domingo, 31 de julio de 2022

¿Siervo de Cristo o siervo del demonio?

 


Siervo de Jesucristo… este concepto, aplicado a los tiempos actuales, a este ambiente general que rodea nuestras sociedades, a esta mentalidad individualista que nos embarga y a las ambiciones que tenemos los seres humanos, parece completamente en desuso. Ser siervo de Cristo. Si observas los orígenes de la Iglesia, los primeros discípulos estaban dispuestos a ser mártires en las arenas del circo, a sufrir persecución por Aquel que había dado su vida por nosotros. ¿Y qué hacemos hoy, cada uno, en su vida?

Siervo de Cristo. ¿Estoy dispuesto a sufrir la ignominia del rechazo de los que me critican mi condición de cristiano? ¿Soy plenamente consciente de que en el mundo actual solo hay otro que pretende ser el dueño de nuestro destino y quiere que seamos sus siervos pues fin es apartar las almas del camino recto? Si, el mundo se mueve entre dos dueños. Uno es Satanás, el usurpador, el destructor del alma humana, para hacernos sus siervos desde la esclavitud. El otro es Jesucristo, el Salvador, que murió en la cruz para redimirnos del pecado, para hacernos sus siervos desde la libertad. Jesucristo nos quiere libres del poder de Satanás; el príncipe del mal nos quiere esclavos para que no seamos testigos de la verdad.

Siervos de Jesucristo. Ser siervo de Cristo es tener presente la belleza de asemejarse a Él, caminar con Él, entregarse silenciosamente uno mismo para romper la dureza del corazón y abrirlo a la paz, al amor, a la autenticidad, a la caridad, a la esperanza… Secretamente muchos de los que son esclavos del mundo también desean cambiar de amo y conocer a este otro Amo, Jesucristo.

Cristo nos amó tanto que no podemos más que corresponder a tanto amor.

Siervos de Jesucristo. Este término, incomprendido en la sociedad de hoy, pertenece a otro mundo que no es de aquí, proviene del santuario celestial, es de Dios, pertenece a la eternidad. Y uno tiene que sentirse sirvo de Cristo. Estar orgulloso de ser siervo de Cristo. Orar para ser un auténtico siervo de Cristo. Haciéndolo así uno adquiere la felicidad suprema. No hay nada más hermoso que servir al que te sirvió primero, al que lo dio todo por ti. Y ese es Cristo. 

 ¡Señor, quiero ser tu siervo, porque tu eres Jesucristo, Maestro de Maestros, Pastor de pastores, tu lo llenas todo por medio del Espíritu Santo con tu sabiduría, con tu amor, con tu consejo, con tu misericordia, con tu conocimiento, con tu paz, con tu generosidad, con tu humildad, con tu inteligencia! ¡Señor, quiero ser tu siervo porque eres Tu quien da la luz, porque con tu Palabra nos abres a la verdad! ¡Señor, quiero ser tu siervo para que hagas fructíferas las verdades de tu Palabra! ¡Señor, quiero ser tu siervo para vivir por la fe, teniendo absoluta seguridad que a los que buscan el reino de Dios y su justicia, todas las cosas les serán dadas por añadidura! ¡Señor, quiero ser tu siervo para no vivir anclado en el conformismo, para no tender a la inclinación a la comodidad, y al consumismo! ¡Señor, quiero ser tu siervo para aprender a seguir tus pisadas, a seguir tu ejemplo y a ver estas instrucciones como figura de simplicidad, sencillez, humildad y de absoluta dependencia en Ti!  ¡Señor, quiero ser tu siervo, para que habites en esta vasija de barro que es mi corazón, para que la extraordinaria grandeza de Tu poder sea de Dios y no mía, para que mi vida sea testimonio de tu verdad, para que sea la demostración del poder del Espíritu sobre mí, para que mi fe no descanse en la sabiduría humana sino en el Poder de Dios! ¡Concédeme, Señor, predicar con sabiduría y prudencia celestial las palabras de vida eterna que solo tú tienes, para renovar mi vida, para despertarme hacia la gracia, para alejarme del pecado, para vivir pensando en la salvación, ¡para no dejarme vencer por las tentaciones de Satanás! ¡Nunca permitas, Señor, que, como siervo tuyo, ¡pierda de vista la responsabilidad tan grande que has puesto en mis manos y por la cual debo rendir cuentas ante Ti! ¡Señor, dueño único de mi corazón, libra y guarda todo mi ser, para no caer en la tentación de seguir las invitaciones del demonio para desviarme de la verdad!

RMMC

 

sábado, 30 de julio de 2022

Domingo XVIII T. Ord.

