domingo, 22 de junio de 2014

Mi Padre os quiere


       En cada generación surgen como por encanto voces que exigen a la Iglesia 
una adaptación al “mundo real”. Estas voces que se dicen 
y creen autorizadas, olvidan que Jesucristo envió a sus discípulos
 al mundo para ser su Luz (Mt 5,14), y no cómplice de sus tinieblas.




Ahí está la extraordinaria grandeza de estos pastores, pobres y desposeídos de todo menos de su gran ambición: Dios. Saben que están en sus manos. Enriquecen a todos porque a todos ofrecen lo que sólo a Dios pertenece: la Vida. Ellos la conocen, pues brota en un sin fin de ríos, manantiales y fuentes de la Palabra que, al igual que María de Nazaret, han recibido y acogido.
Es ella –la Palabra- el termómetro que marca su fidelidad, y también la autenticidad de su ser discípulos y pastores. Por ello, y dado que son odiados y aborrecidos por el mundo, su Señor Jesús les exhortará a mantenerse en su Palabra ante las arremetidas de sus perseguidores. Jesús les está diciendo algo grandioso, que el amor y la fidelidad tienen un nombre: mantenerse en su Palabra; ella les llevará a la verdad, a la libertad y a la madurez como discípulos: “Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8,31-32).
¡Manteneos en ella por amor!, les dice su Maestro y Señor, el Gran Excluido. ¡Aceptad vuestra exclusión, que hace parte de vuestro pastoreo!, pues ella os pone en comunión conmigo; y no temáis, porque “nuestro Padre” no nos excluye. ¡Fijad vuestra tienda en la cuerda floja del rechazo a la Verdad, y sabréis lo que es estar acogidos, acompañados, sostenidos y amados! Todo esto es lo que “mi Padre y vuestro Padre” (Jn 20,17) hará por vosotros. Fijad vuestra tienda en la precariedad y conoceréis la seguridad.
No es fácil así, sin más, creer en esto. No se llega a esta madurez en el discipulado y en el pastoreo siguiendo los pasos de un plan o programa formativo. Se llega haciendo la prueba,  una y otra vez, de si el Evangelio es realmente fuente de Vida o una simple utopía como tantas otras. Experimentamos hasta que nos damos cuenta de que ¡sí, que el Señor Jesús no habló en vano!, que sus Palabras no son utopías ni quimeras, que todo lo que dijo de que su Padre cuidaría a los suyos lo cumple. Sí, dice Jesús: “…porque el mismo Padre os quiere porque me queréis a mí” (Jn 16,27).
A estas alturas ya sólo nos queda hablar de la Sorpresa de todas las sorpresas, lo nunca oído ni imaginado: que el Hijo de Dios dé a sus pastores, los que lo son según su corazón, su propio don en cuanto Palabra del Padre, el de poder –hablo de sus pastores- decir a sus ovejas lo mismo que Él dijo a sus discípulos: “¡Bienaventurados los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron” (Lc 10,23-24).
Sí, el Maestro y Señor da a los pastores según su corazón el don de abrir los ojos y oídos de sus ovejas haciéndolos accesibles al Misterio; así, sin velos, con una transparencia a la que no tuvieron acceso Moisés, ni Judit, ni David, ni Esther, ni Jeremías... Por supuesto que no estamos hablando de medidas de amor y fidelidad, esto solamente lo sabe Dios. Una última puntualización: estos pastores ofrecen este Tesoro gratis, pues así lo recibieron (Mt 10,8b). Además no hay dinero en el mundo para pagar esta Sabiduría, ni cátedras para enseñarla.


viernes, 13 de junio de 2014

Extraños


Dicen que somos extraños, nos miran perplejos.

No entienden detrás de qué vamos y piensan que hemos claudicado de buscar razones para explicar la vida y que hemos preferido alienar y adormilar nuestras almas inventándonos un Dios.

 Pero, si te detienes y les observas, buscan con su mirada, hacia dónde miras tú.

Quieren saber por qué hay algo en ti que les provoca y, a la vez, les da paz.

Tu libertad, tu dignidad, tu alegría, tu luz, tu bondad, tu lealtad, tu amor de cristiano, en fin, todo lo que tienes por el hecho de haber acogido su Palabra, son el espacio donde los hombres con los que te encuentras, se encuentran con Dios.


 Olga Alonso Pelegrín

miércoles, 11 de junio de 2014

Los míos escuchan mi Voz

    El espacio habitacional de Dios en ti es directamente
 proporcional al que tú desocupes 
en tu abrazarte al Evangelio. 
Cuanta más vida tuya entregas al mundo, 
más vida suya   –la de Dios- entra en ti.





