jueves, 28 de febrero de 2019

¿Eres un justificado de Dios?






                                                                    
No quiero fastidiar a nadie, pero sí decir que millones de católicos están enfermos de muerte… San Alfonso M. de Ligorio -entre muchos Santos- lo dijo como lo dice el Nuevo Testamento. 

Y para aquellos que se quedaron en la Ley de Moisés y sus Profetas, les digo, que el Antiguo Testamento es la esperanza del Nuevo y el Nuevo con la Palabra, es la garantía de salvación: “Nadie va al Padre sino por Mí” (Juan 14:1-6). 
         
Hombres que perpetuáis en la esclavitud de los hombres, no seréis justificados ante Dios, pues los Mandamientos de la Ley por si solos, no os justificarán, solo la FE en Cristo.

Leed lo que Pablo predicó a los Gálatas sobre la Ley y la Palabra… ¿Es que no teméis no ser defendidos por Dios? 
  
“Nadie es Profeta en su tierra” y muchos de vosotros estabais y seguís en ella… Miedo me dan las almas esclavas de lo Antiguo; miedo me dan las almas que se alistan a las nuevas palabras inventadas y, miedo me dan los que teniendo la Gracia de “ser católicos”, ni escuchan, ni redimen, ni miran el Evangelio
    
Todo cambió para la humanidad después de Cristo… “Tierra y cielo pasarán pero mis palabras no pasarán”.  No te comas tu propia condena (Corintios 11) y piensa en el último día cuando Dios te pida la renta de su Evangelio ¡Qué desgracia tener las manos vacías por no escuchar! No basta con la vida que llevas…  

Si quieres el perdón, cumple con el Hijo y lo sabrás. Los 10 Mandamientos, te repito, no te justificarán.

Así está Escrito, lo siento…  

Emma Diez Lobo


miércoles, 27 de febrero de 2019

SILENCIO Y ORACIÓN



Algunos han entendido las palabras de Jesús; muy pocos han entendido su silencio. (Jean Lafrance)

Aprender a orar es aceptar la pobreza de callar y sentir el silencio. Es éste un silencio que, a la larga, resulta elocuente. (Jaume Boada)

Atender a ser sólo pura mirada es sencillamente: ser, unos ojos, un oído… Eso es el silencio. Ver una flor, mirar una flor y decir: “es flor”, me separa de la flor. El silencio es verla sin mencionarla. (José F. de Moratiel)

Calla ante los hombres, pero guarda tu corazón abierto para percibir por encima de sus palabras su angustia existencial. Tal vez te pidan pan, un servicio material, o no tengan necesidad de nada, pero si te hablan es que tienen hambre de tu sonrisa y de tu amistad, en definitiva, de Dios. (Jean Lafrance)

Cuando uno se sumerge en el silencio, comprende que no es para un rato. No se trata de hacer silencio, sino de serlo. No se trata de hacer el amor, sino de amar. (José F. de Moratiel)

De toda palabra ociosa que hablen los hombres darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás declarado justo y por tus palabras serás condenado. (Evangelio de San Mateo)

El progreso en la oración es el de un continuo empobrecimiento. … (…) … en la oración todo termina por reducirse a una sola intuición o a algunas palabras repetidas indefinidamente. Por ejemplo, el puro sentimiento de la presencia de Dios te mantiene en silencio a lo largo de toda tu oración, o murmuras durante horas una sola invocación como la oración de Jesús. La experiencia de la oración se parece a la de la amistad. En los comienzos, sientes la necesidad de comunicar a tu amigo muchos pensamientos y sentimientos, y, poco a poco, las palabras disminuyen para mantenerte en un profundo silencio ante el otro. Lo mismo sucede en la oración: a medida que avanzas, el silencio va adquiriendo más tiempo e importancia que las palabras. Todo tiene lugar en un más allá de las palabras y te basta una breve palabra de la Escritura para alimentar toda tu oración. (Jean Lafrance)

El silencio necesita separarse para ser uno mismo. Es costoso porque no vamos a encontrar respaldos ni apoyos. Atreverse a ser uno mismo se paga caro y la travesía nos lleva a una soledad a la que no estamos acostumbrados. (José F. de Moratiel)

En la oración sucede como en el amor humano: al principio abundan las palabras, después se hacen más escasas, más verdaderas y más profundas, hasta el momento en que desaparecen en el silencio. (Jean Lafrance)

La lengua contamina todo el cuerpo. (Carta del Apóstol Santiago)