 


 Sabios o Necios

 Hoy habla Jesús de un hombre rico cuyos campos dieron una excelente cosecha. Lo mejor que se le ocurrió fue demoler sus graneros, hacer otros mayores para almacenar los frutos obtenidos. Jesús dice de él! ¡Necio esta misma noche te pedirán el alma...! Fijémonos que Jesús no llama necio a este hombre por ser rico, por sus posesiones...etc. sino por pensar que, así como tiene mando sobre sus cosas, cree que también lo tiene sobre su vida.

 Es la necedad de quién de cara al mañana, solo consulta consigo mismo; no le pasa por la cabeza, preguntarle a Dios, contar con Él. Posiblemente iría todos los sábados a la sinagoga para cumplir con Dios, pero nada de pedirle su opinión sobre cómo proyectar su vida de cara al mañana. Por eso es necio, porque Dios no pinta nada a la hora de tomar decisiones...y esto de necios se da en los ricos, en los menos ricos y también en los pobres.

 Señor concédenos amar tu Sabiduría y no descansar hasta poseerla.

 

P. Antonio Pavía

comunidadmariamadreapostoles.com

 

viernes, 29 de julio de 2022

A un alma desde Tierra

 


      Quiero dedicar unas palabras desde tierra a un alma “en vuelo”. Pena que no haya internet celestial porque le llegaría al instante, pero la comunicación sin satélites funciona mejor, sin fallos ni “caídas de red” porque las oraciones son como rayos directos al “corazón”.

Naciste en un pequeño lugar de esta España Andalusí, Rágol ¿Sabes?, tiene nombre de regalo, y no es casualidad que lo fueras tanto para el pueblo como para Dios que tantos regalos dejó en el mundo...   

Si a ti te adelantaron “la travesía” de vuelta, será porque Dios quería tenerte a su lado por algún motivo que desconocemos. No ha sido en vano. Y ahora que puedes desde las moradas del cielo, intercede por los que necesitan de ti hasta que os volváis a ver.

Mira Mario, tal vez te hayas perdido años de física juventud, pero sé que dónde “vives” hoy, no lo cambiarías por nada: Amor eterno; salud eterna, juventud eterna... 

Ya no tienes que creer en milagros ni Evangelios, ya vives en ellos y te han premiado con el ansiado Reino que, aunque esté dentro de nosotros, tú ya lo palpas con tu alma y tu nuevo ser.

Amigo, te llevaste tanto de todos que has dejado corazones desolados, pero no te preocupes, saben que es solo un viaje con feliz y futuro encuentro. Mientras tanto, los ángeles entregarán a María todo el sentimiento de las personas que rezan por ti, pues ni una sola oración se pierde en el camino.  

  Emma Diez Lobo

jueves, 28 de julio de 2022

Ciudad bendita para Nacer

 


 ¡Qué suerte tuvieron los judíos de tener a Jesús entre ellos!, y qué pena que no Le aceptaran entonces ni acepten ahora por la temeraria tradición de los Kohamin o rabinos.

 “Nadie es profeta en su tierra” … Él lo sabía, y ahí siguen anclados a los “descendientes de Aarón” e incrédulos a las palabras de los profetas Isaías o Miqueas que Le anunciaban. ¿Serán condenados? Ni idea, pero según el Evangelio no lo tienen muy halagüeño que digamos. A ver si alguno se Lee La Palabra como está escrita desde antes de Cristo -omiten lo que les parece- o La “observa” por casualidad y se entera.

Bien que los países presumen de sus compositores, pintores, deportistas etc. y resulta que Israel no presume del HIJO DE DIOS ¡Desperdicio de supremo HONOR!  

Me habría encantado que hubiera nacido en Hispania... Porque al final, España es de Cristo... Pero tenemos el Santo Grial gracias a Saladino -Sultán de Egipto- en agradecimiento del trigo que España envió a su País en tiempos de hambruna.     

Escucha Israel, si hoy se os apareciera Moisés, os diría cuatro cosas... Ojalá meditarais “La transfiguración de Jesús” cuando se presentó a los apóstoles junto a Elías y Moisés... Pero no lo haréis y seguiréis esperando al Hijo que no volverá a nacer. No confundid su segunda venida con el Dios que aguardáis porque solo vendrá con “toga” para juzgaros.   

Cuando llegue la Nueva Jerusalén, creerán las profecías del Antiguo Testamento cumplidas en el Nuevo del Hijo-Dios, pero será demasiado tarde.     

        

Emma Díez Lobo

martes, 26 de julio de 2022

No pensar en el mañana, que cada día tiene su afán

Hacer lo mejor que podamos esto que traigo entre manos, sabiendo que "lo mejor es enemigo de lo bueno"

Cuentan de un chino que tenía un caballo. Le dijeron “hay que ver qué suerte tienes”, y él siempre decía: “no todo es como parece...” El caballo se le escapó y los vecinos fueron a consolarle “por la desgracia”: “¿Quién dice que sea una desgracia?”, comentaba. A la semana siguiente el caballo volvió, trayendo detrás una manada preciosa de caballos. Los vecinos le felicitaron por “la suerte”  “¿quién dice que sea una fortuna?” A los dos días su hijo iba a caballo y cayendo quedó cojo. Volvieron para “consolarle”: “¿quién dice que sea una desgracia?”, les dijo también. Al cabo de poco hubo una guerra y el primogénito por estar cojo se libró de tener que ir a pelear...


