahora son los cielos  los que exultan, los que aclaman, los que viendo a los pastores según el corazón de Dios, gritan y aclaman: ¡Benditos los que recorren el mundo entero en el Nombre de Dios, los que van al encuentro de sus hermanos     –todos lo son- con su Fuerza, su Sabiduría, su Salvación, su Vida Eterna… ¡Benditos, sí, benditos sean estos pastores porque son hombres para los demás, para el mundo! 

 

lunes, 16 de diciembre de 2013

Cuando estés preocupado


 
 
Hoy escuché algo emocionante a una persona  que sentía una gran preocupación por muchas cosas de su vida importantes, dijo:

“No voy a dejar que esto me hunda, no voy a entrar en desesperación por perder mi ilusión o mis proyectos en la vida… Me imagino una sala de espera llena de almas y otra sala contigua repleta de cuerpos inertes deseando tener un alma para bajar a la tierra…

Y Dios preguntó a los cuerpos, uno a uno ¿Qué alma quieres tener?, ¿cuál te gustaría transportar para llevar al mundo? Cuando me llegó el turno dije: Quiero el alma de José Antonio, ese alma que a pesar de las angustias, soledades y preocupaciones, no la cambiaría por ninguna, absolutamente por ninguna”. 

Y Dios se la dio… No importan los percances, no quiso que nadie se la llevara ni para quitarle las penas ¡Qué va! Es única e irrepetible; conoció 177 países, ha vivido experiencias extraordinarias, peligrosas, angustiosas y no las cedería a nadie si con ello perdiera lo vivido, lo que libremente quiso hacer…

Esta es la razón por la que ningún hombre haría un trueque con su vida, con su familia, con el amor por sus seres queridos… No, jamás lo haríamos; todos tenemos problemas, todos sufrimos lo indecible, todos tenemos tiempos malos malísimos y buenos buenísimos, todo depende de lo que arriesguemos por un anhelo o de cómo llevar la adversidad sea cual fuere su naturaleza.

Donde hay guerra hay amor entre los que la sufren; dónde hay hambre hay unidad entre los que la padecen; donde hay enfermedad ahí están los que les aman…

 Al final, cada uno con su vida, porque la vida de cada ser humano es amada por él mismo más que por cualquier semejante. Tener una vida es el mejor regalo de Dios para el mundo, no existe nada insuperable en la tierra que haber tenido la oportunidad de vivir para seguir después viviendo.

Gracias hijo por ayudarte y ayudar a otros a superar cualquier preocupación por importante que sea… Si todos viéramos esas salas llenas de almas y cuerpos, puedo asegurarte que aceptaríamos las adversidades más profundas, pues quererse también es querer al mundo.

Sólo hay que luchar por proyectar una vida, tener esperanza y saber que Dios está ahí para sacarnos siempre una sonrisa, esa que da la luz al final del camino…   

Emma Diez Lobo

jueves, 12 de diciembre de 2013

Siento que vivimos tiempos extraños

     La medida real de un hombre es lo que queda de él una vez que le abandona el éxito. Entonces esta su medida puede ser bien una losa que le paraliza por completo, o bien la piedra angular sobre la que paso a paso se va reconstruyendo. Dicho de otra forma, la pobre medida en tus manos te hunde en la desesperación; la misma en las manos de Dios te engrandece.





 

También en nuestro tiempo  parecen estar ocultas las verdades más simples a los sabios e inteligentes.

Siento que vivimos tiempos donde los hombres ricos y poderosos, simplemente se creen sabios solo por ser ricos y poderosos.

Siento que vivimos tiempos de gran confusión, donde solo se escucha al que grita más fuerte, o mejor dicho, donde nadie escucha a nadie, porque todos creemos ser muy listos y tener la verdad.

Siento que vivimos tiempos donde se confunde la “información” con la sabiduría y la “oratoria florida” con el discernimiento.

Y es por este sentirse tan sabio y capaz que no consideramos necesario bendecir al “Padre, Señor del cielo y la tierra” como hace Jesus; Pues solo nosotros señoreamos.

Siento que vivimos tiempos extraños, donde la libertad se concibe como el poder matar a un hijo próximo a nacer, porque no encaja en nuestros proyectos personales.

Vivimos tiempos curiosos donde los apetitos y deseos personales, se confunden con derechos, aunque sean contra natura.

Vivimos tiempos oscuros, donde todos juzgamos todo y sabemos del bien y del mal y hablamos de ello como si fuéramos Dioses, y es de esta forma que vivimos ocultados de Dios.

Tal vez, solo cuando nos hagamos pobres de espíritu y dejemos de lado nuestros juicios del bien y del mal y dejemos de culpar al mundo por lo que nosotros somos y reconozcamos de una vez que el mundo y las circunstancias, no nos han obligado a ser así.

