viernes, 30 de diciembre de 2016

Octava de Navidad. Solemnidad de Santa María, Madre de Dios



maría, madre del rey de la paz

La liturgia de esta fiesta  es rica de contenidos que convergen en las diversas circunstancias que se dan en el día: la primera lectura alude al comienzo del año civil y pide la paz para todos. Este tema coincide además con la celebración de la Jornada anual de la paz. La segunda y primera parte del Evangelio ilustra la solemnidad que se celebra,  Santa María, madre de Dios. Finalmente el Evangelio, en su segunda parte, recuerda que a los ocho días del nacimiento – un día como hoy-  el Niño fue circuncidado y agregado oficialmente al pueblo de Dios.  Todo se resume en maternidad de María y don de la paz y  se puede unificar en “María, madre del Rey de la paz”.

Se suele definir la  paz como ausencia de guerra, situación que se asegura apelando a las exigencias del bien común y especialmente  con el equilibrio de poderes. Para el cristiano la paz es algo más profundo. Etimológicamente en hebreo  chalom, paz significa  armonía. Hay paz cuando cada miembro está en su sitio, realizando y cumpliendo con su propia tarea. La consecuencia de esta situación es la tranquilidad, otro sentido secundario que tiene paz, pero una tranquilidad que es el fruto de la justicia.

Jesús es el príncipe de la paz, porque ha hecho posible un paz nueva, que no consiste en imponer desde fuera un orden, sino en vivir internamente ordenados, pacificados, y proyectar esta situación sobre todo lo que nos rodea. La debida armonía que Jesús nos ha conseguido con su muerte y resurrección es ser hijos de Dios y hermanos entre nosotros. Es una armonía existencial que da sentido a la vida. Respecto a Dios, somos hijos y él es nuestro Padre; respecto a los hombres somos hermanos, unos reales, otros en potencia, hijos del mismo Padre. Esta realidad es auténtica y se legitima en la medida en que la proyectamos sobre la sociedad que nos rodea, familia, trabajo, ciudad, nación, mundo, trabajando por la justicia y un mundo mejor.

Jesús no sólo hace posible la paz, él mismo es nuestra paz (Ef 2,14), puesto que en él, incorporados a su cuerpo, somos  hijos en el Hijo y hermanos en el Hermano. Por eso la unión a Jesús alimenta nuestra tarea de vivir la paz y ser constructores de paz.

Jesús enseña en la Bienaventuranzas que el trabajo por la paz es básico para sus discípulos: Bienaventurados los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5,9), es decir, los que ahora colaboran en la tarea de crear un mundo de hijos y hermanos, llegarán a la plenitud de la filiación y la fraternidad en el reino futuro.
Esta tarea tiene varios aspectos: es básico que trabajemos por pacificarnos personalmente, integrando debidamente nuestra realidad sicosomática. La persona no pacificada proyecta discordia. Después exige un decidido compromiso por la justicia, trabajando por la debida paz social en la familia, trabajo, ciudad, nación. Finalmente colaborando en la paz eclesial, conscientes de la tarea común dentro del cuerpo de Cristo ( 1 Cor 12).

        Al comienzo del año, ponemos en manos de María el deseo de colaborar por un mundo más pacificado.

La Eucaristía celebra el don de la paz, la pedimos como don de Dios  y nos une al Príncipe de la paz. Por eso nos damos un saludo de paz, que debe ser un compromiso por ella.

Don Antonio Rodríguez Carmona


Plegaria para comenzar el Año…




“Dios mío…

Ayúdame a decir la palabra de la verdad en la cara de los fuertes;
y a no mentir para congraciarme el aplauso de los débiles.

Si me das dinero, no tomes mi felicidad;
y si me das fuerzas, no quites mi raciocinio.
Si me das éxito, no me quites la humildad;
si me das humildad, no quites mi dignidad.

Ayúdame a conocer la otra cara de la imagen,
y no me dejes acusar a mis adversarios, tachándoles de traidores porque no comparten mi criterio.
Enséñame a amar a los demás, como me amo a mi mismo, y a juzgarme como lo hago con los demás.

No me dejes embriagar con el éxito cuando lo logre; ni desesperarme si fracaso.
Más bien, hazme siempre recodar que el fracaso es la prueba que antecede al éxito.

