domingo, 30 de septiembre de 2018

Qué insensatez pasar de Dios


                                                       
           


¿No te espanta saberle crucificado por tu causa junto al dolor de María? A mí me aterra. ¿Reparas por un momento, al cabo del día, en los únicos Seres sobre la tierra que sufrieron tanto por ti y por mí? Incomprensible.No merecieron tales sufrimientos y, visto lo visto, ni del más leve empujón o diminuta lágrima. 

Claro! qué… Por ser como somos, vino.   

Y ahora ¿por qué Le ignoras?, ¿te molesta?, ¿te coarta?, ¿mintió? Temo decirte que eres lo más desagradecido, incrédulo e ignorante que pisa la tierra…  
  
¿Qué por qué lo digo? Porque no echas la menor mirada a su Evangelio y resulta, que ahí te dejó las claves del cielo que abrió para ti. Muchos serán los responsables de su última venida.

Si aún redimiendo y Comulgando, somos incorregibles, no me imagino un alma tan cargada de basura acumulada… ¿Qué crees, que no se Les cae el alma al suelo por semejante indiferencia a su perdón? No te entiendo.

Algunos vivís como si Él no existiera, prevaleciendo exclusivamente los Mandamientos dados a Moisés -aún, cielo cerrado-, pero Dios no se había implicado del todo hasta que decidió venir en Carne para ampliarlos y así, resucitarte -estabas muerto por tus pecados-.

 ¿Por qué desoyes sus Palabras?   
No digo que te condenes por “omitirle”, eso es cosa tuya, pero te aseguro que las llamas del lugar de la angustia y purificación, son terribles, que también es cosa nuestra. 
   
Hoy lloraba al Comulgar por la incomprensión y pasotismo del hombre ¡Es de locos! Todo a nuestro alcance y más de medio mundo, como si no tuviera nada. Dios no es importante…
  
¡Qué pena desaprovechar tanta Indulgencia! Si fueras algo inteligente, estarías deseando abrir la Biblia por el Nuevo Testamento -donde se cumple el Antiguo-. 

Los pobres judíos, aún no lo han entendido… Pero tú, tampoco.

 Emma Díez Lobo

sábado, 29 de septiembre de 2018

XXVI Domingo del Tiempo Ordinario





el cristiano no tiene la exclusiva en el reino de dios

Es importante la lección que Jesús da a Juan, celoso porque un exorcista que no pertenecía al grupo de los Doce, expulsaba demonios invocando el nombre de Jesús. No hay que impedirlo, porque “el que no está contra nosotros, está con nosotros”, es decir, el que no está contra nuestros valores, está a favor de ellos. Con ello Jesús enseña que lo importante no es el prestigio de la Iglesia sino la tarea asignada a ella y esta consiste en promover la presencia del reino de Dios, anunciándolo y combatiendo a Satanás y todas sus manifestaciones, como son el pecado, la enfermedad, la miseria. La Iglesia no tiene razón de ser en sí misma sino que nace al servicio del Reino de Dios; sus miembros deben integrar los valores del reino y trabajar por difundirlos.

En la tarea del reino Jesús se sirve de forma especial de su Iglesia, pero no de forma exclusiva. Cristo resucitado ejerce su poder salvífico mediante el Espíritu Santo en toda la humanidad, sobrepasando las fronteras de la Iglesia. Esto significa que actúa en todas las creencias religiosas, culturas, razas y tiempos. Como dice el Concilio Vaticano II, en el hombre  se oculta “una semilla divina” (GS 3), “semilla de eternidad” (GS 18), que es la gracia de Cristo resucitado, pues en “todos los hombres de buena voluntad, en (su)... corazón obra la gracia de modo invisible. Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual (GS 22). Esto implica que la gracia de Cristo resucitado, presente en el corazón de todos los hombres, los capacita para pensar, desear y llevar a cabo el bien. Reconociendo esta realidad, Pablo exhorta a los filipenses a integrar en su síntesis cristiana todos los valores que encuentren en la cultura pagana: “Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta. Todo cuanto habéis aprendido y recibido y oído y visto en mí, ponedlo por obra y el Dios de la paz estará con vosotros” (Flp 4,8-9).

