martes, 31 de enero de 2023

«La cuesta de enero que tanto nos cuesta»

 


Estamos acabando la subida. Me refiero a la cuesta de este enero que terminamos, que según nos adentramos en este primer mes del año, experimentamos los rigores del frío en todos los tiritones que impone el momento que vivimos. Hace semanas que volvimos a guardar en las correspondientes cajitas lo que en estos días navideños ha podido llenar de ilusión y de esperanza la vida cotidiana. En torno al misterio de Dios que se hace hombre y acompaña cada tramo de nuestro sendero, volvimos a brindar con aquellos que queremos, por tantas cosas en unos días entrañables, mientras soñábamos juntos en un nuevo año que comienza que es posible intentar de nuevo tantas cosas fallidas, extrañas o enfrentadas.

Hay que decir que este rito, no es una ficción vacía o una formalidad sin rostro, sino el anhelo que brota de lo más sincero de nuestra alma cristiana: agradecer que aquello que sucedió hace dos mil años entonces, sigue sucediendo ahora entre nosotros, y que la gracia de la navidad no es un mazapán que se consume y caduca sin más, ni tampoco unas luces que se desenchufan, sino que tal gracia nos acompañará en cada momento de estos doce meses que vamos escribiendo. Y por eso brindamos con la más osada y realista ingenuidad al llegar el nuevo año 2023. Ya la fecha nos habla de un hecho acontecido hace ese tiempo y que se ha hecho contemporáneo de cada generación: el Señor que nos propuso el camino que nos conduce a nuestro destino, se ha hecho caminante cercano y discreto para que el viaje sea posible y acompañado por Él.

Al comenzar ese año, quizás vemos en lontananza no pocos retos que, tanto personal como socialmente, nos desafían como ciudadanos creyentes: hay nubes y hay soles, horizontes límpidos y nubarrones, el pasar de los meses y algunas citas electorales, las noticias consabidas y algunas que nos sobresaltarán sin cita previa con sus disgustos y sus traiciones. Por eso, nuestra puesta a punto, nuestro recomienzo tras las navidades, no tiene ese trasfondo triste y cansino como quien vuelve a lo de siempre con una resaca insufrible, sino que, poniendo nombre y acaso fecha a las cuestiones, queremos vivirlas con Dios, para Él y sin hacerlo contra nadie, con toda la responsabilidad que nuestro momento reclama: sin complejos y sin presunciones, con tacto y con libertad, con arrojo y paciencia, con imaginación creativa y con humildes soluciones.

Como siempre, en todo camino que se reemprende, ante todo desafío que nos reta, no somos francotiradores los cristianos como si tuviéramos que inventarnos las cosas, descubrir los mediterráneos, chuparnos el dedo ingenuamente o mirar al otro siempre y solo desde sus peores intenciones. Lo que nos permite ese equilibrio sensato que no es fruto de la equidistancia cobarde y asustadiza es que vivimos las cosas desde Dios, con la Iglesia, y en el mundo en el que nuestros pies surcan su senda cada día. Faltar a uno de estos tres factores dará como consecuencia algún tipo de desequilibrio indeseado, de estéril confrontación o de un desgaste desmedido. Dios, la madre Iglesia y nuestra conciencia que pisa con los pies en la tierra: estos son los referentes para la aventura de nuestro recomienzo.

Es cierto que hay legislaciones recientes que no responden a una demanda social, ni se han aquilatado con un debate que lime sus aristas y equilibre sus dislates, y que tienen que ver más bien con una estrategia ideológica, apresurada en sus plazos y provocativa en sus conquistas. Cuando la vida (toda vida), la familia, la educación, la libertad, la verdad, la convivencia plural… quedan cercenadas y en entredicho, se nos reclama a despertar y aportar también nuestra cosmovisión de las cosas, quizás con un talante de diálogo que nos niegan y con una tolerancia que no claudica ante lo verdadero. Estos meses por delante, tenemos estos retos y desafíos, mientras seguimos subiendo la cuesta de enero en los peldaños de un año que se presenta intenso y complejo.

+ Jesús Sanz Montes

Arzobispo de Oviedo

 

«Donde hay vida consagrada, hay esperanza»

 


Celebrar la Jornada de la Vida Consagrada «pasa, en realidad, por acoger con un corazón dispuesto y confiado la senda que se abre a nuestros pies consagrados cada día de nuestra existencia». Con estas palabras, que son anuncio y testimonio de una vocación –vivida en gratuidad– que exige hacer un alto en el camino para agradecer el don de la vida consagrada, tal y como el Espíritu la va suscitando, los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada desean mostrar un horizonte nuevo «bajo el signo de la esperanza en Jesús Resucitado».

