domingo, 30 de junio de 2013

ARRESTO DE JUAN


A los ojos de Dios, el valor de una persona está en consonancia con el bien que hace al otro. No hay un otro que no sea su hermano, más aún, cada persona que se cruce en su camino es parte de la humanidad que Dios le confía para que el mundo tenga un poco más de calor.

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Esto sí que es triste...  ¡Pobre Juan y pobre Jesús!!!  El día que Jesús se enteró de que habían arrestado a Juan, dejó Nazaret y se fue a Cafarnaúm (Galilea). Iría angustiado pidiendo a su Padre la liberación de un trágico final. Es como si Juan hubiera cumplido su parte y debía irse con Dios, dejando libre el camino a Jesús. Pero fue la maldad del hombre lo que mató al santo de Juan.

¡Anda! ¿No era Juan sobrino segundo de María?, pues entonces también lo sería,  pero postizo de Dios ¿no? ¡Qué calamidad!, toda la “familia” de Dios -el Amor personificado- muriendo y sufriendo hasta el extremo. Dios, ¿por qué?, ¿es que tanto nos querías? Pues va a ser que sí… Esto es tan grande que no nos damos cuenta ¡Qué pena! Pero Dios, yo sí me hago cargo y otros muchos también. Tú, no te agobies mi Dios, que en ello estamos.      

Cuando Jesús pasaba junto al lago, arrampló con Pedro, Andrés (hermanos), Santiago y Juan (hijos del Zebedeo) que estaban entretenidos con las redes y les dijo: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”. Y cual orden salida de la boca de Dios, lo dejaron todo y le siguieron (esto lo dice Marcos 1, 14-20, a Mateo se le olvidó). Quedarían pensativos, ¿qué significaban aquellas palabras?

Y Jesús comenzó a predicar en la sinagoga de Cafarnaúm. Yo anduve por sus calles, pisé aquella sinagoga… La ciudad era gris azulada, grande, como hecha de piedras de lava. Era una ciudad en tinieblas antes de que Jesús llegara, y Él les dio la luz como “Edison” pero celestial, diciendo: “Convertíos porque está cerca el reino de los cielos”. ¿Para qué, Dios?, eran obtusos a rabiar… Y por mucho que sanaras e hicieras andar a los paralíticos, pues fama no te faltaba ni en Cisjordania... ¡Que si quieres arroz Catalina!!!, les pasó lo mismo que a los de Corazín… Y acabaste enfadándote ¡a veeeeer!

Yo creo que se aprovechaban de tu bondad, pero no te importaba, querías a tu gente más que a nada, como siempre, como hasta la eternidad… Con que a uno sólo le hicieras “tilín” de verdad, ya estabas contento.  

Cerca de la sinagoga está la casa de Pedro. Estuve un buen rato mirando a ver si quedaban restos de ellos por allí… ¡Quedaban montones!!! Tantos, que me vine con 5 kg. de piedrolas llenas de alegría, fe, amor e  ilusión de teneros en mi alma.  

¡Si vieras Jesús, la cara que me pusieron en el barco….! ¿Pero Ud. que lleva? y ¿A Ud. que le importa?... No podía tirar del bolsón con mis tesoros más preciados: Mi Cafarnaúm, mis ciudades, tu mar y el mío, tu existencia… Gracias por llevarme a tu mundo, pisar por donde Tú pisaste y llenarme de Ti…           

Emma D. L.

jueves, 27 de junio de 2013

NADA ME FALTA




Tu espíritu, mi Dios, es la patria de todos mis anhelos. Al saber esto, vengo también a saber cuánto amas al hombre, cuánto me amas, pues ¿cómo podría yo pasar de largo de los mil caminos que hacia la nada conducen, y asentar mis pasos en el que me lleva hacia ti si no me hubieses enviado a tu Hijo como Pastor?

