domingo, 29 de diciembre de 2019

Cómo el Hijo de Dios nace espiritualmente en el alma devota


El bendito Hijo de Dios, ya espiritualmente concebido, nace espiritualmente en el alma. Nace, en efecto, cuando después de un sano consejo, después de un examen suficientemente maduro, después de haber invocado la ayuda de Dios, el propósito se pone en marcha; cuando el alma ya comienza a poner por obra aquello que había analizado en su mente pero que siempre temía empezar, por miedo de fracasar. En este felicísimo nacimiento los ángeles se alegran, glorifican a Dios, anuncian la paz, ya que, mientras se lleva a efecto lo que antes había sido concebido en el alma, la paz vuelve a formarse en el hombre interior. En efecto, en el reino del alma no cunde la paz buenamente cuando la carne lucha contra el espíritu y el espíritu contra la carne; cuando la soledad afecta al espíritu y la muchedumbre a la carne; cuando Cristo deleita al espíritu y el mundo a la carne; cuando el espíritu busca el descanso de la contemplación con Dios, y la carne ansía el honor de los puestos en el siglo. Por el contrario, cuando la carne se somete al espíritu, una vez que se lleva a cabo la obra buena, que antes impedía la carne, vuelve a formarse la paz y la exultación interior. ¡Oh, qué feliz nacimiento el que engendra un júbilo tan grande en los ángeles y en los hombres! “¡Oh qué dulce y deleitable sería obrar según la naturaleza si nuestra locura lo permitiese, sanada la cual, la naturaleza sonreiría de inmediato a los naturales!”

 Entonces, comprobaría la verdad de lo que dice el Salvador: Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es suave, y mi carga ligera.

Más aquí has de notar, oh alma devota, que si te deleita este jubiloso nacimiento, primero debes ser María. “María”, en efecto, significa mar amargo, iluminadora y señora

Sé pues, un mar amargo por la contrición de las lágrimas, doliéndote muy amargamente de los pecados cometidos, gimiendo muy profundamente por los bienes omitidos, y afligiéndote incesantemente por los días malgastados y perdidos. Sé, en segundo lugar, iluminadora por la vida honesta, por la acción virtuosa y por la diligente dedicación en afianzar a los otros en el bien. Sé, por último, señora de los sentidos, de los deseos de la carne, de todas tus acciones, para que todas tus obras las hagas según el recto juicio de la razón y en todas ellas anheles y procures tu propia salvación, la edificación del prójimo y la alabanza y la gloria de Dios.

Después de esta feliz navidad, conoce y gusta cuán suave es el Señor Jesús Suave, en verdad, cuando es nutrido con santas meditaciones, cuando es bañado en la fuente de devotas y tiernas lágrimas, cuando es envuelto en los pañales de los castos deseos y cuando es alzado en brazos del santo amor, colmado de besos por los afectos de devoción y abrigado dentro del seno del propio corazón. Así, pues, nace el niño espiritualmente.

(San Buenaventura)


jueves, 26 de diciembre de 2019

El establo de Dios





¡Madre mía! 117 Km de Nazaret a Belén por un desierto en absoluta soledad para cumplir con el edicto del Cesar y los designios de Dios… 

Supongo que fue un viaje apoyado por ángeles, demasiado arriesgado para una Mujer  a punto de dar a luz y un hombre, rienda en mano, cargado con toda la responsabilidad de la salvación del mundo. 
  
Días y noches con sus descansos y peligros hasta llegar, por indicación de un hombre de Dios, a un establo fuera de Belén. Sí, el refugio era “perfecto” y, allí esperaba un buey para dar calor a quien nacería milagrosamente.

María sentada sobre una manta en el suelo descansaba mientras José se procuraba agua de un riachuelo cercano… Aquél lugar se convirtió en un hogar de paz y esperanza.  

Era media noche cuando una luz cegadora inundó a María desde lo alto. José quedó inmóvil, sin reaccionar… Y del vientre de María, milagrosamente nace el Niño Dios  que un Ángel entrega en sus brazos. La luz desaparece y José vuelve a la realidad reconociendo el Divino milagro.

Desde aquel día, año cero, el mundo se rige; desde 33 años después, los pecados perdonados del mundo, los absorbe Dios; desde la Inspiración del Espíritu Santo a los Evangelistas, el mundo conoce el camino, la verdad y la vida que le llevará al “Establo” de Dios.

Fue el día, es el día de Emmanuel para nuestra liberación ¡Feliz Navidad! 
    