Tenemos idea de lo que es bueno y lo malo, pero no tenemos la perspectiva, visión de conjunto de la historia del mundo y cada uno de nosotros. Nos parece muchas veces que la vida es una carrera de obstáculos, que hay una serie de problemas ante nosotros, cada día, y que se trata de irlos superando. En cierto modo es así, pero no podemos agobiarnos con lo que está más adelante, pues el mucho mirar los obstáculos del mañana, el obsesionarse por lo que está aún lejos, puede hacer que caigamos en el obstáculo que tenemos delante, el único que existe y en el que nos hemos de fijar, para no caer: sólo existe el “aquí y ahora”, el presente, y hemos de aprovechar la memoria del pasado como experiencia, y la previsión del futuro como deseo o esperanza. Una de las causas de inquietud que tenemos en nuestro mundo es ésta: que la vida es ir solucionando problemas, a veces agobiantes porque no está en nuestra mano el resolverlos, ir con la lengua fuera corriendo hacia una paz que nunca se alcanza... En realidad, no es ésta la finalidad de nuestra existencia, sino ver en lo de cada día una oportunidad para desarrollar nuestra vocación al amor, al encuentro con Dios. Entonces, en lugar de estar inquietos, veremos la cruz de cada día, como dice el Evangelio: “Por eso os digo: No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido? Fijaos en las aves del Cielo, que no siembran, ni siegan, ni almacenan en graneros, y vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿Es que no valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Quién de vosotros por mucho que cavile puede añadir un solo codo a su edad? Y acerca del vestir, ¿por qué preocuparos? Contemplad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan ni hilan, y yo os digo que ni Salomón en toda su gloria pudo vestirse como uno de ellos. Si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios la viste así, ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe! No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer, ¿qué vamos a beber, con qué nos vamos a vestir? Por todas esas cosas se afanan los paganos. Bien sabe vuestro Padre Celestial que de todo eso estáis necesitados. Buscad, pues, primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación. A cada día le basta su contrariedad” (Mateo, cap. 6)

Mirar los lirios y los pájaros quiere decir saber contemplar, tener fe en las palabras de Jesús, que es nuestro modelo, Camino, Verdad y Vida, que lo que de veras cuenta es participar en esta aventura divina que es la vida. No podemos perdernos en amarguras de pasados y miedos del futuro. La vida es un regalo de Dios continuo, y hay que vivirla en presente, disfrutarla. Pero esto es duro para quien se deja llevar por dos peligros o tentaciones, el remordimiento del pasado y el miedo por el futuro. El pasado, con sus remordimientos de "hubieras debido actuar de manera distinta a como actuaste, hubieras debido decir otra cosa de lo que dijiste": en determinados momentos de la vida, el casado piensa si debería haber hecho otra elección o haber escogido otra persona... y así en todo; es el sentimiento de culpabilidad de "hubiera debido"; pero aún peor que nuestras culpas son nuestras preocupaciones por el futuro, esos miedos que llenan nuestra vida de "¿qué pasaría sí?"... "¿y si perdiera mi trabajo?, ¿y si mi padre muriera?, ¿y si faltara dinero? ¿y si la economía se hundiera? ¿y si estallara una guerra?"... Son los "si" que junto con los "hubiera debido" perturban nuestra vida, como decía Henri J. M. Nouwen: "ellos son los que nos tienen atados a un pasado inalterable y hacen que un futuro impredecible nos arrastre. Pero la vida real tiene lugar aquí y ahora.

Dios es Dios del presente...": no existe ni el pasado (queda sólo en la memoria, es la experiencia de la vida) ni el futuro (que forjaremos con lo de ahora), sólo existe una realidad, la presente, y ésta es la que hemos de afrontar. El stress famoso no viene con la abundancia de trabajo, sino con el estado psicológico de agobio ante el trabajo: es decir no es causado por la materialidad de tener muchas cosas que hacer sino por la sensación subjetiva de no llegar: lo que agobian son las cosas “pendientes”. Pienso que algunas personas, más bien perfeccionistas, tienden a esta “saturación”  una búsqueda de la perfección enfermiza, que genera inquietud; un compararse con los demás, hacer siempre más... Más bien deberíamos pensar que no importa ser perfecto, que la vida no es un circo en el que hay que hacer el “¡más difícil todavía!” sino que se trata de hacer las cosas lo mejor que podamos. No competir con los demás, en la búsqueda del éxito, sino sacar lo mejor de nosotros mismos. Hacer lo mejor que podamos esto que traigo entre manos, sabiendo que “lo mejor es enemigo de lo bueno”

 

Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net

lunes, 25 de julio de 2022

Amados por Dios

 

Vemos a Jesús Crucificado a la luz de este texto de Isaías:

"Despreciado, deshecho de los hombres, varón de dolores...no le tuvimos en cuenta..." (Is 53,3) Nos hay duda de que Satanás príncipe del mal sembró todo su odio contra Jesús incitando a Israel a crucificarle. Aun así, tanto Él como su Padre mostraron a toda la Humanidad su infinita grandeza y misericordia. 

