Cuando Samuel, fue enviado por Dios donde Jesé, porque había escogido a uno
de sus hijos como rey de Israel, este le presentó a los mayores, pues
sobresalían por su gallardía y fortaleza. Samuel los miró detenidamente y dijo
a Jesé: "Dios no mira las apariencias sino el corazón" ...al final
apareció David, que era el más pequeño, el menos importante y Samuel exclamó:
este es el que Dios ha elegido. (I Sam 16,4...).
En el Evangelio de hoy Jesús nos previene acerca de aparentar y de dejarnos
llevar por las apariencias. Este era el problema de los fariseos esclavos de
sus apariencias y del pueblo que se dejaba influir por ellas. Fariseos que
tenían vacío el corazón, y del pueblo, que, por no meterse en problemas,
también tenía el corazón huérfano de Dios. Entre unos que buscaban honores y
otros por no meterse en problemas, se lavaban las manos, Israel era dominado
por el Padre de la mentira (Jn 8,44)
El problema de aferrarnos a las apariencias es y será siempre el problema
que hemos de enfrentar los llamados a ser Discípulos de Jesús. Veamos que en el
Evangelio de hoy entran en escena unos hombres que echan grandes limosnas en
las arcas del Templo. Todos, empezando por los discípulos de Jesús, se llenaron
de admiración. En esto llega una pobre viuda y echo dos moneditas. Nadie reparó
en ella. No valía la pena. Jesús sí; la miro con un Amor inmenso y dijo a sus
discípulos que estaban aún alucinados por las limosnas que habían dado los anteriores:
Esta pobre mujer si que ha confiado en Dios, porque ha entregado lo que tenía, quizás
para comer ese día. Jesús alabo la Sabiduría de esta mujer... Bien sabía que
Dios sería su protector y proveedor...enviando a sus ángeles - en forma de
personas concretas -para proveer a sus necesidades.
Confiar en Dios, he ahí la cima suprema de la Fe. Está mujer representa lo
más sublime del Discipulado.
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles com
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