 Emma Díez Lobo     

martes, 24 de diciembre de 2019

Trompetas y Ángeles que hacen Navidad





Dos anuncios del Arcángel Gabriel dan comienzo a nuestra historia de Salvación. Son dos trompetas que suenan aún para nosotros en los Evangelios de Mateo y Lucas, anunciando a José y María la Buena Noticia de un Niño, —la Buena Noticia en persona—, engendrado por Dios en un vientre virgen. La esperanza salvífica de Israel había empezado a ser realidad. Su función en el teatro del  mundo y de la carne, había comenzado. Oigamos cómo suenan.

MATEO  1,24

MT 1,18 La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. 19 José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado.”
1:20 Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. 1:21 Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.»
1:24 Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.

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Desde el punto de vista de José la Navidad comienza con una noticia desconcertante. Al  principio una mala noticia para él, que pronto iba a ser la Buena Noticia eterna para la humanidad: María su joven desposada que aún no convive con él, ni había tenido relaciones carnales, está embarazada y dice que era fruto del Espíritu Santo. José toma su propia decisión inspirado en la justicia de Israel, matizada por su presentimiento de hombre bueno: divorciarse en secreto, y que fuese María la que explicase a la gente lo que estaba pasando. Seguramente se iría, -pensó José-, a vivir lejos de Nazaret, con su pariente Isabel hasta que todo se calmase. Le daría algunos bienes para que tuviese con qué llegar allí, y él se quedaría llorando su tragedia en soledad. Estaba decidido. Pensaba que Dios estaría contento con él en aquello, o eso parecía.

Rezó a su Dios, e intentó dormir algo para llevar a cabo su plan al día siguiente con tranquilidad. Pero no habían acabado las sorpresas para él, porque Dios tiene sus planes por encima de los nuestros. Apenas se quedó dormido, entró en su sueño un Ángel, que no era cualquier ángel, era el Ángel del Señor, el Arcángel Gabriel.

Es el primer ángel que aparece en el Evangelio, el primer noticiero en la Buena Noticia, y conoce perfectamente todas las cosas (las rémata, los hechos de la salvación) del pasado, del presente y del futuro. Gabriel no tiene conversación alguna con José, porque José no pregunta ni dice nada, ni siquiera un Sí como María, o “aquí estoy” como Samuel, o “ya voy”. Nada. Se levanta y empieza allí mismo a obedecer en silencio.

El ángel recorre en su breve anuncio el pasado, el presente y el futuro, sacando de ellos lo que le interesaba para ilustrar a José en su misión y a la humanidad del regalo ya eterno de Dios en nosotros.

En el pasado justifica su orden a José recordándole que es el “Hijo de David”. Así pone en escena toda la realeza que era espina dorsal de la historia judía y de la promesa.

Del presente le interesan, primero, la nueva realidad del vientre de María portando la novedad  más nueva que había sucedido  en el cosmos en los miles de millones de años que venía desarrollándose para esto. Y enseguida le interesa al Ángel, el estado de conciencia de José, atormentado y desbordado por aquel ectópico y extraño embarazo de su esposa casi adolescente. La primera palabra del ángel no fue “no temas de mí”, como había saludado a todos los que se apareció en aquella misión, sino «No temas José de tomar a María tu esposa contigo, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo». Y es que eso era precisamente lo que asombraba y atemorizaba a José, que los hechos presentes y reales de una tan gran Noticia y misión recayeran en él. No le asustó el Arcángel, ni su voz de música, ni su apariencia como luz de cielo, sino el Misterio del Emmanuel, Dios entre nosotros. Y pretendió quitarse de en medio como Jonás, despachando a María por su camino, pero no pudo. La palabra del Ángel lo confirmó en la misión  dándole a entender: “Para lo que viene, se necesita gente valiente como tú; gente que confíe totalmente en la obra de Dios aunque parezca una locura extraña y misteriosa. Pero tú eres hijo de David, que mató leones y a Goliat. Aquí tus leones y gigantes son tu propio orgullo de ser un israelita justo y cumplidor de la Ley de Moisés”. Porque ese era el problema de José, ¿Cómo pasar por encima de la justicia y la Ley de su pueblo santo y escogido, para recibir la gracia y el amor, nuevos en sus formas de entregarse? Pero alguna gracia más le daría el ángel —que no cuenta Mateo—, y así fue como José superó a David en valentía, porque superó todo lo de su pueblo  en cultura, tradición y ley, y superó su propio orgullo, su propio pensamiento lógico, su  propio amor a la Ley. Y aceptó sin decir una palabra, el Misterio de Jesús en María. Más bien en eso se pareció a Abraham, aceptando la Palabra de Dios contra toda lógica de aquellos tiempos. Quizás también por eso Mateo inicia la saga de José en Abraham, y no en Adán como hace Lucas.

