jueves, 31 de marzo de 2016

Sacramento de Amor


La presencia de Cristo, muerto, resucitado y sentado glorioso a la derecha del Padre donde estaba siempre, y estará para el siempre nuestro, es la presencia en la Eucaristía.

Tú sabes, luminoso Señor, lo que cada uno percibimos y sentimos sobre esta luz tuya, en la presencia que se hace sacramento, porque eso es lo que somos cada uno en la Iglesia, lo que sabemos de ti, y amamos por tu gracia. Todos nos ponemos delante de tu sacramento, participamos, leemos o escuchamos Palabra, pero cada uno tiene su identidad y su luz para ti, para sí mismo y para los otros, porque la tesitura de luces que da el Padre y enriquecen tu Cuerpo es infinita, y se complementan.

Con la misma presencia estás en el Sagrario, como reserva silenciosa que nos llama a trenzarnos contigo, imbricados en el catolicismo, en la totalidad.

Recuerdo que algunos sacerdotes nos empujaban de niños, como acto piadoso de reconocimiento, a tocar y besar el Sagrario, decir alguna frase cariñosa y de alabanza, y desde luego –en las nutrientes visitas al Santísimo–, estar sentado un rato en la presencia. Alguno más entendido, nos enseñaba que ni siquiera había que decir nada, solo estar allí en silencio interior y exterior. Como en la playa, cuando nos tendíamos al sol en la arena, y acabábamos tostados por sus rayos. Y en verdad es que algunas veces uno sentía ese 'algo' especial que eres tú, Señor de los silencios en la sala íntima del alma.

Hay otra presencia que no hemos aprendido muy bien, al menos yo, a tenerla como fuente de oración. También los hombres que sufren y los que gozan contigo, son una especie de sacramento de tu presencia eterna. Tan presencia son, que el hombre cercano que sufre, al que puedo tocar y le llega mi voz, el prójimo, será la medida y ley de mi juicio final. Lo dijiste tú, Juez eterno, "tuve hambre, y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve enfermo o en la cárcel, y me visitaste...". (Mt 25)

Una cumbre de tu presencia sacramental es el matrimonio. ¿Pero toco y acaricio y hablo a mi esposa como hacía con aquel sagrario? ¿Tengo la seguridad de fe de que tú estás haciéndote presente en el amor del matrimonio con todo lo que tiene? No solo estás presente para mí, sino que como en la Eucaristía, esa presencia creída y cuidada, trasciende a todo el universo. Parece un exageración, pero en la fe, es la realidad misma de tu encarnación.

La luz de tu presencia enorme, vivo, resucitado y sentado en tu trono del cielo, no se multiplica en tus sacramentos, porque es la misma en todos, aunque en unos alimente, en otros limpie del pecado y reconcilie, o colabore con el Padre y contigo a completar el número de hombres que formamos tu cuerpo en plenitud.

Y en esa tesitura, hay una presencia que debería ser el colmo o cumbre de presencias, y es cuando al Sacramento del matrimonio, se le une en la misma persona cercana, la gracia que los pobres tienen para nosotros. Cuando mi esposa está enferma, tiene hambre o sed, sufre por las cosas que sufrimos los hombres, por los hijos, por la familia, por la vejez de todos los dolores... entonces la caricia y el consuelo se hacen un tesoro del amor, un depósito de oro a plazo fijo, cuya devolución de principal y réditos son seguros en el día final de tu Reino. El Misterio Pascual de cada día, es también el matrimonio cada día con su noche, como el pan nuestro, el perdón y reconciliación, la acción de gracias, con tu muerte y tu resurrección.
¡El Reino está más cerca de lo que parece! A veces solo basta con estar en silencio, sufriendo juntos, en la esperanza de que vengas Tú, Señor de todo nuestro gozo, y nos digas ¡Entrad, benditos de mi Padre!

Manuel Requena.



miércoles, 30 de marzo de 2016

¡Que Dios te bendiga, amigo!




Que hermoso es  haber sido alcanzado y sorprendido por la gracia de Dios y cumplir setenta años. Hoy es un día para felicitar, distinguir al amigo y colaborador literario de este blog, la alegría de comunicarlo, beber un trago de agua en la fuente Los Cañaricos, visitar la Balsa  del Tío Ratón, subir a la Fortaleza, buen lugar para contemplar ese Valle, sumidos en el silencio y en un espíritu de gratitud, y leer  el  siguiente testimonio que me manda el setentón, para corresponder a mi felicitación, ¡qué manera tan generosa de celebrarlo, dándole gracias a Dios!. ¡Querido amigo qué  sigas brillando con todos tus dones y talentos para la gloria de Dios y el beneficio de todos. Dios te guarde siempre.

Hoy, Señor, cumplo 70 años. Ya llevo un poco tiempo percatándome de que llegaba esta fecha, cosa que nunca antes, en otros cumpleaños, me había pasado; tenía la sensación de que me acercaba a una fecha determinante, taxativa y especial. Tengo la impresión de que este aniversario es singular, como si fuera una línea que marca un antes y un después en mi vida y eso cualquier fecha podría ser, pero no, es esta en concreto la que parece que me la señala. ¿Me quieres decir algo? o simplemente es cuestión psicológica. Me figuro que he ido ascendiendo por una no muy pendiente cuesta, pero de pronto me encuentro en una cima y ante mí se presenta, no un precipicio, pero sí un descenso bastante más pronunciado que el ascenso.