Ningún hombre ha podido domar la lengua; es un mal turbulento; está llena de veneno mortífero. (Carta del Apóstol Santiago)

No es posible que esta altísima sabiduría y lenguaje de Dios, cual es la contemplación, se pueda recibir menos que en espíritu callado y desarrimado de sabores y noticias discursivas, porque así lo dice Isaías por estas palabras (28, 9) diciendo: ¿A quién se instruirá en el conocimiento?, ¿a quién se le hará entender lo que oye? Y él responde: A los destetados de la leche, esto es, de los jugos y gustos, y a los retirados de los pechos, esto es, de las noticias y aprehensiones particulares. (San Juan de la Cruz)

No habléis mal unos de otros, hermanos. El que habla mal de un hermano o juzga a su hermano, habla mal de la Ley y juzga a la Ley; y si juzgas a la Ley, ya no eres un cumplido de la Ley, sino un juez. Uno solo es legislador y juez, el que puede salvar o perder. En cambio, tú, ¿quién eres para juzgar al prójimo?. (Carta del Apóstol Santiago)

No juréis ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ninguna otra cosa. Que vuestro sí sea sí, y el no, no. (Carta del Apóstol Santiago)

Para orar sólo necesitas ofrecer tu pobreza, tu silencio, tu tiempo y tu deseo. Dios te concede gratuitamente, como un don de su amor, lo que te falta. (Jaume Boada)

Que cada uno sea diligente para escuchar y tardo para hablar. (Carta del Apóstol Santiago)

Si alguno habla contigo de cualquier cosa, no discutas con él. Si lo que te dice está bien, di: “Bueno”, Si está mal, di: “Tú sabrás lo que dices”. Y no disputes con él de lo que ha hablado. Y así tu alma tendrá paz. (Padres del desierto)

Si alguno no cae al hablar, ese es un hombre perfecto, capaz de refrenar todo su cuerpo. (Carta del Apóstol Santiago)

Si es cierto que Dios está en todas partes dando el ser a todos los seres, no es menos cierto que sólo accede a su Presencia Amorosa aquel que ha hecho de su propia interioridad un lugar de silencio, un espacio sagrado de soledad, donde ningún apego  -que no amor- a las criaturas, lo torna opaco y embotado para lo divino. (Antonio López Baeza)

Si quieres orar, empieza por estar atento a tus hermanos. Sé acogedor y silencioso ante ellos, escúchales en profundidad, discerniendo, más allá de sus palabras, el sufrimiento o la alegría que no llegan a expresar. Deja que todo esto penetre tu corazón, desaparece ante el otro; esto es perder la vida por los hermanos. (Jean Lafrance)

Todo hombre que se deleita en una multitud de palabras, aun cuando diga cosas admirables, está vacío por dentro. (Thomas Merton).

“Me he arrepentido muchas veces de haber hablado; jamás de haber callado». (Xenócrates)


martes, 26 de febrero de 2019

SILENCIO



Calla, hermano, no metas ruido, que estoy hablando a Dios.

Callemos a todo, para que en el silencio oigamos los susurros del amor, del amor humilde, del amor paciente, de amor inmenso, infinito que nos ofrece Jesús con sus brazos abiertos desde la Cruz.

Callemos, el ruido de las palabras estorba.

Callemos, guardemos silencio, pues en él hallaremos, si sabemos buscarlo, nuestro tesoro, que es Dios.

Callemos, lo mismo cuando somos consolados por el Divino Jesús, que cuando estamos a solas con nuestra cruz.

… como tengo tanto que me bulle dentro, encuentro el silencio más apropiado.

Con el silencio el sufrimiento es más eficaz.

Con silencio, oración y mucha locura por dentro, se espera muy bien la llegada…, y todo llegará.

Cuando callamos es cuando más cosas decimos.

Cuanto más silencio tengamos, más cerca estaremos de Dios y más lejos del mundo al que queremos olvidar.

El secreto del Rey se mancha y pierde brillo al publicarse. Ese secreto del Rey es el que hay que ocultar para que nadie lo vea. Ese secreto que muchos creerán son comunicaciones divinas y consuelos sobrenaturales…, ese secreto del Rey que envidiamos en los Santos, se reduce muchas veces a una cruz.

El silencio de la noche hace grande la más pequeña oración.

El silencio del Rey se mancha con el hálito de la publicidad.

El silencio es donde el alma que goza de Dios esconde sus delicias.

El silencio es el recreo del que está alegre y hace la felicidad del enamorado de Dios.