Con Dios, quien hace nuevas todas las cosas (cf. Ap 21, 5), cada mañana nace de un modo distinto. Por eso, caminar, aunque a veces se agoten las fuerzas, supone dejarse sorprender por una esperanza que encuentra su plenitud en la mirada compasiva del Señor. Él no se cansa de hacer camino con nosotros; porque anhela un corazón que no se encierre en sí mismo, porque espera que cultivemos una visión renovada de la vida consagrada.

El lema de este año, Caminando en esperanza (que conecta con el Sínodo 2021-2024), alienta a contemplar el talante y el horizonte» de los que se consagran a Dios para «ser cada día apóstoles del reino, levadura en la masa, semilla en la tierra, sal en el mundo y candelero en lo alto. Caminando –explican, desde la Comisión, en su carta– «es un gerundio que hace referencia a una acción continua y persistente, que no se cansa ni se detiene». En esperanza, indica «un modo muy concreto de llevar adelante dicha acción, a través de esta virtud cristiana necesaria para quien desea vivir en marcha y volcado hacia el futuro que hemos de construir todos los miembros de la Iglesia unidos».

La vida consagrada «es encontrar a Dios en las cosas concretas». Estas palabras, pronunciadas por el Papa Francisco en la Eucaristía con ocasión de la XXIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada, recuerdan dónde nace el latido de tantos hombres y mujeres que deciden consagrar su vida al servicio de Dios y de los hermanos: «La vida consagrada no es supervivencia, es vida nueva, es un encuentro vivo con el Señor en su pueblo». Y en esa llamada a la «obediencia fiel de cada día y a las sorpresas inéditas del Espíritu», descubrimos la visión profética que revela lo que de verdad importa: ver a Dios presente en el mundo, aunque muchos no se den cuenta.

El próximo jueves, día en que celebramos la fiesta de la Presentación del Señor, recordamos cómo María y José, fieles a la tradición de su pueblo, entran en el templo con su Hijo a los cuarenta días de su nacimiento. También nosotros, cuarenta días después de la Navidad, somos presentados por nuestra madre, la Iglesia, ante Dios Padre con una sola misión: la de ser todos uno en el Amor (cf. Jn 17, 21).

Y lo hacemos, mirándonos en el espejo de Simeón y Ana en esta Jornada que nos recuerda la necesidad de esperanza que tiene este mundo herido y roto por tanta injusticia, guerra e incomprensión. Siendo apóstoles unidos y viviendo un mismo sentir, para que el mundo llegue a poner su esperanza en Cristo. Pues si Él vino a dar la vida «por los hijos de Dios que estaban dispersos» (Jn 11, 52) y derramó su sangre para congregarnos en torno a la Mesa del altar, ¿cómo no vamos a anhelar juntos el Reino que ya se vislumbra en esta tierra fatigada, hasta que nuestros ojos vean la salvación (cf. Lc 2, 30)?

Lo hacemos de la mano de las personas consagradas que confían sin desfallecer «aun cuando no tienen, como su Maestro, dónde reclinar la cabeza», tal y como rememoran los obispos en su carta. Porque Dios «es su desde, en y hacia dónde». Por eso, caminan en esperanza «aun cuando no llevan bastón ni alforja ni una capa o túnica de sobra», porque los hermanos «son su con quién». Y acompañan el dolor de sus hermanos, el peso de sus lágrimas y la soledad de sus días más cansados «aun cuando no consiguen más que un par de monedas que echar en la ofrenda del templo», porque los empobrecidos «son su para qué».

Queridos miembros de la vida consagrada: la Virgen María, desde esa mirada de eternidad, nos lleva de su mano hasta vuestras vidas para regalarnos el fruto de vuestra entrega. Vuestras miradas, preciado don para el mundo y tesoro impagable de la Iglesia, nos enseñan a ser Pan como ofrenda que se parte y se reparte donde escasean la Fe, la Esperanza y el Amor.

Con gran afecto pido a Dios que os bendiga,

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

 

lunes, 30 de enero de 2023

Partiendo la Palabra (Sl 16,1-6) Canto de Victoria

 


!Protégeme Dios mío que me refugio en ti! (Sl 16, 1...) y este israelita puede suplicar así a Dios porque su corazón está con El y por eso le dice: ¡Tú eres mi bien! La fidelidad de este hombre orante nace de su Sabiduría.; conoce muchos hombres que rezan y dan culto a dioses que no son más que ellos, porque fueron inventados por los hombres. Nuestro amigo siente en sus entrañas deseos y amores que superan lo visible y tangible de este mundo; por eso se remite al Dios Vivo que encuentra en las Escrituras. Es impactante esto que le dice: Los dioses y señores de la tierra no me satisfacen.