En esta situación el cristiano no tiene que tener celos ante las obras edificantes a favor de un mundo más humano realizadas por personas no cristianas. Como dijo Moisés (primera lectura), ¡ojalá todos fueran profetas! Ojalá todo el mundo trabajara por un mundo más justo y humano, como Dios quiere. Al contrario, el cristiano ha de cultivar el espíritu ecuménico y ha de estar pronto para colaborar con todos los hombres de buena voluntad en la construcción de los valores del reino de Dios en este mundo. Lo importante no es quién lo hace o en nombre de qué institución se realiza el trabajo sino que se haga la voluntad de Dios, que es el bien del hombre.

Alguno puede decir: si todo hombre puede hacer el bien, ¿de qué sirve pertenecer a la Iglesia? La pregunta en el fondo deja entrever que no se valora la gracia de pertenecer a la Iglesia. Primero, pertenecer a la Iglesia responde a la voluntad explícita de Cristo, porque es la mejor situación para el hombre; segundo, pertenecer a la Iglesia responde a nuestra condición racional que debe saber lo que hace y con qué fuerzas lo hace; finalmente, si los que pertenecemos a la Iglesia y contamos con muchas ayudas tenemos dificultades para trabajar por el reino, ¡cuántas más las tendrán los que carecen de estas ayudas!

Hoy en concreto la palabra de Dios (segunda lectura) invita a luchar contra todo tipo de abuso del trabajador, invitación importante en esta época de paro abundante, que se presta a abusar de la persona necesitada de trabajar como sea; por el contrario, hay que ayudar al necesitado, especialmente al pobre que no tiene defensas (evangelio). El texto se refiere “al pequeño que cree”, es decir, al cristiano sin formación, al que hay que evitar escandalizar o hacerle caer y salir de la comunidad, que está para ayudar a todos. Jesús invita a ser supereminentes en este punto.

Las bienaventuranzas ofrecen una pauta interesante en esta tarea: hay dos que hablan de la acción del cristiano, hacer la paz y hacer misericordia. Se trata de anverso y reverso de la misma acción, que, por una parte, es crear la paz o armonía que Dios quiere en el mundo y, por otra, hacerlo con misericordia. El trabajo por la paz tienen que realizarlo los cristianos unidos a todos los hombres, pero hacerlo con entrañas de misericordia es lo típico del cristiano, es decir, hacerlo con constancia, con gratuidad, sintonizando con las personas y haciendo todo lo que está de nuestro parte.

        En la Eucaristía damos gracias al Padre por la vocación recibida de ser miembros de su Iglesia y renovamos el propósito de trabajar por los valores por los que murió y resucitó Jesús, que son los valores de Dios Padre.

Dr. Antonio Rodríguez Carmona


viernes, 28 de septiembre de 2018

Obligación del hombre: Orar y Amar




Consideradlo, hijos míos, el tesoro del hombre cristiano no está en la tierra, sino en el cielo. Por esto nuestro pensamiento debe estar siempre orientado hacia allí donde está nuestro tesoro.

El hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar. Si oráis y amáis, habréis hallado la felicidad en este mundo.

La oración no es otra cosa que la unión con Dios. Todo aquel que tiene el corazón puro y unido a Dios experimenta en sí mismo como una suavidad y dulzura que lo embriaga, se siente como rodeado de una luz admirable. En esta íntima unión Dios y el alma son como dos trozos de cera fundidos en uno solo, que ya nadie puede separar. Es algo muy hermoso esta unión de Dios con su pobre creatura; es una felicidad que supera nuestra comprensión.

Nosotros nos habíamos hecho indignos de orar, pero Dios, por su bondad, nos ha permitido hablar con él. Nuestra oración es el incienso que más le agrada.

Hijos míos, vuestro corazón es pequeño, pero la oración lo dilata y lo hace capaz de amar a Dios. La oración es una degustación anticipada del cielo, hace que una parte del paraíso baje hasta nosotros. Nunca nos deja sin dulzura; es como una miel que se derrama sobre el alma y lo endulza todo. En la oración hecha debidamente, se funden las penas como la nieve ante el sol.

Otro beneficio de la oración es que hace que el tiempo transcurre tan aprisa y con tanto deleite, que ni se percibe su duración.

Cuando vamos a casa de cualquier persona, sabemos muy bien para qué vamos. En cambio al ir a orar hay algunos que incluso parece como si le dijeran al buen Dios: «Sólo dos palabras, para deshacerme de ti...» Muchas veces pienso que, cuando venimos a adorar al Señor, obtendríamos todo lo que le pedimos si se lo pidiéramos con una fe muy viva y un corazón muy puro.