El silencio es más agradable a Dios que el hablar, aunque sea de cosas espirituales.

El tener quieta la lengua hace descansar al corazón.

En el silencio es donde muchas veces se encuentra el consuelo que no pueden dar las criaturas.

… es tan difícil no ofender a Dios con la lengua.

Me hablas de tu oración, del estar en silencio delante de Dios… Te entiendo; no quieras ni pidas más. Sobre esto ¡si te pudiera hablar! Pero por escrito es muy difícil, aunque sé lo que eso es… ¡Qué bien se está así!, ¿verdad? Dios inunda el alma con una suavidad… ¡Señor, Señor!, ¿qué hemos hecho, dónde nos meteremos, hermana?

Mientras no busquemos a Dios en el silencio y en la oración, mientras no estemos quietos, no hallaremos paz, ni encontraremos a Dios.

Mucha gente me pregunta acerca del silencio de la Trapa, y yo no sé qué contestar, pues el silencio de la Trapa no es silencio…, es un concierto sublime que el mundo no comprende… Es ese silencio que dice “no metas ruido, hermano, que estoy hablando con Dios…” Es el silencio del cuerpo para dejarle al alma gozar en la contemplación de Dios. No es el silencio del que no tiene nada que decir, sino el silencio del que teniendo muchas cosas dentro y muy hermosas, se calla, para que las palabras que siempre son torpes, no adulteren el diálogo con Dios. Es el silencio que nos hace humildes, que nos hace sufridos, que al tener una pena nos la hace contar solamente a Jesús, para que Él también en silencio nos la cure sin que los demás se enteren.

El silencio es necesario para la oración. Con el silencio es difícil faltar a la caridad….

Nada encuentro en los libros; solamente en el silencio de todo y de todos…, en ese silencio que ni el pensamiento se atreve a turbar, en ese silencio que rumia amores y esperanzas, solamente ahí se puede vivir.

Nada me dicen las criaturas…, todo es ruido… Sólo en el silencio de todo y de todos, hallo la paz de tu amor… Sólo en el humilde sacrificio de mi soledad, hallo lo que busco…, tu Cruz…, y en la Cruz estás Tú, y estás Tú solo, sin luz y sin flores, sin nubes, sin sol…

No busques quien te hable de Él…, te llevarás muchas desilusiones y no hace falta, pues “no sabrán decirte lo que quieres”, y hasta parece que ocultando el amor que a Dios tienes, le quieres más…

Nuestra paz en el mundo aumenta a medida que aumenta nuestro silencio.

Oculta a Dios dentro de ti; ten tus ratos de silencio y tu oración, pero que nadie se entere.

Por el alma silenciosa navegan los pensamientos de Dios; y cuanto más silencio, más paz, más serenidad y más facilidad para estar en la presencia del Señor.

Que tu vida sea renuncia, sacrificio, oración y silencio.

Silencio, oración, renuncia y sacrificio con la risa en los labios y paz en el corazón, eso es amor.

Solamente en el silencio se puede vivir, pero no en el silencio de palabras y de obras…, no; es otra cosa muy difícil de explicar… Es el silencio del que quiere mucho, mucho, y no sabe qué decir, ni qué pensar, ni qué desear, ni qué hacer… Sólo Dios allá adentro, muy calladito, esperando, esperando, no sé…, es muy bueno el Señor.

Soledad y silencio es el marco imprescindible a la oración.

Veo mi camino tan sencillo…, amor de lleno a Dios y silencio con los hombres.

(San Rafael Arnaiz)


lunes, 25 de febrero de 2019

Un silencio elocuente







Cuando uno entra en clausura, lo que más llama la atención a los «de fuera» y así se comenta con frecuencia, es que allí se percibe, se respira y hasta se oye el silencio que envuelve, el oasis de reposo, la tranquilidad y el descanso tan diferentes del mundanal ruido al que estamos acostumbrados. ¿Qué dice Dios en su silencio? Por toda respuesta, expresando con toda sencillez sus propias vivencias, responden los contemplativos con su vida más que con sus palabras; Son ellos, los contemplativos, depositarios de los secretos de Dios. En medio de su soledad y silencio, reciben la infusión secreta de la elevación. En ésta se comunica y revela el mismo Dios.