 Los discípulos de Jesús disfrutamos de las sanas alegrías de este mundo, pero no ponemos nuestro corazón ellas pues se empobrecería paulatinamente. Somos unos débiles, pero tenemos la Sabiduría por la que fijamos nuestros ojos en el Tesoro Incorruptible: ¡¡Dios!! (Jn 6,67-68) Así lo expresó el salmista: " Tú eres el lote de mi heredad mí y mi copa; mi suerte - mi mañana - está en tus manos." (Sl 16, 5...) La referencia a la copa es un canto gozoso a su Fiesta sin fin. (Sl 23,5) Ninguna prueba puede impedir que levantemos sin cesar la copa de la salvación, de la victoria, en nuestra intimidad con Dios.  (Sl 116,13).

                         (Continuamos este miércoles)

 

 P. Antonio Pavía

comunidadmariamadreapostoles.com

 

domingo, 29 de enero de 2023

Si Dios quiere”: algo más que una frase

 


Queridos hermanos y amigos: paz y bien.

Ha sido un comienzo de año que nos ha golpeado con fuerza en donde más nos duele, donde más experimentamos nuestra pequeñez y vulnerabilidad: cuando la hermana muerte se hace mensajera inapelable del Dios de la vida. Primero fue Benedicto XVI, nuestro querido papa sabio y humilde, pero luego se han sucedido en Asturias dos adioses más que han puesto a prueba nuestra fortaleza y esperanza: José Manuel Álvarez (65 años) y Enrique Álvarez Moro (41). El día que enterrábamos al primero fallecido por un cáncer, se mataba el segundo en coche viniendo al entierro. Todo un misterio que nos ha sumido en el dolor a tantas personas que pudimos conocerlos, quererlos y beneficiarnos de su entrega y ministerio con una humanidad llena de entraña y amistad.

Tantas veces damos por descontado nuestro ir de aquí para allá, paseando nuestra prisa y quehaceres, como si nada pudiera modificar lo que teníamos planeado. Comenzamos un nuevo día mirando la agenda de nuestros quehaceres, tantas cosas de esas que a diario llevamos adelante sin caer jamás en la osadía de anotar: a las 14’05 morirme de infarto o estrellarme en el coche. Esa anotación está escrita, pero sólo la conoce Dios que es quien lleva nuestra agenda verdadera que nunca nos comunica y que sólo conocemos cuando llega. Hemos perdido en la práctica eso que el sentido cristiano ha dejado esculpido en nuestro lenguaje cuando nos referimos a lo que haremos esta tarde, o mañana, o dentro de un año: “si Dios quiere”, decimos, sin caer en la cuenta de la verdad que encierra esa expresión tan cristiana. Está indicado que la vida está en manos de Otro, que no la decidimos nosotros, ni nuestros títulos académicos, ni los logros redondos, ni las prisas ansiosas, ni las trampas y pecados. Sólo la decide Dios, con el que no siempre contamos dejándonos llevar por nuestros cálculos y medidas en un trozo de historia, la nuestra, que cabe solamente en lo que rodean nuestros brazos, otea nuestra mirada, recuerda selectivamente el pasado o sueña mirando nuestro incierto mañana.

Ante el Señor no hay recoveco privado donde no tenga Él acceso, ni trampa con la que podamos maquillar nuestra realidad, ni cartón con el que ocultar la vergüenza que nos daña. Y, sin embargo, esto no nos pone ante un Dios huraño, fisgón, que como el gran gendarme esperase nuestro último desliz para multarnos con la eterna condenación. Más bien nos empuja a una confianza filial que permite reconocer nuestra pequeñez, nuestra humilde condición vulnerable y tan fácil presa de nuestros diversos pecados. Pero es esa confianza filial la que nos permite volver a la casa en donde nos espera un Padre que cada día aguarda nuestro regreso para darnos el abrazo de su perdón.

Hemos llorado como se llora un amigo, un hijo, un hermano, que por más que lo miremos no podemos darle el aliento que en él se quedó para siempre frío. Un silencio que nos deja mudos y una ausencia en la que parecemos huérfanos, ante un hecho tan incomprensible humanamente hablando. Pero si tenemos la confianza filial, a pesar de no entender lo que nos ha pasado con la muerte de un ser querido entonces nuestro corazón lleno de lágrimas se abre también a la esperanza que no defrauda ni nos miente.