 


 Poco conocimiento tienen de la historia aquellos –y son muchos- que afirman que el mundo está herido de muerte por su intento de desplazar a Dios de su ámbito; que nuestra sociedad, el hombre, ha alcanzado lo que podríamos llamar su mayoría de edad, por lo que no necesita de ningún dios que le tutele. Cuando digo que los que afirman esto tienen un escaso conocimiento de la historia no es porque no sea cierto lo que sostienen, sino porque, en realidad, el hombre nunca ha dejado de rivalizar con Dios; y esto desde los primeros albores de la creación. El intento de sofocar su Presencia ha sido y es una constante en la historia. Ya en las primeras páginas del Génesis se nos dice que la humanidad proyectó la empresa, el intento, de edificar una ciudad levantando en ella una torre cuya cúspide alcanzase los cielos (Gé 11,1…).

Toda una declaración de intenciones del hombre de todos los tiempos que viene a decir que el que Dios exista o no, no es lo realmente importante. Lo que importa es que, suponiendo que exista, no hay que darle mayor importancia; le haremos ver que también nosotros podemos llegar a ser dioses (Gé 3,1-6). La pretensión de aprender a vivir sin la tutela de Dios tanto abiertamente como de forma encubierta, es decir, reduciéndolo a formulismos, hace parte de nuestra historia, de nuestra humanidad.

Sin embargo y aunque parezca increíble, todos los intentos llevados a cabo para “destutelar” al hombre de un Dios hacia quien crecer, en quien encontrar la plenitud por la que clama nuestro ADN, han sido vanos. Por mucho que nos elevemos por encima de nuestras limitaciones, siempre nos resistiremos a aceptar que la muerte física sea el punto sin retorno, el abismo incomprensible en el que se estrella lo que hemos vivido, soñado, alcanzado, proyectado, intuido, amado…

El hecho es que en nuestro ADN tenemos unas como “células rebeldes”: así es como llamaremos al alma. Éstas reclaman, con gritos desesperados, nuestra atención al verse envueltas en la más servil de las enajenaciones: la deserción de la Trascendencia. El yo incorpóreo se resiste, no acepta que le estrechen en los ínfimos límites de la sola corporeidad, en el más que insuficiente mundo sensitivo.

Pues bien, nuestras “células rebeldes”, abanderadas de nuestra incorporeidad, son especialmente sensibles en aquellas personas en las que vive Dios. Me explico. Son esos hombres y mujeres de los que hizo mención el salmista que, sin alardes ni pretensiones aleccionadoras, marcó con un sello bien legible: “Dios es mi Pastor, nada me falta” (Sl 23,1). Hombres para quienes Dios no es un rival, no les pesa su tutela porque, desde ella, Él les ha dado alas para volar a su altura; hombres que difunden en los entresijos del aire pesado de su entorno “el suave olor de Jesucristo” (2Co 2,15).

El Señor es mi Pastor, nada me falta, proclamó el salmista en una clara referencia al Mesías, quien se dejó conducir, instruir, consolar y fortalecer por su Padre a lo largo de toda su misión, como podemos comprobar en los Evangelios. El Señor es mi Pastor, nada me falta. He ahí el sello de calidad y de misión que caracteriza e identifica a los pastores de Jesucristo, aquellos que, dejándose formar por Él en la escuela del Evangelio, aprendieron, tras mil tropiezos, dudas y miedos, a confiar y depositar su vida en Dios con la seguridad de que cuida de ellos…, también de sus necesidades materiales: “…Que por todas esas cosas se afanan los gentiles del mundo; que ya sabe vuestro Padre que tenéis necesidad de todo eso” (Lc 12,30

 

 

domingo, 23 de junio de 2013

CON MI MANO DERECHA Y MIS OÍDOS

   Los que creen saberlo todo, nada saben si no tienen  sus corazones rebosantes de compasión y misericordia; si no se abrazan a los débiles, a los que incluso ya no tienen metas. Y sobre todo, no saben nada los que gastan todas sus energías cognoscitivas en indagar y juzgar el interior de sus hermanos.

