jueves, 12 de diciembre de 2013

Siento que vivimos tiempos extraños

     La medida real de un hombre es lo que queda de él una vez que le abandona el éxito. Entonces esta su medida puede ser bien una losa que le paraliza por completo, o bien la piedra angular sobre la que paso a paso se va reconstruyendo. Dicho de otra forma, la pobre medida en tus manos te hunde en la desesperación; la misma en las manos de Dios te engrandece.





 

También en nuestro tiempo  parecen estar ocultas las verdades más simples a los sabios e inteligentes.

Siento que vivimos tiempos donde los hombres ricos y poderosos, simplemente se creen sabios solo por ser ricos y poderosos.

Siento que vivimos tiempos de gran confusión, donde solo se escucha al que grita más fuerte, o mejor dicho, donde nadie escucha a nadie, porque todos creemos ser muy listos y tener la verdad.

Siento que vivimos tiempos donde se confunde la “información” con la sabiduría y la “oratoria florida” con el discernimiento.

Y es por este sentirse tan sabio y capaz que no consideramos necesario bendecir al “Padre, Señor del cielo y la tierra” como hace Jesus; Pues solo nosotros señoreamos.

Siento que vivimos tiempos extraños, donde la libertad se concibe como el poder matar a un hijo próximo a nacer, porque no encaja en nuestros proyectos personales.

Vivimos tiempos curiosos donde los apetitos y deseos personales, se confunden con derechos, aunque sean contra natura.

Vivimos tiempos oscuros, donde todos juzgamos todo y sabemos del bien y del mal y hablamos de ello como si fuéramos Dioses, y es de esta forma que vivimos ocultados de Dios.

Tal vez, solo cuando nos hagamos pobres de espíritu y dejemos de lado nuestros juicios del bien y del mal y dejemos de culpar al mundo por lo que nosotros somos y reconozcamos de una vez que el mundo y las circunstancias, no nos han obligado a ser así.

Solo cuando reconozcamos de una vez, que nuestros juicios, pensamientos, opiniones, criterios, consideraciones y emociones personales son lo más aburrido que existe y aceptemos que Dios ha perdonado al enemigo que nosotros juzgamos, y que Dios también nos ha perdonado a nosotros, solo entonces dejaremos de juzgar al mundo como si fuéramos Dioses.

El mundo no necesita de nuestro juicio ni de nuestra opinión, necesita nuestro perdón. Para ello necesariamente hay que dejar de ser juez del mundo y juez de uno mismo, y reconocer como Jesús nuestra pequeñez y reconocer como Jesús dice “todo me ha sido entregado por mi Padre” y que “solo el Padre reconoce al hijo”.

Y la verdad nos será revelada cuando nos hagamos hijos del Padre.

Pero antes hay que reconocer a Dios como nuestro Dios, como nuestro Padre y dejar de usurpar su papel continuamente.

Desgraciadamente, siento que vivimos tiempos difíciles donde cada noticia en los medios de comunicación parece anunciar que Dios no existe.

Pero si tan solo creyéramos un poquito, ¿Cómo no sentirse afortunado y privilegiado, con un Evangelio donde Dios nos revela que solo él es Dios (afortunadamente para nosotros),y nos muestra su verdad en la medida que nos hacemos pequeños?.
 
J.J. Prieto Bonilla.

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