Hay una santa rebeldía que nos grita en los adentros, esa que se hizo también grito y plegaria en el mismo Jesús cuando llegó el momento redentor en que abrió para siempre el callejón sin salida con el que nos acorrala la muerte. Una rebeldía que se hace rezo, poniendo en nuestra mirada el consuelo de saber que la muerte no es la última palabra que se escuchará sobre nuestra historia. Hay una palabra final que será de luz, de reencuentro, sin separarnos jamás de aquellos que en Dios gozaremos para siempre de su amor y su amistad, que con Cristo resucitado nos dará la eternidad.

El Señor os bendiga y os guarde,

 

Fr. Jesús Sanz Montes, ofm

Arzobispo de Oviedo

 

sábado, 28 de enero de 2023

Dom.IV T. Ord. (Mt 5,1-12) Cerca de ti Señor

 


 Este domingo tenemos el Evangelio de las Bienaventuranzas, signo de identidad de los Discípulos de Jesús.

 Nos centramos en la primera: Bienaventurados los pobres de espíritu, que es la puerta que da paso a las demás: los mansos, los limpios de corazón, los misericordiosos...etc.   El pobre de espíritu es ante todo un buscador de Dios; quiere vivir ya en este mundo cerca de Él, por lo que tendrá que escoger entre " sus cosas "y" las cosas de Dios". Ejemplo de esta elección son los pastores que escucharon el Anuncio del nacimiento de Jesús: ¡Os ha nacido el Salvador! Estos hombres eran sociológicamente pobres, aun así, tuvieron que escoger entre cuidar sus rebaños, incluso con armas, pues se robaban entre ellos, o ir al encuentro de Jesús confiando en que Dios Padre cuidase sus ovejas.

 Otro ejemplo que vemos en el Evangelio es el de Zaqueo (Lc 19,1...) Zaqueo es rico y respetado socialmente, pero es consciente de que le falta algo. Un día Jesús entra en Jericó. Sale a la calle para encontrarse con El y ve que está abarrotada de gente. Es bajito de estatura, pero como no quiere perder la ocasión decide subirse a un árbol como un chiquillo más. Por ver a Jesús expuso su honra y su dignidad a la burla de toda la ciudad. Jesús le vio, le amó y le dijo: Zaqueo, quiero comer contigo. Pastores y Zaqueo  el mismo sello de los pobres de espíritu.

 

  

P. Antonio Pavía

comunidadmariamadreapostoles.com

 

viernes, 27 de enero de 2023

EL DISCIPULO AMADO

 


Testimonios de Amor

"Mira que estoy a la puerta y llamo…" (Ap 3,20)

El discípulo amado

 

Hoy, en nuestra sección el Rincón de la fe, quiero hablarte del último libro del Padre Antonio Pavía, EL DISCÍPULO AMADO.

Para acercarte al autor, amigo de este blog, al que entrevistamos hace dos años (://testihttpsmoniosdeamor.wordpress.com/2020/11/20/llamados-a-ser-santos/), hago eco de las palabras utilizadas aquel día para su presentación. Pertenece a los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús, actualmente, trabaja en la animación misionera de comunidades bíblicas en Madrid y desarrolla gran parte de su labor evangélica a través de los contenidos de www.comunidadmariamadreapostoles.com, y por supuesto, escritor, podéis encontrar sus obras publicadas en la editorial San Pablo.

Este libro fue un regalo navideño, y lo digo no tanto por el obsequio en sí sino por el contenido del mismo. ¿Quién dirías tú que es el discípulo amado?, ¿Qué nombre te viene a la cabeza? Cuando abrí el paquete que tan primorosamente envolvía el libro y leí la portada exclamé: ¡qué bonito!, ¡Un libro sobre San Juan!, recuerdo que una de mis hermanas dijo: ¿Y por qué no de la Virgen?, ¿Quién es el discípulo amado?

El Padre Antonio Pavía en esta obra analiza cuidadosamente qué significa y qué supone realmente ser un discípulo amado de Jesucristo.

Al principio, nos sitúa en el Calvario, Jesús está clavado en la Cruz, y ha culminado su misión, ya ha cumplido la voluntad del Padre, y se nos ofrece como Camino, Verdad y Vida.