Enséñame que la tolerancia es el más alto grado de la fuerza, y que el deseo de venganza es la primera manifestación de la debilidad!

Si me despojas del dinero, déjame la esperanza!
Si me despojas del éxito,  déjame la fuerza de voluntad para poder vencer el fracaso.
Si me despojas del don de la salud,  déjame la gracia de la Fe.

Si hago daño a la gente, dame la fuerza de la disculpa;
Y si la gente me hace daño, dame la fuerza del perdón y la clemencia.

Dios mío…      Si yo me olvido de Ti… ¡Tu no te olvides de mí!...   

       Amén.”

(Tomado de “Encuentro con la Palabra” – Enero/2008- Editorial Santa María)



jueves, 29 de diciembre de 2016

El año 2017, ya está aquí…… Oración.



2016 un año que vuela también, pero este año ha sido "magnífico"...... porque ha estado completamente repleto de la misericordia de Dios..... un año dedicado a su amor incansable, a su amor poderoso, a su amor de ternura...... Demos gracias por este don inmerecido.

A todo esto, podríamos decir.... pero si ha estado lleno de guerra, de terrorismo, de asesinatos, de actos de horror que dejan pasmado el corazón. Además de nuestras penas personales, los que se nos fueron, las enfermedades, las debilidades del cuerpo y del alma... las pobrezas y demás limitaciones....los pecados cometidos, los que no les dimos importancia y sin  embargo pesaron para cometer los más grandes.

Y podríamos seguir con la lista interminable de argumentos para decir que fue un año terrible.... que fue escalofriante y agobiante....

Pero aun así, la gran Misericordia de Dios supera infinitamente el desorden que nosotros creamos.... la Misericordia de Dios detuvo lo que todavía no podemos calcular..... la Misericordia de Dios ha estado presente en cada paso y suspiro de nuestra vida.... si no somos capaces de reconocerlo es porque nuestro corazón sigue embotado, sigue mirando solo hacia el suelo.

Y como cada año, tal vez éste, con mayor razón.... tenemos que pedir perdón, perdón por ser siempre iguales, por reaccionar siempre de la misma manera (la más negativa), por ser egoístas y por ponernos la venda que no nos deje ver las necesidades de los demás, por quejarnos de todo y de todos, por buscar los errores y fallas de los demás para criticarlas hasta el cansancio.....  por persistir en nuestro viejos rencores y traerlos a la memoria todos los días....y sobre todo por no saber perdonar, por no superar lo viejo y entrar al año nuevo con las mismas rasgaduras.

Y también como cada año, tal vez éste, con mayor razón... tenemos que ser agradecidos, agradecidos con la infinita misericordia de Dios que nos conservó la vida... agradecidos con quienes ha puesto a nuestro lado y nos muestran su cariño; agradecidos con los que nos hicieron difícil la existencia porque nos dieron la oportunidad de crecer en virtudes; agradecidos con los más pobres porque nos enseñaron que la pobreza es el mejor medio para estar cerca de Dios. Agradecidos porque, a pesar de todo, seguimos adelante y con ganas de vivir un año más si es la voluntad de Dios. Contrición y gratitud. Cada uno agregaremos lo propio.


(Diseños católicos, blog)

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Oración que te ayuda a transformar los obstáculos en sendas de victoria