El Ángel de Dios también quedó maravillado por el acierto de Dios al encargarle a un hombre tan humilde, la misión más grande que había tenido nadie, ni hombre ni ángel: ser imagen perfecta del Padre del cielo, para el Hijo Único perfecto de Dios en la tierra. Pero José no estaría solo en el desempeño del mandato, tenía la ayuda del mismo Espíritu Santo y de María, el Templo de la Gracia. Y legiones de miles de ángeles esperando ansiosos —si es que los ángeles tienen ansiedad— que el Niño, la Reina Madre o José, dijesen o deseasen la más mínima cosa para acudir con ella. Pero teniendo aquella Luz tan fuerte junto a ellos, no se les ocurrió pedir ni una vela a los ángeles que en su afán de servir tuvieron que irse a la montaña a cantar su alegría a unos pobres pastores.

Los ángeles corren por los tiempos como nosotros recorremos los espacios. Si hoy queremos saber el género de un feto, vamos al ginecólogo y nos lo dice. Pero los ángeles lo saben incluso antes de ser engendrado el niño. Y es que los ángeles pueden viajar por el tiempo, hacia el pasado y hacia el futuro, en su visión y su palabra, como espíritus que son. Por eso  Gabriel le abre una ventana del tiempo a José y le dice que María: “Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús”. Es decir, lo lleva hacia el futuro, y le dice que aquel fruto del Espíritu Santo y del vientre de María, iba a ser un varón, —y en ese tiempo no había ecografías, ni los Ángeles la necesitan—. Pero ¿y si hubiese sido una niña? ¿Hubiese cambiado totalmente la historia?. Pero el Espíritu Santo debe tener una técnica selectiva infalible de engendrar, y quería en María a su Hijo Jesús de Nazaret. Como había querido en Isabel a Juan, o en Rebeca a Isaac.

El Ángel y José, no solo fueron al pasado y vivieron el presente, sino  que hicieron un pequeño viaje al futuro, a nueve meses después de su encuentro, donde estaba confirmada ya la verdad. No había vuelta de hoja, iba a ser Jesús de Nazaret, el Salvador del pueblo de todos sus pecados. Se supone que el Ángel del Señor, Gabriel, vería también la Cruz como instrumento de esa Salvación, aunque no dijo nada. José lo creyó y viajó con el Ángel hacia su futuro.

En cuanto despertó, recibió a María, y comenzó el viaje desde su presente ya en paz con todo lo que tenía, hasta llegar a aquella noche de Belén en que todo lo que había oído y creído del Ángel, empezó a ser clara realidad.

La maravilla sigue siendo que nosotros podemos viajar con otro vehículo temporal, otro “ángel hermoso”, el Evangelio santo, a ese tiempo y esos momentos en los que se estaba haciendo realidad nuestra filiación divina, y gozar así de la misma gracia y gloria que gozaron María y José, cada uno en su medida regalada. La Palabra de Dios, como un ángel o noticia que es, se convierte, con la energía de la fe, en el mejor vehículo para recorrer la historia de nuestra Salvación.

Y sigue funcionando en el presente. Basta asomarse a nuestras calles llenas de luces, de alegría, de esperanza, de presencias y amores, para saber que caminamos hacia la Navidad. La mayoría de hombres no sabrán siquiera por qué es Navidad y están alegres. Si queremos saber más en profundidad qué significan esas luces, tendremos que leer de nuevo y despacito el Evangelio. Palabra por palabra, letra por letra, y hasta las comas, —que son como los mantecados—. Así redescubriremos cada año que todo se sigue cumpliendo.