Nos explica el autor que Cristo se nos hará presente a lo largo de nuestra vida, y a cada uno, nos buscará de manera diferente y única, propiciando un encuentro personal e irrepetible, así lo hizo con Zaqueo, Pedro, Pablo, María Magdalena…como nos detalla en el libro, pero, al mismo tiempo, tenemos un lugar común de encuentro, un lugar común para todos, y no es otro que al pie de la Cruz.  Los discípulos amados de Jesús sabemos que la Cruz es redención de nuestros pecados y la puerta para la Vida Eterna.

El camino hacia el calvario, el camino del discípulo no es fácil, eso lo sabemos, encontramos piedras en el camino, obstáculos, paradas, desvíos, pero hay que seguir paso a paso tras las huellas de Jesucristo. Debemos mantenernos firmes en la fe y en su Palabra. No podemos desalentarnos, por más fatigados que nos encontremos, por más oscura que parezca la noche: “El que mantiene viva la llama del discipulado al llegar al pie de la Cruz, se da cuenta de cómo, y sobre todo, quién le ha llevado hasta allí: su buen Pastor que le sostuvo en aquellos días aciagos, en los que se dijo así mimo: hasta aquí he llegado, no doy un paso más. Estremecido se da cuenta de que Jesús había proclamado el Evangelio de la oveja perdida pensando en él. Sí pensando en él, y es entonces cuando se siente bienaventurado.”

Nos invita el Padre Antonio Pavía a dejar que Dios sea nuestro huésped y hacedor, nuestras debilidades están ahí, pero Dios trabaja con ellas, moldeándonos como el alfarero a la arcilla.

Y así, en esa búsqueda continua de Jesucristo, en ese caminar tras sus huellas, con los ojos fijos en Él, podremos llegar a ser discípulos amados, ocupar nuestro sitio en el Calvario y cumplir nuestra misión de discípulos: iluminar a todos los hombres y mujeres del mundo “vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5, 14)”.

Por último, el Padre Antonio Pavía nos habla de María, discípula amada del Padre, tallada en el Calvario, maestra de fidelidad, absorta en Dios y con alma de Madre. ¡Ahí tenemos a Nuestra Madre!, y nosotros somos sus hijos. Imitemos su sí incondicional a Dios.

¿Estamos en el Calvario junto a María Magdalena, Juan y Nuestra Madre María?

“Jesús subió al Calvario y se entregó a la muerte para que todo hombre pudiese encontrar a lo largo de su caminar en su búsqueda de Dios ese lugar, en otro tiempo ocupado por Juan, que está reservado para él, ya que es ahí donde recibe el título de todos los títulos: discípulo amado.”

Te recomiendo la lectura de este libro, es un gran regalo, espero haberlo sabido transmitir con estas leves pinceladas.

Todas las citas, pertenecen al libro El Discípulo amado, del Padre Antonio Pavía, publicado por editorial San Pablo, y están protegidas por la Ley de propiedad intelectual.

Editorial San Pablo /

E-mail: ventas@sanpablo.es

Igualmente se puede adquirir por Amazon

jueves, 26 de enero de 2023

A mi chica Tatiana

  

Tatiana es genial, va a la Fundación PRODIS donde ha aprendido muchas cosas, hasta tecnología; pero lo que más le gusta es escribir y yo le he prometido un pequeño texto por su esfuerzo, trabajo diario y porque le encanta leer.

Tienes los ojos azules como el color del cielo, igual que tus dos hermanos, Ignacio y Guillermo que nacieron el mismo día que tú. Sí, eres una de los trillizos que hoy te cuidan como si fueras un jarrón de porcelana, y es que Tatiana es mucha Tatiana.

Recuerdo tus primeros días, mis estancias contigo en aquellos lugares de batas blancas que asombrabas por tu paciencia, porque nunca llorabas pasara lo que pasara.  

Sigue luchando, sobrina mía y superarás cualquier cosa que te moleste. Todo se pasa, no te preocupes por nada como tú me dices a mí. 

Mi promesa de escribir para ti, la he cumplido, si algo no entiendes, me lo dices ¿Vale?, como hago yo cuando no entiendo algo y me lo tienen que explicar.   

Bendito el día que naciste, tan especial para el mundo como para Dios, y como sabes rezar, reza por mí y yo por ti; verás lo bien que nos va.    

Un besito y prométeme que escribirás un cuento para que yo lo lea. 