El contemplativo pasa el día y la noche en trato asiduo con el Señor en la oración, en el silencio del amor, perdido en Él. En su misericordia y bondad infinitas, Él regala a veces al contemplativo una viva experiencia cuando le pide «inclinar su oído» y escuchar su oración. Esto inunda de alegría grande, al tiempo que compromete a mucho. Y llega a estremecerse ante tanta misericordia y condescendencia divinas. Más aún, agradece y aprovecha esta intercesión y amor con que Dios le trata e intenta alcanzarla para todos los hombres. Esto es lo que da al alma del contemplativo una alegría y empuje sobrenaturales, maravillosos.

El lenguaje del contemplativo es su propia experiencia de Dios. Nadie se lo ha contado, sino que él la ha gustado muchas veces. El silencio del contemplativo nos habla también del sentido de nuestra existencia. Nos explica quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, cuál es nuestra meta y nuestro galardón. Su silencio nos habla de que en Dios vivimos, nos movemos y existimos. Silencio, que es experiencia del Infinito que nos rodea. Estamos, por lo mismo, inmersos en Él. Un silencio llama a otro «silencio», cuando, «con voz de aguas caudalosas», irrumpe en él y lo deja sumergido en su propio Ser. El silencio del contemplativo habla del eterno y de la eternidad, del cielo y de la suprema felicidad, que Dios ha preparado para todos y que nos dará de hecho. Importa, pues, que sepamos gozar de ella.

Rafael Palmero 


domingo, 24 de febrero de 2019

La medida que uséis la usarán con vosotros





        Esta podría ser una máxima de corte social, un consejo de unos padres o maestros a sus hijos o discípulos, el lema que una persona pondría en su heráldica, etc. Entra dentro de la lógica del vivir diario: según actuemos con los otros así los otros procederán con nosotros. Somos como un espejo que refleja aquello que se le pone delante, si actuamos con buenos modales lo más probable es que recibamos un trato educado y si gritamos, con toda probabilidad, nos devolverán el grito. Aunque también es verdad que a veces, por desgracia, no pasa así cuando nos encontramos con seres malencarados, maleducados o simplemente con maldad, que los hay y muchos.

        Lo que ocurre es que esta norma de conducta no es herencia de unos padres o maestros, sino del Maestro por antonomasia. Es la doctrina del Hijo encarnado de nuestro Dios. Con lo cual debemos contemplar este principio como doctrina divina y por ende debemos tenerla en cuenta como tal.

        ¿Qué nos quiso decir? A mi parecer, en principio, opino que nos quiere decir que su doctrina no está muy lejos del saber actuar humano, que no quiere imponernos unas normas que solo las puedan cumplir unos cuantos superhombres, que ha tomado algunas cosas humanas y les ha elevado el sentido. Nada más. Bueno, nada más y nada menos. Que al hacerse hombre sabe medir las fuerzas humanas y no quiere imponernos unas cargas superiores a nuestra capacidad.


        Creo que también nos dice que cada vez que hagamos algo que levantemos la vista y pensemos que a aquel a quien se lo estamos haciendo es un hijo de Dios, por tanto estamos, automáticamente, elevando el valor de una mera acción humana a un actuar divino. Que el valor de esa acción no es por quién la hace, sino por aquel a quien va dedicada; de ahí que podemos santificar nuestro vivir diario si se lo ofrecemos a Él y vemos en nuestros semejantes, hasta en la más pequeña acción, a otros cristos. Que siempre nos demos cuenta y nos acordemos que somos un instrumento suyo.

        Gracias, Señor, por haberte hecho hombre para hacernos las cosas más sencillas a los hombres. Gracias por habernos dado ejemplo en nuestras pautas de comportamiento. Gracias por no habernos impuesto una doctrina difícil de cumplir. Gracias por condensar toda una magnífica religión en una palabra: amor.

Pedro José Martínez Caparrós

sábado, 23 de febrero de 2019

VII Domingo del Tiempo Ordinario




Compartir la misericordia del Padre es la quinta esencia del mensaje y vida cristiana. El cristiano, unido a Jesús, es hijo de Dios y comparte su ADN, que es la misericordia. Igual que el Padre es amor misericordioso, así debe serlo su hijo.

El amor misericordioso tiene dos características, sintonizar con la persona y hacer todo lo posible para ayudarle en su situación. En las situaciones positivas goza con el que goza, evitando ser un aguafiestas, y en las negativas hace todo lo posible para superar la situación. Así es el amor del Padre, que comprende a cada uno y ha hecho todo lo posible para ayudar a la humanidad caída enviando a su Hijo, así es el amor del Hijo que sintonizó con la humanidad, haciéndose hombre “a pesar de su condición divina”, e hizo todo lo posible para ayudarle dando su vida por nosotros. Así debe ser el amor del discípulo.