En cuanto José despertó del sueño, fue a buscar a María y la llevó a su casa. Ya eran matrimonio consumado en el amor de Dios y ante Israel. ¡Hasta un hijo tenían en ese amor del cielo! Y estoy seguro de que siendo vírgenes empezaron a  tener relaciones personales, íntimas, hasta donde nunca había soñado el amor de un hombre y una mujer poder llegar. Su unión tenía lugar en la Palabra y sus cosas. Se contarían cada día las palabras del Ángel a cada uno de ellos. Se contarían sus impresiones, sus miedos y alegrías, que ya tenían claro y lo que todavía les quedaba oscuro, por venir, en las manos veladas de Dios. Pero en la pequeña palabra suya que explicaba su relación personal con el verbo de Dios, encontraron que amarse mutuamente en aquel amor que miraba hacia el Niño, era más grande, luminoso, saciativo y completo que cualquier otro amor soñado entre mujer y hombre; más grande que amor de amigos íntimos; más identificativo que el amor a la patria y al pueblo. María y José empezaron a descubrir el amor de Ágape que Dios nos tiene y que es su misma esencia de amor reflejada en el hombre. Sus vidas y valores anteriores quedaron olvidados ante el amor presente, ya siempre así, presente. En ese amor que brotaba del niño prodigioso, están todos los hombres pasados, presentes y futuros, porque es la  unión de toda vida en un solo suspiro. Eso es el Niño de María que José recibió en su casa en nombre de la Iglesia de todos los tiempos, el amor del Padre que desde el principio se dirige a Él (Jn, 1) y que hizo público su Nombre, solo su Nombre,  desde que pronunció en su primer balbuceo, nos dijo todo lo que vino a enseñarnos: ¡ABBÍ!, Padrecito mío, el Poderoso.

Para gozarlo, solo hay que hacer la prueba y llamarlo desde la conciencia de niño, si queda algo en nosotros. Muy pronto sentiremos su mano y su abrazo.

Manuel Requena

La VERDAD ha brotado de la tierra



«La misericordia y la verdad se encontrarán, la justicia y la paz se besarán; la verdad brotará de la tierra, y la justicia mirará desde el cielo; el Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos» (Sal 85,11-14).

San Agustín explica así el cumplimiento de esta promesa: «En la fiesta de Navidad celebramos el día en que se cumplió la profecía: “La verdad ha brotado de la tierra y la justicia ha mirado desde el cielo”. La Verdad que mora en el seno del Padre ha brotado de la tierra para estar también en el seno de una madre. La Verdad que contiene al mundo ha brotado de la tierra para ser llevada por manos de una mujer. La Verdad a la que no le basta el cielo ha brotado de la tierra para ser colocada en un pesebre. ¿Para qué vino alguien tan grande con tanta humildad? Ciertamente, no vino para bien suyo, sino nuestro, a condición de que creamos».

«A condición de que creamos». Esta observación es importantísima. Dios ya lo ha hecho todo por nosotros: nos ha enviado a su Hijo eterno como salvador nuestro, ya que «viene a buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,10), pero a mí en concreto no puede salvarme si yo no se lo permito, ya que él respeta mi libertad.

En Cristo, ya se han besado la justicia y la paz, la verdad ya ha brotado de la tierra y la justicia ya nos ha mirado desde el cielo, la salvación ya nos ha sido otorgada y ya hemos sido bendecidos con la paz.

A cada uno de nosotros le corresponde ahora acoger personalmente a Cristo y colaborar con él para establecer en el mundo la justicia, la paz y la salvación que él nos ha regalado en su nacimiento.

Ser colaboradores suyos es una gran dignidad y una gran responsabilidad.

 ¡Feliz Navidad!

lunes, 23 de diciembre de 2019

Navidad y Ternura de Dios


"La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1,14).

 Considerando las muchas veces que encontramos la Ternura de Dios en el Antiguo Testamento y a la luz del espíritu de la Navidad, podemos transcribir la cita anterior de esta forma. La Ternura de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros.

 ¡Cuántas veces vemos esta Ternura en los gestos y actitudes del Hijo de Dios!.  Recordemos por ejemplo cuando traspasó con su mirada amorosa el corazón de aquella prostituta que sentada a sus pies se los lavaba con sus lágrimas y cómo dijo con énfasis a los perplejos comensales: "sus muchos pecados quedan perdonados porque ha amado mucho" (Lc  7,47).

En las entrañas de Dios, el poder y el amor van de la mano y esto es lo que celebramos en Navidad: que no hay abismo personal que no sea sometido por la Ternura de Dios. Tengamos en cuenta que los pies simbolizan el Evangelio en la Escritura, por lo que ésta prostituta que se abraza a los pies de Jesús representa a todos los que buscan su Ternura hasta hacerse con ella y cuando la alcanzan, alcanzan también la Pasión Inmortal por el Evangelio es decir la única pasión con el sello de la inmortalidad que nos es posible vivir en este mundo. Pues ésta es mi petición y deseo para todos vosotros en esta Navidad: que nos hagamos con la Ternura de Dios... está entre nosotros, se llama Jesús, se llama también. Su Evangelio.