    Escuchadle, es mi Hijo, mi Predilecto! La voz que resonó desde los cielos no admitió lugar a dudas. Aun así, la resistencia a escuchar la Verdad es una constante no sólo en el pueblo de Israel, sino también a lo largo de la historia de generación en generación. El lamento de Dios por la “sordera congénita” de su pueblo ante o frente a su Palabra, parece ser un mal crónico de todo hombre. El problema radica en que los hombres medianamente buenos           –tibios los llama Dios (Ap 3,15-16)- siempre excluyen a Dios y a sus enviados, los pastores según su corazón. La gloria de estos pastores es la de compartir exclusión con el Gran Excluido, su Maestro y Señor.
Volvemos a la Voz del Tabor: Escuchadle a Él, no hagáis como vuestros padres que sólo se escuchan a sí mismos. No le hicieron caso y, por supuesto, tampoco al Enviado. No obstante, el Señor Jesús continuó firme en su misión; no iba a permitir que el Mal, con su Príncipe a la cabeza, le arrebatase a los suyos, a los que habrían de creer en Él. Lo dijo en una ocasión: que nadie podría arrebatar a sus ovejas de su mano. “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano” (Jn 10,27-28).
Por más que el rechazo a su persona y, por supuesto, a su misión, crecía imparablemente, el Amado del Padre (Mt 3,17), fijos sus ojos en Él y en los hombres, se mantuvo fiel proclamando sin cesar el Evangelio de la Gracia. En su fidelidad, aceptó la exclusión y la muerte de malhechor (Lc 22,37), he ahí el precio que pagó por nuestra salvación; por eso Pablo llama a su predicación el Evangelio de la Gracia (Hch 20,24).
Era evidente que el Evangelio proclamado por Jesucristo desequilibraba las formas y maneras del pueblo santo, y esto no podía quedar impune. Por otra parte, no es que Jesús fuera un soñador, un irresponsable. Sabía perfectamente de las conjuras que, como hongos, crecían contra Él; sabía también que su persecución y exclusión habrían de ser patrimonio glorioso de sus discípulos; que si el mundo arremetería contra la Vid verdadera, el mismo fuego de odio alcanzaría a sus sarmientos. “Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros” (Jn 15,18). La razón de tanta aversión radica en que sus discípulos reciben de Él su Palabra, raíz y savia de su discipulado. Recordemos que “en ella –la Palabra- estaba la Vida” (Jn 1,4a). Por eso el mundo les odiará siempre. “Yo les he dado tu Palabra, y el mundo les ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo” (Jn 17,14).
El mundo les aborrece porque tiene todo menos la Vida, que es lo único que no puede ofrecer. Los discípulos la tienen por su llamada, y la dan gratuitamente porque no hay discípulo que no sea pastor. Cuando la dan, se identifican con su Maestro de tal forma que éste les reconoce como sus pastores, sí, pastores según su corazón. Dado que el signo identificador de estos pastores es la Palabra de vida por medio de la cual fueron llamados, y que, después, hecha espíritu de su espíritu, les envió al mundo, ésta se convierte en su Fuerza, el puerto seguro en la tempestad de toda persecución.
El Señor Jesús no engaña a nadie, dice a los suyos lo que les espera, para que cuando lleguen a ser considerados, como dice Pablo, “la basura del mundo y el desecho de todos” (1Co 4,13), se sientan acogidos por el Hijo de Dios como Él se sintió acogido por su Padre. Los pastores según su corazón, en su desvalimiento, se reconocen -seguimos con Pablo- ministros de Dios (2Co 6,4b). Ministros que, “aunque pobres, enriquecemos a muchos; aunque nada tienen, todo lo poseemos” (2Co 6,10).

viernes, 6 de junio de 2014

¡Ojalá fuera así!


                                                                                     

Soy cristiano… Sí, por la Gracia de Dios. Soy su hijo, su hermano, su amigo, soy el amor de Dios… Por eso nací, sólo que mi Bautismo me refirma en su Espíritu.

-Sí, muchas cosas bonitas y estupendas pero ya puedes correr…

-¿Quién, yo? Y… ¿Por qué, porque tú lo digas?

- Sí tú, porque yo lo digo… Y ten presente que no me gustas, no eres fiel a mi Dios, mi Dios dice que te elimine, tendré un lugar en el cielo…

- ¿Ese es tu Dios?, ¿el que dice que me liquides? Tu Dios es raro amigo…

- No, mi Dios es sabio y debo perseguir tu religión y a ti…

- ¡Aaaaah, ya veo! Él te ha pedido que quites una vida que Él ha creado, ¿no?

- No, mi Dios no te ha creado…

- ¿No? Y entonces ¿a ti sí? , amigo no eres diferente a mí… A los dos nos dio un alma.

- Pues la tuya es infiel, eres cristiano…

- ¿Infiel dices? O sea que tu Dios crea almas infieles y horrorosas… ¿Es así?

- Sí… Tal vez

- ¿Es que tu Dios no es bondadoso?... Amigo, aclara tus ideas, no sabes lo que dices.