Cuando murió mi padre apenas ha pasado un año, hablando con un amigo coetáneo le decía que yo ya estaba en primera fila, pero lo decía más bromeando que pensándolo en serio, y hoy sí me tomo en serio esas mismas palabras. Sin embargo hoy sí tengo la sensación de que he comenzado la época definitiva. También me viene a la mente la respuesta que me dio mi padre, ya muy deteriorado, cuando en una conversación salió el tema de la muerte y le pregunté que qué pensaba al respecto: Pedro, estoy preparado, pero sin prisas.
Eso mismo parece que quisiera decirte hoy yo a Ti. ¡Hay que ver el apego que le tenemos a esta vida! cuando, Señor, sabemos que estamos de paso, es más, creemos que la definitiva vida posterior será mejor que esta, pero sin embargo nos resistimos. Te hablo en plural porque esta sensación no es solo mía, sino que la he contrastado en conversaciones al respecto con otros. Parece como si me resistiera, no me gustara que llegara ese día. No me lo tomes a falta de fe, creo en la resurrección, más aún, digo  con San Pablo aquello de que sin ella los seres humanos seríamos los seres más desgraciados de la creación, pero…

Todo lo anterior parece una reflexión u oración extravagante o grotesca, Señor, pero no, es la confesión a corazón abierto ante mi mejor amigo.

Gracias, Señor, por haberme permitido llegar hasta aquí y además muy bien acompañado de gente que me quiere. Gracias por todos los dones con los que me has colmado en este trayecto.

En fin, no te digo hasta pronto por ser coherente con todo lo anterior, pero sí hasta que quieras.

Pedro José Martínez Caparrós



martes, 29 de marzo de 2016

45ª Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada




Las jornadas se celebrarán en el aula Ángel Herrera de la Fundación Pablo VI (paseo Juan XXIII, 3. Metro: Metropolitano. Bus: C, C2, F y 132). MADRID.

La Pascua de José




Piadosamente no me cabe duda, de que en el momento de la resurrección física de Jesús, cuando su cuerpo de carne herida se transformó en pura gloria, –como en aquel Tabor pero ya para siempre–, en el lado de acá de la losa que sostenía su cuerpo, estaba María, y en el lado que está más allá de la física, en el Sheol o sueño de Abraham, donde esperaban los justos la promesa de la palingenesia, estaba José. La propia fuerza interna de aquel cuerpo de Cristo, que ellos habían alimentado, contemplado y sentido con toda la epidemia de amor pegadizo que rebosaba, estaba siendo origen, génesis, principio y fin, de toda la esperanza del Adan perdido y recuperado en gloria. Tras mil generaciones de muerte en ADaN, al resucitar un hombre, Dios hizo eterno el barro de nuestra naturaleza. Hay muchos hombres que quieren ver hoy en el universo algún rastro del explosivo "big-bang", que dio origen al cosmos. Yo daría ahora mismo mi vida por ver algo de aquél momento clave, el momento de la Resurrección de Jesucristo. No creo que haya otro acontecimiento más grande en toda la historia de este cosmos que vemos y tocamos. El Alfa y la Omega de la creación, cerraron el círculo creativo en aquel segundo luminoso de la recreación.

En este lado nuestro, junto a la losa fría que soportaba el cuerpo castigado de muerte, estabas tú María. Y un poco más allá, en el 'poco' que conoce la fe, estabas tú José, en la puerta misma del seno de Abrahám, el seol, los infiernos... vaya Vd. a saber. Lo cierto es que hoy es ya noticia de nuestra sola fe. La Palabra que la proclama y la alimenta nos dice que tras morir en cruz, y puesto amortajado en un sepulcro, Jesús "descendió a los infiernos", abrió las puertas hacia el Reino y libró a los cautivos «bajo las sombras de la muerte, y puso sus pies en al camino de la paz».

Algunos, antes de irse al Reino, volvieron a esta vida y se aparecieron a muchos en Jerusalén, y si José estaba en aquellos infiernos, sería uno de ellos, al menos para gozarse con María de las profecías que hacía treinta años les habías proclamado Zacarías en la montaña, y Simeón en el Templo. María tenía aún la espada en el alma, y José también exploraba ya los Caminos de la Paz, para los nuevos hijos que pasan las sombras de la muerte. Su pascua personal, su salida de Egipto, es garantía de nuestra pascua eterna.

¡Yo me apunto a su tutela!


Manuel Requena

lunes, 28 de marzo de 2016

Las 3 de la tarde

                                                                               
               
Hoy se nublaron los cielos en Madrid, eran las 3 de la tarde cuando llegaba a mi casa después de hacer las 7 visitas de Viernes Santo. Sí, pensé, es la hora de mi Vida eterna. ¡Por Dios Jesús!, no dejes que me lleven después de tanta tortura por mi causa…  

Tú, me has liberado, me has perdonado todo absolutamente, hasta las penas del Purgatorio con esa Puerta Santa Misericordiosa. Si fuera por mí, llevaría un cojín y me sentaría debajo del dintel de la puerta hasta noviembre; sin hablar, sin comer, sin oportunidad de pecar y todo el día rezando por mis hermanos ¡Claro! confesando, Comulgando y ¡hala! otra vez a la Puerta a pedir por los que han muerto en Ti, para que salgan del sufrimiento.