(S Juan María Vianney, Santo Cura de Ars)

jueves, 27 de septiembre de 2018

El aguijón de Pablo





“…Para que no me engría con la sublimidad de estas revelaciones, me fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría. Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. Pero él me dijo: “te basta mi gracia, que mi fuerza se realiza en la flaqueza”… (2 Cor 12, 7-11)

Pablo no explica en qué consistía este “aguijón”. La Biblia de Jerusalén habla de una posible enfermedad, otros han querido ver en ese aguijón una lucha que Pablo experimenta contra la lujuria…Nos quedamos sin saber.

Pero ya que nos quedamos sin saber, podemos tratar de imaginar que pudo ser, no tanto por conocer la personalidad del Apóstol,- siempre interesante, por cierto-, sino para tratar de encontrar en nuestra vida ese posible aguijón que quizá tengamos, o que, quizá, no lo hayamos descubierto aún.

En la Carta a los Corintios, dice Pablo: “…Yo soy el último de los apóstoles, indigno del nombre de apóstol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios. Más, por la Gracia de Dios, soy lo que soy; y la Gracia de Dios no  ha sido estéril en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos, pero no yo, sino la Gracia de Dios conmigo…” (1 Cor 15,9-11)

Este pensamiento de “trabajar más que todos los demás apóstoles”, - quizá no exenta de orgullo-, es lo que le hace ser engreído en la Revelación de Jesús. Y es por lo que el Señor le permite que haya “un ángel de Satanás” que le abofetee constantemente.

Este pensamiento me induce a pensar que son los remordimientos de su vida pasada de persecución a los cristianos lo que constantemente le recuerdan sus pecados, y le hacen sufrir. Pero el Señor, aun permitiendo que esto le ocurra, para depurar su alma y su conciencia, le da esta enorme esperanza: “Te basta mi Gracia”.

Ante estos acontecimientos de aquel entonces, el episodio también es actual en nuestra vida: ¿quién no tiene remordimientos de su vida pasada? Aquello que hicimos en algún o algunos momentos de nuestra vida, no nos pueden aplastar. Dios permite este “aguijón”, como el de Pablo, no para castigarnos, sino para sanarnos. Para sanar el alma.

El demonio nos tentará diciéndonos: ¡mira tus pecados! No tienes perdón de Dios. Te vas a condenar!!

¡NO! nos basta la Gracia de Dios. El salmista nos lo recuerda: “…tu Gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios… ” (Sal 62)

Pues que este Canto de alabanza del Salmo de David, nos haga reconocer que la Gracia de Dios vale más que todo lo que la vida nos pueda dar, y que “donde abundó el pecado sobreabundó la Gracia”(Rom 5,20)

Alabado sea Jesucristo.

Tomas Cremades Moreno

domingo, 23 de septiembre de 2018

Dios no lo tenía todo




¡Claro que no! Le faltaba su Madre, su Hijo, sus Santos... No, no lo tenía todo.

 También Le faltabas tú para disfrutar de su eternidad. Al principio, no eras lo más importante, nadie lo era, fue mucho después cuando vio que Satán se llevaba en masa sus seres creados.

Aunque en realidad poca falta o ninguna Le hacemos, hemos de reconocer que Le dimos una pena bestial. Lo intentó poniendo orden y castigos, con su Alianza de paz y las Tablas de la Ley, con Jesús y su Evangelio… ¡Pues ya es hora de que seamos algo inteligentes y sepamos que lo que siempre deseó es compartir su Reino!

No, no lo tenía todo y bastante se ha molestado en demostrarlo. ¿Somos tontos? Yo creo que sí. Ya lo dijo Jesús, ciegos y sordos a más no poder. 
  
Su ofrenda es lo más. No podemos obviar su Proyecto de liberación y gran recompensa. Es “nuestro tiempo” y nos toca continuar lo que Él nos dejó. No somos especialistas, que los hay en su Nombre, pero sí podemos ayudar. Yo lo hago y estaré agradecida todos los días de mi vida y ¿tú?  

Decide con tu inalienable libertad -por cierto y por tanto, el destino es la mayor falacia inventada- si quieres su regalo de sempiterna felicidad. 
  
Nos dió una inteligencia y dos vidas, la tuya y la Suya. No te cargues la Mayor por aferrarte a la menor… Una, es un regalo de Dios que Le costó la vida; la otra, es una gracia para llegar a disfrutarlo.  
    