Tu tía Emma

Madrid 19 de enero 2023  

  Emma Díez Lobo

     

https://youtu.be/SvEFscUs1OM

miércoles, 25 de enero de 2023

Partiendo la Palabra La Espada del Espíritu II (Sl 45)

 


Continuamos la Catequesis, La Espada del Espíritu a la luz del salmo 45: "...Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia." Uno de los signos identificadores del Mesías era que de sus labios manaría la Gracia…es decir palabras de vida, de salvación.

 En la primera predicación de Jesús en Nazaret, los asistentes " estaban admirados de las palabras de gracia que salían de su boca " (Lc 4,22) Volvemos al Salmo y leemos: " cíñete tu espada al costado, es tu honor y tu gloria, cabalga victorioso por la verdad y la justicia ... " Se refiere a Jesús que con la Verdad de la Espada del Espíritu-palabras de gracia, aplasta al padre de la mentira y sus falsas promesas (Jn 8,55).

 El Salmo presenta también a una novia, imagen del alma, radiante de belleza y esplendor, por su escucha y contemplación amorosa de las Palabras de Gracia del Rey...El Señor. Nos recuerda a la esposa-alma del Cantar de los Cantares que corre en búsqueda de su Amado-Dios: "He buscado el amor de mi alma y no lo hallé...recorreré la ciudad; encontré el amor de mi alma, lo abracé y no lo soltaré jamás (Ct 3,1-4a).

 

 

P. Antonio Pavía 

comunidadmariamadreapostoles com

 

lunes, 23 de enero de 2023

Partiendo la Palabra (Ef 6,17) La Espada del Espíritu I

 


En su Carta a los Efesios, Pablo llama "La Espada del Espíritu" a la Palabra de Dios (Ef 6,17) De esta forma señala el abismo existente entre nuestras palabras y las de Dios. Fijémonos en que nuestras promesas, propósitos…. etc. tienen un recorrido muy corto cuando no están revestidas por la Palabra de Dios que, como leemos en la Carta a los Hebreos, penetra en nuestro interior hasta alcanzar el corazón que es donde se da la verdadera conversión: " Ciertamente es viva y eficaz la Palabra de Dios y más cortante que una espada de dos filos. Penetra hasta la frontera entre el alma y el espíritu ...y discierne los sentimientos y pensamientos del corazón. (Hb 4,12).

 Volviendo al símil de la Palabra de Dios como espada del Espíritu, vemos que cuando alcanza el corazón infunde en él la Vida y el Espíritu de Dios, pues como dice Jesús: "Mis palabras son Espíritu y son Vida" (Jn 6,63b). Al acoger el Evangelio, recibimos el Espíritu y la Vida de Dios presente en sus páginas. Sólo las palabras de Jesús nos convierten; por eso nos dijo: "Convertíos y creed en el Evangelio"! 

  

P. Antonio Pavía

comunidadmariamadreapostoles.com

 

domingo, 22 de enero de 2023

«No pierdas la pasión por evangelizar»

 


En el comienzo de un nuevo año, volvamos a escuchar al Señor en lo más hondo de nuestro corazón cuando nos dice: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16, 15). Estamos viviendo momentos nuevos en la humanidad; no somos una isla, sino que vemos que hay cambios profundos que están afectando a países como el nuestro, en los que el cristianismo arraigó de una manera muy honda. Fuimos evangelizadores con pasión y hoy es urgente recuperar esa pasión por evangelizar. Por fidelidad a Jesucristo y por convencimiento, tenemos necesidad de proponer a quienes nos encontremos en nuestro camino lo que para nosotros ha sido tan fundamental; hemos de anunciar al propio Jesucristo con obras y palabras.

Contemplemos a la comunidad que nace junto a Jesús, la comunidad apostólica, porque hay unos factores que son esenciales. El Señor escoge a los doce y la Iglesia nace también misionera: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación». Ser misioneros, ser apostólicos y evangelizar, nada tiene que ver con hacer proselitismo. La Iglesia deja de ser la Iglesia del Señor si olvidamos esta dimensión apostólica y evangelizadora. La misión es contagiar la vida y la presencia de Jesucristo entre los hombres, que nos llama a vivir de un modo absolutamente nuevo. Se trata de salir al encuentro de otros y alcanzar su corazón para que descubran la gran novedad que el Señor ha traído a este mundo haciéndose hombre como nosotros.