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Ya no es Viernes sino Domingo de Resurrección y por fin tienes el cuerpo sin laceraciones, sin el pómulo hinchado y sin la marca de la lanza ni los clavos ¡Qué bestias, qué gordos eran! 

Soy feliz de verte Resucitado, pero casi siempre te escenifican con imágenes en la Cruz y no hay manera de descrucificarte, no es que lo intente con unos alicates delante de todo el mundo… Sino porque no hay modo de frenar nuestras ofensas ¡Jesús!

Menos mal que hiciste una alianza con el hombre, menos mal, porque si no, era para mandarnos a “freír monas”… ¡Cuánta clemencia!
 
En el día de hoy, son tantos Santos los que están contigo, que no sé a quién pedir que ore por mí para no ofenderte y ahora, hasta mis padres terrenales por los que he pasado la Puerta Santa. Cada vez son más y me armo tal lío que voy y se me olvidan, sólo os lo pido a Ti y a tu Madre, pero recuérdamelos para que te quiten trabajo.
     
Hasta la próxima Semana Santa, Jesús. Feliz Pascua desde la tierra y gracias por seguir bendiciéndonos con tu Resurrección, Comunión de los Santos… Con todo.

     Emma Díez Lobo


domingo, 27 de marzo de 2016

Bruselas


Creía, Señor, que Tú habías muerto para eliminar la muerte y el pecado de este mundo. Pero visto lo visto más de uno puede caer en la tentación de  pensar que tu venida fue un fracaso.

A ver, si no, cómo esas bestias salvajes, con toda la frialdad del mundo, dando un alarido que invoca a su dios, en breves instantes producen una barbarie tan grande. ¿Cómo se puede matar en nombre de una religión? ¿Qué clase de religión sería esa? Su odio es inversamente proporcional a su inteligencia. El Islán no es así, no es cierto que el Corán, su libro sagrado, les dé cobertura. Juzgamos falsamente si partimos de su adulterada premisa. Los auténticos musulmanes los desautorizan abiertamente.

Tú sí que moriste para salvar a todos los seres humanos y además moriste dando también otro desgarrador alarido a tu Padre Dios: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. Qué paralelismo tan antagónico. Unos mueren matando por odio y Tú mueres dando la vida por amor. Esto, hasta los que no sean creyentes tuyos lo pueden entender y admitir, en cambio lo de las Torres Gemelas, Atocha, París, Bruselas… ¿quién lo va a entender?

Es muy difícil poner la otra mejilla con estos prójimos, así que ilumínanos y danos fuerza porque nuestra mente y nuestro corazón se resisten.

Gracias, Dios mío, por ser así, por darnos la vida, por amar y perdonar. Gracias por habernos dado una religión de libertad, pues en comparación, la pretendida de estas mentes atrofiadas es de servilismo. Perdona a tanto terrorista que anda ciego por este valle de lágrimas porque tampoco ellos saben lo que se hacen.

Ayúdanos a ambas partes a convivir, ya que inevitablemente estamos forzados a cohabitar. Ilumina y dale sabiduría a los verdaderos musulmanes, que son los más,  para que sean capaces de hacerles ver su error a esa minoría, aunque realmente cada vez es menos minoría, pero con mucho odio y mucha ansia de matar. Perdónales y reconviértelos al verdadero sentido de los principios de su religión, que nada de lo que engañosamente practican en su nombre es admisible.

 Pedro José Martínez Caparrós

sábado, 26 de marzo de 2016

Madre también en soledad



La soledad del Sábado -"Sabat" judío, descanso-, puede ser un encuentro en el silencio que acusa recibo de las soledades en que quedan los hombres tras una muerte. El muerto, y los vivos que lo aman, cada uno en su lado de la historia humana, están solos cuando acaba el sepelio. El Sábado Santo es como la celebración litúrgica de todas las soledades. Su sentido patético cursa como un arroyo hasta encontrar el gran río del sufrimiento desaliñado pero fértil de María, la madre de la Iglesia, la Madre de Jesús. 

La comunión con ese corazón sufriente durante un viernes y un sábado judío, es un tesoro de ciencia y conocimiento del misterio religioso que acompaña al hombre como parte de su identidad genética. La comunión con los muertos  que ahora tienen alguna forma de vida, es común en todas las religiones. Pero la comunión con los vivos, que pasada la puerta de la muerte escuchan, oyen, hablan y acuden al diálogo interviniendo incluso en el mundo físico que llamamos 'esta vida', la religión que más la ha desarrollado es la cristiana. El cristianismo tiene en su fundamento de fe la comunión de los santos. Los que entran al reino, están vivos, comunicantes.