Sintonizar no es cuestión de “sentir”, pues esto depende de la psicología de cada persona, sino de intentar meterse dentro de la persona para comprender su situación y ayudar desde ella. Por ello Jesús, en el caso extremo del enemigo, habla de orar por los enemigos, hablar bien, mantener una postura positiva ante sus necesidades, excluir la venganza (primera lectura). Todo esto excluye la postura paternalista del que ayuda “desde arriba”, la frialdad del que actúa “desde fuera”, la superficialidad del que no se toma en serio la situación del hermano.

Vivir la misericordia es un don y una tarea. Ya hemos recibido la posibilidad de vivirla al comenzar nuestra existencia de hombre celestial (segunda lectura), ahora nos toca crecer hasta el final de nuestra existencia en que seremos examinados de misericordia.

La Eucaristía es la fuente que nos permite comulgar con la fuente de la misericordia y alimentarla.

Dr. Antonio Rodríguez Carmona

jueves, 21 de febrero de 2019

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?




        “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Jesús nos interpela directamente, quiere oír de nuestra propia boca qué opinamos, qué creemos, por qué lo seguimos, hasta dónde llega nuestra fe. Nuestra respuesta, como en su día la de Pedro, tiene mucha importancia para Él y quiere que con nuestra propia reflexión calibremos y estemos seguros de las consecuencias de su seguimiento.

        A cada uno nos pregunta: para ti, ¿quién soy? Ante esta pregunta tan directa y personal no cabe nada más que una respuesta sincera y personal. Cada cual en el instante de escuchar la interpelación tendrá que dar su respuesta y esta en circunstancias normales deberá coincidir con la de Pedro. Pero ¿y cuando nos encontramos en horas bajas? ¿qué respuesta damos al Señor? En este caso a lo mejor tendrá que increpar nuestra actitud como al segundo Pedro. Entonces avergonzados solo nos quedará que decirle que tenga en cuenta que somos hombres y por tanto nos cuesta pensar como Dios, que tenga paciencia con nosotros, que no desespere ni nos abandone y nos conceda una nueva oportunidad.

        Cada cual a su modo y según su conciencia, porque no lo podemos engañar, le tendremos que dar nuestra respuesta personal e intransferible: Un amigo al que acudo de vez en cuando si me vienen mal dadas. Un buen amigo al que todo se lo cuento y al que acudo cuando tengo alguna necesidad porque nunca defrauda. El amigo íntimo que nunca me falla, que siempre está dispuesto, que me aconseja lo mejor, que aguanta sin inmutarse mis estupideces porque es congruente en su amor. Es mi Dios y Señor al que todo le debo y como a tal lo tengo que tratar con respeto y proclamarlo sin miedo ni vergüenza ante los demás y además es este amigo íntimo, confidente y paciente con mis pecados que ha demostrado hasta saciedad, derramando hasta la última gota de su sangre, que me ama y al que amo de todo corazón.

        Ojalá y esta última sea mi respuesta no retórica, sino verdadera y sentida.

Pedro José Martínez Caparrós

martes, 19 de febrero de 2019

Cristo, el buen pastor



"Yo soy el buen Pastor, y conozco a mis ovejas, es decir, las amo, y ellas me conocen a mí. Es corno si dijese con toda claridad: «Los que me aman me obedecen.» Pues el que no ama la verdad es que todavía no la conoce. 

Ya que habéis oído, hermanos, cuál sea nuestro peligro, pensad también, por estas palabras del Señor, cuál es el vuestro. Ved si sois verdaderamente ovejas suyas, ved si de verdad lo conocéis, ved si percibís la luz de la verdad. Me refiero a la percepción no por la fe, sino por el amor y por las obras. Pues el mismo evangelista Juan, de quien son estas palabras, afirma también: Quien dice: «Yo conozco a Dios», y no guarda sus mandamientos, miente. 

Por esto el Señor añade, en este mismo texto: Como el Padre me conoce a mí, yo conozco al Padre y doy mi vida por mis ovejas, lo que equivale a decir: «En esto consiste mi conocimiento del Padre y el conocimiento que el Padre tiene de mí, en que doy mi vida por mis ovejas; esto es, el amor que me hace morir por mis ovejas demuestra hasta qué punto amo al Padre». Referente a sus ovejas, dice también: Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy vida eterna. Y un poco antes había dicho también acerca de ellas: El que entre por mí se salvará, disfrutará de libertad para entrar y salir, y encontrará pastos abundantes. Entrará, en efecto, al abrirse a la fe, saldrá al pasar de la fe a la visión y la contemplación, encontrará pastos en el banquete eterno. 