          

 
 
Hago la señal de La Cruz… “En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, ¡uff! qué importante lo que estoy diciendo… Yo, una oveja que a veces parezco una cabra… Y ahora me bendigo en su Nombre, ¡nada menos que en el Nombre de Dios! ¿Somos conscientes de esto?, pues va a ser que no. Pero llega un día en que te das cuenta y sientes un gran agradecimiento por poder persignarte un día más, una vez más.

¡Qué gran responsabilidad…, la Trinidad en mi Señal de la Cruz para estar junto a Él y Él en mi alma!  

Me siento en aquel banco delantero y espero con ansiedad a ese hombre, a esa mujer que sube los dos escalones y se sitúa a la derecha del Altar, y nos lee unas estrofas de ese Libro rojo…

A veces en el templo me dan ganas de gritar: ¡Escuchad, por favor, escuchad!, hay tanto por descubrir en esas Lecturas… “Lo dijo Dios, un Profeta, otro, los Salmos, Pablo… ¡Yo no sé! Pero son frases cruciales, proféticas, con una profundidad que espanta.

Después el Sacerdote lee el Evangelio, al final levanta el Libro rojo y dice “Palabra de Dios” y lo besa… Nos explica con cariño de Padre, esas Divinas palabras que ha leído. No hay un solo Evangelio que no puedas dejar de subrayar alguna frase, son de una Sabiduría especial; aunque tengo que decir que a veces no entiendes nada… Jesús ¿por qué de vez en cuando hablas solo para sabios?... El hombre, querido Jesús, si no te has dado cuenta, es algo bastante borrico… Pero ahí está el Pastor para quitarnos la duda o el miedo.

¡Cuánto nos  parecemos a los Apóstoles!, cada uno de ellos somos uno de nosotros: El de la duda, el que le dio la espalda, el bueno de corazón, el que no se entera, el que dice una cosa y hace otra… En fin, tu y yo reflejados en estos hombres nada Divinos y muy humanos.   

Pero los sacerdotes son geniales, geniales porque viven lo que dicen. Yo imagino que dentro de su corazón, pensarán: ¡Si entendieran lo que digo y lo que digo es verdad…! - yo también lo pienso-  más de uno acamparía por siempre en el templo. Pero no se trata de  eso sino de llevar La Palabra contigo a los demás. ¿Cómo? Intentando llevar la luz de Cristo en nuestro quehacer diario, que iluminemos como linternas. Y aunque creamos que nuestras palabras se las lleva el viento, no es verdad, es una semilla que vas dejando en el corazón de quien te rodea y algún día crecerá porque Dios está ahí, en esa Palabra pequeña que has dicho, en esa frase llena de esperanza… Él busca al hombre de mil maneras; aquello que dijiste ayer en su Nombre, mañana lo recordarán. Dios no falla al hombre, Él se clava en la razón de la fe.  

Yo escucho con la cara tapada por mis manos,  que nada me distraiga, siquiera el sonido del templo y dejemos a Dios hacer, ¡qué nunca Le dejamos!... ¡Ah! y cuando no nos oiga… ¡Gritémosle!, creo que esto le encanta…

En la Comunión… ¡Tremendo momento magistral con Dios!!! Le pido  que me glorifique, que no se aparte de mí ni un minuto, que ayude al cristiano en su fe, que ayude al que no lo es y le busque… ¡Que mi nieto sea cura!!!    

Dejo el templo de ladrillos y luces tenues que no molestan y hacen de la casa de mi Dios y mis sacerdotes un lugar entrañable. A veces nos despiden, a veces hay tristezas por las personas que ya no están, a veces los enfermos van en sus sillas de ruedas, a veces nos echan agua en la cabeza para confirmarnos en el Bautismo, a veces nos sonríen y a veces nos dan palabras de aliento.