 Jesús sabía que el odio y el mal se cebarían en Él, más también sabía que no le faltaría el abrazo interior de su Padre en la espantosa soledad del Gólgota. Lo dijo a los suyos antes de su prendimiento: "... Os dispersareis y me dejaréis solo... pero no estoy solo, mi Padre está conmigo" (Jn16,32b).

 Así fue, su Padre estuvo misteriosamente con Él en la Cruz haciendo como de escudo protector ante tanto escarnio y sufrimiento. 

 Si, estuvo con Él besando una a una todas sus heridas, las del cuerpo y las del alma. Lo sabemos por la profecía del salmista:"...Dios no ha despreciado la miseria del masacrado, no le oculto su rostro..." (Sl 22,25).

 Si, estuvo con Él aliviando   sus heridas con sus lágrimas...y asimismo está con nosotros, sus discípulos, cuando somos golpeados, igual que Jesús, por el odio del mundo.

  

P. Antonio Pavía

comunidadmariamadreapostoles.com

 

sábado, 23 de julio de 2022

Domingo XVII T. Ord.

 

 Hágase Señor tu voluntad en mi

 Los discípulos de Jesús, testigos de su íntima relación con el Padre le piden que les enseñe a orar. Jesús entonces les enseñó el Padre Nuestro la oración por excelencia porque en ella pedimos a Dios que nos ayude a hacer su voluntad.

  Hacer la voluntad de Dios a Nosotros se nos antoja a veces muy cuesta arriba, aun así, quien desea ser discípulo de Jesús susurra suplicante: Hágase tu voluntad en mí, en continuidad con el Hágase de María. Cuando ella respondió al Ángel: Hágase en mi según tu Palabra no sabía lo que iba a ser de ella el día de mañana, pero lo dijo.

 Sondeamos ahora el Hágase de Jesús al Padre en el Huerto de los Olivos. Su sensibilidad le pedía rechazar la Pasión, de ahí su: Padre aparta de mi este cáliz, tres veces. Otros tres susurros: Más no se haga mi voluntad sino la tuya. Dice Lucas que un Ángel le confortaba. (Lc 22,43)

 Jesús el Cordero enviado por el Padre fue confortado por Él cómo estaba profetizado "El Señor es mi pastor...conforta mi alma... (Sl 23,1)

 He ahí el secreto de nuestra fidelidad a Dios, a su voluntad en medio de las pruebas; saber que seremos confortados por Él. ¡He ahí el secreto de nuestro! ¡Hágase...!

 

P. Antonio Pavía

comunidadmariamadreapostoles.com

 

 

jueves, 21 de julio de 2022

«Día de la gente mayor»

 



Hay acontecimientos o sectores sociales que tienen un día significativo a lo largo del año. Sirve para recordar o conmemorar una gesta de la historia o para hacer visible un grupo humano o un problema que tiene la sociedad. Algunas enfermedades son destacadas en mayor medida en una jornada concreta para concienciar a todos de que conviene luchar contra las causas o consecuencias de determinada dolencia: el cáncer, el tabaquismo, las afecciones cardíacas o laríngeas…Todos nosotros nos hemos puesto en guardia ante los efectos de un padecimiento y, consciente o inconscientemente, hemos pasado a la ayuda o a la compasión de tal clase de enfermos.

También se dan las jornadas para destacar un sector social: niños, misioneros, refugiados, familia, voluntarios y un largo etcétera. Me gustaría señalar en este comentario a los ancianos, los abuelos o la gente mayor. Aunque mi reflexión va más allá de la confesionalidad de este grupo humano. Deseo un reconocimiento y gratitud en general para todos los que han dedicado su vida a la familia, al trabajo y a la sociedad. Los cristianos lo celebramos ahora porque la Iglesia les ha reservado su día, el 26 de julio, que recuerda a san Joaquín y a santa Ana, los padres de la Virgen María y, por tanto, los abuelos de Jesús. Vaya por delante nuestra oración por todos los mayores que viven alrededor de nuestros hogares, en las residencias o están ingresados en los hospitales.