La comunión más perceptible es la que se logra con María, la Madre que une umbilicalmente a la Iglesia con su Hijo, el Padre y el Espíritu. Y el Sábado Santo hay como una gracia especial para esa comunión. Sin palabras muchas, sin razonamientos pesados, sin promesas ni votos incumplibles, la presencia suya en la vida del espíritu cristiano que ora en soledad, es apreciable a simple vista de la fe. Alimenta solo con misterio de amor presente, como hizo con la primera iglesia reunida con temor, en lo escondido una sala amplia de la segunda planta, donde vibraba aún el eco emocional de las cuerdas bucales de su hijo diciendo: "Esto es mi cuerpo... Esta es mi sangre"... Ella lo entendería aquella misma noche, porque era la Madre de la Esperanza. Lo que a nosotros nos lleva sosteniendo dos mil años en la fe, la vuelta del amado que se fue, ella lo concentró en un solo 'sabat', un descanso, un sábado judío en el que uno no podía ni moverse. Pero ella se movió, como su Hijo. Con la espada clavada en el alma, que el viejo Simeón le había profetizado, fue capaz de volar en silencio hasta el sepulcro, y entender la promesa que había hecho. ¡Volveré y os llevaré conmigo! 

María del tiempo sagrado viajó en su soledad a todos los tiempos de su hijo. Incluyendo siglo XXI. Y aquí está, como aquella noche del año 33 desde su parto en Belén, sosteniendo la vida de los nacidos a su fe, atemorizados, gritando como ella: ¡¿Dónde estás?!

La Madre de Esperanza, fue madre del encuentro y lo seguirá siendo  tras la muerte.

Manuel Requena


Domingo de Pascua de Resurrección




Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo

         La resurrección de Jesús es el centro de nuestra fe y motivo de perenne alegría.

       Alegría porque su triunfo es nuestro triunfo. Con él todos hemos muerto y resucitado. En él la naturaleza humana ha sido glorificada para siempre y nos posibilita que un día seamos también nosotros glorificados.

       Alegría porque el hombre Jesús, se solidarizó con nosotros, echó sobre sí nuestras miserias, nos ha conseguido el perdón,  ahora intercede por nosotros ante el Padre y nos ayudará para que compartamos su resurrección y su gloria.

Alegría porque hemos recibido el don de la fe que nos permite conocer y vivir esta realidad, como Juan y Pedro (cf. Evangelio).

Alegría porque hemos recibido el bautismo que nos hace compartir ahora su muerte para vivir una vida nueva y después compartir su resurrección.

Alegría porque nos ha abierto el camino que conduce al Padre y a la felicidad, una vida consagrada al amor

Alegría porque tenemos una vida con sentido, porque nuestro camino no conduce al caos sino a la plenitud de la vida, porque compartiremos su resurrección.

Alegría porque en el cielo tenemos quién nos comprenda y nos ayude en nuestro caminar.

Alegría porque ya somos ciudadanos del cielo y hemos recibido la capacidad de vivir como tales (cf. 2ª lectura).

Alegría porque Jesús nos ha enviado su Espíritu que nos capacita para vivir como ciudadanos del cielo.

Alegría por nuestro amigo Jesús se fía de nosotros y nos ha confiado la tarea de ser testigos de su resurrección (ver 1ª lectura). Que nuestra alegría sea nuestro mejor testimonio.

Como pide Pablo, “alegraos siempre en el Señor, de nuevo lo digo, alegraos” (Flp 4,4,). Este es el fundamento de la alegría que nunca falla, pues Jesús, el resucitado, es nuestro amigo, a él estamos incorporados, él es nuestra vida, siempre nos acompaña y con él las alegrías serán más alegrías y los sufrimientos tendrán un nuevo sentido, estará con nosotros en la hora de la muerte y nos llevará a compartir su gloria junto al Padre.

Alegría porque en la Eucaristía podemos vivir una experiencia estrecha de comunión con el Resucitado. Que la celebración de la Eucaristía nos haga auténticos testigos de su resurrección.


Rvdo. D. Antonio Rodríguez Carmona

Calvario


                                                                                                       
Perdonad pero no hablo de Aquél día en la Vía Dolorosa, sino de hoy… Es de traca lo que aún padece el pobre Jesús. ¿Calvario?, martirio constante diría yo, y mirad que no es por Él sino por la pena infinita que siente por nosotros. No entiendo nuestra actitud. 

Todos los días (no se salva ni uno) andamos, o protestando, mascullando, criticando, juzgando, reprochando, murmurando… ¡Un cuadro! (Que jamás nos enseñó Jesús).

¿Pero es que no podemos ser “normales” un ratito? Pues va a ser que… difícil. Y esto no es lo malo, lo malo es que lo vemos tan “natural” como cocinar lentejas. Pero hemos de saber que la reiteración constante de pecados veniales, alejan de la caridad, de la humildad  y de la Gracia de Dios, quedando a merced del pecado mortal. 

¿Católicos, Apostólicos y Romanos?, ya, y astronautas… Es queeee… pufff, “ni combate interior ni flores”, es tan habitual que… ¡Tela!

Pablo asesinaba, era su guerra contra la fe y se transformó de cuajo. ¿Cuál es nuestra guerra?: La vida diaria, pero con tanta lentejaaaaaa… Pues, peores que Pablo.   

Solución a la desfachatez:

Contar hasta 100, mirar la parte buena, cambiar de “tema”, no quejarse (si nos duele el riñón, sí), no ser cacatúas y pensar lo que Jesús hacía: Hablaba de frente y para bien, sufría en silencio, no condenaba y no era cotilla (y muchas más cosas).

¡Venga!, empecemos hoy o sigamos en el intento y renovemos “nuestra casa”. Es grande sentirse Cristiano y Católico, las Gracias son innumerables: Yo os prometo, haber disfrutado de ellas.