No debes permitir que los obstáculos en el camino definan tu destino o tus ideas; más bien, que los obstáculos, lejos de desanimarte, fortalezcan tu fe y tus proyectos. Dios es quien te cuida, Él es quien derrama la fortaleza necesaria para salir adelante de cualquier problema o circunstancia adversa que se te presente.
¿Quieres ser un ganador? Por supuesto que sí, pero no puedes ser un ganador pensando como fracasado, eres un Hijo de Dios, eso ya te convierte en ganador. Comienza por hacer nuevas las cosas, recuerda que para hacer nuevas cosas, debes comenzar a hacer cosas que jamás has hecho. No te quedes pegado en lo mismo. Las palabras de este Salmo las repetirás el día de hoy.
“Cuando estoy cargado de preocupaciones, tus consuelos me llenan de alegría” (Salmo 94,19)
¡Confía! Repite en estos momentos: “Señor, sé luz y fortaleza en todas mis dificultades y problemas, sé sabiduría y entendimiento para que abras caminos de solución. ¡Yo creo en Ti, Señor! ¡Yo te amo! Quiero amarte más, quiero ser lo que quieres que sea. Amén”
Oración para transformar los obstáculos en sendas de victoria:
Señor mío, te alabamos por este hermoso día que has creado para todos nosotros. Aquí te presento mi corazón dispuesto a recibir las bendiciones que me tienes preparadas. No quiero vivir este día con miedo, quiero vivirlo con la alegría de saber que me tienes en tus deseos.
Te pido, Señor mío, que me permitas tener ánimo y esperanza, no dejes que decaiga en la medida en que pasa el día y van llegando las dificultades. Transforma mi mente, corazón y espíritu para que todo reto que se me presente, pueda convertirlo en peldaños que me ayuden a seguir adelante. Sé que detrás de cada problema escondes una bendición y confío en que, con la asistencia de tu Espíritu Santo, me guiarás y me ayudarás a encontrarlos para mi crecimiento y la de los míos.
Bendito seas mi Dios, en este momento también pongo en tus manos a quien reflexiona y ora conmigo en este instante y hace suyas estas palabras. Toma su corazón y llénalo de tu amor, de tu bondad, de espíritu de fortaleza e ilumínale el camino que le ha tocado vivir. Te suplico que hoy te hagas presente en cada una de las experiencias que le toca vivir y llénalo de tu paz y de tu consuelo. Amén
“La oración es la mejor arma que tenemos: es la llave que abre el corazón de Dios. Debes hablarle a Jesús, no sólo con tus labios, sino con tu corazón. En realidad, en algunas ocasiones debes hablarle sólo con el corazón”. (Padre Pío)

(O. Quero)

martes, 27 de diciembre de 2016

Plegaria de fin de año



Te alabamos, Padre nuestro, con los que saben alabarte.

Te alabamos con la alabanza de tu Hijo Jesucristo,
el canto del “Magníficat” de María
y el cántico al hermano sol de Francisco de Asís.

Acepta también que te alabemos ahora
con las campanas de fin de año,
que nos hablan de Ti como Señor del Tiempo
y de nuestra alegría de vivirlo.

Te alabamos también
por los hombres y mujeres de buena voluntad
o de voluntad negociadora
que han trabajado por mejorar el mundo.

Y alabado seas, Padre.
por los que han servido al prójimo en caridad,
en justicia, en promoción humana,
por los que enseñan a los que no saben a leer, a pensar, a opinar
en una sociedad que se aprovecha de la ignorancia de los sencillos.

Te encomendamos
a los que no acabaron el año en nuestra casa
porque los has llamado a tu casa paterna.

Te alabamos
por la luz incesante
con que esclareces desde el evangelio
el destino del ser humano
y la liberación de los pobres de la tierra.

Y con alegría te alabamos
por todos los nacidos este año,
llamados a compartir con nosotros la mesa de la tierra
y el Reino de los cielos.

Por ellos y por nosotros te pedimos ahora
que extiendas tu misericordia,
capaz de hacer el bien donde nos puede el mal,
sobre lo que aún se resiste a tu alabanza.

Pero en Ti, Señor, esperamos un año y otro,
y sabemos que nuestra esperanza
no será defraudada para siempre.

(José L. Blanco)



lunes, 26 de diciembre de 2016

Los ancianos y la navidad


Queridos ancianos:

Siendo la Navidad la fiesta de “Dios niño”, ¿tiene algo que decir a los ancianos?

Pienso que mucho porque la Navidad está rodeada también de ancianos.
José no es un joven sino una persona ya mayor.

Simeón y Ana son ancianos muy entrados en años.

José, el anciano que no entiende nada de lo que está sucediendo y tiene que vivirlo en la experiencia de la fe.

¿No es José una estupenda imagen de la ancianidad?

Con frecuencia, no resulta fácil comprender por qué nos vamos
envejeciendo.

Con frecuencia, no es fácil comprender que la vejez es parte de nuestra vida como la niñez.

Los ancianos debieran mirarse en esa figura del pesebre que es José con su barba y su mirada en el Niño al que acepta, adora y en el que cree, aún sin comprender el misterio.