En alguna otra ocasión nos hemos referido a Vida Creixent, movimiento apostólico de la Iglesia. Hemos valorado su presencia y sus actividades en muchas parroquias. Hoy la mirada se amplía a todos los ancianos, sobre todo, a aquellos que viven solos o están enfermos sin cuidados familiares, a quienes han huido de las guerras o de las hambrunas, a todos los que el desamor ha roto los lazos de la cercanía y del cariño, a aquellos que soportan con muchas dificultades la muerte de algún hijo o del mismo cónyuge. Gran cantidad de mayores necesita nuestra oración y nuestra compañía afectiva; es fundamental que nadie quede hundido por el peso de la soledad.

Si no podemos atender esta problemática extendida por todo el mundo, no busquemos excusas por la falta de implicación y preguntémonos por nuestra actitud con los que viven junto a nosotros. Además de la experiencia de gozar con su cariño y de alegrarnos de la plenitud de amor que manifiestan muchos de ellos con los nietos, tenemos a nuestro alcance escritos y conferencias de expertos que nos marcan el camino para humanizar, todavía más, nuestro mundo y nuestro entorno. Durante estas últimas semanas el papa Francisco ha dedicado su reflexión de los miércoles a esta realidad social. La Subcomisión Episcopal para familia y Defensa de la Vida ha publicado un texto muy claro que ha titulado La ancianidad: riqueza de frutos y bendiciones. Nos puede ayudar mucho en el compromiso personal y social hacia este querido grupo de personas. El documento tiene una conclusión: a la vejez necesitamos conocerla, reconocerla e “inventarla” con unas propuestas concretas que van desde la atención pastoral hasta la acogida y el encuentro intergeneracional que enriquecen cultural y socialmente las relaciones.

Termino con la enumeración de circunstancia por las que pasa la vida durante esta edad: el final de la vida laboral, la pérdida de facultades, la ausencia de compañeros de viaje, el aumento de los recuerdos y la disminución de los proyectos, el paso de ser cuidador a ser cuidado y la cercanía de la “meta”. Con estas circunstancias, todos nosotros, hijos y nietos, amigos y vecinos, estamos obligados a tener una gran compasión por la fragilidad de los mayores y a intentar comprender sus reacciones utilizando más que nada la paciencia, el cariño y la comprensión.

 

+ Salvador Giménez Valls

Obispo de Lleida

 

miércoles, 20 de julio de 2022

Jesús nos parte la Palabra

 

Un israelita cansado del absurdo de su vida sin Dios se vuelve confiado, así a Él: "Señor, mi corazón ya no es ambicioso...no pretendo grandezas que me superan...acallo mis deseos como un niño destetado en el regazo de su madre" (Sl 131)

Los que hacemos el camino del Discipulado sabemos mucho de lo que le pasa a este hombre. Hemos franqueado muchas puertas buscando nuestra plenitud y aunque hemos experimentado fases esplendorosas algo o mucho de Vida se nos escapa.

 Desearíamos como éste israelita acomodarnos en el regazo materno de Dios. Puesto bien, del deseo a la realidad no hay un paso sino una persona: El Señor Jesús. Vino al mundo para que conociéramos a Dios como Padre y a enseñarnos a descansar en Él.

 Imagen fortísima de este don la vemos en la Catequesis que dio a sus dos discípulos de Emaús. Le salió al encuentro cuando desanimados ya no esperaban nada de Él. A lo largo de la Catequesis les interpretó las Escrituras prendiendo así su Fuego en sus entrañas. Así lo testificaron ellos: ¿No ardía nuestro corazón cuando nos partía la Palabra abriéndonos su sentido?  (Lc 24,32)

 He ahí el Regazo de Dios: su Palabra llameante.

  

P. Antonio Pavía

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lunes, 18 de julio de 2022

El Señor me ha abierto el oído

 

 Profecía de un salmista sobre Jesús y sus discípulos:

 "Rechazaste sacrificio y oblación, pero me has abierto el oído...entonces dije, “aquí estoy Señor para hacer tú voluntad" (Sl 40,7-9).

 Profecía bellísima que anuncia que nuestra fidelidad con Dios, nace y crece conforme Él nos abre el oído a su Palabra. Nos preguntamos: ¿Que hemos de hacer para que el Señor nos abra el oído? Fijémonos en la Última Cena; en ella vemos a Juan- el discípulo amado- recostado sobre el pecho de Jesús. Cuidado con el sentimentalismo. Juan está acoplando su oído sobre el corazón de Jesús donde Él guardó las palabras del Padre (Jn 8,55) Estas palabras- el Evangelio- son el sublime y eterno Tesoro de los discípulos de Jesús y nuestro crecimiento como tales está en consonancia con   acoplar nuestro oído a sus divinas palabras.

 Esto es lo que estaba haciendo Juan en la Última Cena como signo, promesa y garantía de todo aquel que desea llegar a ser Discípulo Amado de Jesús. Los que verdaderamente crean esto, un día saltarán de gozo al poder decir como el salmista: ¡El Señor me ha abierto el oído! 