(P. Antonio Pavía-Misionero Comboniano) 
comunidadmariamadreapostoles.com





sábado, 21 de diciembre de 2019

María, modelo de maternidad Virginal




Hay dichos populares que encierran buena carga teológica, como la expresión Felices Pascuas (en plural) para felicitar la Navidad. Realmente Pascua es solo la celebración de la resurrección de Jesús, pero también se aplica este nombre a su nacimiento. Es que para los cristianos la celebración de la Navidad solo tiene sentido a la luz de la Pascua de Resurrección. En ella el niño que nació en Belén llegó a su meta y ahora es el Señor resucitado, que está presente como salvador en toda la historia, especialmente en su Iglesia: Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación del mundo (Mt 28,20). Celebrar Navidad es tomar conciencia del comienzo de esta presencia dinámica de Jesús en medio de nosotros como salvador. Por ello esta celebración es también Pascua. En ella los cristianos tenemos la tarea de hacer realidad esta presencia dinámica con la ayuda del Espíritu Santo en nuestra vida y en la de los demás.

        En este contexto la Iglesia nos recuerda hoy la maternidad virginal de María como modelo de la maternidad de la Iglesia y de cada cristiano. Las tres lecturas hablan del nacimiento virginal de Jesús, hijo de Dios y descendiente de David. En la segunda  lectura Pablo habla de Jesús, hijo de Dios e hijo de David. El Evangelio, por su parte, nos dice cómo es hijo de David, recordando la anunciación a José, en la que el ángel anuncia a José que su esposa ha concebido por obra del Espíritu Santo, pero que él tiene la misión de darle su apellido y hacer de padre legal, con lo que Jesús será legalmente hijo de David, de acuerdo con el plan de Dios. El evangelista además ve un anuncio de la concepción virginal en el antiguo oráculo de Isaías, que se recuerda en la primera lectura,  en que Isaías anunciaba al rey Acaz que su joven mujer  había concebido un hijo, cuyo nacimiento será signo de que Dios continuará acompañando a la amenazada dinastía de David y de esta forma seguirá siendo Dios-con-nosotros, Enmanuel. Históricamente se trataba de la concepción natural del futuro rey Ezequías, pero Mateo  reinterpreta el oráculo a la luz de la revelación cristiana que conocía la concepción virginal de Jesús.

        Hoy día hay en ciertos sectores cristianos reticencias para aceptar el hecho de la concepción virginal de Jesús, sin tener en cuenta que el dato está presente en el NT y en las confesiones de fe desde la antigüedad. Las reticencias se deben  a varios motivos, por una parte, a desconocimiento del sentido teológico de la concepción virginal, y, por otra, a la revalorización de la sexualidad humana y del matrimonio. Es verdad que la sexualidad humana es positiva y querida por Dios y, por ello, también el matrimonio, que vivido cristianamente, es medio de santificación. Por eso Jesús pudo haber nacido de un matrimonio normal. Si no lo acepta la fe de la Iglesia no es porque hubiera sido menos digno para el Hijo de Dios, sino por fidelidad a la revelación, a los datos del NT interpretados así por toda la tradición de la Iglesia.. En el credo apostólico profesamos: Y fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de María Virgen y en el Niceno-constantinopolitano: Y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, Virgen y se hizo hombre.

        En cuanto al sentido de la virginidad en este momento preciso, en el umbral del Nuevo Testamento, la virginidad es una realidad negativa. En Israel el ideal de la mujer es el matrimonio y la fecundidad, por ello la virginidad es una pobreza, una desgracia. En este momento, la concepción virginal nos revela que Jesús es un don de Dios para el que se sirve de la colaboración de una mujer, cuya aportación básica es su pobreza. María hace presente a Jesús solo por obra del Espíritu Santo. Después vivió su vocación como entrega total al servicio del plan salvador de Dios. A partir de ella la virginidad consagrada pasó a tener un sentido positivo en la Iglesia, como expresión y al servicio de la entrega total a Dios.

        María, virgen-pobre, es modelo de la Iglesia y del cristiano, llamados a hacer constantemente presentes a Jesús virginalmente, solo por obra del Espíritu Santo, excluyendo todo poder humano coactivo, y sirviéndose de medios pobres, nuestra palabra, oración y ejemplo. En Navidad vamos a celebrar el comienzo de la presencia humana del “Dios-con-nosotros”, presencia que quiere continuar sirviéndose de nuestra pobre colaboración, que hemos de ejercer con fe, humildad, amor y agradecimiento, como María, nuestra madre y modelo.
                En la Eucaristía Jesús sigue siendo Dios-con-nosotros y Salvador de forma virginal, por obra del Espíritu Santo. Es el regalo que el Padre ofrece a sus hijos para alimentarles y ayudarles a hacer presente a Jesús en medio del mundo de forma virginal.  