Ganemos el combate de las “dichosas lentejas” ¡por Dios!, estamos en Semana Santa.                                                                                                                  

Emma Díez Lobo

viernes, 25 de marzo de 2016

No os puedo entender





¿Cómo, sabiendo que vuestros Sumos Sacerdotes os mintieron con respecto a la Resurrección de Cristo, seguís vosotros tan maña y amañada mentira?

No os puedo entender, tampoco respetar la falsedad heredada por siglos y conveniencia  del Sanedrín. ¿Por qué lo aceptáis hasta hoy? Por vuestra actitud, Jesús dijo: “Nadie es profeta en su tierra”… Y esa era su tierra y vosotros, los que anduvisteis con Él. ¡Recapacitad judíos del mundo!  

No deis la espalda a la profecía cumplida de El Mesías, pues sabéis que el Sanedrín compró el silencio de la guardia romana que custodiaba su Tumba. Leed al Hijo de Dios o escuchadle y corregiréis el camino con su Gracia.
   
Se nublaron los cielos a las 3 de la tarde, sufristeis terremotos, se rasgó el velo del templo, los muertos salieron de sus tumbas y en 3 días se levantó el Templo de un Nuevo Espíritu. No lo ocultéis de generación en generación… 

El Antiguo Testamento consumado, no ha cambiado… Sí, Jesús vendrá, pero no como El Mesías, sino como el Hijo del Hombre a juzgar a vivos y muertos: Unos a la derecha y otros a su izquierda ¿A qué lado de Jesús queréis estar?  
  
A los Ortodoxos les diría que Jesús puso a Pedro como Autoridad de su Iglesia ¿Porqué creer unos pasajes sí y otros no? Tampoco les entiendo. En los apóstoles recayó el Espíritu Santo y por tanto, Pedro, sus sucesores y Concilios son obras de los Consagrados por Dios. 
   
A los Protestantes les digo que recuerden que tanto Martín Lutero como Enrique VIII, eran católicos, obedientes al Papa. Pero uno, porque no aprobaba lo que vio en Roma y el otro, por capricho personal de casarse con otra mujer ¿Continuáis en la desobediencia a “Pedro” como representante de Dios? No soy capaz de comprender vuestra fidelidad al hombre y no a Jesús: “Yo y lo que me viene en gana, porque lo que veo no me gusta, lo cambio y monto otra iglesia con nuevo líder”. ¿? 

A los musulmanes… ¿Un profeta de Dios guerrero y asesino que ordena matar en su Nombre? ¿Dónde la bondad, la misericordia y la paz de ese dios? No hay comentarios.  

El único perfecto en la Iglesia Católica es Jesús y, Pedro no tuvo ninguna culpa de lo que después sucediera. Expandir el Evangelio es la labor de “Roma” (mandamiento de Jesús a sus apóstoles), Y si así no se hiciera por algunos, ante Dios responderán de sí mismos, de sus actos  y de las almas “frágiles” que apartaron… 
  

Sólo quiero haceros pensar un momento en esta Semana Santa.

 Emma Díez Lobo


Vigilia Pascual


 cristo ha resucitado y nosotros con él

La Vigilia es la gran celebración de la resurrección de Jesús y de nuestra participación en ella por el bautismo. Dada la riqueza de contenido y la duración de la misma, parece que  lo más adecuado es una breve evocación de lo que significa la resurrección de Jesús, objeto de enseñanza durante toda la Cuaresma, sirviéndose para ello de breves moniciones antes de cada rito y lectura, y unas palabras que preparen a la renovación del bautismo, con el que iniciamos nuestra participación en la resurrección de Jesús.

La celebración comienza con la proclamación de la resurrección bajo el símbolo de la luz. La luz evoca una naturaleza especial, casi espiritual: es trasparente, no se puede tocar, ilumina, da calor. Luz es iluminación y vida. Con este símbolo Dios se presentó a Moisés sobre la zarza que no se consumía. La columna de fuego encabezaba la caravana del pueblo israelita por el desierto camino de la Tierra prometida. Ahora es símbolo de Cristo resucitado, que ha hecho partícipe a la humanidad de nueva vida divina y guía a su Iglesia hacia la Patria.

La Vigilia está estructuraba básicamente sobre la tradición judía de las cuatro noches, en que Dios actuó para transformar la tiniebla en luz, la angustia en salvación, la esclavitud en liberación. La primera es la noche de la creación en que Dios comenzó creando la luz y es un anuncio de la nueva creación por Cristo resucitado, verdadera luz del mundo. La segunda es la noche de la angustia de Abraham, dispuesto a ofrecer su hijo único, creyendo, sin ser consciente de ello, que Dios podría resucitar a su hijo; Dios lo perdonó, devolviendo la alegría a su padre y prometiéndole hacerlo padre de un gran pueblo. Por ello es un anuncio del sacrificio de Cristo, “al que no perdonó” el Padre (Rom 8,31), pero lo resucitó e hizo primogénito de los muertos y cabeza de un gran pueblo. La tercera es la noche del paso del Mar Rojo, en que el pueblo judío, indefenso y en peligro entre el ejército del faraón y el mar que le cerraba el paso, fue liberado por Dios, pasando así de la esclavitud a la libertad; fue un anuncio del paso liberador de Jesús de este mundo al Padre (Jn 13,1) y de nuestra participación en el mismo por el bautismo. Finalmente la cuarta noche es la noche del Mesías, en que vendrá del cielo para instaurar el Reino de Dios. Anuncio de la noche de la pasión y sepultura de Jesús, que Dios transformó en plenitud de vida, resucitando a Jesús y sentándolo a su derecha, a él y a toda la humanidad con la que se solidarizó y representaba, e instaurando así su reino.