P. Antonio Pavía

comunidadmariamadrepostoles.com

 

sábado, 16 de julio de 2022

Domingo XVI del Tiempo Ordinario.

 

           Saber escoger

 Jesús entra en casa de Marta y María, hermanas de Lázaro. Marta piensa que debe de seguir haciendo las cosas de la casa mientras que María intuye que lo de la casa puede esperar; su corazón la lleva a escuchar las palabras llenas de Vida Eterna de Jesús. (Jn 6,68).

 A un cierto momento Marta, molesta con María, le dice a Jesús, que le ayude. Jesús le responde que su hermana supo escoger la mejor parte; que la esencia de la vida es saber escuchar a Dios, y que las cosas de la casa pueden esperar.

 Esta anécdota familiar se abre a una catequesis de vital importancia para nuestro Discipulado: que las cosas de Dios prevalecen sobre las nuestras de cada día. Jesús está refiriéndose al discernimiento respecto a nuestras cosas: amistades, trabajo, diversión, decisiones ante los problemas, nuestra misma oración, etc. Todas tienen que ser iluminadas bajo la Luz de Dios que irradia su Palabras (Jn 1,9).

 Además, cuando las cosas de Dios son prioritarias, las nuestras se hacen, con otro ánimo y por eso las hacemos mucho mejor y nos cansamos menos. Ojalá sepamos escoger nuestra prioridad, como María.


P. Antonio Pavía

comunidadmariamadreapostoles.com

 

jueves, 14 de julio de 2022

«Familias, en vacaciones no olvidéis la Eucaristía»

 

 ¡Cuántas veces hemos escuchado que la Iglesia vive de la Eucaristía! En el fondo esta verdad es tan profunda, es tan grande, que encierra en sí lo que somos como Iglesia, encierra el misterio de la Iglesia. En este misterio nos entendemos, nos descubrimos en lo que somos y en aquello que tenemos que llegar a vivir. ¿Por qué os hablo de la Eucaristía cuando muchos tomáis vacaciones, buscando unos días en familia? Porque es bueno que, como familia cristiana, como Iglesia doméstica, descubráis lo que sois, precisamente celebrando juntos la fuerza y la belleza que engendra la Eucaristía vivida por todos los miembros de una familia.

Las vacaciones son días de descanso, es verdad, pero también son días para serenarse y descubrir esto que os digo. Hay unas palabras del Evangelio de san Mateo que hemos escuchado muchas veces y es bueno recordar; me refiero a aquella promesa del Señor: «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). Es bueno que, en momentos de descanso, la familia cristiana viva y se descubra Iglesia doméstica, en la que se expresa el amor mutuo de todos los miembros. ¿Y dónde descubrirlo mejor que en la Eucaristía?

El Concilio Vaticano II nos recuerda que la Eucaristía es la fuente y la cima de toda la vida cristiana. Es Cristo quien se hace presente, es nuestra Pascua, es el Pan de la Vida, es quien nos da vida a todos. Y en la Iglesia doméstica, en la familia, ¡qué bueno es saber dirigirnos a nuestro Señor presente en la Eucaristía! En ella descubrimos la manifestación más bella y plena de ese amor inmenso del Señor por todos los hombres. Una familia cristiana no debe perder la sabiduría de ir juntos todos los domingos a vivir ese momento trascendental y único, en el que el Señor se hace presente entre nosotros para que tengamos vida, para que rehagamos la fraternidad, para que descubramos que estamos para vivir los unos por los otros… Se trata de regalar el amor mismo de Dios, que se hace presente entre nosotros para que vivamos de Él, con Él y por Él.

Es grave que la familia pierda esta condición de Iglesia doméstica. Personalmente tengo el recuerdo de ir el domingo con mis padres y hermanos, todos juntos, a celebrar la Santa Misa. Hacen falta familias que se sepan y se sientan Iglesia doméstica, que se reúnan para celebrar la Eucaristía con otras muchas familias y fieles y que, cuando el sacerdote diga: «Este es el misterio de nuestra fe», respondan con fuerza «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección, ¡ven Señor Jesús!». ¡Qué compromiso asumen todos los miembros de la familia para vivirlo después en casa y en su día a día, en todas sus relaciones! El Hijo de Dios entre nosotros quiere reconducir todo, desea hacernos ver y vivir lo que es el mundo nacido de las manos de Dios cuando lo acogemos. Es de Quien vivimos y a Quien deseamos regalar a los demás, mostrando su amor.