Hasta pronto, elegidos de Dios, hasta pronto si Dios quiere, y siempre quiere… ¡Cuánto poder de Dios hay en vuestras manos para Consagrar!!! Gracias por vuestro sacerdocio, gracias. Tenéis la llave del cielo de nuestras almas…  

Emma Diez Lobo

viernes, 21 de junio de 2013

DESPUÉS DEL ATRACÓN-Marcos 6, 45-52-

  Señor Jesús: Dame tu mano y entremos juntos en tu Evangelio; sólo así podré encontrar el tesoro (Mt 13,44) que tú mismo escondiste entre sus páginas. Tesoro y Misterio: ¿Es posible vivir sin ellos? Tú sabes que no, por eso viniste.



 
 

Jesús mientras despedía (en masa, supongo) a los 5000 hombres con el estómago a punto de explotar, dijo a sus apóstoles que se marcharan a Betsaida, que Él iría más tarde. Se quedó a orar en el monte para dar gracias a su Padre.

¡A buena hora se marcharon sus amigos en la barca! Con viento de cara en las aguas del lago… Los pobres no podían ni remar. -Creo que estaba todo “preparado”, pues cuando “no puedes más”, Jesús siempre aparece-.

Y aquí apareció, andando sobre las aguas turbulentas… ¡Las cosas de Jesús, jolín! Pues al verle, los apóstoles aterrados pensaron que era un fantasma nocturno, de esos que te quitan la respiración (yo no he visto ninguno, pero fantasmones…) Y encima hizo el ademán de pasar de ellos… -Siempre lo hace para ver si tú te acercas en libertad- Pero Jesús para evitarles la taquicardia, se paró y les dijo: “Ánimo soy yo, no tengáis miedo”… ¡No, qué va, menudo “yuyu”!

 Juan pablo II también se acordó de aquella frase de Jesús en el lago, cuando nos dijo en Madrid: “No tengáis miedo”, fue genial. Yo no tengo miedo de Ti, por eso, no te separes de mí, pase lo que pase…     

Entonces Jesús entró en la barca con ellos y amainó el viento -entró en tu corazón y calmó tu angustia-. Los pobriños, estaban tan asustados y perplejos, después de los Panes, el andar sobre las aguas y dejar el lago “plano”, que no sabían ni qué pensar. Señor, reconoce que das cada susto…     

No podían entender, pero no por zoquetes (como dice Marcos), Jesús sabe muy bien que no somos tan membrillos no, es que nos hizo humanos por los cuatro costados y aquellas cosas sobrepasaban al más inteligente. Pegaban cada salto… Después sabrían que no había otra manera en el poco tiempo que tuvo, de demostrar que era Dios. Pero también tenía una paciencia extraordinaria… La misma que ahora, por cierto. Él no ha cambiado en nada. Y si no fuera por esa gran virtud, ¡A Pedro no le dejan abrir las puertas del cielo, ni “pa tras”!   

Y es que en este mundo en el que vivimos tan “a la carrera” y con tanto desgaste, más nos valdría sentarnos en un banco a descansar y aprender algo de Él; de su caridad con el hambriento; de su fe para allanar tormentas y echar una mano al que está en apuros; de su paciencia infinita. Y sobre todo de sus silencios cuando le atacaban, esto es más difícil… Yo no sé como lo hacía y ¿Tú?

¡Ay, Jesús, Jesús, qué complicado nos lo has puesto! Se me olvida que la puerta del cielo es estrecha… Pero me darás empujones para entrar a la fuerza, como en el metro ¿verdad?, tengo al confesor más harto… 
 
Emma Diez Lobo
 
 
 
 
 
    

domingo, 16 de junio de 2013

NAÍN - Lucas 7, 11-17


   Señor Jesús: Tú que no abandonas a nadie que se acoja a ti, despierta en mí con tu Evangelio la libertad hacia lo absoluto que se mueve dentro de mí y que pugna por abrirse paso entre mil ataduras y coacciones.