Toda esta larga liturgia de la palabra culminará con la renovación de las promesas bautismales. Primero se recuerda en la lectura de Romanos 6 lo que ha significa el bautismo que hemos recibido. Después se invita a renovar conscientemente todo lo que implica una vida de bautizados en la que hay que actualizar cada día la muerte y resurrección de Jesús, haciendo realidad nuestra fe en Dios Padre, en el Señor resucitado, en el Espíritu Santo y en la Iglesia, y, por otra parte, renunciando a Satanás y al mundo del pecado.

Finalmente en la liturgia sacrificial agradecemos al Padre la entrega de su Hijo y la vida nueva que nos ha dado por medio de él y unimos nuestra vida a la de Cristo como ofrenda viviente al Padre.


Rvdo. D. Antonio Rodríguez Carmona

jueves, 24 de marzo de 2016

Viernes Santo

      

   valorar la pasión de jesús y compadecerlo en sus miembros

La celebración de hoy es larga, por lo que el comentario homilético debe ser breve, pero rico y sugerente, poniendo de relieve tres aspectos.

1.                  Valorar y agradecer la pasión histórica de Jesús, que revela su amor (nos amó y se entregó por nosotros: Ef 5,2) y el amor del Padre que nos lo entrega (amó Dios tanto al mundo que entregó su Hijo unigénito: Jn 3,16). La 1ª lectura, el 4º poema del Siervo de Yahvé, presenta a Jesús como cordero inocente, representante de la humanidad, en cuyo favor sufre y muere. En la segunda lectura en su 2ª parte (v 7-9) Jesús aparece pidiendo al Padre superar todo tipo de muerte y gozar de la plenitud de la vida y lo consigue para él y para nosotros.   Por su parte, el Evangelio, la pasión según san Juan, ofrece el relato más sublimado de la pasión de Jesús, en el que la presenta como el camino regio de un rey hacia su trono. Jesús aparece consciente, libre y dueño de su destino y de los acontecimientos: cuando lo van a detener se revela como Yo soy (nombre divino), da permiso para que lo detengan y ordena que dejen en libertad a sus discípulos. En la escena ante Anás se comporta con plena dignidad y libertad. En el diálogo con Pilatos no se sabe quién es el juez y quién el reo, pues Jesús está en el centro de la escena junto a Pilato. Estos diálogos culminan en dos grandes revelaciones: he aquí el hombre, es decir, hasta donde es capaz de llegar el Hijo de Dios encarnado por amor a los hombres, y he aquí vuestro rey, es decir, Jesús es verdaderamente rey pero en su total entrega y humillación. En la cruz Jesús aparece con su título de rey de los judíos en todas las lenguas conocidas, presentándose así a todo el mundo; hasta el último momento vive cuidadoso de cumplir la voluntad del Padre hasta en los últimos detalles. Y finalmente, a la hora de morir, lo hace libremente: Juan lo subraya escribiendo e inclinando la cabeza, entregó el espíritu; normalmente un moribundo muere y después, como consecuencia, inclina la cabeza, pero aquí es al revés: Jesús muere libremente y nos entrega su espíritu.
    
2.                  Compartir la cruz gloriosa de Jesús.

Toda la celebración trata de convencernos que ser cristiano implica compartir en la vida diaria su pasión y muerte. El dolor está presente en la vida cristiana, el dolor físico igual que en todos los miembros de la humanidad, y el dolor específico de vivir el discipulado en lucha constante contra “nuestra carne” y contra la oposición del mundo no cristiano. Pero la cruz de Jesús, que hay que compartir, es gloriosa y camino de compartir la resurrección de Jesús. La 2ª lectura invita a confiar en su ayuda, pues el Señor resucitado nos comprende, ya que, aunque no puede sufrir, tiene la experiencia de lo que es una existencia humana amando y sirviendo a los demás. Por ello es el Sumo Sacerdote misericordioso y comprensivo.

3.                  Cristo sigue sufriendo en sus miembros.

 Jesús ahora no sufre y por ello no tiene sentido una reacción puramente sentimentalista, pero sufre en sus miembros. Por eso celebrar su pasión se tiene que concretar en la compasión de todo sufrimiento humano: las personas que sufren por enfermedad, los que sufren perseguidos por su fe y por el servicio a la justicia. Esto es tan importante que el mismo Jesús  ha dejado como materia del juicio final el problema del hambre en el mundo, el de la falta de agua, el de los inmigrantes y sin papeles… (Mt 25,31-46).


Rvdo. D. Antonio Rodríguez Carmona

Meditación sobre el Viernes Santo: la heroica lección de amor



Lo había dado todo: una vida al lado de María, en medio de las incomodidades y en la obediencia. Tres años de predicación revelando la Verdad, dando testimonio del Padre, prometiendo el Espíritu Santo y haciendo toda clase de milagros de amor.