- ¿Ummmmmmmmm…?

- Bien, tu Dios ordena matar lo que crea… ¡Qué horror! Te mancha las manos de sangre inocente… Pues te voy a decir lo que dice el mío: “Perdona al que te hace mal, no le juzgues, sólo ama a tu prójimo… Y estarás amándome a mí”.

- ¿Es cierto eso?, me gusta tu Dios, el mío se lo han inventado, pero no sé la razón…

- Te contaré todo lo que nos enseñó por boca de su Hijo…

- Quien ¿Aquel que murió crucificado?

- Sí, el mismo que dijo  antes de morir por manos como las tuyas: “¡Perdónales Padre porque no saben lo que hacen!” ¿Lo entiendes? Tú habrías sido uno de ellos, ahora eres mi hermano y serás un perseguido más… Ven con nosotros y di lo que yo diga: “Padre nuestro que estás en los cielos… Perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación, más líbranos del mal”.  ¿Te gusta la oración?

- Sí cristiano, ¡Perdóname y Él me perdonará, le escucharé y Él me librará de todo mal!                
                                   Ojalá fuera así de fácil, ojalá…                                
Emma Díez Lobo

miércoles, 4 de junio de 2014

Antes







“Contigo está la Sabiduría que conoce tus obras, que estaba presente cuando hacías el mundo, que sabe lo que es agradable a tus ojos, y lo que es conforme a tus mandamientos.

Envíala de los cielos santos, mándala de tu trono de gloria para que a mi lado participe en mis trabajos y sepa yo lo que te es agradable”,

Sb 9, 9-10

 Antes, mi paz y mi tranquilidad residían en tenerlo todo atado, bien planificado, nada fuera de control.

Cuanto más orden, más seguridad.

Ahora, anhelo y te pido que me enseñes a dejar reposar mi cabeza en tu corazón.

A dejar mi vida en tus manos

A confiar en que Tú te ocuparás

A disfrutar de la maravillosa  quietud del “no saber”, del “no querer”.

A no existir, para poder estar plenamente en Ti.

A no pensar, para sentirte enteramente en mí.

El Señor es mi Pastor, nada me falta

En verdes praderas me hacer recostar

Me conduce hacia aguas tranquilas y repara mis fuerzas

Salmo 22

Así ha dicho Jehová de los ejércitos: En aquellos días acontecerá que diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del manto a un judío, diciendo: Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros

Za  8, 23

Olga Alonso

lunes, 2 de junio de 2014

¡Cristianos, cristianos!!!



 
 ¿Por qué ese odio? ¿Por qué esa persecución durante dos milenios? ¿Por qué lo vaticinaba Dios?

No entiendo que hizo Jesús para crear ese sentimiento en ciertos seres humanos… Nos persiguen, nos matan, nos encarcelan, nos torturan, se mofan… ¿Puede alguien decirme por qué sólo ocurre con los cristianos?, ¿es la envidia de la fe lo que les provoca? Tengo que reflexionar…
¿Por creer en un Hombre fantástico llamado Jesús?, no puede ser…  ¿Por pensar en el prójimo?, no puede ser… ¿Por ayudar a los pobres?, no puede ser…  ¿Por rezar por un enfermo?, no puede ser… ¿Por escuchar que vino a salvarnos?, menos aún… ¿Por orar por la paz del mundo?, ¡Imposible!!!  

Jesús está crucificado por los hombres, ¿por qué a un crucificado se le quiere crucificar una y otra vez en nosotros?    
Después de décadas sigo sin comprender. Jesús curó enfermos y aún lo hace; Jesús nos dio las pautas para llevar una vida en paz y darnos la eterna, y aún lo hace, ¿qué pasa?, ¿tanto os molesta?, ¡pues dejadme en paz con mi Dios!, no me reprochéis mis creencias ¿Pues en qué os afecta? Yo os respeto; ¿sabéis?, me dijo Jesús que lo hiciera…  

Ser creyente es el sosiego de mi alma… Si tú no lo necesitas, no lo deseas ni lo quieres ¿Quién te obliga?, nadie y no pasa nada. ¿Por qué entonces me persigues tú?  
Y me quitas de en medio y me asesinas… Mátame si es tu deseo, pero no te olvides, lo harás porque te amo, porque yo creo en Él y Él está en ti…

Yo no envidio ninguna otra religión y nunca, si no eres de la mía, te quitaría la vida, siquiera por desear matarme… Sabes que moriría llamando a mi Dios, pidiendo misericordia por gente como tú y sobre todo que me perdone si no supe entenderle mejor a lo largo de mi vida.
Sólo creáis mártires para Dios… Y, como es el Dios-Jesús de los CRISTIANOS, el mío, os perdonará si se lo pedís ¿Recordáis que murió en la cruz? Lo hizo también por ti…

 

Emma Díez Lobo