También
en nuestro tiempo parecen estar ocultas
las verdades más simples a los sabios e inteligentes.
Siento
que vivimos tiempos donde los hombres ricos y poderosos, simplemente se creen
sabios solo por ser ricos y poderosos.
Siento
que vivimos tiempos de gran confusión, donde solo se escucha al que grita más
fuerte, o mejor dicho, donde nadie escucha a nadie, porque todos creemos ser
muy listos y tener la verdad.
Siento
que vivimos tiempos donde se confunde la “información” con la sabiduría y la
“oratoria florida” con el discernimiento.
Y
es por este sentirse tan sabio y capaz que no consideramos necesario bendecir
al “Padre, Señor del cielo y la tierra” como hace Jesus; Pues solo nosotros
señoreamos.
Siento
que vivimos tiempos extraños, donde la libertad se concibe como el poder matar
a un hijo próximo a nacer, porque no encaja en nuestros proyectos personales.
Vivimos
tiempos curiosos donde los apetitos y deseos personales, se confunden con
derechos, aunque sean contra natura.
Vivimos
tiempos oscuros, donde todos juzgamos todo y sabemos del bien y del mal y
hablamos de ello como si fuéramos Dioses, y es de esta forma que vivimos
ocultados de Dios.
Tal
vez, solo cuando nos hagamos pobres de espíritu y dejemos de lado nuestros
juicios del bien y del mal y dejemos de culpar al mundo por lo que nosotros
somos y reconozcamos de una vez que el mundo y las circunstancias, no nos han
obligado a ser así.
Solo
cuando reconozcamos de una vez, que nuestros juicios, pensamientos, opiniones,
criterios, consideraciones y emociones personales son lo más aburrido que
existe y aceptemos que Dios ha perdonado al enemigo que nosotros juzgamos, y
que Dios también nos ha perdonado a nosotros, solo entonces dejaremos de juzgar
al mundo como si fuéramos Dioses.
El
mundo no necesita de nuestro juicio ni de nuestra opinión, necesita nuestro
perdón. Para ello necesariamente hay que dejar de ser juez del mundo y juez de
uno mismo, y reconocer como Jesús nuestra pequeñez y reconocer como Jesús dice
“todo me ha sido entregado por mi Padre” y que “solo el Padre reconoce al
hijo”.
Y
la verdad nos será revelada cuando nos hagamos hijos del Padre.
Pero
antes hay que reconocer a Dios como nuestro Dios, como nuestro Padre y dejar de
usurpar su papel continuamente.
Desgraciadamente,
siento que vivimos tiempos difíciles donde cada noticia en los medios de
comunicación parece anunciar que Dios no existe.
Pero
si tan solo creyéramos un poquito, ¿Cómo no sentirse afortunado y privilegiado,
con un Evangelio donde Dios nos revela que solo él es Dios (afortunadamente
para nosotros),y nos muestra su verdad en la medida que nos hacemos pequeños?.
J.J.
Prieto Bonilla.
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