Entrar en la experiencia de José pudiera ser una buena manera de vivir nuestra ancianidad sintiendo en nosotros los mismos sentimientos de paz y de gozo que él sintió a pesar de sus oscuridades.

Simeón es un anciano que vive con la promesa de ver al Mesías, de que no morirá sin que sus ojos puedan contemplarlo y tiene su recompensa, lo toma en sus brazos y entona aquel himno de acción de gracias donde siente la alegría de que “ahora, Señor, ya puedes llevarme en paz porque mis ojos lo han visto”.

Simeón es el encuentro de la vida que nace y de la vida que se está despidiendo. Simeón no llora su vejez, sino que siente la alegría de la nueva vida que comienza.

Una bella imagen de los ancianos. Es posible que más de una vez hayan tenido en sus brazos al nieto que acaba de nacer. También ellos pueden acoger entre sus manos temblorosas al Niño Jesús del pesebre y sentir el gozo y la alegría de que la vida no termina con ellos, sino que ellos son testigos de las nuevas vidas que comienzan.

También muchos de nuestros ancianos pueden sostener en sus manos la vida nueva de sus nietos y, contemplando al Niño Jesús, gozarse de la nueva vida a la que ellos están llamados en la eternidad.


Juan Jáuregui

sábado, 24 de diciembre de 2016

Natividad del Señor. Misa del día



La Palabra se ha hecho hombre

En Navidad los cristianos no recordamos el nacimiento de un personaje importante, que pasó por este mundo y nos dejó valiosas aportaciones. Para los cristianos el que nació hace XXI siglos es el Hijo de Dios, el Viviente. Los cristianos celebramos Navidad a la luz de la resurrección. El que se hizo hombre continúa entre nosotros, nos acompaña y nos capacita para que compartamos plenamente su condición. Esto explica el que en muchos sectores del pueblo cristianos se llame a estos días “Pascua” , pues realmente Navidad es una “Pascua en tono menor”.

En estos días se nos invita a tomar conciencia de lo que significa la encarnación del Hijo de Dios. Ha asumido la condición humana permanentemente, no de forma pasajera. En las mitologías griegas y romanas se presenta a veces las historias de dioses que toman forma humana para darse un paseo por la tierra y volver después a su morada celestial. El Hijo de Dios no ha venido a darse un paseo por la tierra, ni sólo a darnos buenos consejos y retornar al cielo. A partir de su encarnación, la humanidad pertenece permanentemente al mundo divino. Nuestra humanidad ha sido divinizada. Jesús se hizo hombre, asumió la humanidad en un estado débil, consecuencia del pecado, y la transformó en su resurrección, posibilitando a los hombres compartir esta plenitud que él goza permanentemente. Su predicación no tiene sentido sin esta transformación que nos ha conseguido, pues toda ella tiende a enseñarnos cómo tenemos que seguirle e imitarle para compartir su meta. El problema de los hombres no es carencia de buenos consejos, sino carencia de medios para llevarlos a cabo. Es lo que nos ha dado el Hijo de Dios haciéndose hombre.

Por otra parte, el Hijo de Dios encarnado nos enseña quién es Dios. La palabra proclamada ayuda a descubrir este aspecto. Las tres lecturas hablan de palabra, de dar a conocer. En la primera, el Deuteroisaías  felicita al mensajero que anuncia la buena noticia de que Dios va a reinar  y lo hará de una forma especial (como Dios escondido, a la luz del resto de la teología de este profeta); Hebreos afirma que en su Hijo Dios nos ha dado la palabra definitiva de forma completa; el Evangelio afirma que la palabra se ha hecho carne. Palabra es el medio que usamos las personas para compartir el mensaje que tenemos en nuestro corazón. Siempre tenemos que utilizar palabras que sean comunes y puedan entender los destinatarios. Pues Dios nos ha hablado y ha usado un lenguaje común con la humanidad: su Palabra es su Hijo que se ha hecho hombre; y no se ha quedado aquí, ha vivido una existencia humana igual a la nuestra en todo menos en el pecado, ha muerto por nosotros y  ha resucitado por nosotros. Éste es el contenido de su Palabra. De esta manera nos revela que Dios es amor concreto, que nos ama y entrega a su Hijo (Jn 3,16). “A Dios nadie le ha visto jamás. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, lo ha dado a conocer “(Jn 1,18). Éste es nuestro Dios, no el dios de los filósofos.