Descubramos la fuerza que tiene la celebración de la Eucaristía, descubramos su valor sacrificial y su fuerza para reconstruir la fraternidad. A mí personalmente me impresionan las palabras de Jesús en la institución de la Eucaristía, cuando no se limitó a decir «este es mi Cuerpo», «esta copa la Nueva Alianza en mi sangre», sino que añade «entregado por vosotros», «derramada por vosotros» (cfr. Lc 22, 19-20). No solamente nos da el Señor de comer su Cuerpo y su Sangre, sino que nos regala el valor sacrificial. Hace presente de modo sacramental su sacrificio, que cumplirá en la cruz poco después de celebrar la institución de la Eucaristía. Me agradaría que llegaseis a ver las familias que «la Misa es a la vez memorial sacrificial, perpetúa el sacrificio de la cruz, y es el banquete sagrado de la comunión en el Cuerpo y la Sangre del Señor», tal como nos recuerda la Iglesia (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1382).

Cuando os reunáis como familia a celebrar la Eucaristía, no olvidéis que la Eucaristía es sacrificio en sentido propio; nos regala el don de su amor y de su obediencia hasta el extremo de dar la vida, es don a su Padre y es don a favor nuestro, es más, es un don a toda la humanidad. ¿Os dais cuenta de lo que supone vivir de la Eucaristía? Como señala el propio Jesús, «en verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros» (Jn 6, 53). Quien se alimenta de la Eucaristía no tiene que esperar el más allá para recibir la vida eterna; la posee ya.

Muchos son los problemas que están oscureciendo el horizonte de nuestro tiempo y los retos que afrontamos: la paz, las condiciones sólidas de la justicia y la solidaridad, la defensa de la vida humana desde su concepción hasta su término natural, la naturaleza de la familia cristiana… Por eso el Señor ha querido quedarse con nosotros en la Eucaristía; transforma la vida, nuestras relaciones, nuestros compromisos a la hora de construir el mundo. ¡Familia cristiana, celebra la Eucaristía, te construye y te da la originalidad y la felicidad!

Con gran afecto, os bendice,

 

+ Carlos Osoro Sierra

Cardenal arzobispo de Madrid

 

miércoles, 13 de julio de 2022

«Yo estoy entre vosotros como el que sirve»

 

Queridos hermanos y hermanas:

Con estas palabras de Jesús, «Yo estoy entre vosotros como el que sirve» (Lc 22, 27), quiero agradecer a Dios los dos nuevos sacerdotes que ayer regaló a nuestra Iglesia burgalesa. De este modo, una vez más constatamos que el amor vence al egoísmo, y la vida rompe los esquemas mundanos. Efectivamente, quizás hoy ser sacerdote no esté de moda a los ojos del mundo, pero es el gran don que Dios nos hace, porque ellos son portadores del pan que da la vida y llena el mundo de amor, alegría y esperanza.

La misión del sacerdote es una entrega desmedida que implica ser configurado por las manos creadoras de Dios para servirle en los hermanos: en la vida ordinaria que pastorea los márgenes de las ovejas cansadas, heridas o perdidas, y en el Sacrificio admirable del Altar. En todos y para todos. Sin distinción.

El sacerdote «es un don del Corazón de Cristo: un don para la Iglesia y para el mundo», recordaba el Papa emérito Benedicto XVI, durante el Ángelus pronunciado en 2010, en la conclusión del Año Sacerdotal. Así, «plasmado por la misma caridad de Cristo y por el amor que lo impulsó a dar la vida por sus amigos y a perdonar a sus enemigos, el sacerdote es el primer obrero de la civilización del amor».

Ayer, José Ángel y Stefano fueron transformados por la gracia ministerial para ser presencia sacramental de Cristo buen pastor: una mística de brazos abiertos que, nacida de la llaga del Costado del Señor, ha de alcanzar todos los rincones de la humanidad. Es verdad que llevamos el ministerio en vasijas de barro, para que, como dice San Pablo, se vea que esta fuerza que portamos no proviene de nosotros, sino de Dios (cfr. 2 Co 4,7).

Pero también es cierto que el Señor envió el Espíritu Santo sobre los apóstoles para que en su nombre sanaran plena y profundamente todas nuestras heridas. Así mismo, en la última cena, les confió la Eucaristía para que sea alimento en el camino de la vida, presencia amorosa, consuelo y fortaleza para vivir con pasión y esperanza. Y este ministerio de sanación y de distribución generosa del pan que da la vida, la realizan los sacerdotes con generosidad y entrega.

Por eso, qué importante es orar por las vocaciones y ayudar a nuestros jóvenes a percibir la llamada de Dios y a responder con generosidad. La pastoral vocacional se revela hoy en día como una dimensión verdaderamente urgente para la Iglesia. Sois conscientes de que el número de sacerdotes va disminuyendo y cada vez cada uno tiene que atender más parroquias. Quisieran llegar a todo y a todos, pero muchas veces no pueden porque nuestra Iglesia es extensa con tantas parroquias y comunidades. Pero, como dice el Papa Francisco, ha llegado la hora de afrontar “una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación (EG, 27), Necesitamos ser audaces y creativos en implantar esta realidad.