En estos momentos percibimos con claridad la llamada que el Señor nos hace a una «nueva evangelización». Como detallaba el Papa san Juan Pablo II, esta ha de ser nueva en «ardor», en «método» y en «expresión». Recordemos el ardor de los primeros cristianos, que les encendía el corazón para salir a todas las partes conocidas del mundo; un ardor que solamente se da en el encuentro con Jesucristo, que produce cambios en la vida y uno no puede guardar para sí mismo. Hay un deseo de que otros conozcan lo que acontece en nuestras vidas cuando nos encontramos con Él. Queremos irradiar esa luz y esa fuerza que vienen de Él. Así surge una Iglesia en salida, una Iglesia que contagia, en la que no hay tibios ni mediocres.

Hoy el Señor vuelve a decirnos: «Sígueme» (Mt 9, 9). Al levantarnos y seguirle, nos ponemos en movimiento; nos dirigimos hacia los otros y contagiamos por atracción con la mirada de Jesús y las acciones de Él.

Con gran afecto, os bendice,

 

+ Carlos Osoro Sierra

Cardenal arzobispo de Madrid

 

sábado, 21 de enero de 2023

Partiendo la Palabra Domingo III T. Ord. (Mt 4,12-23)

 

 De las tinieblas a la Luz

La Luz de lo alto nos visitó en la Encarnación del Hijo de Dios como fue anunciado por Zacarías, padre de Juan B. (Lc 1,78). Luz que visitó a unos pastores de Belén y que precedió al Gran Anuncio: ¡Os ha nacido el Salvador!  Ellos fueron al encuentro de Jesús y al verle fueron alcanzados por la "Alegría de la Presencia de Dios" profetizada por, Isaías (Is 9,1-2).

He aquí por qué los discípulos de Jesús anunciamos su Evangelio en el mundo entero, a tiempo y a destiempo (2 Tm. 4,2) Porque esta "Alegría ante la Presencia de Dios", no está al alcance del hombre con todos sus avances médicos, científicos, tecnológicos... etc... es Creada por Dios con su Palabra.

Mateo se sirve de esta antesala para relatarnos la elección que hace Jesús de sus primeros discípulos: Pedro, Andrés, Juan y Santiago. Los elige para que a su tiempo lleven por medio de la predicación del Evangelio   la "Alegría de su Presencia" a los que viven en "tinieblas y sombras de muerte" (Lc 1,79).

Los envía a todo el mundo empezando por Israel dado que da culto a Dios con sus labios, pero no con el corazón: (Mt 15,8-9) Por eso está también en tinieblas.

  

 

P. Antonio Pavía

comunidadmariamadreapostoles.com

 

jueves, 19 de enero de 2023

«El concierto de la vida: lección magistral de Ratzinger»

 


En el funeral que tuvimos en la catedral de Oviedo el pasado sábado 7 de enero por el papa Benedicto XVI, apunté en mi homilía la relación que él tuvo con la música desde siempre. Un valor que formaba parte de su pasión por la belleza, que, junto a la bondad y la verdad, constituye el horizonte de su acercamiento a Dios y de su abrazo al hombre concreto. Quiero traer a estas líneas lo que pude escribir tras el concierto que la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias le ofreció a Benedicto XVI en 2011. La música estuvo escogida por el Papa, y nos ofreció al final de la magnífica interpretación musical unas palabras que son todo un homenaje al buen gusto, a la fina cultura y a cómo las cosas nobles tienen que ver con la vida real que en cada instante nos abraza: no hace falta ser erudito, rico o refinado, basta tener un corazón sencillo y los ojos admirados.

Un trocito de España, un fragmento de Asturias, es lo que pudimos escuchar deleitados en esa hora sinfónica. Pero en ese trocito de nuestra tierra, como definió el Papa el concierto, se hizo todo un viaje interior a lo que nos constituye como pueblo, a nuestro genio más genuino que se expresa también en la fogosidad o mesura de notas arrebatadas o de discretos silencios dentro del pentagrama de la vida. Y fue hilvanando en una delicada filigrana lo que constituyó ese cuadro musical que dejaba escuchar el modo de ser hispano, la manera nuestra asturiana con la belleza de nuestra tierra y la nobleza de nuestra gente. La vida sabe de momentos gratos, juguetones donde los haya, que disfraza el atuendo no ya con una montera picona propia de nuestros lares astures, sino con un sombrero de tres picos, para aderezar nuestros contentos en la alegría festiva de lo que es gozoso, como nos propuso la composición de Manuel de Falla. Pero también esa misma vida, y de la mano del mismo autor, de pronto se hace severa, tosca, poco llevadera, ante la impostura del dolor y los mil desafíos, que nos impone danzar en torno a los fuegos que nos abrasan. Tal contrapunto, no es algo excepcional que sucede sólo algunas veces, sino que comporta el paisaje habitual de nuestra existencia. Y es lo que desde el talento de Isaac Albéniz pudimos escuchar con escenas populares de Triana y Lavapiés, contándonos cómo es la vida cotidiana en todo aquello que la determina: sus alegrías y sus pesares pasan a diario por la puerta de nuestra casa, por nuestras plazas y calles, como si cada uno estuviéramos en la sevillana Triana o el madrileño Lavapiés.