Navidad es tiempo de contemplación, de la que tiene que dimanar la alegría. ¡El Hijo de Dios se ha hecho hombre para que los hombres seamos hijos de Dios! Necesitamos silencio y oración para dar lugar a la contemplación.

La encarnación del Dios-hombre resucitado adquiere hoy, gracias a la resurrección, formas nuevas. Ha querido hacerse presente en nuestro corazón, en su palabra, en la Eucaristía, y especialmente en los necesitados. Por eso Navidad es invitación a acoger a Jesús en sus diferentes manifestaciones, especialmente en los necesitados. Las diferentes presencias son inseparables. No podemos acoger a Jesús ahora en la celebración de la Eucaristía si no lo acogemos en los necesitados.

Finalmente es también tiempo de compromiso. El Niño en el pesebre nos recuerda el camino de debilidad y solidaridad que anduvo Jesús y que nosotros ahora tenemos que compartir para que la humanidad pueda conseguir la plenitud que él consiguió con su resurrección.

D. Antonio Rodríguez Carmona



jueves, 22 de diciembre de 2016

Natividad del Señor. Misa de medianoche


Ser testigos de Navidad

San Lucas narra el nacimiento de Jesús,  unos 70 años después de que tuviera lugar, con un ojo en el pasado y otro en el presente. Recuerda unos hechos que tuvieron lugar en el pasado, el nacimiento de Jesús en la pobreza y unas tradiciones de pastores, y lo hace pensando en el presente, en que él y sus lectores saben que el que nació, creció, murió,  resucitó y, glorificado, continúa presente en el mundo de forma análoga a la primera, es decir, en la pobreza. Para ello divide el relato de 2,1-20 en tres cuadros: nacimiento de un pobre, su sentido, comprobación por parte de los pastores.

El primer cuadro (2,1-7) narra el nacimiento de Jesús en contexto histórico y en condiciones pobres. Sus padres se han visto obligados a abandonar en esos precisos momentos el hogar doméstico a causa de un decreto de empadronamiento. Los poderosos condicionan la vida de los pobres. Llegados al lugar del empadronamiento, no encuentran lugar adecuado para alojarse y se ven obligados a buscar una cueva natural en las afueras del lugar. Allí nace el Hijo de Dios de María virgen. El nacimiento de un pobre, como otros tantos miles de nacimientos en nuestro mundo.
El segundo cuadro (2.8-14)  ofrece el sentido de este hecho por medio de la palabra de Dios, personalizada en un ángel. Los destinatarios son los pobres, los pastores, en aquella época gente de mala fama. El contenido es un mensaje que debe llenar de alegría a todo el pueblo: hoy ha nacido un Salvador, que es el Mesías esperado por el pueblo judío, el Señor. Y les ofrece señales para que lo puedan reconocer, tres signos pobres: un niño, pañales, pesebre. Al retirarse los ángeles alaban a Dios por esta gran manifestación de su poder y felicitan a los hombres destinatarios de esta gracia.

El tercer cuadro (2,15-20) presenta la reacción de los pastores: a pesar del contraste entre la grandiosidad del sentido y la realidad de los signos pobres, van, comprueban y se convierten en testigos de la presencia de Dios entre nosotros en contexto de pobreza: “Y se volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que oyeron y vieron, (todo) como les había dicho el ángel” (2,14).
 
La palabra de Dios nos invita en este tiempo de Navidad a ser testigos de la presencia de Dios entre nosotros bajo muchas formas pobres: en los necesitados, en su palabra, en la en la Iglesia, en la Eucaristía. Pero no basta con saberlo, para ser testigos y vivir la alegría de Navidad es necesario comprobarlo a pesar de la pobreza de los signos. Son distintas presencias dinámicas de “la gracia de Dios para todos los hombres” (segunda lectura), el Dios fuerte y príncipe de la paz, que trae la salvación y la alegría. (primera lectura).

María aparece en este contexto como la creyente contemplativa: “María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”. A pesar de la experiencia de un niño débil e indefenso, supo ver en él al Enviado salvador de Dios.

       Navidad es tiempo de alegría por legítimos motivos humanos (reuniones familiares) y especialmente por motivo religioso y este es Jesús, cuando uno se convierte en testigo de Navidad.