Dr. Antonio Rodríguez Carmona

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Señor, ¿Qué quieres que haga?


  
Quizá sea esta una buena disposición para entrar en oración. O quizá, mejor, la pregunta la podríamos entonar así: ¿Cómo me puedo dejar hacer por Ti? Y, ahondando un poco más, podríamos pedir: ¡Señor, indícame el camino que tienes preparado para mí, que sea yo capaz de descubrir, a la Luz de tu Evangelio, cuál es el sentido de mi vida!
La vida la vamos llenando de experiencias que no nos satisfacen, aunque sean buenas…pero siempre dejan un poso amargo de no llenar completamente nuestra alma. San Agustín lo expresaba así: “…Nos hiciste para Ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti…” (Del Libro de las Confesiones)

La pregunta inicial ya entraña un error semántico: “hacer”, sinónimo de “crear”, en el lenguaje bíblico. Efectivamente, el libro del Génesis nos relata la Creación de mundo en siete días: “…Hizo Dios el cielo, y la tierra, y todos los animales…”, significando la creación de todos los elementos vivos e inertes del Universo. Pero esta potestad de crear es sólo patrimonio de Dios. El hombre transforma lo creado, descubre lo que Dios dejó en la Naturaleza para que complete la obra de su Creación. Pero sólo Dios crea= hace.

Por ello, ¿cómo preguntar qué hacer? Él es el único que puede hacer (crear) en nosotros. Y nos dirá David: “… ¡Oh Dios, crea en mi un corazón puro…”(Sal 50), un corazón puro que en el sentido de la Escritura quiere decir un corazón que no sea idólatra, que no vaya detrás de esos ídolos de barro, que no pueden salvar. Sólo él puede volver a crear un corazón nuevo, como le pide David.

Esos ídolos que “…tienen ojos y no ven, oídos y no oyen, tienen manos y no tocan, tiene nariz y no huelen…” (Sal 115, 5-7).

(Tomás Cremades)

lunes, 16 de diciembre de 2019

El Belén




El Belén signo del presente verdadero Evangelio vivo, que nos pone en la contemplación del Hijo de Dios que nació en Belén

Estoy seguro que ya cercana la navidad muchos de vosotros estáis poniendo el Belén o al menos pensando en el Belén, ese hermoso signo del presente que es un verdadero Evangelio vivo, que nos pone en la contemplación del Hijo de Dios que nació en Belén. 

El Papa Francisco a principio de éste mes nos dio una carta apostólica

Es también ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad del Señor, el Papa Francisco a principio de éste mes nos dio una carta apostólica preciosa sobre el Belén se puede leer aquí: 

https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2019/12/01/bele.html

El Papa quería en estos días previos a la Navidad alentarnos a preparar el Belén, a poner el Belén como es costumbre, hacerlo en nuestras casas pero también en el trabajo, en la escuela, en los hospitales, en las cárceles, en las plazas. 

El Belén espiritualidad popular donde vemos reflejado el Misterio de nuestra Fe

Es un modo de una fantasía creativa de una espiritualidad popular donde vemos reflejado el Misterio de nuestra Fe, donde nos alimentamos del Evangelio, porque al fin y al cabo el Belén es puro Evangelio pero al mismo tiempo un Evangelio también imaginado, un Evangelio donde ponemos nuestro afecto, donde nos vemos implicados en esa historia de la Salvación. 

El origen del Belén viene del propio San Francisco de Asís

No sé si muchos de vosotros estoy seguro que muchos sí, sabéis cómo nació el Belén, cómo nació la tradición del Belén, pues mirad: El inicio del Belén el origen del Belén viene del propio San Francisco de Asís, a su vuelta de Roma y al llegar a Greccio una ciudad italiana él le pide a un hombre de aquella ciudad, que haga una representación de la cueva de belén y al mismo tiempo del pesebre, para poder encarnarse en ésta historia tan preciosa. Pues bien la noche del 25 de diciembre muchos hermanos franciscanos y mucha gente de aquella comarca fue precisamente a ver ese Belén. 
En el Belén no había figuras como las tenemos nosotros hoy, pero sin embargo todos volvieron a su casa felices con una gran paz, una paz esa paz del corazón, incluso dicen las fuentes que hay quien vió al niño Dios allí en ese Belén. 

¿Por qué el Belén nos engancha, por qué el Belén es tan importante para nosotros? 

Por eso Greccio se ha convertido dice el Papa Francisco en un refugio para el alma, que se esconde en la roca para dejarse envolver en el silencio. Pero la cuestión es ¿Por qué el Belén nos engancha, por qué el Belén es tan importante para nosotros? 