Sus ovejas encontrarán pastos, porque todo aquel que lo sigue con un corazón sencillo es alimentado con un pasto siempre verde. ¿Y cuál es el pasto de estas ovejas, sino el gozo íntimo de un paraíso siempre lozano? El pasto de los elegidos es la presencia del rostro de Dios, que, al ser contemplado ya sin obstáculo alguno, sacia para siempre el espíritu con el alimento de vida. Busquemos, pues, queridos hermanos, estos pastos, para alegrarnos en ellos junto con la multitud de los ciudadanos del cielo. La misma alegría de los que ya disfrutan de este gozo nos invita a ello. Por tanto, hermanos, despertemos nuestro espíritu, enardezcamos nuestra fe, inflamemos nuestro deseo de las cosas celestiales; amar así es ponernos ya en camino. Que ninguna adversidad nos prive del gozo de esta fiesta interior, porque al que tiene la firme decisión de llegar a término ningún obstáculo del camino puede frenarlo en su propósito. No nos dejemos seducir por la prosperidad, ya que sería un caminante insensato el que, contemplando la amenidad del paisaje, se olvidara del término de su camino.” 

(De las Homilías de San Gregorio Magno)


lunes, 18 de febrero de 2019

¿De derechas?


                                                                                                    
 No entiendo muy bien, no sé qué quiere decir “derechas”… Aquel que lo imputa, no es bueno, pero aquel que se lo crea tampoco es mejor… La maldad se decanta e instala en el alma de los anti Dios y, en los que se definen como tales. No hay “derechas” en Dios, no hay fascismo en Dios, va contra su Ley.

Dios es caridad y humildad. Los que alardean de su status o de su Poder, son unos imperdonables “fachas” que Dios jamás acogerá en su seno. Dios es todo menos “facha” - y ningún Santo de Dios lo fue-. 

Estar orgulloso de tu Bandera, de su defensa, de llevar el Espíritu de Dios y difundir su Palabra donde se acuñan los valores, no es ser “derechista”, es sencillamente ser católico y políticamente, un hombre que defiende la integridad moral y física contra aquellos que solo saben odiar, mofarse de la Fe, mentir, escandalizar y romper la convivencia. A los ojos de Dios viven y a los ojos de Dios se juzgarán. 
            
Yo no soy de derechas, ni fascista, ni fanático. Soy de la Palabra que me hace libre para defender mi Nación y mi Dios. España fue Consagrada al Corazón de Jesús el 30 de Mayo de 1919 por el Rey Alfonso XIII.   
  
Como dice VOX (Partido político Español), no somos de derechas sino del sentido común.

María, protégenos de nuestros enemigos… Y ayuda a los que abogan por la vida, la unidad, el progreso y la Paz. 
    
Emma Díez Lobo

sábado, 16 de febrero de 2019

VI Domingo del Tiempo Ordinario





El reino de Dios privilegia a los cristianos empobrecidos

Jesús vivió pobre, austero. Valoró los bienes, no los despreció, pero  como medios para vivir y no como fin que determina la vida. Por eso en Nazaret vivió del trabajo de sus manos y durante su ministerio de las limosnas y hospitalidad que le ofrecían sus seguidores. Compartía la mesa con los que le invitaban a comer, incluso había quien le tachaba de “comilón y borracho” (Lc 7,34), pero por otra no tenía donde reclinar la cabeza (Lc 9,58). En este contexto llama bienaventurado a los pobres   en cuanto que viven en una situación que les facilita la entrada en el reino de Dios.

El evangelio de hoy se refiere a un caso concreto, pero que siempre tiene actualidad: los discípulos perseguidos y empobrecidos por su fidelidad al reino de Dios y, al contrario, declara en una situación desastrosa a los que viven con abundancia de bienes y entre alabanzas. Se trata de juicios existenciales. No es que las riquezas sean malas de forma que todos los ricos se condenan sino de situaciones concretas en que los que tienen bienes se dejan cegar y ensordecer por ellos y no acogen la palabra de Dios que invita a la conversión. El evangelio es luz que ilumina todo tipo de injusticia  y sal que purifica de ellas, por ello normalmente todo discípulo que es fiel va a tener problemas y rechazos, en cambio, vivir sin dificultades es señal de que su vida no ilumina ni purifica nada por lo que no crea rechazos. Por ello bienaventurado el empobrecido, que pasa hambre, que llora, que es perseguido, en cambio, ay de vosotros si os alaban (evangelio). En este caso la pobreza no es el mal absoluto que hay que evitar, solo es un mal relativo, que será ampliamente compensado con el reino de Dios y, por otra parte, es signo de fidelidad a Jesús.

