sábado, 2 de febrero de 2019

IV Domingo Tiempo Ordinario



Jesús, profeta rechazado

        Extraña la reacción de rechazo a Jesús inmediatamente después de la admiración de los nazaretanos. Realmente se trata de un cuadro simbólico compuesto por Lucas, adelantando la escena del rechazo de Nazaret (en Marcos y Mateo viene mucho más tarde),  con el fin de presentar lo que será el ministerio de Jesús en Galilea, tipificada en los nazaretanos: en un primer momento admiran a Jesús y más tarde lo rechazan. De esta forma ofrece otra característica de la obra de Jesús, profeta rechazado.

        La primera lectura recuerda que el rechazo es propio de la misión profética. Dios llama a Jeremías y le envía a oponerse a la política oficial de su época, en la que el rey y sus consejeros creen que la salvación del pueblo está en alianzas humanas con Egipto contra Babilonia. Pero Israel no es un pueblo más, es el pueblo de Dios y, como tal, su salvación está en la conversión y vuelta a Dios.  Fue un mensaje rechazado. Jesús explica su rechazo aludiendo al rechazo de los profetas.

        Los nazaretanos rechazan a Jesús por envidia aldeana, por egoísmo y por orgullo. En un pueblo pequeño todos se conocen, todos se ayudan, pero muchos se envidian y no toleran que uno, igual a ellos, destaque de una manera especial. Por otra parte, si es profeta dotado de poderes especiales, ¿por qué no se ha volcado entre ellos, realizando allí milagros y no en Cafarnaún? No tienen en cuenta que Dios es libre en sus favores, como pone de relieve la historia de Elías y Eliseo, haciendo favores a extranjeros. Finalmente, hay una expectación falsa que cree que si Dios les envía un mensajero, éste ha de aparecer con todo tipo de grandezas humanas. ¿Cómo es posible que sea el profeta anunciado por Isaías el hijo de José, que ha llevado una vida normal  entre nosotros durante 30 años? Olvidan que sus padres pidieron a Dios, cuando les hablaba entre truenos en el Sinaí, que les hablara por medios humanos, por Moisés. Dios aceptó y les prometió enviarles un profeta que hablara como ellos, un enviado que puedan comprender porque hablaba su mismo lenguaje. Este es Jesús. Pero lo rechazan y ante sus respuestas, se indignan e intentan despeñarlo por un precipicio. Pero él, abriéndose paso, seguía su camino. Con este dato Lucas alude al final del ministerio de Jesús, intentan acabar con él y lo crucifican, pero el Padre lo resucita y sigue su camino.  Lucas escribe en los años 80, iluminando  la situación que vive la Iglesia de su tiempo. Hay oposición e intentos de acabar con el cristianismo, pero el camino sigue adelante.

        Un poco más adelante Lucas dedicará una sección a reflexionar sobre la razón del rechazo entonces y ahora y presentará una serie de motivos que se resumen en orgullo. Orgullo religioso que rechaza a todo el que critique el puritanismo del que se cree sin pecado o que proponga una salvación diferente de la que él busca y predica. Orgullo que se manifiesta en el dogmatismo del que cree saberlo todo sobre Dios y rechaza a todo el que critique su imagen de Dios y de la vida religiosa. En el fondo se trata de personas que no aman vivir en la verdad de cara a Dios y prefieren vivir de cara a sus propios intereses. San Juan, en su evangelio, lo sintetiza en “el mundo”, que es imagen del ámbito del odio y la mentira, incompatible con el mundo de Jesús, que es amor y verdad.

        El rechazo es normal en la vida cristiana. Hoy Jesús y con él sus discípulos siguen siendo rechazados, a veces por desconocimiento de su obra, que ha llegado a ellos de forma deformada y falsa, a veces conscientemente, como consecuencia de una ideología que profesa valores anticristianos y ve en el cristianismo un obstáculo a liquidar, como puede ser hoy la ideología de género. Por eso los cristianos no han de extrañarse y, recordando la parábola de la cizaña, han de evitar dedicarse a “arrancar cizaña” y se han de centrar en continuar dando razón de su fe con paciencia. Puede que haya situaciones difíciles, pero el triunfo final es de Jesús, que “continuará su camino”.

        En la Eucaristía celebramos a la vez el rechazo y la resurrección de Jesús.

  
D. Antonio Rodríguez Carmona






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