Pues mirad porque es la posibilidad de sentir, de tocar esa pobreza del Hijo de Dios, de seguirlo en su humildad, de saber que Él se hizo por nosotros hombre, de sentirlo cercano, de rememorar en el corazón a través de los ojos, a través de todos nuestros sentidos el gran Misterio, el precioso Misterio de la Navidad. 

Queridos amigos, queridos hermanos, yo os invito a poner el Belén en vuestras casas, si no teníais pensado hacedlo, no importa que el Belén sea más o menos importante, aunque sea sencillo, aunque sea pobre pero que tengáis ante vuestros ojos y ante el corazón el Misterio de la Navidad, el Hijo de Dios que nació en un pobre pesebre de Belén.

Os deseo a todos una feliz semana, 

Mons. Ginés García Beltrán 
Obispo de Getafe


sábado, 14 de diciembre de 2019

III Domingo de Adviento





PRIMERA LECTURA:
Lectura del libro del profeta Isaías 35,1-6a.10: Dios vendrá y nos salvará
SALMO
145, 6c-7.8-9a.9bc-10: Ven, Señor, a salvarnos
SEGUNDA LECTURA:
 Lectura de la carta del apóstol Santiago 5,7-10: Manteneos firmes porque la venida del Señor está cerca.
EVANGELIO:
  Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11,2-11: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?


La esperanza cristiana pasa a través de las esperanzas humanas  

        La esperanza cristiana es un don de Dios, que hemos recibido gratuitamente, igual que la fe y la caridad. Hemos de pedir humildemente la gracia de permanecer y crecer en ella, afrontando todas las dificultades.

        Una causa de dificultades suelen ser las esperanzas humanas que nos acucian con sus agobios.  Realmente cuando una persona está agobiada por problemas inmediatos de subsistencia (trabajo, casa, alimentación, salud...) no está en condiciones de oír hablar de esperanzas en un futuro cielo, que  aparentemente no le solucionan nada de su problema presente.  Incluso se ha acusado a la religión de alienante, opio del pueblo, porque adormece a las personas, haciéndoles olvidar  las opresiones y sufrimientos del presente en aras de un hipotético cielo. La acusación descansa en una visión falsa de la obra de Jesús y del cristianismo. Es verdad que se pueden dar personas que actúen de esta manera, pero realmente están equivocadas, pues la esperanza cristiana pasa a través de las esperanzas humanas. Son inseparables.

        Las lecturas de hoy nos lo recuerdan: el profeta Isaías con ricas imágenes (el desierto florecerá, el débil se fortalecerá...)  recuerda el futuro de felicidad que Dios nos ha prometido (primera lectura), futuro  que ya debe tener su eco en nuestro mundo haciendo  justicia a los oprimidos, dando pan a los hambrientos, liberando a los cautivos, dando vista a los cielos... (Salmo responsorial). Es lo que hace Jesús, que  se acredita como el Mesías prometido porque ya ha comenzado a realizar estos signos, garantía de la plenitud que ciertamente llegará (Evangelio) y hemos de esperar con paciencia (segunda lectura). El que espera con certeza, tiene paciencia hasta que todo se cumple.

        Alcanzaremos la meta de la esperanza cristiana, el cielo, en la medida en que nos dediquemos a satisfacer las esperanzas humanas de nuestro prójimo. La explicación es sencilla. La meta de la esperanza cristiana es ver a Dios, unión íntima con Dios amor, y esto implica una vida en amor creciente, que se traduce en amor concreto con las personas que nos rodean y en vivir como fermento de justicia en la sociedad en la que estamos insertos, comprometiéndonos en conseguir un mundo más justo, que ofrezca esperanzas a todos los hombres, especialmente a los pobres. El cristiano tiene que acreditar su condición siendo instrumento de Dios para colmar las esperanzas humanas de los que lo rodean. No podrá resolverlo todo, pero tiene obligación de hacer todo lo que pueda. Al final seremos juzgados de amor.

        Por otra parte, la esperanza cristiana ayuda a purificar y relativizar las esperanzas humanas. Ayuda a purificar, cuando nos hace ver que algunas son falsas, como las promesas de felicidad en el dinero, en el sexo, en el prestigio... Igualmente ayuda a reconocer que todas las esperanzas humanas son limitadas y no tienen capacidad para llenar la vida de la persona. Los cristianos debemos repasar de vez en cuando el examen que hace el libro del Eclesiastés de todas las felicidades humanas cuando se absolutizan y exclamar: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”.