El mensaje tiene mucha actualidad porque también hoy presentarse y actuar como cristiano puede implicar ser marginado en la vida política y en otras facetas de la vida social. Es una faceta del “negarse a sí mismo” del que sigue a Jesús, lo que implica que Jesús tiene que ser el primer valor para ser seguidor.
La eucaristía es un momento privilegiado en que renovamos y alimentamos nuestra opción existencial por Jesús y aceptamos todas las consecuencias

Dr. Antonio Rodríguez Carmona

jueves, 14 de febrero de 2019

El valor redentor del sufrimiento




El hombre ha buscado durante toda su existencia sobre la tierra solo una solución que pueda mitigar el dolor de los hombre, todas aquellas clases de sufrimiento que han llevado al ser humano a la más profunda tristeza a las más agonizantes horas de angustia y ansiedad. Siempre el dolor ha sido estigmatizado como la peor circunstancia por la cual puede pasar un ser viviente, es el preciso momento en nada funciona como queríamos que la vida nos come vivos, algunos son físicos mientras que otros son tan mortales que calan en el alma y no solo destruyen al hombre interno sino también al externo estos son llamados dolores espirituales, heridas de alma que no curan tan fácil con medicamentos. 

El sufrimiento hace parte de la identidad humana nuestra entrada está marcada por el sufrimiento desde el primer momento que dejamos la seguridad del vientre materno este es nuestro primer traumatismo hasta que nos marchamos y dejamos esta tierra, el ser humano llega a la vida marcado por el dolor y el sufrimiento darle la espalda al dolor es darle la espalda a nuestra propia realidad. 

Definitivamente este sufrimiento está ligado al mal y entonces la pregunta es ¿Por qué sufro? Y en medio de estas angustiantes preguntas solo podemos hacharle la culpa a Dios o simplemente las personas que más amamos terminan siendo víctimas de nuestra muerte en vida ¿Por qué hago sufrir al demás? y la pregunta correcta para nuestro sufrimiento seria ¿para qué sufro? Este ¿para qué? abarca una causa, una razón, y una finalidad. 

Víctor Franklin un gran psicoanalista quien dedicó toda su vida investigar sobre el sentido del dolor del hombre y quien estuvo en los campos de concentración nazi decía: “Lo único que hace la diferencia entre los que sobreviven donde otros están muriendo es que los que sobreviven le encuentran sentido a su dolor” Algunas personas de las que han sufrido situaciones adversas han encontrado alguna motivación para algunos de ellos fue su familia, para otros su hijos para otro poco sus esposas. Elizabet Hiulibert Rost también psicoanalista fue llamada “la mujer de la muerte” ya que dedico toda su vida acompañar enfermos terminales ella en algunas de sus visitas a estos enfermos visito algunas barracas nazis donde encerraban a los niños y descubrió que en las paredes habían orugas y mariposas pintadas ellos reconocían algo maravilloso que su muerte tan solo era el tránsito de la oruga que se convertía en una hermosa mariposa… 

El dolor y la cercanía a la muerte nos vuelve auténticos, nos hace libres solo es en las peores circunstancias donde realmente aprendemos a vivir la vida como verdadero regalo que se nos da como gracia a los hombres… Es allí donde el ser humano descubre que la vida es bella, es donde el hombre descubre su debilidad y se reencuentra realmente consigo mismo, es también donde aprendemos a crecer y a madurar…No sé qué te haga sufrir hoy…

No sé qué heridas haya en tu corazón… Pero solo quiero que sepas que jamás estas solo…Que Dios está contigo que él te ama, que jamás se ha olvidado de ti y que de seguro este sufrimiento pronto pasara todo depende con la valentía con que la asumas… 

Sé que ya pronto sabrás que sentido tenía todo esto que estás viviendo…No te desanimes y recuerda que “Fuerte no es que nunca cae sino el que cayendo aprende el motivo de su caída y se levanta” y si por alguna razón no crees en Dios entonces te invito a que viajes a lo más interno de ti y te preguntes ¿Cuál es tu motivación? y de seguro encontraras la respuesta para poder continuar... El hombre es un aprendiz: el dolor es su eterno maestro.



martes, 12 de febrero de 2019

¡Por la mañana sácianos de tu Misericordia, Señor!