No, no lo tenía todo…  

     Emma Díez Lobo


sábado, 22 de septiembre de 2018

Domingo XXV de Tiempo Ordinario



Situación

Las personas necesitamos valoración social. Esto no es malo. Si no hubiésemos sido importantes para nuestros padres, nos faltaría ese mínimo de autoestima que nos permite tener dignidad y nos capacita para crecer. Si no somos mínimamente valorados en nuestro trabajo, en las relaciones, terminamos cerrándonos sobre nosotros mismos.

El Evangelio presupone este equipamiento básico de la persona. Está dicho a otro nivel. Cuando la valoración social se constituye en fundamento y sentido de la propia vida (lo que se traduce en búsqueda de prestigio social, en necesidad de «status» más alto, en la ansiedad del poder), el «test» es muy claro: insensibilidad para acercarse a los despreciados, alejamiento del mundo de los pobres.

El Evangelio trae un mensaje claro: Porque hay tantos sin valoración social, sin ese equipamiento básico, y precisamente, porque nosotros somos los privilegiados, que lo tenemos, carecemos de derecho a aupamos sobre los demás y humillarnos. Al contrario, somos los llamados a liberarnos de la mentira del prestigio social y hacernos solidarios con los desechados, construyendo un mundo nuevo, fraternal e igualitario.

Contemplación

La Palabra emplaza al discípulo ante la figura del Mesías-Siervo. El que representa a Dios en la tierra, el Importante se hizo despreciable.

La primera lectura refleja el contraste entre los malvados poderosos, que acechan al inocente porque desenmascara su mentira y pecado. A su luz, adquieren contenido realista las palabras de Jesús que anuncian su próxima pasión en Jerusalén (Evangelio).

Hacer mía la oración de Jesús, el perseguido y despreciado por los poderosos, con el salmo responsorial. Ahí experimentamos «el corazón manso y humilde de Jesús», en su actitud radical de pequeñez ante Dios y ante los hombres.

Que la escucha de la Palabra me haga celebrar la Eucaristía sintiéndome uno más en la comunidad cristiana, cercano a los más sencillos.

Reflexión

Hay gente que sigue a Jesús sin saberlo. Les ha tocado ser los siervos de todos. El discípulo (cada uno de nosotros) es llamado a seguir a Jesús voluntariamente. Tiene que llegar a ser pequeño por proceso de conversión, por gracia de Dios.

No olvidemos que la naturaleza se resiste con uñas y dientes. Perder prestigio nos hace sentirnos inseguros. Lo notamos en cosas muy elementales: la necesidad de excusarnos cuando algo hemos hecho mal o de justificarnos cuando se nos atribuye algo que no hemos hecho.

Hay que luchar contra corriente, porque lo que cuenta alrededor nuestro es subir de «status social», codearse con gente de bien, tener fama… Si el prestigio social viene de lo económico, lo importante es ganar mucho, tener un apartamento en la costa… Si el prestigio está en lo profesional, hay que escalar puestos en la empresa… Y si en el contexto se valora lo cristiano, hay que demostrar la propia virtud y competir en las prácticas religiosas o en las tareas de ayuda a los marginados.

Seguir a Jesús en la vida ordinaria es un buen criterio para liberarse del prestigio social. No tiene sentido optar por los pobres si buscamos, inconscientemente, prestigio social.

·         Habrá que comenzar por casa. ¿Por qué ocultar nuestras debilidades? ¿Qué actitud adoptamos ante los más vulnerables? Siempre hay alguno a quien le toca soportar más peso: la «oveja negra», el «chivo expiatorio», el «no adaptado»…

·         En nuestro ámbito de trabajo, allí, en un rincón, haciendo un trabajo oscuro, hay alguien «poco importante».

·         En las relaciones sociales, ¿con quiénes me gusta rozar?, ¿a quiénes imito en el vestir, en los gustos? ¿Por qué?

El Evangelio pone atención especial en los niños. En aquel contexto, eran los menos importantes. Hoy, con frecuencia, son los pequeños tiranos. Siguen siendo, sin embargo, muy vulnerables. Valorarlos no significa realizar todos sus caprichos, auparlos a señores, sino ayudarles a crecer como personas.