 
Te entra una cosa cuando estás en Naín… Porque sabes que es un pueblito pisado realmente por Dios. En aquella pequeña explanada, Jesús resucitó al único hijo de una señora viuda. La pobre se quedó más sola que la una y no hacía más que llorar. -Por cierto, allí me cayó una piedra delante de mis narices, que aún estoy dilucidando por qué ¡menudo susto!-

Todo empezó al entrar Jesús en esa ciudad -no es muy grande-, y vio a esta señora deshecha en lágrimas y pegada a un ataúd alzado por las gentes del lugar. En los pueblos todos se conocen y se ayudan en lo que pueden hasta en el llorar.

Se acerca Jesús, que era un gran sentimental  y dice a la mujer “No llores”. Todos se pararon, Jesús tocó el ataúd y dijo: “Muchacho a ti te lo digo ¡Levántate!

¡Y el chaval se levantó!!! No sé cómo no le dio algo a esa mujer, si llego a estar allí, pego un salto que aún estoy corriendo…  Se incorporó en el ataúd y empezó a hablar, supongo que sin parar… Después Jesús se lo entregó a su madre, así, con la naturalidad que le caracteriza.

El gentío debió quedar tan “pasmao” y sobrecogido, que alabaron a Jesús diciendo: “Entre nosotros ha surgido un profeta, Dios ha visitado a nuestro pueblo”… Lo que no sabían era que hacía esas cosas en todo el país. En aquella época moverse era un problema, sin medios de transporte, sin twitter y sólo con borricos, pues no había manera de saber que pasaba en otras ciudades…  Pero se corrió la voz por todo Judea. ¡Menuda suerte la de los judíos!, en cambio los romanos… A ellos les recomía la intriga ¡seguro!      

Dios, te pasaste la vida predicando con el ejemplo y haciendo milagros porque te compadecías de las penas de tu pueblo; y sobre todo porque querías dar testimonio de tu poder sobrenatural. Debían ver para creer… 

Yo me baso en tus tres años de Ministerio y en las pruebas de tus enormes milagros para ser una seguidora tuya. Tantos hiciste y tan espectaculares que ojalá el mundo entero algún día te quiera como yo lo hago.  No es tan difícil ser discípulo tuyo, no Jesús, todo fue perfecto; lo que sucede es que gran parte de la humanidad padece -por propia voluntad- de sordera y ceguera: Aunque oiga, no escucha y aunque mire, no ve, ¡Bien lo sabes!    

Son unos pesados… ¡Anda que no nos toca rezar!!!

 Emma D. L.     

jueves, 13 de junio de 2013

LA VERDADERA AUTOESTIMA




Vamos a jugar un poco con la imaginación e intentaremos adivinar los pensamientos que, más de una vez, navegaron por el corazón y la mente de Pablo al recordar su antes y después de su encuentro con Jesucristo. Se acordaría de su vida, la que tenía tan sistemáticamente estructurada, asentada sobre la arena, antes de conocer la Roca (Mt 7,24…) Algo de esto nos dio a conocer en su confesión a los filipenses (Flp 3,4…). Mirándola de lejos, es decir, desde el Señor Jesús que es ahora su vida (Flp 1,20), le parece insultantemente ridícula.

 Ha recibido de Jesucristo un tesoro de incalculable valor, un corazón de pastor semejante al suyo que le impele a cargar sobre sus espaldas las vejaciones, debilidades y abatimientos de sus rebaños, el de Éfeso y el de tantos otros pastoreados por él. Sus ojos de pastor ven a multitud de hombres dispersos saltando intermitentemente de sus pequeñas vidas a otras, por falta de pastores que les anuncien  y ofrezcan la Vida. Su mirada se posa sobre estas ingentes muchedumbres sin ninguna censura condenatoria; por el contrario, desborda compasión entrañable, como la de su Pastor: “Jesús recorría todas las ciudades y aldeas… Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor” (Mt 9,35-36).

El amor misericordioso que fluye del corazón del Hijo de Dios, se ha hecho manantial en el suyo, lo que le lleva a proclamar ante el rebaño de Éfeso que no se arredra ante las prisiones y persecuciones que el Espíritu Santo le ha testificado que le esperan. No hay duda de que en su balanza de valores y prioridades pesa mucho más la realización del ministerio recibido que su propia vida. De ahí que diga de ella que “no es digna de estima”.