La celebración de la Eucaristía es una manifestación privilegiada de la presencia de Dios entre nosotros en su palabra, en el pan y el vino consagrados, en la comunidad. Esta presencia nos obliga a completarla sirviéndole en los necesitados. 


D. Antonio Rodríguez Carmona

Las alas de Dios



Muchas veces en los Salmos aparece esta expresión, de “las alas de Dios”. Estamos acostumbrados a las imágenes pictóricas donde se representan las alas de los ángeles, como si realmente fueran seres incorpóreos, pero con alas. La realidad es que los ángeles, son seres que no tiene cuerpo y son anunciadores de la Palabra de Dios; y para comunicar con imágenes la “celeridad”, la “rapidez” con que se comunican con el hombre en Nombre de Dios, el cumplimiento de su Palabra, el artista los dibuja con alas.

Cuando en la baja Edad Media se perdió todo vestigio de cristianismo, tan sólo los monjes conservaron los escritos que aún perduran en los monasterios, y los artistas y arquitectos de la época construyeron las catedrales con representaciones bíblicas que nos recuerdan multitud de episodios narrados en la Escritura, pero que el pueblo llano, muchas veces ignorante, o incluso sin saber leer, era incapaz de entender la Palabra de Dios.

Pero las “alas de Dios” no se han representado nunca. El Salmo 35, contrapone la maldad del pecador a la bondad de Dios, y dice:

El pecado es un oráculo para el impío
que le habla en el fondo de su corazón
no tiene temor de Dios
ni aun estando en su presencia

Continúa varios versículos, y al final, comenta la acción protectora de Dios en estos términos:

Tú proteges a hombres y animales
¡Qué admirable es tu Amor, oh Dios!
por eso los seres humanos
se cobijan a la sombra de tus alas

El Salmo 90, que leemos en la oración de Completas, que algunos autores denominan: A la sombra del Omnipotente”, y que otros lo llaman “Bajo las alas divinas”, según la Biblia de Jerusalén, dice:

Pues él te librará de la red del cazador
de la peste funesta
con sus plumas de protege
bajo sus alas hallas refugio

El mismo Jesucristo se lamenta: “¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus pollos bajo las alas, y no habéis querido!” (Mt23, 37)

El llanto de Jesús ya estaba profetizado en el cántico del Deuteronomio (Dt 32, 12):
Como el águila incita a la nidada
 revolando sobre sus polluelos
así extendió sus Alas, los tomó
y los llevó sobre sus plumas…

En su amor infinito al hombre, a pesar de sus idolatrías y traiciones, Cristo abrió sus Manos en la Cruz, cual alas de águila, y abrazando a todo el género humano entregó su Alma al Padre, clavando nuestros pecados en ella.

 “Canceló la nota de cargo que había contra nosotros, la de las prescripciones con sus cláusulas desfavorables, y la quitó de en medio clavándola en la Cruz. (Col 2,14)”

Alabado sea Jesucristo


Tomas Cremades Moreno

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Credo de la Navidad


Creo en la bondad humilde de José de Nazaret y en la fe desbordada de María.

Creo en la pobreza del portal con un buey y una mula, y aun sin ellos.

Creo en el anuncio de los ángeles, presencias múltiples de Dios donde están la verdad, el amor y la belleza.

Y en el gozo compartido de los pobres pastores que sueñan ilusiones y viven de esperanzas.

Creo en la estrella peregrina y mensajera y en los Magos inquietos y tenaces, que siempre encuentran la luz cuando la siguen, asomada a la inmensa maravilla de Dios entre los hombres.

Creo en los caminos que llevan a Belén, en los ríos de plata, en los montes de musgo, en los árboles de corcho, en las luces de colores.

Creo en las estrellas, más curiosas y despiertas que nunca en el cielo madrugador de la Nochebuena.

Creo en la alegría natural, en la clara amistad entre los hombres, nacida de repente o crecida a ritmo de cosecha.

Creo en la sorpresa virgen y fértil de los niños.

Creo en la ternura de los hombres.

Creo en el amor, difícil e inseguro, pero cierto, muestra gratuita de Dios, ángel, estrella, belén de su hermosura generosa.

Creo en Jesús, hombre perfecto, Hijo de Dios, Dios perfecto a la altura del hombre.