Reflexiones al Salmo 89

Antes que naciesen los montes, o fuera engendrado el orbe, desde siempre y por siempre tú eres Dios…

Ya la Antífona inicial nos invita a saciarnos de Dios. Y es que la Palabra de Dios sacia todas las ansias del hombre. En el Evangelio de Marcos, (Mc 14, 13-21) no cuenta el milagro de “los panes y los peces”. Jesús en su predicación, llegada una hora  avanzada, ante el entusiasmo de la gente, que no se quiere ir, les pide que se recuesten en la hierba, - bellísima imagen de las ovejas  a la escucha de su Pastor -, y realiza el milagro. Y dice concretamente el Evangelio, que al comer el pan del milagro, que representa el Pan de la Palabra, “se saciaron”.
Pues, de esa misma forma, comienza el Salmo, pidiendo a Dios el saciarnos de las mieles dulcísimas de su Palabra.

Y dice el salmista, saciado de Dios, que él siempre ha estado ahí desde siempre…incluso cuando no le percibía, aun cuando no sentía su Presencia. Incluso, desde antes “que naciesen los montes”. Sabemos que los montes, en le lenguaje bíblico, representan los lugares donde habitan nuestros ídolos…Pues, incluso antes de que nuestros ídolos tomaran posesión de nuestro entender, ya Dios nos tenía presentes en su Pensamiento.

… ¡Cómo nos ha consumido tu cólera, y nos ha trastornado tu indignación!...” Pensemos que la expresión, que refiere a la cólera, o la ira, o la indignación de Dios, más que confundirnos con la idea de una determinada expresión divina que puede infundirnos temor, llevada del “color” de la imaginería oriental, que anuncia con imágenes lo que quiere expresar con palabras, revela una actitud de Dios, que se acerca al hombre para su purificación. Y resuelve la estrofa, con este hermoso versículo: “…pusiste nuestras culpas ante, ti, nuestros secretos ante la Luz de tu Mirada, y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera, y nuestros años se acabaron como un suspiro…” Es decir, a la luz del Evangelio, que es la Mirada de Dios, puestos nuestros pecados ante Él, florece el perdón, olvida el Señor las ofensas, y olvida nuestra vida anterior.

Por eso el salmista, llevado en las alas de Dios, pide: “…enséñanos a calcular nuestros años…”; son tantos los años baldíos sin su Presencia, que a lo mejor estamos aún en los pañales de un niño, esperando ese alimento, que “mana leche y miel…” como dirán los profetas.

Y suplica: “…baje a nosotros la bondad del Señor, y haga prosperas las obras de nuestras manos…”

Tomas Cremades Moreno

lunes, 11 de febrero de 2019

¿Necesidad o deseo?


                                                                                       

No equivoquemos necesidad con deseo. Cuando Jesús hizo el milagro de la pesca llenando las redes de peces, no satisfizo el deseo de unos pescadores, sino la necesidad de esos pescadores de pescar para vivir.  


En este Pasaje de Jesús, hay tres cosas  importantísimas:

 La FE. Dios te ayudará siempre y cuando confíes sin la menor duda.

La Necesidad. Cuando lo que pides es una “exigencia” importante a los ojos de Dios, para un bien mayor del alma o de su Ministerio. 

La Caridad. Dios te da y tú has de repartir su bien.

Él hizo cientos de milagros, ahí los tienes Escritos en Los Evangelios ¡Trasládalos a tu vida y los verás! Tal vez no te ponga un brazo que te falte, ni te quite de cuajo un Alzheimer, se trata de CONFIAR en ÉL y dejarle las manos libres. 
  
Qué triste que solo nos acordemos de Dios, como acto final y con mil dudas, cuando la vida nos da un revés. El mar no hizo caso a los apóstoles, sino a Dios.

Las redes se llenaron… ¡Cuantas veces te llenó a ti la vida! Y la caridad desapareció porque ya no te hacía falta Dios. Como católico no cumpliste… Y ¿Ahora quieres un milagro más? 
  
¡Benditos los que nada tienen y siguen adorando a Dios! Esa es su pesca, el amor que sienten agradecidos y además, lo difunden.

Si no tienes… Te dará y dando, recibirás. Pero ¿En qué “lugar” estabas tú?...


Emma Díez Lobo