domingo, 24 de febrero de 2019

La medida que uséis la usarán con vosotros





        Esta podría ser una máxima de corte social, un consejo de unos padres o maestros a sus hijos o discípulos, el lema que una persona pondría en su heráldica, etc. Entra dentro de la lógica del vivir diario: según actuemos con los otros así los otros procederán con nosotros. Somos como un espejo que refleja aquello que se le pone delante, si actuamos con buenos modales lo más probable es que recibamos un trato educado y si gritamos, con toda probabilidad, nos devolverán el grito. Aunque también es verdad que a veces, por desgracia, no pasa así cuando nos encontramos con seres malencarados, maleducados o simplemente con maldad, que los hay y muchos.

        Lo que ocurre es que esta norma de conducta no es herencia de unos padres o maestros, sino del Maestro por antonomasia. Es la doctrina del Hijo encarnado de nuestro Dios. Con lo cual debemos contemplar este principio como doctrina divina y por ende debemos tenerla en cuenta como tal.

        ¿Qué nos quiso decir? A mi parecer, en principio, opino que nos quiere decir que su doctrina no está muy lejos del saber actuar humano, que no quiere imponernos unas normas que solo las puedan cumplir unos cuantos superhombres, que ha tomado algunas cosas humanas y les ha elevado el sentido. Nada más. Bueno, nada más y nada menos. Que al hacerse hombre sabe medir las fuerzas humanas y no quiere imponernos unas cargas superiores a nuestra capacidad.


        Creo que también nos dice que cada vez que hagamos algo que levantemos la vista y pensemos que a aquel a quien se lo estamos haciendo es un hijo de Dios, por tanto estamos, automáticamente, elevando el valor de una mera acción humana a un actuar divino. Que el valor de esa acción no es por quién la hace, sino por aquel a quien va dedicada; de ahí que podemos santificar nuestro vivir diario si se lo ofrecemos a Él y vemos en nuestros semejantes, hasta en la más pequeña acción, a otros cristos. Que siempre nos demos cuenta y nos acordemos que somos un instrumento suyo.

        Gracias, Señor, por haberte hecho hombre para hacernos las cosas más sencillas a los hombres. Gracias por habernos dado ejemplo en nuestras pautas de comportamiento. Gracias por no habernos impuesto una doctrina difícil de cumplir. Gracias por condensar toda una magnífica religión en una palabra: amor.

Pedro José Martínez Caparrós

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