Quizá hoy día esto suene un poco raro dada la cantidad de cursos, libros, terapias, que potencian la autoestima. Nada que decir acerca de todas estas iniciativas. Pero en el caso de Pablo entendemos que está proyectando su autoestima hacia el infinito al catapultar su vida hacia la órbita de la causa del Hijo de Dios, como leemos en los Hechos de los Apóstoles (Hch 15,26). Nuestro querido amigo y padre en la fe, como tantos otros pastores, ha desestimado su vida a causa del Evangelio en el que cree. En su confesión de fe, en realidad se desnuda de todo ropaje de esplendor, honor y gloria, con el que todos pretendemos impresionar a todos. Al despojarse de estas vestimentas -hábitat privilegiado de todo tipo de polillas y roedores- comprueba, entrañablemente agradecido, que el Evangelio por el que ha desestimado su vida, se convierte en su vestido radiante, anticipo de su transfiguración gloriosa, herencia que le da su Señor (Flp 3,21).

Arropado por el Evangelio de Jesús, se enfrenta con toda vehemencia a todo aquello que no es Dios ni su gloria en el seno de las comunidades. En sus desencuentros y enfrentamientos, -que no fueron pocos- al igual que David en su combate con Goliat, prescinde de toda arma comúnmente usada en combate (1S 17,38-39). Siguiendo el paralelismo con David, las armas que podría usar Pablo serían la mentira, servirse de influencias, apoyarse en grupos de presión, manipulaciones…, nada de eso le sirve; tiene suficiente, y volvemos a remitirnos a David, con su Piedra angular –Jesucristo- a quien lleva envuelto en la honda del Evangelio.

Así, abrazado al Evangelio, al que amó con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, se lanzó al mundo sabiendo que podía ofrecerle el don inherente a su misión: la Palabra de la Vida (Flp 2,16). Lo hace sin pretensiones, sin prepotencia; sabe, tiene asumido -no desde la ascesis sino desde la Sabiduría del Evangelio que anuncia- que Dios ha asignado a los apóstoles el último lugar: “Porque pienso que a nosotros, los apóstoles, Dios nos ha asignado el último lugar…” (1Co 4,9).

No se avergüenza de este puesto ínfimo al que ha sido confinado por su condición de apóstol; está incluso contento ya que es el que ocupó su Señor. Sabe que la gloria de Dios que reposaba en el Lugar Santo –Templo de Jerusalén- se trasladó hacia el Calvario donde yacía el Crucificado, quien se llenó de la gloria de la resurrección. Es su lugar, no espera su glorificación ni su resurrección como algo del futuro. Ya lo está viviendo. Así lo testifica, como podemos comprobar, en su exhortación a los cristianos de Colosas: “Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba…” (Col 3,1). Por su comunión con Jesucristo se sabe ya crucificado por Él y en Él. En definitiva, se reconoce portador de la gloria de Dios aunque sea en primicias (2Co 3,18).

No, no está atentando Pablo contra su vida cuando proclama solemnemente a su rebaño de Éfeso que la desestima a causa de la misión recibida. Simplemente está confesando que tiene sus ojos puestos en “el Evangelio de la gloria de Dios que se le ha confiado” (1Tm 1,11). No, no está desestimando su vida…, todo lo contrario… ¡Nunca jamás un hombre se amó tanto a sí mismo!   

 

sábado, 8 de junio de 2013

AL SALIR DE GALILEA (Juan 1, 43-51)





Jesús “ordeno y mando”: ¡Felipe, sígueme!, a este siempre le pilla. Y Felipe dijo: “Sí”.

Después Felipe se encontró con un israelita, Natanael, y le comunicó que habían encontrado a Jesús de Nazaret, del cual los profetas habían escrito. Este contestó: ¿De Nazaret puede salir algo bueno?  (pues claro, listo…, esto no lo dijo Felipe), ven y verás fueron sus palabras.