        Tres horas en la cruz, desde la cual perdona a los verdugos, abre el Paraíso al ladrón, nos da a su Madre y, finalmente, su Cuerpo y su Sangre después de habérnoslos dado místicamente, en la Eucaristía. Le quedaba la divinidad.

        Su unión con el Padre, la dulcísima e inefable unión con Él, que lo había hecho tan potente en la tierra, como Hijo de Dios, y aún en la cruz mostraba su realeza, este sentimiento de la presencia de Dios, debía ir desapareciendo en el fondo de su alma, hasta no sentirlo más; separarlo de algún modo de Aquel del que dijo que era una sola cosa con Él: "El Padre y yo somos una sola cosa" (Jn 10, 30). En Él, el amor estaba anulado, la luz apagada; la sabiduría callaba.

        Se hacía nada, entonces, para hacernos partícipes del Todo; gusano de la tierra (Salmo 22, 7), para hacernos hijos de Dios. Estábamos separados del Padre. Era necesario o que el Hijo, en el que todos nos encontrábamos, probara la separación del Padre. Tenía que experimentar el abandono de Dios para que nosotros nunca más nos sintiéramos abandonados. Él había enseñado que nadie tiene mayor caridad de quien da la vida por los amigos. Él, la Vida, daba todo de sí. Era el punto culminante, la expresión más bella del amor.

Su rostro está detrás de todos los aspectos dolorosos de la vida; cada uno de ellos es Él. Sí, porque Jesús que grita el abandono es la figura del mudo: ya no sabe hablar. Es la figura del ciego: no ve; del sordo: no oye. Es el cansado que se queja. Roza la desesperación.
Es el hambriento de unión con Dios. Es la figura del desilusionado, del traicionado, parece haber fracasado. Es miedoso, tímido, desorientado.

        Jesús abandonado es la tiniebla, la melancolía, el contraste, la figura de todo lo que es raro, indefinible, que parece monstruoso, porque es un Dios que pide ayuda. Es el solitario, el desamparado. Parece inútil, un descartado, trastornado. Lo podemos ver en cada hermano que sufre. Acercándonos a los que se parecen a Él, podemos hablarles de Jesús abandonado.

        A los que se descubren semejantes a Él y aceptan compartir su suerte, Él se convierte, para el mudo, la palabra; para quien no sabe, la respuesta; para el ciego, la luz; para el sordo, la voz; para el cansado, el descanso; para el desesperado, la esperanza; para el separado, la unidad; para el inquieto, la paz. Con Él, las personas se transforman y lo absurdo del dolor adquiere sentido.

        Él había gritado el por qué, al que nadie había dado respuesta, para que tuviéramos la respuesta a cada porqué.

        El problema de la vida humana es el dolor. Cualquier tipo de dolor, por más terrible que sea, sabemos que Jesús lo ha hecho suyo y transforma, por una alquimia divina, el dolor en amor.

        Por experiencia puedo decir que apenas nos alegramos de un dolor, para ser como Él y luego seguimos amando haciendo la voluntad de Dios, el dolor, si es espiritual desaparece, y si es físico se convierte en yugo suave.

        Nuestro amor puro en contacto con el dolor, lo transforma en amor; en cierto modo lo diviniza, casi continuando en nosotros --si así podemos decir-- la divinización que Jesús hizo del dolor.

        Y después de cada encuentro con Jesús abandonado, amado, encuentro a Dios de un modo nuevo, más cara a cara, más evidente, en una unidad más plena.

        La luz y la alegría vuelven y, con la alegría, la paz que es fruto del Espíritu.

        La luz, la alegría,! la paz que nacen del dolor amado impactan y conquistan a las personas más difíciles. Clavados en la cruz se es madre y padre de almas. La máxima fecundidad es el efecto.

        Como escribe Olivier Clément «el abismo, que por un instante abrió aquel grito, se ve colmado por el gran soplo de la resurrección».

        Se anula cualquier tipo de desunión, la separación y las rupturas son sanadas, resplandece la fraternidad universal, da lugar a milagros de resurrección, nace una nueva primavera en la Iglesia y en la humanidad.


Chiara Lubich

miércoles, 23 de marzo de 2016

Jueves Santo



la eucaristía, misterio de amor y de unidad

La primera lectura ofrece un telón de fondo a la Eucaristía: es el memorial de la Pascua. El memorial es una creación del AT que sólo es posible por el poder de Dios: se trata de recordar un acontecimiento del pasado y a la vez hacerlo presente para aprovecharse de sus virtualidades. De esta forma todas las generaciones pueden participar de las grandes intervenciones de Dios en favor de su pueblo. Ahora en Pascua se trata de actualizar la acción liberadora de Dios, el paso de la esclavitud a la libertad y la creación del pueblo de Dios. Es una fiesta de liberación y solidaridad. Jesús celebró este memorial y le dio un sentido nuevo, de cumplimiento: ha llegado la hora de pasar de este mundo al Padre (Evangelio) por su muerte y resurrección. Este es el verdadero paso que libera y salva al pueblo. Jesús quiso dejar un signo sacramental de esta realidad en la Eucaristía. Los evangelios sinópticos y 1 Corintios (2 lectura) narran en este contexto la institución de la Eucaristía y el mandato de celebrarla como verdadero memorial que sustituye al antiguo y lleva a su perfección la solidaridad y liberación que significaba. En su lugar san Juan (Evangelio) narra el lavatorio de los pies y el mandato de repetirlo. Para Juan ambas realidades son equivalentes. La Eucaristía es presencia de la muerte y resurrección de Jesús y equivale al  lavatorio de pies, tarea de esclavos, que Jesús realiza en favor nuestro. Por eso celebrar el memorial de la Eucaristía implica en la vida de cada día unirse a Jesús que muere y resucita y esto se tiene que traducir en el amor fraternal o lavatorio mutuo de pies.