Existen, además, otros muchos «pequeños» que se nos cruzan cada día: la dependienta de la tienda, el solitario malhumorado, el adolescente que necesita ser escuchado…

Javier Garrido


XXV domingo del Tiempo Ordinario






los valores del corazón condicionan el conocimiento de Jesús

Jesús anuncia de nuevo su muerte y resurrección y los discípulos no entienden nada. Más adelante se explica por qué no entendían: estaban discutiendo sobre quién era el más importante. El evangelista invita con esto a plantearse cómo se conoce a Jesús, qué facilita el conocimiento y qué lo impide. Responde diciendo que facilitan o impiden los valores o antivalores  que dominan en el corazón. En este caso concreto Jesús aparece hablando de muerte y ellos hablando de honores... ¡imposible entenderse! Realmente es el entendimiento el que tiene capacidad de comprender, pero está fuertemente condicionado por los valores y antivalores del corazón: cada uno entiende lo que le conviene. Por ello, después de cada uno de los anuncios de la muerte y resurrección de Jesús, ninguno comprendido por los discípulos, Marcos expone enseñanzas de los valores que facilitan la comprensión y de los antivalores que la impiden. De entre todos ellos se subraya positivamente la necesidad de una decisión firme por Jesús – no jugar a seguirle- y negativamente el orgullo y la ambición.

Es Importante vivir en la verdad siguiendo al auténtico Jesús, superando el engaño de crearnos un Jesús a nuestra imagen y semejanza, a quien decimos seguir sin que nos complique la vida. El auténtico Jesús, el que habla de muerte y resurrección, siempre complica la vida. Los destinatarios primitivos para los que san Marcos escribió su evangelio, estaban a punto de caer en esta tentación, creándose un Jesús triunfante que libra a sus seguidores de todo problema. Esta falsa creencia solo fue causa de problema para ellos, pues el Cristo real no solo no libera de los problemas que trae consigo el seguimiento sino que crea más. El Jesús real ofrece felicidad ¡con persecuciones! y después la vida eterna (Mc 10,30).

Si Jesús es el Mesías sufriente (primera lectura), que entrega su vida por los demás, su seguidor tiene que seguir este camino. De aquí la enseñanza contenida en la escena del niño: ser como niño y servir a los niños. El niño es naturalmente pequeño, es decir, es pura debilidad y la primera conciencia que adquiere es precisamente de que es débil, por lo que depende con naturalidad de los demás. Así debe ser el discípulo de Jesús: por una parte, ha de ser humilde como niño y, por otra, ha de dedicarse a servir a los niños.

Debe ser radicalmente humilde, consciente de su debilidad física y moral, por lo que evita la autosuficiencia y sabe depender de los demás y recibir su ayuda. No significa esto perder la autoestima, que es necesaria, sino valorarse en la justa realidad, ni más ni menos,  y no andar en pos de grandezas postizas. “Quién no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él” (Mc 10,15).

Por otra parte, ha de servir al niño. En el relato de hoy Jesús besa al niño y lo coloca en el centro, el puesto de honor, enseñando que el pequeño tiene que estar en el centro de honor de la comunidad cristiana. “Quien quiera ser primero, que sea el último y el servidor de todos”. La comunidad cristiana tiene que desechar todo tipo de honores humanos, porque no es una sociedad de honores e inciensos mutuos, sino una sociedad de servicios mutuos en la que la categoría de la persona se mide por su capacidad de servicio.  Cuando Jesús habla de niño se refiere naturalmente a los niños, pero también a todo tipo de pequeños en la comunidad, pequeños en la fe y pequeños sociológicos. Todos ellos son destinatarios privilegiados de la misión de la Iglesia, como lo fue de Jesús. La opción por los pobres es connatural con la Iglesia. Al comienzo de curso es importante para todos plantearse el servicio a los niños y a todos los miembros débiles de la comunidad, los pobres sociológicos y los débiles en la fe, necesitados de un acompañamiento paciente. En la medida en que lo hagamos, iremos conociendo al auténtico Jesús.

        En la celebración de la Eucaristía nos unimos y compartimos el servicio de Jesús, el que da su vida por nosotros,  el que se dirige especialmente a los “niños” y el que es ahora el primero porque en su ministerio terreno fue el último, hasta morir en la cruz.

Dr. Antonio Rodríguez Carmona

jueves, 20 de septiembre de 2018

Sin obras no hay FE


        


                                                                                  
Sin obras no existe la Fe porque la Fe es hacer, obrar, trabajar, compartir con los demás en la medida y manera que Dios se hace valer en nosotros. ¿Le sientes?  