Pero tal cotidianeidad no es un divertimento neutro, indiferente, sino que describe la tensión que está escrita en toda historia de amor: la pasión más apasionada y el vacío más frustrante, como la obra del Don Juan de Richard Strauss nos vino a relatar. Y así, nos encaramos finalmente en un desenlace caprichoso, tan caprichoso como español, con las melodías del autor ruso Nikolai Rimsky-Korsakov que incluyeron las canciones dedicadas a María y a San Pedro, y que concluían con el fandango asturiano.

Una preciosa manera de aprender a escuchar la música, en esta lección que nos dio Benedicto XVI, sobre todo cuando logramos entrever más allá de las notas musicales cómo hay un pentagrama que tiene la forma de nuestra libertad, de nuestros amores, de nuestros desafíos y dolores, la forma de nuestra esperanza también. Esa es la obra maestra para la que hemos nacido, esa que debemos ejecutar con fidelidad creativa y que con la música que Dios nos compuso hemos de saber cantar y contar la letra de nuestra vida. Una lección de belleza y cultura que tiene que ver con nuestra andanza cotidiana como la vida misma. Así la música se hace cómplice de Dios y del corazón humano abriéndonos a la belleza que nos hace bondadosos en la historia y verdaderos en nuestro tramo.

+ Jesús Sanz Montes

Arzobispo de Oviedo

 

miércoles, 18 de enero de 2023

Partiendo la Palabra (l 35,1-3) Yo soy tu victoria

 


 Leemos está súplica de un salmista: " Combate Señor contra los que me atacan...ven en mi auxilio, di a mi alma: yo soy tu victoria" (l 35,1-3).

  Es cierto, nuestra alma tiene ojos para ver a Dios, oídos para oírle... por eso grita el salmista: " Di " a mi alma... En los Salmos son frecuentes los gritos de almas doloridas: "Mi alma está desmoronada, desolada, casi a merced del mal...etc. Sin embargo, volvemos al salmista, nos consuela que El Señor nos diga: "No temas, yo soy tu victoria " Muy a fondo conoció María el cruel martirio de su alma que además le fue profetizado por Simeón: ¡Una espada te atravesará el alma!(Lc 2,35). 

Con el alma traspasada por la espada del odio y el desprecio de Jerusalén contra el Mesías, Hijo de Dios y también suyo, caminó hasta el pie de la Cruz.

  Todo el sufrimiento posible se dio cita en sus entrañas, cuando improvisamente resuena el grito victorioso de Jesús: Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu.! Así anunció su liberación de las manos de los pecadores (Mt 26,45).

  Como a María, también Jesús, viéndonos al pie de nuestra cruz, nos asocia a su victoria. (2 Co 2,14) 

 

 

P. Antonio Pavía

comunidadmariamadreapostoles.com

 

 


lunes, 16 de enero de 2023

Partiendo la Palabra (Jr 15,16) La Palabra y el Fuego

 


"Cuando encontraba tus palabras las devoraba, eran para mí el gozo y la alegría de mi corazón" (Jr 15,16) Jeremías más que leer la Palabra de Dios la devora, la guarda en su corazón.

 La Palabra de Dios es Fuego. Oímos entonces a Isaías:

" ¿Quién podrá habitar el fuego devorador? ¿Quién puede habitar con las llamas eternas?  (Is 33,14b) El Fuego de Dios crea en nosotros, como en los discípulos de Emaús, que estaban desanimados, la Fidelidad a Jesús (Lc 24,32) También la verdadera adoración... (Jn 4,23-24)

 Volvemos a Jeremías y vemos estremecidos su relación entre su Fidelidad a Dios y el Fuego que le habitaba. Llamado y seducido por El para anunciarle, pronto se da cuenta de que a Israel no le interesa su predicación, solo el culto y piedades externas en el Templo. Por ello fue objeto de todo tipo de desprecios. Entonces decidió no profetizar más, pero como él mismo dice "...Tenía un Fuego dentro de mí y aunque quería apagarlo no podía" (Jr 20,7-9).

  ¡¡El Evangelio es el Fuego de Dios!!

 

 P. Antonio Pavía

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