Solo cuando reconozcamos de una vez, que nuestros juicios, pensamientos, opiniones, criterios, consideraciones y emociones personales son lo más aburrido que existe y aceptemos que Dios ha perdonado al enemigo que nosotros juzgamos, y que Dios también nos ha perdonado a nosotros, solo entonces dejaremos de juzgar al mundo como si fuéramos Dioses.

El mundo no necesita de nuestro juicio ni de nuestra opinión, necesita nuestro perdón. Para ello necesariamente hay que dejar de ser juez del mundo y juez de uno mismo, y reconocer como Jesús nuestra pequeñez y reconocer como Jesús dice “todo me ha sido entregado por mi Padre” y que “solo el Padre reconoce al hijo”.

Y la verdad nos será revelada cuando nos hagamos hijos del Padre.

Pero antes hay que reconocer a Dios como nuestro Dios, como nuestro Padre y dejar de usurpar su papel continuamente.

Desgraciadamente, siento que vivimos tiempos difíciles donde cada noticia en los medios de comunicación parece anunciar que Dios no existe.

Pero si tan solo creyéramos un poquito, ¿Cómo no sentirse afortunado y privilegiado, con un Evangelio donde Dios nos revela que solo él es Dios (afortunadamente para nosotros),y nos muestra su verdad en la medida que nos hacemos pequeños?.
 
J.J. Prieto Bonilla.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Junto al Manantial de la Vida


     Amar la Palabra con todo el corazón, con todas las fuerzas y con toda el alma hasta conocer el temblor de quien se siente y se sabe amado, sin el “hasta donde ni en qué medida”. Es el temblor de saberse amado por el Eterno, el Inmortal, el Dios vivo.




Su ministerio sacerdotal va mucho más allá de los ritos externos y formalistas que, aun cuando necesarios, podrían, por su falta de profundidad, no reflejar a Dios. Es por eso que cuando predican y celebran desaparece su yo para dar paso a Jesucristo en cuyo nombre ejercen su misión, su pastoreo. Todos los hombres y mujeres que buscan ansiosamente el Camino, la Verdad y la Vida, lo encuentran en este Jesucristo que vive y actúa en ellos; es como si estos hombres  le prestaran su cuerpo para que vuelva a acontecer la Encarnación… Mucho saben de esto los pastores que viven la pasión inmortal por el Evangelio.

Encarnan, pues, al Hijo de Dios y, desde Él, comparten sus fatigas. Se da como una especie de causa y efecto entre las fatigas del alma que sobrellevan a causa de su misión y la luz que reflejan. Cuando son conscientes de esta relación causa-efecto desbordan de alegría, pues han venido a saber que su comunión con su Señor y Pastor es real. Comparten su misma fatiga, aquella que es la fuente de su luz, tal y como anunció el profeta Isaías: “Por las fatigas de su alma, verá luz, se saciará. Por su conocimiento justificará mi Siervo a muchos…” (Is 53,11).

Esta característica de los pastores no pasa desapercibida para los verdaderos buscadores de Dios. Ven en ellos una respuesta real a su hambre y sed de eternidad; la Trascendencia deja de ser para ellos algo quimérico para convertirse en algo posible, incluso palpable o, por lo menos, algo que va mucho más allá de ínfulas visionarias. Es tan atrayente esta posibilidad que, dejando de lado todo tipo de prejuicio, se acercan -eso sí, muy lentamente- hacia ellos. Saben que son lo que son porque han aprendido a vivir con Alguien…, a quien les gustaría conocer. Efectivamente, son para el mundo entero “robles de justicia y plantación de Dios que irradian su gloria”, como decía Isaías. De ellos dijo el salmista que son “como árboles plantados junto a las corrientes de agua, que a su tiempo dan el fruto, que jamás se amustia su follaje y que todo lo que hacen les sale bien” (Sl 1,3).

También Jeremías profetiza sobre estos pastores comparándolos con árboles que, junto a las márgenes del río, dan fruto incluso en año de sequía. El profeta ofrece un dato revelador que da la razón de su fecundidad: son hombres que han puesto su confianza en Dios; es tal la consistencia de esta confianza, cimentada en la experiencia que de Él tienen, que no conciben la posibilidad de que Dios les defraude. “Bendito aquel que se fía de Dios pues no defraudará su confianza. Es como árbol plantado a las orillas del agua, que a la orilla de la corriente echa sus raíces… En año de sequía no deja de dar fruto” (Jr 17,7-8).

Estos textos son profecías que, al igual que la de Isaías con la que iniciamos este capítulo, se cumplen en Jesucristo, el Hijo de Dios, y en “sus plantíos”, en estos hombres que, cercanos a su corazón, pueden decir al igual que san Juan de la Cruz: “mi alma se ha empleado y todo mi caudal en su servicio; ya no guardo ganado ni ya tengo otro oficio, que ya sólo en amar es mi ejercicio”.