        La esperanza cristiana en una felicidad total en la comunión plena con Dios amor es la única que puede dar sentido a nuestra vida, porque llena el corazón humano, creado para lo infinito, y es para siempre. 
       
        En la Eucaristía Jesús sigue alimentando nuestra esperanza en un final de plena felicidad y para ellos nos capacita para ser instrumentos de esperanza para tantas personas que a nuestro alrededor sufren agobiadas pos sus problemas. Así realizaremos  los signos de la presencia del Reino, continuando la obra de Jesús.

Dr. Antonio Rodríguez Carmona


viernes, 13 de diciembre de 2019

Hace tiempo





Hace tiempo que no busco la paz sino es en ti.

Hace tiempo que abandoné otros lugares donde calmar mi sed porque ya no me sirven. 

Hace tiempo que conozco el lugar donde el ansia sector calma y la respuesta es segura. 

Hace tiempo que no me interesa nada más que Tú 

Tú que no dejas espacio para otro consuelo cuando se conoce el tuyo. 

Tu que nos das a probar una paz que no conocíamos.

Tú que colmas todo a lo que aspiramos y que no se parece a nada. 

Hace tiempo que olvidé todo para solo pensar en ti. 

Hace tiempo que mis ojos solo desean verte y morar en tu tienda: nuestra tienda del encuentro. 

(Olga) 
comunidadmariamadreapostoles.com


jueves, 12 de diciembre de 2019

¿Dónde mi Belén?


                                                                 


     
Me puse a buscar el Belén entre las cajas de mi armario y no apareció por ningún lado. Quise recordar dónde la había puesto el año pasado, pero sin éxito me quedé pensando en qué hacer…

… Y lo ubiqué dentro de mí. No era un establo hecho de corcho y madera, era una parte del corazón ocupada por María, el Hijo de Dios y un Santo descendiente de la casa de David.

Entre ventrículos, sangre y arterias se cobijaba un Belén viviente que hablaba al son de los latidos. Fue genial. Ya no necesitaba mis mudas figuritas de barro, éste año el Misterio era diferente, palpitaba con la vida.  

María toca mi obediencia y protección y, se sitúa a la derecha en el corazón; José me alienta en la Fe, permaneciendo de pié a la izquierda; y el Niño Divino en el centro de los dos, para la liberación de mi alma. A cada personaje real, una labor a profesar por los sentidos de mi esencia. 

También vi los tres regalos que depositaron los Magos a Jesús: Reino, padecimiento y Divinidad, eran para mi crecimiento y perdón. 
  
Pero ni Reyes, ni pajes, ni pastores, ni animales, estaban ahí, permanecían fuera del Misterio, eran mi mundo, mi calle, mi gente preparando la Navidad con portal, barro, musgo, corcho y papel de plata…

Mi casa no lucía Navideña como la de los demás. Sí, es verdad, éste año no estaba fuera de mí en una mesa del salón, sino dentro de mí, con luces de esperanza y calor de gratitud.     

 Emma Díez Lobo
     

   
 

miércoles, 11 de diciembre de 2019

In memoriam


                                                          

                  
A ti, pequeñín de 16 semanas que no llegaste a ver la luz de la tierra aunque sí la del cielo; a ti, que por causas de la vida has partido al Reino antes de nacer, dile a Dios que tu alma limpia como la nieve, sea la luz de tus padres; que no piensen que ya no existes porque eso te haría llorar amargamente y, tú eres más grande que muchos que pueblan el mundo.

Te habrían llamado Hugo y hoy tus ojos bien abiertos tienen la Gracia de ver a todos los que dejaste en la tierra. Diles, a través del Libro de la Vida lo que estás viviendo, su alegría de saberte tan feliz les llenará el corazón.

Has dejado un vacío temporal, cierto, pero no eterno. Tu inmortalidad hará que te amen tanto como si estuvieras aquí aunque sus ojos sean ciegos a la realidad de tu ser: Un alma sin desperfectos y un cuerpo a imagen y semejanza de Dios. 

Genial

Para Hugo no hay tiempo, para Hugo estáis con él si así fuera vuestra voluntad. 

Procurad llegar allá donde mora y pensad que el alma y la resurrección de la carne, son hechos incuestionables.   

A quien más dolió su marcha fue a quien lo envió, Dios, pero si con esta tragedia llegáis a verle desde el corazón y la Fe, bendito sea Hugo que ya, desde su concepción, miraba por vosotros. Gracias Hugo por existir.

En memoria de los no nacidos que tomaron el rumbo del cielo. 
     
  Emma Díez Lobo