¿Te importa la gente? Que te importe; ¿te importa bendecir? Bendice; ¿te preocupa que las almas se salven? Ayúdales; ¿ves soledad? Acompáñales; ¿sufrimiento? Mitígalo; ¿deseas que el mundo cambie? Reza; ¿te duele la desgracia ajena? Involúcrate; ¿quieres salvarte? Su ministro -alter Christus- te perdonará en su Nombre.

La Fe nace de las obras que hagas; por ti, lo hará la Fe de los otros. Si no ves así la vida, no conoces a Dios. Creer no es saber que Dios se hizo Hombre y ya, es mirarte en el prójimo y sentirle.  

No existe Santo sobre la tierra que no haya trabajado por las almas. Todos, absolutamente todos, vivieron para otros, sufrieron por otros, trabajaron para otros y evangelizaron. ¡Tanto desvelo por las almas!

Si no haces mal pero tampoco bien -fuera de tu refugio-, no estás haciendo nada.

Imitar a Cristo es llevar sus Palabras contigo ¿las llevas? Él no descansaba, Él se preocupaba por todos menos de sí mismo… Si no es así y te refugias en tu guarida, no puedes hablar de Fe sino de ti.

¿Pues qué mérito tiene amar entre los que se aman? Ante Dios, ninguno. Él vino por los que no son capaces de sentir a su prójimo. 

¿Llevarás al cielo aunque solo sea un alma? Piénsalo y actúa. Si eres hijo de Dios, revélale, da Testimonio.   
     
 Emma Díez Lobo

domingo, 16 de septiembre de 2018

¡Ama al enemigo!


                                 


                                                           
Jesús tiene un sentido del humor fantástico, lo grave es que lo dice en serio…

 Porque no te dice que te apartes, ni que pases, ni que… ¡No, no!, te dice que ames al enemigo. ¡Me parto conmigo misma!, primero se me pone la cara verde como la del “contrario”  y después cuando me acuerdo de lo que dijo, “me revierto”, le guiño un ojo y cambio de color. Lo mejor es que el otro avinagrado, no entiende nada en absoluto…  

Actuar como un pagano, es fácil, lo difícil es hacerlo como cristiano. Dios tiene toda la razón. Cuando te “sales del juego” con un gesto opuesto al que esperan de ti, desarmas al más hostil.

Me he puesto en la cabeza de Jesús que amaba a los malvados y me pregunto ¿Cómo amarles como Él? Es imposible, Él era Padre, nosotros no lo somos y no podemos sentir lo mismo, pero sí podemos hacer valer nuestra Fe en sus palabras de “medición” y desearles el bien
.     
La frase: “Porque con la medida que midáis se os medirá”… Es espectacular. Por si misma te conduce a la Paz entre los hombres y te advierte de la distancia a Dios. El tema es que se nos olvida de una manera bestial. 

La “cinta métrica” que Dios nos da, será la que entreguemos con nuestras medidas al prójimo. A ver si aumentamos centímetros de amor y rebajamos los de enemistad o aversión, por mucho que nos provoquen. La mía va genial “a trompicones”, pero va…

Emma Díez Lobo


sábado, 15 de septiembre de 2018

XXIV Domingo del Tiempo Ordinario





¿Quién es Jesús? Jesús es el Mesías sufriente


        El Evangelio de hoy presenta uno de los temas centrales del cristianismo: ¿Quién es Jesús?  De la respuesta depende toda la vida cristiana.

        El pueblo judío era consciente de sus debilidades, religiosas y políticas, y esperaba de diversas maneras que Dios enviara un salvador. La forma más popular concebía este salvador como un caudillo político-religioso, que instauraría un gran imperio teocrático y que solían designar como Rey-Mesías o Rey-Ungido, es decir, capacitado por Dios para esta tarea. Igual que se unge con aceite a un atleta para realice un esfuerzo, igualmente Dios ungirá con su poder a este futuro rey.

Jesús ha proclamado la inminencia del Reino de Dios y ha realizado signos especiales que le acreditan como enviado especial de Dios. ¿Quién es? La gente lo reconoce como un personaje importante, sin llegar a más, solo los discípulos lo reconocen como el Rey-Mesías esperado. Jesús manda callar, no porque no aceptara el título sino porque rechazaba el significado que sus discípulos y la gente le daban. Él no es un Mesías político religioso sino un Mesías sufriente, en la línea del prometido Siervo de Yahvé (primera lectura). Por eso anuncia su muerte y resurrección, y rechaza fuertemente la opinión de Pedro.