El Reino de Dios, como nos enseña el Evangelio, llega sin hacer ruido y sin llamar la atención (cf. Lc 17, 21). Y así debe hacerse presente todo el Pueblo de Dios en medio de las vocaciones, con la escucha, la presencia y la palabra amiga. Estando dispuestos y disponibles, para que ellos sigan construyendo en todas las partes del mundo la civilización del amor.

En este día, ponemos a todos los sacerdotes de nuestra archidiócesis de Burgos y, de manera especial, a José Ángel y Stefano, en el corazón de la Virgen María. Ella, modelo de toda vocación, acogió, custodió y vivió hasta el fondo de su alma la presencia de la Palabra de Dios hecha carne. Le pedimos, pues, que con nosotros ruegue al Dueño de la mies para que mande obreros a su mies (Lc 10, 2) y que conserve la misericordia del Padre en nuestros ojos, para que nunca olvidemos –en palabras del Santo Cura de Ars– que «el sacerdocio es el amor del corazón de Jesús».

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga,

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

 

martes, 12 de julio de 2022

ELOGIO DEL DESCANSO

 


Narra el evangelista san Lucas que los Doce Apóstoles, al volver de la Misión que Jesús les había encomendado, se reunieron con el Maestro y le contaron todo lo que habían enseñado. Él les propuso ir a un lugar desierto a descansar un poco, porque eran tantos los que iban y venían a su alrededor, que no encontraban tiempo ni para comer (cf. Lc 6, 30-31). No iría mal que pusiéramos en práctica esta idea de retirarse y descansar un poco, porque también nosotros acabamos el curso cansados. Lo cierto es que vivimos en un ambiente hiperactivo, porque así es nuestra sociedad, y acabamos atrapados por tantas urgencias familiares, laborales, pastorales, etc., que al final podemos acabar cansados, saturados, desmotivados, “quemados”. Es preciso encontrar un equilibrio, físico, mental y espiritual.

Viene a mi memoria la Regla de san Benito, que es una sabia combinación de elementos precedentes de la vida monástica, una auténtica síntesis de la espiritualidad del siglo VI. Combina armónicamente la oración y el trabajo, los tiempos de trabajo, de oración personal y de lectura, de lectio divina. La relación y el encuentro del monje con el Señor también tienen lugar en el trabajo. Dispone que cada monje lleve a cabo los trabajos que le sean asignados en el monasterio. Como el Señor santificó el trabajo con su oficio de carpintero, el monje se une a Él cuando trabaja. La Regla de san Benito se convirtió en la regla común en el monacato occidental durante siglos. Ello es debido, según el papa san Gregorio Magno, a que es un monumento de la proporción, de la justa armonía con que combinan todos los elementos de la vida monástica. En definitiva, es fruto de un carisma y de una inteligencia ordenada y práctica.

“Mutatis mutandis” que decían los clásicos, es decir, cambiando lo que convenga cambiar, no iría mal que hiciéramos una adaptación los que nos encontramos en la llamada “vida activa”. El trabajo es una actividad creadora y productiva del ser humano, cuya finalidad es transformar la realidad. Es muy importante para la realización de la persona y para el desarrollo de la sociedad y, por eso, es necesario que se organice y desempeñe siempre desde el respeto a la dignidad humana y al servicio del bien común. Por otra parte, el trabajo refuerza el sentimiento de pertenencia social y posibilita la interacción con otras personas. Ahora bien, el hombre no se ha de someter al trabajo, ni llegar a dedicarle una cantidad tan excesiva de tiempo y de energía, que acabe cayendo en la adicción al trabajo.

Aprovechemos el tiempo de vacaciones para descansar, para recuperarnos, para fortalecer la mente y el cuerpo, bastante sometidos durante el curso al cansancio y desgaste. Aprovechemos las vacaciones para estar más tiempo con los familiares, para reunirnos con los amigos, para cultivar las relaciones con las personas, para charlar, para todas aquellas actividades que el ritmo de los compromisos de cada día impide cultivar durante el curso como sería de desear. Aprovechemos las vacaciones para visitas culturales, para lecturas interesantes, para largos momentos de oración y contemplación en contacto con la naturaleza, en casa o en monasterios y lugares religiosos. Al disponer de más tiempo libre, nos podemos dedicar con mayor facilidad a hablar con Dios, a meditar en la Sagrada Escritura y a leer algún libro formativo.

Por otra parte, no olvidemos que muchas personas no pueden gozar de vacaciones. Recordemos a los que pasan estrecheces económicas, los que viven solos, los ancianos y los enfermos, que a veces, en este período, sufren aún más la soledad. Hagamos todo lo que esté en nuestra mano para ayudarles, para manifestarles todo el apoyo y el consuelo de que seamos capaces.

+ José Ángel Saiz Meneses

Arzobispo de Sevilla