Realmente en la Eucaristía está sacramentalmente presente Jesús en acto de amar, es decir, entregándose totalmente por nosotros al Padre y uniéndonos de esta forma en él. Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo. Esto significa que participar la Eucaristía es unirse a este dinamismo de amor y de unidad, remedio que nos ayuda a combatir y neutralizar las tendencias negativas existentes en nosotros y alimento que ayuda a crecer en amor y unidad.

Hoy invita la Iglesia a la adoración de la Eucaristía, que sólo tiene sentido como prolongación de lo que hacemos en la celebración de la misma: ponerse en presencia de Jesús que se entrega al Padre y a nosotros y unirnos a él con nuestra vida concreta adorando al Padre, dando gracias y pidiendo por nosotros y los demás.

Hoy también recuerda la Iglesia el sacerdocio ministerial, instituido por Jesús al servicio de la Eucaristía, que es su tarea fundamental, pues toda su actividad se reduce a anunciar la palabra de Dios al pueblo para que se una al sacrificio de Cristo, celebrar el memorial del sacrificio, uniéndose a él junto con el pueblo,  y ayudar a éste en la vivencia diaria de este sacrificio.


Rvdo. D. Antonio Rodríguez Carmona

lunes, 21 de marzo de 2016

Stabat Mater Dolorosa


                                                           

Estaba la Madre sufriendo y yo que soy madre, no puedo imaginarme su dolor. No es ni será la única madre del mundo a quien torturan un hijo hasta la muerte. ¡Hagamos el máximo daño!, así es la maldad humana.

Una Muerte de odio de un inocente es cuanto menos incomprensible para la mente; pero Ella aceptaba sin quejarse a Dios, orando por su Hijo, sin rezar para evitarlo… Calvario “eterno” de horas y horas… ¡Tremenda humildad! Desde que nació Jesús, todo lo guardaba dentro de sí, callada, silenciosa, esperando sin comprender que una espada le atravesara el corazón.  

Madres de sacerdotes y religiosas de ayer y de hoy, saben bien que la imitación de sus hijos a Cristo puede llevarles a una muerte de tortura.

Madres como María, sufrientes como María del odio a Cristo y a la Fe, pero sabedoras de un cielo abierto a hijos paridos para Dios. Dolor y cielo ¿Quiénes mejor que ellas son comprendidas, lloradas y consoladas por Dios?

Ayudemos a estas “dolore matris” (madres dolorosas) los lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábados y domingos en nombre de María.

No sé quien sufrió más, si Jesús por la humanidad y su Madre o María por su Hijo vendido, insultado, escupido, descarnado y atravesado. 

No sé y no lo quiero saber, pero el dolor mutuo sin culpa y por nuestra salvación, es y será la llaga que nos recuerde por siempre, ser hijos de Dios y María.

¡Qué grandes son las madres que entregan un hijo a Dios! 
 
 Emma Díez Lobo


sábado, 19 de marzo de 2016

Entra, Amigo y Rey



Asciende y entra, Rey y Señor, a Jerusalén,
porque si no lo haces, tampoco, nosotros,
podremos ascender a la gloria que nos prometes.

Te esperábamos, Señor,
Aunque hoy digamos ¡viva!, mañana gritemos ¡muera!
Hoy nos adherimos a Ti, Señor,
para luego, siendo los mismos, decir no conocerte.

¡Cómo no bendecir tu nombre, Señor!
Si eres Palabra cumplida al detalle
Esperanza de los profetas
Cena que, en Jueves Santo, esperamos gustar
Frases que, en Viernes Santo, nos estremecerán.

¡Cómo no exaltar tu nombre, Señor!
Cuando sabemos, que al final,
después de las espinas y del dolor,
gritaremos lo que Tú, tantas veces nos repetiste:
"Hay que morir para dar abundante fruto".
AMEN

BENDITO EL REY QUE VIENE
Lc 19,28-40


Gritad ¡Hosanna! y haceos
como los niños hebreos
al paso del Redentor.

Como Jerusalén con su traje festivo
vestida de Palmas, coronada de olivos
viene la cristiandad en son de romería
a inaugurar tu Pascua con himnos de alegría.

Ibas, cómo va el sol, a un ocaso de Gloria
cantaban ya tu muerte, al cantar tu victoria.
Pero tú eres el Rey, el Señor, el Dios fuerte,
la “Vida que renace del fondo de la muerte.

Tú, que amas a Israel y bendices sus cantos,
complácete en nosotros, el pueblo de los santos.
Dios de toda bondad que acoges en tu seno
cuanto hay entre los hombres, sencillamente bueno.