Es importante la continuación del relato: “Llamó a la gente y a sus discípulos y les dijo”. Se trata de una enseñanza importante y quiere que todos estén atentos. Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo... La invitación sonaría extraña a sus discípulos. “¿Si alguno quiere venir en pos de mí?... Pero si ya llevamos mucho tiempo contigo” ... Es verdad, pero Jesús quiere que renueven la opción del seguimiento sabiendo que siguen a uno que triunfará mediante la muerte. Y este camino es fundamental para el discípulo.

        Jesús no se llamó a sí mismo nunca Mesías, pero se identificó y realizó en su existencia lo que significa Mesías, es decir, ungido por Dios para salvar, pero no como piensan los hombres, de forma poderosa y violenta sino como piensa Dios que es amor. Por eso el mesianismo de Jesús se realizó en la humildad del Siervo de Yahvé, que propone la salvación y da su vida por los hombres.  Paradójicamente fue Pilatos, sin saber lo que hacía, el que proclamó la verdadera realeza mesiánica de Jesús, poniendo sobre la cruz el título Jesús Nazareno Rey de los Judíos. En la cruz Jesús es el rey mesías esperado. Por eso la Iglesia primitiva lo llama Jesucristo, nombre propio que resume la confesión de fe cristiana: Jesús es el Mesías. En Jesús se identifica la persona con la misión, que son inseparables.

        Esto explica que Jesús invite a sus discípulos a compartir este modo de ser, que según los criterios humanos es hacer el necio, pero según criterios cristianos, es el verdadero camino que realiza a la persona.

        Ser cristiano es igual a ser del mesías y se es así porque en el bautismo la persona ha quedado injertada en Jesucristo, el que muere y resucita. Esto exige vivir así. Igualmente, la Iglesia es cristiana, si en su forma de actuar sigue el camino de Jesucristo, amor y servicio, hasta dar la vida.

        La celebración de la Eucaristía es central para el cristiano. En ella ejerce Jesús como Mesías y el cristiano y la Iglesia purifica y alimenta su identidad.

Dr. Antonio Rodríguez Carmona


miércoles, 12 de septiembre de 2018

Yo soy Israel




                                                                                                 
Yo soy Israel, soy pueblo de Dios, pero no israelita que es bien diferente.

 Últimamente me asombra cómo los seguidores de Dios, nos estamos uniendo de tal manera que parece un milagro, es genial. Antes estábamos un poco dispersos y ahora… Más pegados imposible. Me encanta ver a Dios entre nosotros diciendo: ¡Venga, no os preocupéis, adelante, haced como los Ejércitos cuando invocaban a Santiago en las batallas! Yo os doy mi fuerza, mi baluarte y mi tesón, como a Santiago.

Si es que… Mientras más hablan ellos en contra, más hablamos nosotros a favor.

 Es fantástico porque lo que ignoran es que a Dios Le tenemos al frente. No hay retaguardia, todos estamos en primera línea de fuego. Y da la causalidad de que cuando más gritan, más silenciosamente nos unimos. Saber que estás en el lado bueno, es un premio, la mayor gracia que nos obsequian contra su voluntad.   
  
Es la consecuencia del empeño de estos “personajes extraños” de hacer desaparecer a Cristo. ¡Qué efecto tan contrario! Y qué regalo de honor y FE cada vez que nos lanzan sus maldades. 
     
Nosotros hablamos desde el corazón y ellos desde el rencor y el mal. Triste es ver almas tan oscuras y desviadas ¡Pobre gente! Rezar por ellos te da una altura que hasta sientes que rayas la vanidad.  

Somos un batallón de pastores, santos, ángeles, discípulos y ovejas por toda la tierra unidos como en tiempos de la Roma antigua… Por Bandera, una Madre Protectora y por Caudillo, el más Grande del universo ¡Dios!

¡Qué suerte, pueblo de Israel, lo tenemos todo!  

