martes, 15 de marzo de 2016

En adelante no peques más


Gran lección de perdón nos das en este pasaje de tu Evangelio. Con razón se traduce Buena Nueva. Fue algo nuevo para aquella época, pero, lo malo, es que siegue, después de más de dos mil años, siendo nuevo. Para la mayoría del ser humano sigue siendo un contrasentido el perdón. ¿Cómo vamos a perdonar la grave acción recibida? Sigue teniendo más sentido aquello de ojo por ojo.

Con la Ley de Moisés en la mano aquella mujer debería ser lapidada, pero Tú les das un tiempo para que se lo piensen mejor. Parece que te haces el distraído, como si no hubieras escuchado la sentencia de aquel tribunal popular. Sigues escribiendo en el suelo y, transcurrido el tiempo necesario, te incorporas y miras alrededor. Todos se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Todos menos una sola persona: la acusada. Ella allí permanecía como clavada al suelo, no osó escurrir el bulto porque fue la única que esperaba el perdón, era la única sincera que reconocía su pecado. Allí estaba ante Ti esperando la sentencia: Anda y en adelante no peques más. Ni un solo reproche. Lo pasado, pasado está, no importa lo que hayas hecho, lo importante es la buena predisposición y la enmienda futura porque el pasado está perdonado.

También, Señor, con suma frecuencia yo te soy infiel, cometo otro tipo de infidelidades distintas a la achacada a la pecadora, pero infidelidades al fin y al cabo e incluso, a lo peor, más graves que la imputada a aquella señora. Soy infiel, por desagradecido, al gran amor que me muestras día a día. Infiel por el poco agradecimiento mostrado por los dones recibidos. Infiel por no cumplir la palabra tantas veces dada en el silencio de la oración. Infiel al no reconocerte en el rostro de tanta gente con la que a diario me cruzo sin aprecio alguno. Infiel por el rencor guardado tras una discusión sin importancia. Infiel por mi soberbia al no reconocerme peor que otros. Infiel… para qué voy a seguir  con la retahíla de infidelidades, Señor, si Tú las conoces todas.

Llegado a este punto, nuevamente como en tantas otras ocasiones, Señor, Te suplico el perdón que tuviste para aquella mujer y la paciencia con el tribunal acusador, ya que quizá me encuentre mejor representado en ellos que en ella.

Con gran confianza espero tu sentencia nunca condenatoria, al contrario, esperanzadora y digna de tu misericordia.


Pedro José Martínez Caparrós

No hay comentarios:

Publicar un comentario