domingo, 23 de junio de 2013

CON MI MANO DERECHA Y MIS OÍDOS

   Los que creen saberlo todo, nada saben si no tienen  sus corazones rebosantes de compasión y misericordia; si no se abrazan a los débiles, a los que incluso ya no tienen metas. Y sobre todo, no saben nada los que gastan todas sus energías cognoscitivas en indagar y juzgar el interior de sus hermanos.

          

 
 
Hago la señal de La Cruz… “En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, ¡uff! qué importante lo que estoy diciendo… Yo, una oveja que a veces parezco una cabra… Y ahora me bendigo en su Nombre, ¡nada menos que en el Nombre de Dios! ¿Somos conscientes de esto?, pues va a ser que no. Pero llega un día en que te das cuenta y sientes un gran agradecimiento por poder persignarte un día más, una vez más.

¡Qué gran responsabilidad…, la Trinidad en mi Señal de la Cruz para estar junto a Él y Él en mi alma!  

Me siento en aquel banco delantero y espero con ansiedad a ese hombre, a esa mujer que sube los dos escalones y se sitúa a la derecha del Altar, y nos lee unas estrofas de ese Libro rojo…

A veces en el templo me dan ganas de gritar: ¡Escuchad, por favor, escuchad!, hay tanto por descubrir en esas Lecturas… “Lo dijo Dios, un Profeta, otro, los Salmos, Pablo… ¡Yo no sé! Pero son frases cruciales, proféticas, con una profundidad que espanta.

Después el Sacerdote lee el Evangelio, al final levanta el Libro rojo y dice “Palabra de Dios” y lo besa… Nos explica con cariño de Padre, esas Divinas palabras que ha leído. No hay un solo Evangelio que no puedas dejar de subrayar alguna frase, son de una Sabiduría especial; aunque tengo que decir que a veces no entiendes nada… Jesús ¿por qué de vez en cuando hablas solo para sabios?... El hombre, querido Jesús, si no te has dado cuenta, es algo bastante borrico… Pero ahí está el Pastor para quitarnos la duda o el miedo.

¡Cuánto nos  parecemos a los Apóstoles!, cada uno de ellos somos uno de nosotros: El de la duda, el que le dio la espalda, el bueno de corazón, el que no se entera, el que dice una cosa y hace otra… En fin, tu y yo reflejados en estos hombres nada Divinos y muy humanos.   

Pero los sacerdotes son geniales, geniales porque viven lo que dicen. Yo imagino que dentro de su corazón, pensarán: ¡Si entendieran lo que digo y lo que digo es verdad…! - yo también lo pienso-  más de uno acamparía por siempre en el templo. Pero no se trata de  eso sino de llevar La Palabra contigo a los demás. ¿Cómo? Intentando llevar la luz de Cristo en nuestro quehacer diario, que iluminemos como linternas. Y aunque creamos que nuestras palabras se las lleva el viento, no es verdad, es una semilla que vas dejando en el corazón de quien te rodea y algún día crecerá porque Dios está ahí, en esa Palabra pequeña que has dicho, en esa frase llena de esperanza… Él busca al hombre de mil maneras; aquello que dijiste ayer en su Nombre, mañana lo recordarán. Dios no falla al hombre, Él se clava en la razón de la fe.  

Yo escucho con la cara tapada por mis manos,  que nada me distraiga, siquiera el sonido del templo y dejemos a Dios hacer, ¡qué nunca Le dejamos!... ¡Ah! y cuando no nos oiga… ¡Gritémosle!, creo que esto le encanta…

En la Comunión… ¡Tremendo momento magistral con Dios!!! Le pido  que me glorifique, que no se aparte de mí ni un minuto, que ayude al cristiano en su fe, que ayude al que no lo es y le busque… ¡Que mi nieto sea cura!!!    

Dejo el templo de ladrillos y luces tenues que no molestan y hacen de la casa de mi Dios y mis sacerdotes un lugar entrañable. A veces nos despiden, a veces hay tristezas por las personas que ya no están, a veces los enfermos van en sus sillas de ruedas, a veces nos echan agua en la cabeza para confirmarnos en el Bautismo, a veces nos sonríen y a veces nos dan palabras de aliento.

Hasta pronto, elegidos de Dios, hasta pronto si Dios quiere, y siempre quiere… ¡Cuánto poder de Dios hay en vuestras manos para Consagrar!!! Gracias por vuestro sacerdocio, gracias. Tenéis la llave del cielo de nuestras almas…  

Emma Diez Lobo

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