Entonces Jesús  cuando vio acercarse a Natanael, dijo: “Este es un israelita de verdad en quien no hay engaño”, y el listo contestó: ¿De qué me conoces?

-“Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera te vi”. Señor, ¿conoces esa frase de “estar en la higuera”?, pues este lo estaba…  Pero se le “cayeron los palos del sombrajo” y quedó planchado reconociéndote como Rey de Israel… 

Y Jesús que no es tonto volvió a la carga: “¿Sólo por decirte que te vi, crees?, pues verás cosas mayores y a los ángeles subir y bajar sobre el Hijo del hombre”. ¡Chan tata chan!!!, uno más para el cestorro…

Jesús de mis entretelas, Tú ves sin mirar y eso te da ventaja, sabes con quien te la juegas y por qué. Nosotros en cambio (tu Padre nos hizo así) con tanta libertad que nos regaló, a veces como Natanael,  también “estamos en la higuera”… Pero cuando apareces en nuestras vidas, todo cambia y de verdad ¡Encantados de estar a tu “dispo”!

Es que eres un Líder fantástico, tanto, que hemos guardado frases tuyas lapidarias y utilizadas en la vida cotidiana, por ejemplo: “Nadie es profeta en su tierra”, o “al Cesar lo que es del Cesar…, o “Volveré…” (por cierto, también la dijo MacArthur -te copió- pero éste no volverá ni queriendo).

Hasta otro Evangelio Jesús, me gusta escribirte, porque si lo hago a Ti, también puede que alguien, si tu quieres,  pueda encontrarte en estas palabras y hechos de amor que nos dejaste.

 

Emma Diez Lobo


martes, 4 de junio de 2013

EN TEL- HADAR (Multiplicación de los Panes)



 
 
Este día Jesús se pasó haciendo de las suyas… ¡A lo grande y delante de más de medio pueblo judío!!! -Si hoy estos, no son cristianos después de aquella comilona… De verdad que no lo entiendo y ¡mira que son listos los “condenaos” para lo que quieren!- Así sucedió:   

¡Anda Felipe, deja de preguntar cómo va a comer toda esta gente con lo tarde que es y repartamos los 5 panes -de cebada- y los 2 peces entre todos…! Ya le vale a Jesús, ¡Pobre Felipe!, se quedó a cuadros, pero Jesús levantó los ojos al cielo y… Asunto arreglado; de pronto los 5000, come que te come… ¡Hasta sobraron 12 cestos! Y lo mejor, la frase de “Que no se pierda nada”.

Era su amor lo que Jesús repartía, pocos eran 5000 para Él, pocos, por eso sobraba Pan de Vida para los que aún no estaban con Él. A mí me ha llegado un Panecillo de aquel día… Y me voy contenta y “rellena” a mi casa, porque Jesús en aquella pradera de Tel-Hadar, también pensó en mí, y en ti y en él…

Siempre tendremos un pan de sobra para el que llegue después. ¡No te preocupes! Aquellos panes siguen dando vueltas por el mundo, y aunque ahora no los repartan ni Felipe ni Andrés (sus amigos de entonces), hoy tenemos otros nombres, también apóstoles que nos lo reparten y siempre, siempre sobran Panecillos, ¡pero que no se pierda ninguno!

Los peces son otro cantar, porque -como tienen ojos- yo creo que son el alimento del cuerpo, que es tan importante como el del alma, porque sin cuerpo… ¡Ya me dirá Jesús donde ponemos el alma!!!, al menos mientras intentamos portarnos bien… Pues eso, a ayudar entre todos al que no tiene pescado y que Dios ilumine al hombre santo a repartir el pan de Vida cada día en “las praderas” de tus templos…

Ya no tienes que retirarte a orar sólo después de darnos de Comer, Jesús. Ya has dejado aquí tu legado, el Pan de cebada para el Espíritu y la caridad del hombre, para el que no tiene alimento… Nos dejas unas cosas geniales, ¡Es que eres Genial, te mire por donde te mire!

 Emma Diez Lobo