Con estas mismas Palabras recibe Dios en el Cielo al morir, a los
Discípulos de su Hijo. Para que nos demos cuenta de la importancia de estas
Palabras salidas de la boca del Padre, fijémonos que las repitió en el monte
Tabor con un broche de oro: "Este es mi Hijo Amado en quien me complazco:
Escuchadle" (Mt 17,5).
Escuchadle, dice el Padre, si,
Escuchadle, porque... ¡Él es mi Palabra! Esto era tan determinante para los
primeros cristianos, que llamaban a Jesús: ¡La Palabra del Padre!
Los tres Apóstoles que estaban con
Jesús: Pedro, Santiago y Juan, en el Tabor, y oyeron estas Palabras del Padre,
representan a los discípulos de Jesús de todos los tiempos. No caminemos por atajos
atrayentes o sensacionalistas que no proceden del Padre.
El mismo Jesús nos lo hace saber en su Santo Evangelio: "...las ovejas
le siguen porque conocen su voz, pero no seguirán la voz de un extraño...porque
no conocen la voz de los extraños" (Jn 1O, 4b-5).
A final de cuentas, María dijo esto mismo, a los sirvientes de la
boda en Caná de Galilea, cuando se acabó el vino: "Haced lo que Él Os
diga" que es lo mismo que dijo El Padre en el Tabor: ¡Escuchadle! (Jn 2,5).
P. Antonio Pavía
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