Emma Díez Lobo



martes, 11 de septiembre de 2018

MATER DEI. 12 SEPTIEMBRE: DULCE NOMBRE DE MARÍA





“El nombre de la virgen era María” (Lc 1,27)

Mater Dei. En el nombre se dice la persona. En el nombre de María, además, se dice todo el misterio de Dios. María, Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa de Dios Espíritu Santo. El evangelista Lucas la llama «María»; el ángel, en cambio, la llama «Llena de gracia». San Juan gusta de llamarla a menudo «Madre», mientras que el evangelista Mateo la llama «Esposa de José». Su prima Isabel se dirige a ella llamándola «Madre de mi Señor» y «La que ha creído». Y en el cántico del Magníficat, María se llama a sí misma «Esclava del Señor», al tiempo que profetiza que todas las generaciones la llamarán «Bienaventurada».

Todos los nombres y títulos de María resultan insuficientes para compendiar la grandiosa maternidad virginal que en Ella se cumple? Pronunciar despacio el nombre de María, dejando que el corazón se pare en la contemplación de esta Madre tan querida, es una forma sencilla y profunda de orar. Cómo se embelesa el alma al ponderar ese nombre santo, que enamoró el corazón de Dios, en los albores de la encarnación de Cristo. Cómo descansa el corazón en este dulce nombre, que tanto alivia nuestros sufrimientos y descansa nuestros afanes.

Cuando emprendas tareas especialmente delicadas y difíciles, cuando te topes con problemas que te superan, con personas difíciles, con situaciones de dolorosa lejanía de Dios, en tus labores más cotidianas, al salir de casa, al levantarte y acostarte, dí ¡…María…! María, siempre y en todo. Acostúmbrate a repetir suplicante ese nombre delicioso, en cualquier circunstancia y momento, y verás que tus días se colman de esa dulce presencia que también llenaba la casa sagrada de Nazareth.

María ha de ser la Madre de esa casa de tu alma, en la que Dios quiere habitar y descansar. No hay nombre que más llene y embellezca el alma que el nombre santo de María, cuando se pronuncia y saborea en el silencio de la contemplación. 


SIGNIFICADO DEL NOMBRE DE MARIA

-En el idioma popular significa: "La Iluminadora". (S. Jeronimo M 1.23.780)

-En el idioma arameo significa: "Señora" o "Princesa" (Bover).

-El significado científico de María en el idioma hebreo es: "Hermosa" (Banderhewer).

-En el idioma egipcio que fue donde primero se utilizó este nombre significa: "La preferida de Yahvé Dios". (Éxodo 15, 20). Mar o Myr, en egipcio significaba la más preferida de las hijas. Y "Ya" o "Yam", significaba: El Dios verdadero -Yahvé-. Así que MAR-YA o MYR-YAM en egipcio significaría: "La Hija preferida de Dios" (Zorell).

Padres de la Iglesia:

El nombre hebreo de María se traduce por Domina en latín; el Ángel le da, por tanto, el título de Señora (SAN PEDRO CRISÓLOGO, Sermón sobre la Anunciación de la B. Virgen María, 142).

Estas palabras, el Señor es contigo, son las más excelsas que se le podían haber dicho. Con razón, pues, el Ángel reverencia a la Virgen, por ser Madre del Señor, y Señora por tanto. Y le es muy propio el nombre de María, que en siríaco quiere decir «Señora» (SANTO TOMÁS, Sobre el Avemaría, 1. c., p. 183).

Y el nombre de la Virgen era María. Digamos también acerca de este nombre, que significa «estrella del mar» y se adapta a la Virgen Madre con la mayor proporción (SAN BERNARDO, Hom. sobre la Virgen Madre, 2).

Porque sólo Ella conjuró la maldición, trajo la bendición y abrió la puerta del paraíso. Por este motivo le va el nombre de «María», que significa «estrella del mar»; como la estrella del mar orienta a puerto a los navegantes, María dirige a los cristianos a la gloria (SANTO TOMÁS, Sobre el Avemaría, 1. c., p. 185).

Con razón se la llama «María», que quiere decir «iluminada»: El Señor llenará tu alma de resplandores (Is 58, 11), y significa además «iluminadora de otros», por referencia al mundo entero; y se la compara a la luna y al sol (SANTO TOMAS, Sobre el Avemaría, 1. c., 182).

La palabra María significa en hebreo estrella del mar, y en siríaco Señora. Y con razón, porque mereció llevar en sus entrañas al Señor del mundo y a la luz perenne de los siglos (SAN BEDA, en Catena Aurea, vol. V, p. 36).